Humberto Decarli
Donald
Trump ha anunciado un plan de paz para responder al conflicto
palestino-israelí. Se fundamenta en otorgarle a Jerusalén oriental el carácter
de capital del Estado árabe aunque considera a esta ciudad como la capital
“eterna” de Israel y además, legaliza los asentamientos judíos en Cisjordania.
Sin embargo, se trata de una proposición unilateral porque solo fueron consultados
los halcones gobernantes en Tel Aviv mientras se omitió a la autoridad palestina
del West Bank y de la franja de Gaza. Increíble formular semejante anuncio sin
mediar entre las partes, simplemente se pretende una imposición.
Antecedentes
Los
judíos hablaron de la creación de un hogar nacional partiendo de la premisa de
su expulsión bíblica y en el Reino Unido el Foreing
Office, expresada mediante la declaración Balfour, planteó la idea original
de un Estado hebreo. Los británicos dominaban ese territorio ubicado al este de
la península del Sinaí luego del derrumbe del imperio otomano y les
correspondió por la negociación con Francia plasmada en el Tratado Sykes-Picot
en medio de una repartición espacial de la zona arrebatada a los turcos por
estas potencias europeas. Se produjo entonces una migración judía hacia estos
lugares.
Londres
decidió originalmente crear dos naciones, una árabe, la palestina, y otra
judía, Israel. Luego cambió Palestina por Transjordania, gobernada por la casa
real hachemita, más complaciente frente a la pérfida Albión. En 1948 se fundó
formalmente Israel y se produjo el desalojo de los habitantes prístinos de la
región, los árabes palestinos. La manera como se manejó la coyuntura acarreó la
primera guerra entre Israel y varios Estados árabes (Egipto, Siria, Líbano,
Irak y Transjordania) aparte del apoyo de voluntarios sauditas, libios y
yemeníes.
El
conflicto concluyó en 1949 mediante un armisticio entre el victorioso Israel y
los demás involucrados. La resultante fue que el Estado hebreo incrementó su
territorio en más de un veinte por ciento al asignado originalmente; Egipto
tomó la franja de Gaza y Transjordania ocupó Cisjordania, dejando por fuera a
los palestinos quienes fueron enviados a una diáspora hacia los países
adyacentes.
En
1956 el presidente de Egipto, Gamal Abdel Nasser, nacionalizó el canal de Suez
causando una invasión franco británica e israelí, detenida por la diplomacia
americana promoviendo en consecuencia, al jefe de Estado egipcio como el líder
del panarabismo. Los palestinos siguieron en su dispersión porque esta
situación en nada los favoreció.
En
1967 Nasser, presionado por una crisis económica provocó a Israel cuando pidió
y logró la retirada de los cascos azules de la ONU para bloquear al puerto
israelita de Eliah en el golfo de Acaba dominado por los egipcios por el paso
hacia el Mar Rojo, el balneario de Sharm El Sheick. La reacción judía no se
hizo esperar y en seis días terminó la conflagración rechazando a Egipto, Siria
y Jordania. Israel tomó la península del Sinaí, desalojó a los jordanos de
Jerusalén oriental, la franja de Gaza en manos egipcia y las Alturas de Golán a
Siria.
Antes
de este último affaire se había formado
la Organización de Liberación Palestina encabezada por Ahmed Shukeiri, quien
lanzó la consigna genocida de “echar los judíos al mar” en referencia a dejar
todos los espacios conquistados. Posteriormente fue reemplazado por Yasir
Arafat, el líder de Al Fatah. Esta última organización se unió a las dos
marxistas, el Frente Popular de Liberación Palestina, dirigida por George
Habash y el Frente Democrático de Liberación Palestina, a cuya cabeza estaba NayefHawatmeh.
Asimismo, otras entidades menores, suerte de franquicias de otros Estados
árabes como el Frente Popular Palestino Comando General, con el capitán Ahmed
Jibrll en su vértice, era pro sirio al igual que As Saika y hubo grupos
auspiciados por Moamar Gadafi y Sadam Hussein.
El
desarrollo de los movimientos palestinos es asaz conocido. Durante los años
setenta y ochenta ejercieron el terrorismo pero nunca lograron un
reconocimiento inmediato. Pero la mediación internacional llevó al Acuerdo de
Oslo en el cual Arafat y Rabin, en representación de ambos bandos alcanzaron un
avenimiento alrededor de la creación de una entidad palestina en Gaza y
Cisjordania pero se quedó en una hoja de ruta jamás concluida.
Razones del
fracaso de Oslo
Edward
Said, el brillante intelectual palestino residente en Estados Unidos,
argumentaba con mucha razón que el arreglo distaba mucho de incluir al pueblo
árabe sometido desde 1948. Quienes habitan en Gaza y Cisjordania son una
minoría palmaria porque la mayor parte se encuentra diseminada en varios países
aledaños y no tienen ninguna representación.
Se
elaboró el programa conocido como Hoja de Ruta con un cronograma aproximado
inconcluso porque los óbices en el camino nunca fueron superados. Todo quedó
reducido a unas elecciones ganadas por el grupo Hamas dada la corrupción
reinante en Al Fatah. Sin embargo, Gaza superpoblada quedó en manos de Hamas,
la cual fue expulsada de Cisjordania por la otra organización palestina apoyada
por Israel y Estados Unidos. Pero desde 2006 no se efectúan elecciones en ambos
territorios lo cual desdice de la legitimidad de tales gobernantes.
Los
territorios administrados por los movimientos palestinos no tienen soberanía
plena porque Israel mantiene un ejército de ocupación y además, se promovió la
política de los asentamientos de colonos judíos considerados ilegítimos por la
mayoría de la comunidad internacional. Lo más grave ha sido el control del
poder por parte de los sectores más derechistas de Israel encabezados por Bibi
Netanyahu y su contrapartida palestina, los terroristas de Hamas y Yihad
Islámica. Es un péndulo binario que favorece descaradamente a los actuales
actores políticos de la región.
La visión
occidental del conflicto
Edward
Said ha denominado Orientalismo la tendencia de intelectuales de occidente de
enfocar el problema israelí-palestino desde el ángulo eurocéntrico y americano,
con un tamiz prejuiciado desconociendo intencionalmente las especificidades del
Oriente Próximo. Bernard Lewis, un profesor de un think tank americano, ha publicado varios textos con esa visión
preestablecida.
Donald
Trump ha seguido esa orientación porque no puede ejercer otra so pena de llegar
a conclusiones distintas y se acopla a sus ideas eurocéntricas sobre el Levante.
Adicionalmente tiene el respaldo de Netanyahu a quien consultó para proponer el
desequilibrado plan de paz presentado ahora en el contexto de su intención
reeleccionista demostrando aparentemente tener un proyecto para tan relevante
problema. Es un paradigma contradictorio porque Washington se encuentra en
retirada de ese ámbito territorial siguiendo unas directrices diáfanas pues
solo le interesa económicamente Arabia Saudita, quien les exporta
aproximadamente 600 mil barriles de crudoy amén de ser un formidable comprador
de material bélico gracias al armamentismo de la casa real de El Riad. Los
intereses de Estados Unidos allá queda en manos de sus aliados Israel, Turquía,
Egipto y el príncipe bélico del país donde nació el profeta Mahoma.
Conclusiones
Este
programa de Trump sobre Israel y Palestina hay que entenderlo como una
expresión atractiva para la campaña electoral a celebrarse en noviembre del
presente año. Además, es realizada en medio del espectáculo, de donde procede
Trump quien de esa manera se suma a la manera de reemplazar el valor de la
democracia liberal burguesa en pronunciado declive, la representación, para
mantener el estatuto de dominación.
Su
proyecto es argumentalmente débil porque no consultó a una de las partes
involucradas, los palestinos. También aspira a normalizar los asentamientos de
colonos judíos, una invasión inicua y denomina a Jerusalén “la capital eterna
de Israel”. Previamente había trasladado la embajada desde Tel Aviv y
reconocido la soberanía de Israel sobre los Altos del Golán, preparando una
futura idea al respecto.
Sobre
este espinoso conflicto, interminable por lo demás, se han formulado
lineamientos para zanjar la contención. Una es crear dos naciones, Israel y
Palestina, y no la sumisión existente en Gaza y Cisjordania. Dos,
internacionalizar la ciudad de Jerusalén por ser sagrada para las tres
religiones monoteístas, el islam, el cristianismo y el judaísmo. Tres, retiro
inmediato de los asentamientos judíos en Cisjordania, con las indemnizaciones a
cargo de Israel. Cuatro, derribo del muro construido por el Estado judío en
Cisjordania. Quinto, devolución de las Alturas del Golán a Siria y de las
granjas Sheeba a Líbano. Sexto, fin del bloqueo israelita terrestre y marítimo
sobre Gaza. Séptimo, debe celebrase una consulta popular en todos los
territorios vecinos donde mora la inmensa mayoría de los palestinos sobre su
propio destino. Octavo, los palestinos pueden regresar de donde fueron
expulsados desde la guerra de 1948. Noveno, se podría hasta establecer una
confederación entre las dos naciones con fundamento en la paz, el respeto y la
tolerancia recíproca.
Por
supuesto, se debe superar el ejercicio político de organizaciones como Yihad
Islámica y Hamas, basadas en el terror y el autoritarismo así como el halconato
sionista de Tel Aviv aspirando al “Gran Israel” a costa de sus vecinos.
Palestina ha de superar ese pasado histórico de ser un instrumento de los
Estados árabes, Egipto, Líbano, Siria, Irak, Libia, Irán y Turquía.
De
igual manera, el antisemitismo (una expresión horrenda de racismo), sobrevive
en el mundo a pesar del genocidio y transgresión de derechos humanos que causó.
Así los sostuvo el poeta italiano de origen judío Primo Levi en el 75
aniversario de la liberación del campo de concentración de Auschwitz-Birkenau
y día internacional de la Shöa u holocausto, y es una ingente verdad. Todavía
pervive en la humanidad la tendencia tanática de los fanáticos con el poder en
la mano. Los judíos y los palestinos conocen mucho de ello porque han padecido
los rigores del exterminio.
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