Demián Reyes
Desde el nacimiento del Estado-ciudad en Occidente, la “politeia” ha sido un mecanismo encargado del “ordenamiento jurídico” de la vida social, además de contribuir en las guerras de conquista por el territorio y las reservas de esclavos. Desprendiéndose de estos grandes ejércitos en todos las civilizaciones del mundo, la policía a través de sus diversas transformaciones no ha sido formada por la voluntad de los pueblos, sino por la subordinación directa de un grupo hacia otro que posee el poder político y la dictadura de la economía, justamente para defender su propiedad privada. Así, nacería la perpetuación de la propiedad privada, dividiendo a la humanidad en dos clases: la que posee las riquezas y la que las produce.
La policía ha sido un objeto de estudio insignificante e incluso turbio para la filosofía y las ciencias sociales. Pocas veces algún pensador o escritor ha vivido en carne propia la detención, la extorsión, la intimidación o el asesinato del otro y de uno-mismo a manos de un policía. Es por esto, que se ha preferido a través de varias generaciones, hacer crítica de las estructuras del poder político y no de la política aplicada en las calles a través del castigo en los toletes, armas o puños de la policía moderna.
Desde el nacimiento del Estado-ciudad en Occidente, la “politeia” ha sido un mecanismo encargado del “ordenamiento jurídico” de la vida social, además de contribuir en las guerras de conquista por el territorio y las reservas de esclavos. Desprendiéndose de estos grandes ejércitos en todos las civilizaciones del mundo, la policía a través de sus diversas transformaciones no ha sido formada por la voluntad de los pueblos, sino por la subordinación directa de un grupo hacia otro que posee el poder político y la dictadura de la economía, justamente para defender su propiedad privada. Así, nacería la perpetuación de la propiedad privada, dividiendo a la humanidad en dos clases: la que posee las riquezas y la que las produce.
La policía ha sido un objeto de estudio insignificante e incluso turbio para la filosofía y las ciencias sociales. Pocas veces algún pensador o escritor ha vivido en carne propia la detención, la extorsión, la intimidación o el asesinato del otro y de uno-mismo a manos de un policía. Es por esto, que se ha preferido a través de varias generaciones, hacer crítica de las estructuras del poder político y no de la política aplicada en las calles a través del castigo en los toletes, armas o puños de la policía moderna.
Con la aparición del Estado moderno, la burguesía como clase dominante y los partidos políticos a finales del siglo XVIII, habrían de reformarse también los mecanismos de seguridad. La policía fue perdiendo el sesgo militar que poseía y se convirtió en una institución encargada de resguardar los “derechos de los ciudadanos” mediante el monopolio de la violencia. La policía no puede pensarse NUNCA como una instancia de la aplicación del derecho, sino, como un excedente de la “aplicación de la ley”, a su vez fundadora y conservadora: crea el castigo para conservar el “orden”. Giorgio Agamben escribe a manera de notas marginales sobre un ensasyo de Walter Benjamin: “la policía, contrariamente a la opinión común que ve en ella una función meramente administrativa de ejecución del derecho, es tal vez el lugar en el que se manifiesta al desnudo con mayor claridad la proximidad, casi el intercambio constitutivo, entre violencia y derecho que caracteriza a la figura del soberano.” Es por esto, que hablo sin tapujos del monopolio de la violencia por parte de los uniformados.
La policía colabora así en el ordenamiento del medio urbano y la prevención del “delito”, siempre bajo los esquemas cívicos y administrativos de una clase al poder. Con el aumento poblacional en las ciudades y el estallido de los movimientos obreros en el siglo XIX, se extiende el uso del concepto “orden público”, entendido como el “estado de bienestar” necesario para la convivencia social: su mal nombrada “paz”.
Para el filósofo francés Michel Foucault, es la policía la que “englobaría aparentemente todo”, ya que algunas bases de la sociedad moderna son la disciplina y el castigo como “técnicas de control” desde el cuerpo hasta la mente (lo que forma parte de sus tesis sobre la “biopolítica”). Prefectos y abogados en las escuelas-universidades; caciques y autoridades comunales en el campo; patrones y directivos en el trabajo; un “amor dominante” en las relaciones afectivas, tal como ha sido descrita la “dialéctica del amor” en Jean Paul Sartre y Jacques Derrida.
Sin embargo, sería a principios del siglo XXI donde adquiriríamos una conciencia más amplia sobre el papel de la policía, gracias a la viralización de videos documentados durante brutales represiones y detenciones en manifestaciones pacíficas.
La cuestión de la policía ha sido expresada también en las contra-culturas, dentro de los movimientos anti-sistema, se popularizó la consigna A.C.A.B. (all cops are bastards = “todos los policías son unos bastardos”) inventada en la década de los 70’s por aficionados ‘ultras’ de fútbol en Inglaterra, aunque la historia oral y algunas crónicas barriales, dennotan que la consigna pudo haber sido creada desde 1920’s en algunas cárceles europeas.
Somos antagónicos a sus violencias no-volitivas
Más allá de la inmediata abolición de la autoridad impuesta como aparato mundial de vigilancia, extorsión y represión, nuestra tarea es irrumpir la lógica ciudadanista (o rousseauniana) y sus opinologías de que es necesario un monopolio del poder que proteja los derechos individuales por sobre de la comunidad -lo que ellos y los gobernantes llaman “seguridad pública”-. No nacimos (y nadie bajo su sano juicio) con la idea de crear prisiones, juzgados, burocracias y demás aparatos de dosificación del desenvolvimiento humano por encima de la libertad. Patrullas, tanques, toletes, gases lacrimógenos y pimientas, escudos, cascos, esposas, armas largas, interrogatorios, sustancias irritantes y demás, son herramientas que se gestan por terceros y recaen en el parapeto hediondo de la policía.
Los policías no son trabajadores, no producen algo, y si en rara vez detienen “delincuentes” o “violentos” (que para el individuo alienado, es la función que han de cumplir) ya sabrán por anticipado que son producto del mismo sistema de servidumbre al cual se encuentran sometidos: “¡no es su culpa, él/ella sólo necesita un salario!”, “¡no violencia, ellos también son pueblo!”, “¡policía, escucha, tu hijo está en la lucha!”, son algunos de los argumentos-consignas de la pasividad social para defender a los policías en tiempos de revuelta, mostrando hasta la máxima cúspide de que importa más el valor de uso-intercambio que los actos de la realidad inmediata.
Es de estas premisas que la mierda no se recicla, que su violencia de mierda no recae en emplearse en una nueva dinámica histórica: SINO QUE DEBE DESTRUIRSE PARA REALIZARSE EN CONCIENCIA. Mientras no sean los mismos ejércitos, milicias o brigadas las que se autogestionen y defiendan su geografía en un proceso de amplia emancipación, pasarán de ser supuestos “guardianes de la paz” a destructores de ella. ¿Quién nos salvará de los Fanáticos futboleros que se apropian de los vagones del metro?, ¡hasta contra ellos el policía es un cero a la izquierda!
Y claro que hay propuestas palpables. Durante la expansión del neo-liberalismo financiero y el “progresismo” estatal, el crimen organizado en Latinoamérica alcanzaría un modelo de dominación político-territorial inimaginable en pacto con la policía local, lo que llevaría a la población rural a formar sus propias auto-defensas como el caso de Cherán K’eri en 2011 y en Aquila en 2013, ambos en Michoacán, bajo un nuevo precepto de la “ronda comunitaria” que es conformada voluntariamente por integrantes de la colectividad para servirle heroicamente a su comunidad.
No somos quienes para caer en el absurdo, que permea con nociones éticas, de concederle el título de humano o no a un policía, a un mercenario, a un soldado. Sólo decimos que..
SOMOS ANTAGÓNICOS A TODO TIPO DE VIOLENCIAS NO-VOLITIVAS.
A su fuerza pública contra el desorden social: nuestra auto-defensa colectiva por un orden en común.
Conociendo este recorrido histórico, el concepto y las experiencias palpables de violencia, le pregunto al lector: ¿es útil o no el brazo policial de los estados modernos?, ¿es funcional o es necesario que los mismos individuos y comunidades se defiendan entre sí hasta lograr un modelo político donde tengamos una participación definitiva?
[Tomado de https://kaosenlared.net/la-inutilidad-de-la-policia.]
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