Colectivo Rompere le Righe (Italia)
Por primera vez en la
historia, la mayor parte de la población mundial vive en la ciudad [1]. Y gran
parte de esta población urbana conoce condiciones de absoluta pobreza. La
concentración de estas interminables masas humanas en espacios cada vez más
estrechos, con la finalidad de controlarlas y explotarlas mejor [2], ha
generalizado las barracópolis en todos los continentes, sin excepción,
dando lugar a lo que ha sido definido como «el planeta de las barriadas». Según
el informe de la ONU The Challenge of Slums. Global Report on Human
Settlements (2003), actualmente casi mil millones de personas viven en
barrios de chabolas (una de cada seis personas, si se toma en consideración la
entera población mundial, o sea uno de cada tres habitantes de ciudad) y se
piensa que este número podría duplicarse para el 2030, de manera que en el mismo
informe se habla de una creciente «urbanización de la pobreza».
El Banco Mundial ya había
señalado, a finales de los años noventa, las consecuencias de este proceso: «La
pobreza urbana llegará a ser el problema más importante y políticamente más
explosivo del siglo que viene» [3]. Pero la receta es siempre la misma: Praful Paten,
representante del Banco Mundial en el World Urban Forum organizado por ONU-Habitat
(agencia de la ONU) en Barcelona en el 2004, mantuvo en aquella ocasión que el
comercio internacional y la globalización «en la mayor parte de los casos
funcionan».
No es posible hacer aquí
una exposición detallada del urbanismo planetario y de la pauperización en la época
de la catástrofe capitalista; nos limitaremos a una observación rápida.
Según ONU-Habitat, los
porcentajes más altos (por encima del 90%) de habitantes viviendo en barrios de
chabolas se encuentran en Etiopía, Chad, Afganistán y Nepal. «La capital
mundial de esta miseria es la ciudad de Bombay, que tiene entre 10 y 12
millones de personas viviendo en estas áreas, seguida de Ciudad de México y
Dacca (de 9 a 10 millones cada una), Lagos, El Cairo, Karachi,
Kinshasa-Brazzaville, São Paulo, Shanghái y Delhi (de 6 a 9 millones cada una)»
[4]. En conjunto, desde el principio de los años setenta, en el sur del mundo
los barrios de chabolas han experimentado un crecimiento superior al de la urbanización
en sí.
Es fácil imaginar que la metrópolis
planetaria del futuro, en vez de perfilarse con sus audaces estructuras de
vidrio y acero, como soñaron por generaciones los cantores de lo Moderno, será
en gran parte chapuceada con cartones alquitranados, plástico reciclado, ladrillos
toscos, bloques de cemento, paja y madera reciclada: «en lugar de las ciudades
de luz elevándose hacia el cielo, la mayor parte del mundo urbano del siglo XXI
se mueve en la miseria, rodeado de contaminación, desechos y podredumbre» [5].
Las «casas» habitadas por
los estratos más pobres del proletariado urbano se encuentran a menudo sobre tierras
de ínfimo valor y extremamente marginales, como zonas periféricas, pantanosas,
en colinas o contaminadas por desechos industriales. Por ejemplo, en las favelas
de São Paulo (crecidas en los años noventa a un ritmo explosivo de 16,4%
anual) y de Rio de Janeiro se vive constantemente bajo la espada de Damocles de
desprendimientos y derrumbamientos que tienen consecuencias mortales (y lo
mismo pasa en Puerto Rico); los callejones de Lima, construidos en gran parte por
la Iglesia Católica, una de las mayores propietarias inmobiliarias de la
capital peruana, son auténticas ratoneras para quienes viven allí (se
deterioran rápidamente y se desmoronan); de los 500 mil migrantes que cada año
llegan a Nueva Delhi, 400 mil acaban en las bidon-villes, mientras que
en Bombay un millón y medio de personas, aunque tengan trabajo, carecen de techo
y duermen en las aceras; el 85% del crecimiento demográfico en Kenia entre el
‘89 y el ‘99 ha sido absorbido por las barriadas fétidas y superpobladas de Nairoibi
y Mombasa; el centro de Ulán Bator, capital de Mongolia, está rodeado por un
mar de tiendas de campaña en las cuales viven medio millón de ex-ganaderos a
quienes la miseria ha echado de sus tierras; en El Cairo, las tumbas del siglo
XVIII de los Mamelucos están habitadas por un millón de personas, mientras otro
millón de cairotas duerme encima de los tejados; también en Hong Kong (donde
las Triadas son los principales empresarios de la construcción «informal») muchísimas
personas, por lo menos 250 mil, viven en construcciones encima de los tejados o
en el interior de los pozos de ventilación de los edificios; en China más de
cien millones de «fluctuantes» ilegales, culpables de haber dejado sin
autorización sus zonas de origen, son desprovistos de cualquier posibilidad
legal de tener una casa [6].
Frecuentemente, los desechos
urbanos y los explotados indeseados se amontonan juntos: el barrio Cuarentena fuera
de Beirut, Hilat Kusha en la periferia de Jartum, Santa Cruz Mehehualco en la
Ciudad de México, la «montaña humeante» en Manila, son algunos de los nombres
más conocidos de estos vertederos «multifuncionales».
Luego están los «éxodos
bíblicos» provocados por las guerras, los efectos sociales de las calamidades
denominadas «naturales», los trastornos humanos y ambientales producidos por la
búsqueda infructuosa por parte del Capital de nuevos espacios de valorización. Etcétera,
etcétera.
La preocupación del Banco
Mundial por las consecuencias políticas y sociales de una situación tan grave como
extensa, ha sido apropiada –a su manera– por los centros de estudios estratégicos
militares.
Por ejemplo, el Army War College y el Warfighting Laboratory
de los Marines son perfectamente
conscientes –como ha subrayado Mike Davis– «del hecho de que, mientras las
bombas inteligentes son extraordinariamente eficientes contra una ciudad
jerárquicamente estructurada, como por ejemplo Belgrado, con sus
infraestructuras centralizadas y sus distritos económicos, las armas
súper-tecnológicas consiguen muy poco cuando el objetivo es controlar las
aglomeraciones de pobreza y subdesarrollo, como Sadr City [uno de los barrios
más grandes de chabolas del mundo] y Mogadiscio, donde en 1993 la milicia de la
barriada infligió a los Army Rangers,
cuerpo de élite del ejército de Estados Unidos, pérdidas a un nivel del 60%» [7].
La débâcle de
Mogadiscio ha obligado al Pentágono a repensar las MOUT (Militarized
Operations on Urbanized Terrain). «El futuro de la técnica bélica», se lee
en el estudio Our Soldiers, Their
Cities, editado en la primavera de 1996 por Parameters, periódico del Army
War College, «está en las calles, en las alcantarillas, en los edificios de
varias plantas, en la expansión incontrolada de
las casas que forman las ciudades fragmentadas del mundo. […] Nuestra reciente historia
militar está subrayada por nombres de ciudades –Tuzla, Mogadiscio, Los Ángeles
[8], Beirut, Panamá, Hue, Saigón, Santo Domingo– pero estos combates han sido
solamente un prólogo, mientras el verdadero drama está aún por comenzar».
Las grandes barracópolis,
en crecimiento caótico en los suburbios de las ciudades del Tercer Mundo,
neutralizan una buena parte del arsenal barroco de Washington y «el análisis
atento de este problema ha inducido a los estrategas militares» –continúa Mike Davis–
a centrar «la atención en el territorio, en las barracópolis mismas». El
enemigo, en fin, «es menos importante que el laberinto en el cual se esconde», que
constituye un espacio organizado en «subsistemas informales descentralizados»
del cual no hay planos y en el cual «los puntos de palanca del sistema no son
fácilmente detectables» [9].
También la RAND
Corporation, un think-tank sin fines de lucro constituido por la USA Air
Force en 1946, conocida por haber ideado en los años cincuenta el proyecto
Armageddon (el choque final nuclear) y por haber tenido en los años sesenta un
papel primordial en la formulación de la estrategia bélica estadounidense en
Vietnam, hoy se dedica a la ciudad [10]. Uno de los más importantes proyectos
entre aquellos realizados por la RAND en los años noventa [11], dedicado a
estudiar «cómo los cambios demográficos influirán sobre los conflictos del
mañana», resalta que la urbanización de la pobreza mundial ha producido «la urbanización
de la revuelta», lamentando que «ni la doctrina, ni el adiestramiento, ni el
equipamiento estadounidense están proyectados para la contrainsurgencia».
Es éste el fondo de la
teoría de la Fourth Generation Warfare (4GW) que se ha ido definiendo
durante los últimos veinte años, una teoría que parece estar hecha expresamente
para afrontar una guerra mundial de baja intensidad y por tiempo ilimitada
contra las franjas criminalizadas del proletariado urbano, según la cual los
campos específicos de batalla del siglo XXI van a ser las periferias
hambrientas («¿El pueblo tiene hambre y quiere pan? ¡Entonces dadle balas de
goma y gas pimienta!», trompetean las María Antonietas de hoy). Porque el
«breve sueño de la perenne prosperidad para todos» [12] ya ha terminado y, como
ha admitido incluso el ex-chief economist
y senior vice president del Banco Mundial Joseph E. Stiglitz, «a pesar
de las repetidas promesas de reducir la pobreza hechas durante los últimos diez
años del siglo XX, el número efectivo de personas que viven en la pobreza ha
aumentado casi cien millones» [13]. Y cuando Stiglitz escribía estas líneas,
todavía no había «estallado» la «crisis»... [14]
Notas
[1] «De las ‘metrópolis’ de
principios de siglo XX solamente cuatro tenían más de un millón de habitantes:
Londres, París, Berlín y Nueva York; hoy en día, 372 áreas metropolitanas en el
mundo cuentan con más de un millón de personas y 45 [denominadas mega-ciudades]
con más de 5 millones. […] En los años en que fue concebida la idea de
megalópolis [hacia finales de los años ‘50] en el mundo había solo dos ciudades
con más de 10 millones de habitantes. Actualmente una quincena ha superado este
umbral, y ni siquiera una de éstas se encuentra en Europa y solo dos están en
Estados Unidos, mientras que todas las demás se encuentran en Asia y en América
Latina. Las más grandes de estas supergigantes, de entre 20 y 25 millones de
habitantes, representan una nueva dimensión de lo urbano y al mismo tiempo una
amenaza potencial, considerando los enormes problemas ambientales,
administrativos y sociales que sus existencias conllevan» (AGOSTINO PETRILLO, Megalopoli,
en Enciclopedia del Novecento, Istituto della Enciclopedia Italiana,
Roma, 2004, vol. XIII: Dal XX al XXI secolo: problemi e prospettive,
Supplemento III: I-W, p. 160).
[2] En aquellas a las que
Saskia Sassen llama «ciudades globales », el Capital celebra, por un lado, sus
fiestecillas de especulación, chupando (en las «boite», en los sweatshop y
en los hogares) «la médula de la vida», sobre todo de mujeres, niños,
migrantes, gente de piel oscura, etc. y, por otro, rediseña el entorno urbano a
su imagen y para su beneficio: en los distritos del business, donde se
concentran las funciones directivas y financieras de nivel superior, llueven
grandes inversiones inmobiliarias y tecnológicas, mientras que las zonas de
rentas bajas se dejan hundir en la indigencia total. Cf. SASKIA SASSEN, Globalizzati
e scontenti. Il destino delle minoranze nel nuovo ordine mondiale, il
Saggiatore, Milano, 2002. Cómo se puede hablar de «minorías» frente a fenómenos
de tal extensión
y alcance, es un misterio
de la sociología contemporánea, incluida la «crítica»... Basta recordar, por
ejemplo, que «en ciudades como Nueva York se propaga el trabajo en negro y la
(AGOSTINO PETRILLO, Megalopoli, idem cit., p. 160). De Sassen está
también Città globali. New York, Londra, Tokyo, UTET Libreria, Torino,
2000 (2a ed.), col. «Mediamorfosi».
[3] Cf. Documento de
trabajo del grupo de investigación Finanza y Desarrollo, Banco Mundial,
enero de 2000.
4. MIKE DAVIS, Planeta de
ciudades miseria, Foca, Madrid, 2007, p. 41.
[5] Ibid, p. 33.
[6] El Informe 2008
sobre la Urbanización de China, redactado y publicado en Pekín el 15 de
abril de 2009 por la Asociación Nacional de los Alcaldes, ha hecho público que
la población no agrícola residente en las áreas urbanas ha tocado el 45,68%, sobrepasando
la cantidad de 600 millones de personas e invirtiendo casi por completo el
equilibrio milenario ciudad/campo del ex-Imperio Celeste. La velocidad de la
urbanización que ve China no tiene antecedentes en la historia humana.
[7] Mike Davis on a «Planet of Slums». The rising tide of urban poverty,
a cargo de Lee Sustar, en «Socialist Worker», 12 de mayo de 2006 (http://socialistworker.org/2006-1/588/588_06_MikeDavis.shtml).
[8] Casi una semana de
enfrentamientos (en los cuales participaron aproximadamente 50 mil
manifestantes, junto a una multitud cuatro veces mayor activamente implicada a
varios niveles), saqueos, unos sesenta muertos y tres mil heridos, 12.500
detenidos, trescientas tiendas devastadas y quemadas, daños equivalentes a mil
millones de dólares: la más violenta (y costosa) revuelta urbana del siglo XX
en Estados Unidos, la cual –para ser reprimida– necesitó de la intervención del
ejército federal (8 mil soldados de la infantería y de los Marines, además de
12 mil de la Guardia Nacional), instrumentos de intervención típicos de las
periferias urbanas más pobres del planeta, esta vez utilizados de manera masiva
–no fuera, sino dentro de las fronteras!– en las calles de una de
las ciudades más importantes del mundo, en lo que respecta a potencia
económico-financiera, y la segunda de Estados Unidos, en lo referente al número
de habitantes. Cf. The Rebellion in Los Angeles. The Context of a Proletarian
Uprising, en «Aufheben», Brighton, n. 1, verano 1992 (http://www.geocities.com/aufheben2/auf_1_la.html).
[9] «Aerospace Power
Journal», primavera 2002.
[10] Sobre el papel de los think-tank
estadounidenses, con particular atención en aquellos que «han transmitido
la ideología laissez-faire y contribuido en manera decisiva a la
afirmación del pensamiento del imperio estadounidense», cf. MAURO BULGARELLI –
UMBERTO ZONA, L’impero invisibile.
Note sul golpe americano, NdA Press, Cerasolo Ausa di Coriano (Rimini),
2003.
[11] Cf. JENNIFER MORRISON TAW – BRUCE HOFFMAN, The Urbanization of
Insurgency. The Potential Challenge to US Army Operations, RAND Monograph
Report, Santa Monica, 1994 (http://www.rand.org/pubs/monograph_reports/2005/MR398.pdf).
[12] THOMAS KRÄMER-BADONI, Urbanität und Gesellschaftliche Integration,
en «Infobrief Stadt 2030», n. 3, diciembre de 2001.
[13] JOSEPH E. STIGLITZ, La
globalizzazione e i suoi oppositori, Einaudi, Torino, 2003, p. 5.
[14] Es absurdo hablar de
un «estallido» de la «crisis», porque ésta ha ido madurando a lo largo de una
cadena que empieza a desenrollarse con la crisis de liquidez que sacudió a
Occidente entero en 1973-74, a la cual siguen después: el hundimiento del
Tercer Mundo bajo el peso de la deuda externa y de las correspondientes
políticas de «ajuste» en la siguiente década (durante la cual, de hecho,
Estados Unidos y Reino Unido se desindustrializaron), el desfile de la crisis
de las deudas (en 1982 en Brasil y México, fusión del mercado accionario
mundial en 1987, las crisis de los depósitos y prestamos en los Estados Unidos
de 1988-92, la «crisis tequila» mexicana de 1994, la crisis asiática de
1997-98), el estallido de la «burbuja» punto com y la ráfaga de fusiones
entre finales de los años noventa y principios del nuevo milenio, la crisis
argentina de 2001. Hoy los anillos de esta cadena se están soldando cada vez
más juntos y apretando alrededor de los Centros de Comando. Ver el sitio web: http://home.earthlink.net/~lrgoldner/
y también: http://www.countdownnet.info/.
[Texto
tomado de la compilación Ejércitos en las calles. Algunas cuestiones en torno al informe: «Urban Operations in the year
2020» de la OTAN, que en versión completa está disponible en https://es.scribd.com/document/54663077/Ejercitos-en-Las-Calles-Algunas-cuestiones-en-torno-al-informe-Urban-Operations-in-the-year-2020-de-la-OTAN.]
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