Adriana Palomera
De Prudhon a Goldman, visto con los ojos del presente, hay un mundo de imaginarios contrastantes aunque en la pura representación se definan cada cual como emancipadores del mismo objeto y sujeto que nombran. Sólo hechas distinciones es posible comprender como comparten un mismo campo de significación representaciones de la mujer que en términos del imaginario son epocalmente tan dispares.
Sin duda no se agotará aquí el balance total de los pensadores que han tenido a la mujer como lugar central o periférico de sus enunciados; Se aporta ejemplarmente una parte de los más paradigmáticos convocados frecuentemente como autoridades del pensamiento y guías para la acción.
De Prudhon a Goldman, visto con los ojos del presente, hay un mundo de imaginarios contrastantes aunque en la pura representación se definan cada cual como emancipadores del mismo objeto y sujeto que nombran. Sólo hechas distinciones es posible comprender como comparten un mismo campo de significación representaciones de la mujer que en términos del imaginario son epocalmente tan dispares.
Sin duda no se agotará aquí el balance total de los pensadores que han tenido a la mujer como lugar central o periférico de sus enunciados; Se aporta ejemplarmente una parte de los más paradigmáticos convocados frecuentemente como autoridades del pensamiento y guías para la acción.
La reconocida diversidad del ideario ácrata, da espacio a una igualmente amplia variedad en cuanto al imaginario y representaciones de la mujer. Mientras unos se preocuparon ampliamente del tema, otros lo trataron esporádicamente. No obstante, se puede afirmar que la generalidad de los teóricos del anarquismo suelen coincidir en la idea de su emancipación, (así lo demuestran cartas, textos y publicaciones periodísticas de la mayoría de los referentes anarquistas que hablan sobre la mujer, el amor libre y la sexualidad como uno de los temas prioritarios para alcanzar la sociedad ideal).
Pierre-Joseph Proudhon
En la génesis del anarquismo, una parte de los ácratas no quedaron ajenos al encuadramiento tradicional del nuevo sujeto femenino que surgió pos ilustración, Proudhon fue un fiel reflejo de estos representantes, señalando constantemente su desprecio a las mujeres. Para él la igualdad era un tema innecesario respecto a ellas “Después que habré establecido con hechos y documentos, la inferioridad física, intelectual y moral de la mujer; después que habré mostrado con ejemplos luminosos que eso que se llama su emancipación es lo mismo que su prostitución, sólo me restará determinar con otros elementos la naturaleza de sus prerrogativas, y a ocuparme en su defensa contra las divagaciones de algunas impuras, que el pecado ha vuelto locas”. [18]
Lo anterior versaba sobre la individualidad femenina, que partía de la base que las mujeres eran seres “menores”, sin embargo no agotaba ahí su fobia femenina, culpándolas también en su texto sobre el amor y el matrimonio por su escaso apoyo a la economía “El amor: se desea recíproco, fiel, constante, siempre igual, siempre adicto, siempre ideal. La mujer: ¡qué hermosa criatura si no costase nada, si a lo menos pudiese bastarse a sí misma, si con su trabajo pudiera pagarse sus gastos!” [19]
Como se observa, Proudhon, siguiendo los parámetros culturales de la época, presentaba una visión crítica respecto de las mujeres, para él eran los hombres quienes al sacrificar su libertad, su fortuna, placeres y trabajo, sufrían una carga mayor con las féminas, puesto que estas siendo un mal asociado, costaban más de lo que producían. De acuerdo a su criterio las mujeres no se conocían a sí mismas ni eran capaces de llegar a hacerlo, porque esto era una labor privativa de los hombres.
Siguiendo los conceptos de la ilustración en torno al sujeto civilizado y la definición Kantiana sobre la minoría de edad, la mujer constituía para Proudhon un ser débil que difícilmente podía velarse por sí misma en términos materiales y espirituales “…no está dotada de ninguna iniciativa, no distingue las circunstancias de las cosas; su inteligencia no actúa sobre sí misma, y sin el hombre, que le sirve de revelador y de verbo, no saldría de un estado primitivo”. [20]
El genio (la inteligencia) era, pues, la virilidad del espíritu, su potencia de abstracción, de generalización, de invención, de concepción, de los cuales estarían desprovistos el niño, el eunuco y la mujer. Convivir entre estos dispares sujetos demandaba, en palabras de la época, la solidaridad de los dos órganos, y tal como el atleta se aleja de la mujer para conservar su vigor, el pensador se debía alejar también de ella para conservar su genio. No obstante, se daba por sentado un principio universal y natural de complementariedad en que “…cada hombre ame a todas las mujeres en su esposa, y que cada mujer ame a todos los hombres en su esposo. Es así como conocerán el verdadero amor y como la felicidad les será dulce”. [21]
La normalizada debilidad e inferioridad intelectual de la mujer se traducía en la incapacidad de producir universalismos y categorías, no podía en resumen pensar racionalmente por sí misma. Si bien podía en ciertas circunstancias recibir “La Idea” y de seguir con esfuerzo su deducción no podía ejercitar las virtudes de la razón en plenitud; no generaliza, no sintetiza, su espíritu era por definición y constitución antimetafísico:
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La mujer solo podía ser receptiva y por consiguiente relegada a la tuición del varón que la tuviese a cargo. Improductiva por naturaleza, inerte, sin habilidades especiales ni destacadas para las industrias ni el entendimiento, despojada de valores como la justicia y el pudor necesitará del padre, hermano, amante, esposo, de un amo-hombre que le provea por fuerza o influencia de las virtudes viriles, sociales e intelectuales “…consideraba más importante la sociedad conyugal que el lazo fraternal y, por tanto, elevaba el adulterio a un delito de “lesa sociedad Además, correlacionaba sin titubear, la existencia de dos sexos diferenciados anatómicamente, el amor, su expresión en el matrimonio y, al fin, la procreación.” [23]
En esas condiciones para este autor, las mujeres no podían igualar la potencia viril, lo que determinaba su subordinación. Solo el matrimonio se convertiría para él en la salvación de las mujer:
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El sujeto femenino proudhoniano sin lugar a dudas estaba traspasado por su contexto, no obstante, esto no lo exculpa de ser reconocido como un misógino, alejándose de las futuras posturas ácratas sobre la mujer. En la medida que se desarrollaron otras experiencias anarquistas los postulados de Proudhon pueden ser asumidos como un dispositivo lejos de los principios que la mayoría de los autores van a elaborar desde la tribuna anarquista.
Mijaíl Bakunin
Para Bakunin, la mujer como individuo y como componente de una institución era sujeto pleno de la emancipación y radicaban en ella igualmente todas las posibilidades humanas presentes y futuras. Para él un gran mérito del cristianismo fue la humanidad de todos los seres incluidas las mujeres. Los límites de la religión quedaban claros al ceñir la igualdad de todos los hombres al ámbito celestial, para un tiempo eterno por venir cuando era aquí en el presente y sobre la tierra donde esas caras aspiraciones debían ser carne. [25]
La libertad y las conquistas espirituales no eran menester individual si no colectivo y enmarcado en la existencia de un entramado social sostenido por instituciones y costumbres que eran obra de la sociedad misma. La libertad individual sólo podía advenir mediante la emancipación colectiva de hombres y mujeres como seres humanos. La conquista de la libertad era considerada parte de la ley natural que otorgaba un derecho natural que había sido violado por instituciones arbitrarias y opresivas que había que abolir no contra natura si no a favor de ella. Este era el caso cuando en defensa de la familia natural Bakunin llamaba a abolir la familia legal fundada en el derecho civil y la propiedad.
Para el ácrata ruso el matrimonio religioso y civil debía ser sustituido por el matrimonio libre que encarnaba la unión voluntaria y soberana de dos individuos mayores de edad que ejercían el derecho de unirse y separarse según su voluntad, intereses mutuos y las necesidades de su corazón
<<… sin que la sociedad tenga derecho de impedir su unión ni de mantener ésta contra los deseos de ellos... Ni la violencia de la pasión ni los derechos libremente reconocidos en el pasado pueden servir de excusa para que uno cometa un atentado contra el otro - y cada atentado que se cometa en este sentido será considerado como un crimen.>> [26]
La inversión de la utopía cristiana y su radicación en el mundo terrenal debían ser acompañadas de los mecanismos que aseguraran la eliminación del peor de los males cual era la herencia de la propiedad y arribar a la adquisición de la igualdad de derechos políticos y socioeconómicos entre mujeres y hombres. “Por consiguiente, queremos la abolición del derecho familiar y del matrimonio tanto eclesiástico como civil-, (que están) vinculados inseparablemente al derecho hereditario.” [27]
En su Circular a mis amigos de Italia Bakunin llamaba a rechazar por completo la intervención de cualquier autoridad en el establecimiento de la unión entre el hombre y la mujer. Solamente de ese modo se encontrarían más estrechamente unidos, fieles y leales. [28]
Emma Goldman
Dentro del cuerpo teórico del anarquismo, Emma Goldman (1869–1940) fue la representante femenina de mayor reconocimiento en el mundo ácrata, aunque no focalizó su alocución al tema preferentemente femenino, tuvo acercamientos teóricos hacia él, destacándose por su vehemencia en la defensa de las posiciones libertarias.
En comparación con los autores antes señalados la norteamericana Emma Goldman articuló una de las críticas más profundas, íntimas y sagaces del mundo ácrata respecto de las instituciones que, en base a representaciones instituidas socialmente como imaginario, configuraban la identidad y función social de la mujer. Desde el amor a la producción de la vida material Goldman articulaba el entramado de la sociedad capitalista industrial como lugar de subjetivación. Como una verdadera antecesora de la biopolítica develó como se tejía la red de necesidades de la producción y la acumulación del capital en la cual la mujer, hilaba su propia vida o mejor dicho la vida que, a ojos de Goldman, no le pertenecía. La radicalidad del discurso emancipatorio de Goldman llevó a la sospecha máxima la misma cultura emancipadora, sus vicios y sus trampas discursivas así como las limitaciones de los diversos campos teóricos de la época.
<<…sin tener en cuenta las teorías políticas y económicas que tratan de las diferencias fundamentales entre las varias agrupaciones humanas; sin miramiento alguno para las distinciones de raza o de clase, sin parar mientes en la artificial línea divisoria entre los derechos del hombre y de la mujer, sostengo que puede haber un punto en cuya diferenciación misma se ha de coincidir, encontrarse y unirse en perfecto acuerdo.>> [29]
Junto a la denuncia de la debilidad de la teoría, Goldman instaló un principio cognitivo adelantado por lejos a los recursos discursivos del mundo ácrata de sus contemporáneos; el principio de la comprensión como punto de partida de un reconocimiento intersubjetivo entre los sexos y por su intermedio de la construcción social. Ese es el punto de partida de la emancipación de la mujer por encima de la “igualación” de hombres y mujeres en el marco de la explotación del capital y la sumisión ancestral.
Para Goldman, como otros ácratas la emancipación haría de la mujer un ser humano en el verdadero sentido.
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Si bien la autora identificaba la emancipación de la mujer (en tanto objetivo) como la razón de ser principal que originó y guió el movimiento de la emancipación de la mujer (en tanto acción política), la praxis socio-política desarrollada generó un efecto perverso y superfluo, de aislamiento, figurativo y reflejo de la cultura varonil. Una versión acomodada a la pretensiosa actividad intelectual y política de ciertos grupos y lejos de las necesidades profundas y sensibles de las mujeres comunes de su época.
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La consigna “¡Libertad e igualdad para las mujeres!” lanzada, según Goldman, por los más valerosos y nobles espíritus de su tiempo fue el sol que iluminó un nuevo mundo en el cual las mujeres podían dirigir sus propios destinos aunando de paso “entusiasmo, valor y perseverancia en incesantes esfuerzos por parte de un ejército de mujeres, que combatieron todo lo posible contra la ignorancia y los prejuicios”. [32]
Sin embargo en la radical perspectiva de Goldman la dinámica emancipadora, en tanto, enunciados y prácticas, habría fracasado en su cometido fundamental quedando pendiente “la necesidad de emanciparse del movimiento emancipacionista si desea hallarse verdaderamente libre. Puede esto parecer paradójico, sin embargo es la pura verdad”. [33]
Goldman interroga “¿Qué consiguió ella, al ser emancipada? Libertad de sufragio, de votar. ¿Logró depurar nuestra vida política, como algunos de sus más ardientes defensores predecían? No, por cierto.” [34] Pues el movimiento de emancipación habría traído efectivamente luna cierta nivelación económica entre la mujer y el hombre pero no le suministró la necesaria fuerza para competir con el hombre desgastando sus energías, tensionando su vitalidad y envileciendo su vida a fin de ser incorporada en el marcado de la mano de obra con magros resultados y en dispares condiciones de confianza, prestigio y remuneraciones.
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A la paradójica y desigual incorporación a la actividad productiva, en el marco de la explotación de la fuerza de trabajo, Goldman suma la crítica al modo de vida y la cultura de sumisión en la esfera pública y privada de manera plenamente articulada. El desciframiento de la institución matrimonial, como contrato, devela no solo la disociación con el sentimiento amoroso sino además su función como dispositivo de control que garantiza la soberanía del hombre en perjuicio de la mujer al mismo tiempo que es la alternativa para escapar a una solitaria penuria y estrechez económica incluso en el caso de las mujeres consideradas emancipadas.
En el mismo sentido Goldman rompió la idea de que el amor y la maternidad eran necesariamente sinónimos de esclavitud y subordinación, considerando absurdos los dichos del movimiento emancipatorio que argumentaban sobre el dualismo de los sexos en que el hombre y la mujer representaban dos mundos antagónicos. Igualmente absurda consideró la noción popular acerca del matrimonio y del amor como sinónimos, surgidos de los mismos motivos y llenando las mismas necesidades cuando por el contrario eran, a su juicio, completamente antagónicos. “Como la mayoría de los dichos y creencias populares, éste no descansa en ningún hecho positivo y si sólo en una superstición”. [36]
Para Goldman el matrimonio, por el cual las mujeres eran educadas y ofrendadas de niñas, era un arreglo económico, un pacto de seguridad que en poco difería dl seguro de vida de las compañías comerciales pero en el cual ambas partes pagaban, en el fondo, el costo de su felicidad. Sin embargo el espurio arreglo se mantenía revalidado por las condiciones infames de la proletarización a la que la mujer aportaba una tasa de ganancia sustantiva.
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Notas:
18 Pierre-Joseph Proudhon, Amor y matrimonio, Publicado en 1858, p. 51
19 Idem, p. 68
20 Idem, p. 68
21 Idem, p. 68
22 Idem, p. 68
23 Laura Fernández Cordero, Queremos emanciparos: anarquismo y mujer en Buenos Aires de fines del XIX
24 Proudhon, Op. Cit., p. 77
25 Mijail Bakunin. Dios y el Estado, (Buenos Aires: Ediciones Terramar, 2008), p. 46
26 Mijail Bakunin, Catecismo revolucionario. 1864-1867. En BERNARD, Thomas. Ni Dios ni amo
27 Mijaíl Bakunin, Escritos de filosofía política. Tomo II. 11 de noviembre 1874, p. 64
28 Mijail Bakunin, Circular a mis amigos de Italia (1871). En VELASCO, Demetrio. Ética y poder político
29 Emma Goldman, "The Tragedy of Woman's Emancipation", Mother Earth, marzo, 1906. V. 1, Nº 1, pp. 9-17
30 Idem
31 Idem
32 Idem
33 Idem
34 Idem
35 Idem
36 Idem
37 Idem
[Fragmento tomado del artículo "La mujer anarquista. Discursos en torno a la construcción de sujeto femenino revolucionario en los albores de la 'Idea'”, que en versión completa es accesible en https://journals.openedition.org/izquierdas/249.]
28 Mijail Bakunin, Circular a mis amigos de Italia (1871). En VELASCO, Demetrio. Ética y poder político
29 Emma Goldman, "The Tragedy of Woman's Emancipation", Mother Earth, marzo, 1906. V. 1, Nº 1, pp. 9-17
30 Idem
31 Idem
32 Idem
33 Idem
34 Idem
35 Idem
36 Idem
37 Idem
[Fragmento tomado del artículo "La mujer anarquista. Discursos en torno a la construcción de sujeto femenino revolucionario en los albores de la 'Idea'”, que en versión completa es accesible en https://journals.openedition.org/izquierdas/249.]
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