Nelson Méndez
[Nota previa de El Libertario: Este artículo fue escrito a petición de la revista
libertaria Al Margen de Valencia,
España, para incluirse en su # 109, primavera 2019, que hace poco comenzó a circular
en la Península Ibérica. Agradecemos al autor por facilitarnos el texto para su
difusión.]
El
período reciente en Venezuela, específicamente después de 2013, con la muerte
de Hugo Chávez, el ascenso de su heredero Nicolás Maduro y el colapso económico
por la caída tanto de precios como de producción de petróleo, se ha visto
marcado por una significativa agudización de la movilización social, señaladamente
expresada en términos de conflictos y protestas de calle. De hecho, al momento
de escribir este artículo (comienzos de marzo de 2019) la tensión palpable en
las calles del país es signo fundamental de una crisis política que pudiera
representar el fin del régimen que se pregona como “socialista, revolucionario
y bolivariano”.
Tales
expresiones del descontento social han sido presentadas por quienes detentan el
poder estatal y por sus rivales con aspiraciones de sustituirlos en función a
su pugna por controlar ese poder. Así, la gavilla de civiles y militares al
mando, con un discurso endeble de apócrifo progresismo anticapitalista pero
conduciéndose según patrones de autoritarismo represivo y corrupto propios de
lo que viene a ser despreciable arquetipo para las dictaduras latinoamericanas
del siglo XXI, alega que esas manifestaciones serían el resultado de “un
complot orquestado por la derecha fascista y el imperialismo para derrocar al
proceso revolucionario”, negándose a reconocer la existencia de una auténtica
disconformidad por parte de los movimientos sociales de raíz popular, que
supuestamente aún adhieren con fervor al gobierno bolivariano. Del lado de la
oposición estatista –ideológicamente una mezcolanza confusa de centroderecha y
socialdemocracia- se presenta la conflictividad social como resultado de la aspiración
colectiva por el restablecimiento de la democracia representativa y por el cese
de la experiencia totalitaria de tinte comunista.
Lo que callan los políticos de gobierno
y oposición
Entre
lo que unos u otros argumentan en su pugna, se ocultan y tergiversan aspectos
fundamentales para entender la movilización social en el país. Mencionemos que
históricamente los movimientos sociales en Venezuela han tenido que soportar la
apetencia sostenida de los actores políticos –en particular el Estado y los
partidos- por someter su posible voluntad de autonomía. Esto venía de antes de
1998, época previa a la primera presidencia de Chávez, pero en las dos décadas
posteriores de ningún modo se detuvo, pues al debilitado control de los viejos
partidos (principalmente el socialdemócrata Acción Democrática y el
democristiano COPEI) sobre las preexistentes expresiones de organización
colectiva, se buscó substituirlos por un aparato sometido al Estado (del cual
son símbolos las llamadas comunas, los consejos comunales y los comités locales
de abastecimiento y producción CLAP), que han resultado una perversión evidente
de su fingido propósito de articular la acción autónoma de los movimientos
sociales, pues claramente han funcionado como mecanismo clientelista de
sujeción burocrática, a través del cual se ofrecía mucho y se concedieron sólo migajas
de la renta petrolera en nombre del Estado.
Juzgándolas
por la verborrea que ha acompañado su imposición, esas estructuras de engañoso “socialismo
comunal” han servido para desorientar a muchos que las ven desde fuera de
Venezuela, desconociendo sus cotidianas
prácticas caracterizadas por corrupción, autoritarismo frente a esas
colectividades a las que supuestamente están sometidas, y reiterado
incumplimiento de las múltiples promesas demagógicas que en aras de ese
ilusorio poder de las comunidades se hacen desde el alto gobierno.
Decir
lo anterior puede ser sorprendente o inadmisible para quienes no tienen modo de
acercarse directamente a la realidad venezolana actual, pero basta con buscar
los estudios académicos disponibles sobre el funcionamiento de las comunas,
consejos comunales y CLAP –por ejemplo los exhaustivos reportes de la
investigadora María Pilar García Guadilla, accesibles vía Google Académico https://scholar.google.com- para constatar lo que realmente ha sido el saldo de
estos mecanismos de control social sujetos al Estado. Si se sospecha de esos
estudios por considerarlos parcializados, digamos que no existen trabajos de
parecido alcance o rigor que los desmientan respaldando las triunfales
afirmaciones de la propaganda oficial, siendo especialmente notable la ausencia
de reportes contrastantes por parte de las instituciones oficiales que teóricamente
impulsan y orientan la organización social de base (por ejemplo del Ministerio
del Poder Popular para las Comunas y Movimientos Sociales https://www.mpcomunas.gob.ve o del que lleva el apropiado cognomento orwelliano de
Viceministerio para la Suprema Felicidad Social del Pueblo http://www.presidencia.gob.ve/Site/Web/Principal/paginas/classVice_Suprema_Felicidad_Social_Pueblo.php. Vale agregar que, consecuente con su raíz autoritaria,
la oposición partidista no suele presentar objeciones de fondo a la existencia
de esas estructuras de control estatal, limitándose por lo general a criticar
su operación corrupta, sectaria e ineficiente, sugiriendo de alguna manera que
con ellos al timón existiría algo parecido pero que cumpliría cabalmente con las
promesas de reparto clientelar de las mercedes provenientes del Estado.
¿Por qué el chavismo contuvo en el
pasado la protesta popular?
En
los inicios de su régimen, el chavismo fue muy eficiente en cooptar la
movilización social autónoma, que en la década de 1990 daba importantes signos
de presencia al debilitarse el previo yugo al que la habían sometido los
partidos políticos y el Estado, ambos entonces padeciendo una evidente crisis
de legitimidad asociada a los vaivenes negativos del rentismo petrolero y al
desgaste por el ejercicio del poder. En ese contexto, la aparición de Chávez en
el panorama político fue un espejismo que deslumbró al descontento colectivo
que había tenido su cénit en el “Caracazo” de 1989 y siguió palpitando en años
posteriores. La verborrea demagógica del golpista de 1992, que apenas respondió
con una breve pasantía carcelaria por el fracaso de su asonada, y las ilusiones
–teñidas de esperanzas mesiánicas- de la mayor parte de la población, le
ganaron al militar masiva y acrítica adhesión, con lo cual las muestras de un rumbo
autónomo para los movimientos populares fueron sometiéndose casi totalmente al
control del ascendente poder político del chavismo. Esa subordinación de las
organizaciones populares es un objetivo claro una vez esa nueva fuerza política
llega al control del Estado en 1999, teniendo a su favor el enorme incremento
de los ingresos petroleros de la siguiente década, gracias a lo cual el Estado
endulza convenientemente las pócimas para liquidar las iniciativas sociales
fuera de su dominio.
Así,
al poder estatal le fue posible abatir en gran medida las manifestaciones de
disidencia social pues contó con el aparentemente inagotable flujo de recursos
que manaban del “oro negro”, cuya extracción estaba a cargo del Estado
venezolano desde la década de 1970. Incluso, tal circunstancia permitió a
Chávez presentarse a escala continental y mundial como adalid de una
recuperación del proyecto socialista para el nuevo siglo, proclamando que bajo
su liderazgo el “socialismo petrolero” era una realidad de cambio positivo en marcha
para Venezuela. Hacia dentro del país, esa perorata de envoltura radical se
traducía, entre otras cosas, en un incremento de los recursos orientados a
subsidios, becas, bonos y prebendas varias con las cuales más que procurar la
satisfacción eficiente de las necesidades colectivas se quería lograr la compra
de conciencias y la pasividad clientelar. Semejante fórmula pudo funcionar para
garantizar la tranquilidad social mientras los enormes recursos originados en
la renta petrolera pudieron costearla, aún con el peso de una burocracia
creciente, ineficaz y vorazmente corrupta que se estaba convirtiendo en
característica esencial del régimen bolivariano, llegando a superar en esos
rasgos nefastos a los gobiernos precedentes. A quien le parezca que no se puede
insistir tanto en el papel dominante de la corrupción sin aportar evidencias
precisas al respecto, le remitimos a http://periodicoellibertario.blogspot.com/search/label/Estado%20y%20corrupci%C3%B3n%20en%20Venezuela, donde se documentan reportes y testimonios más que
esclarecedores sobre el tema.
El espejismo demagógico se deshace
Al
cabo, el recurso a la zanahoria provista por la renta petrolera fue imposible
de sostener para el Estado venezolano, que entonces ha recurrido al palo de la
dictadura bajo la conducción de Maduro, sucesor designado por Chávez y quien
ejerce el mando desde 2013. Poco después de la muerte del teniente coronel,
comenzó el declive tanto de la producción de hidrocarburos como de los recursos
allí generados, resultados tanto de la situación mundial del mercado petrolero
como de la torpe y putrefacta gestión del chavismo para hundir esa actividad
extractiva, la cual además había quedado como casi único recurso productivo en
el país por obra de la ruinosa y errática
política económica gubernamental, que se las arregló para llevar a pique
el sobreprotegido aparato productivo no petrolero previamente existente, a
pesar de la ola estatizadora (con pretextos seudo socializantes) y de haberse emprendido
la ejecución de cuantiosas inversiones en los más diversos proyectos de
desarrollo económico e infraestructura, lo que los gobernantes dijeron ponía al
país en la vía de ser la “Venezuela potencia del siglo XXI”.
Semejantes
ensoñaciones se tornaron pesadilla, pues claramente a partir de 2014 el
gobierno no podía mantener el tinglado circense de demagogia populista que
pavimentó el ejercicio presidencial de Chávez, mucho menos considerando la
desenfrenada codicia de la élite gobernante y del aparato militar-represivo que
se fue constituyendo en su cada vez más indispensable soporte. Las menguantes
finanzas son entonces destinadas a fortalecer prioritariamente la porra
represiva y hay mucho menos para las dádivas de consolación a los de abajo, de
modo que el encanto de aquellos gobernantes que parecían estar concediendo, o
al menos prometiendo atender, todas o muchas de las demandas que podrían causar
malestar y alboroto en las calles fue desapareciendo a ojos de una creciente
porción de la colectividad que vio cómo terminaba ese artificioso paternalismo
oficial y sus condiciones de vida se veían afectadas por una desastrosa crisis,
sin paralelo al menos en los últimos 100 años de historia venezolana y cuya
imagen no asoma en estadísticas oficiales pues el régimen ha optado por no
publicarlas, así que debe recurrirse a fuentes alternativas, como los estudios
anuales ENCOVI, realizados por investigadores universitarios independientes
(ver https://encovi.ucab.edu.ve.
Tal
panorama espantoso, que ha originado una enorme migración-huida de población al
extranjero sin parangón en la trayectoria demográfica del país, ha querido ser
explicada por la dictadura como el resultado de una “guerra económica”
provocada por el imperialismo norteamericano y sus aliados locales, negando la
capital responsabilidad que corresponde al chavismo y su calamitosa gestión de
20 años, durante buena parte de los cuales malbarató recursos como nunca antes
hubo en el país. Tan mediocre excusa también es el centro de la coartada a la
brutal saña con que el aparato represivo-militar del gobierno chavista ha
enfrentado las luchas sociales, traducida en esas centenares de víctimas a las
cuales los apologistas de la dictadura aparentemente no ven, o son
despreciables en tanto actuaban como agentes del enemigo,
La protesta popular renace pero sin
brújula
Cuando
colapsa el paternalismo clientelar que había servido al chavismo para lograr
una relativa tranquilidad social, se reactiva y amplifica la protesta social de
calle. Ese colapso fue su detonante esencial y a partir del malestar y
desencanto que originó se hicieron evidentes para sectores sociales cada vez
más amplios otros inocultables aspectos perniciosos del régimen, como por
ejemplo su reforzado talante represivo-militarista, el descarado reparto de
botín a cuenta del erario público por obra de la corrupción, o la recurrente
incapacidad para gestionar, aún con mínima eficiencia, servicios y funciones
con los que el Estado quiere justificar su rol ante la sociedad. En tales
circunstancias, la lucha social en sus expresiones más conflictivas reaparece
en las calles venezolanas, a pesar de no contar con articulaciones
organizativas, pues el chavismo las deshizo o tornado en hueca instancia de
tutela burocrática. Quien desee
comprobar estas aseveraciones, puede ir a los websites del Observatorio
Venezolano de Conflictividad Social http://www.observatoriodeconflictos.org.ve y del Programa Venezolano de Educación-Acción en
Derechos Humanos (PROVEA) www.derechos.org.ve, donde encontrará año a año el registro cuantitativo pormenorizado de
la protesta social en Venezuela.
Para
la oposición partidista ha sido relativamente fácil cabalgar sobre la ola de la
protesta colectiva y usarla para revitalizar sus maniobras tendientes a
desalojar al chavismo del poder; ello por cuanto se ha aprovechado de la
creciente y urgente percepción popular de que la dictadura debe ser desalojada
del gobierno, sentir que se refuerza día tras día ante la ascendente magnitud
de la catástrofe que se vive. Dicho de otra manera, a esa abrumadora mayoría de
la población que es esencial e impacientemente anti-Maduro, no es trabajoso
convencerla que ello es lo mismo que estar en favor de la oposición partidista
y sus jugarretas para hacerse del gobierno, maniobra que se facilita debido a
la gran debilidad de eventuales propuestas para encauzar por rumbos de
autonomía a la movilización social.
Lamentablemente
gran parte de las voluntades que otrora parecían apuntar hacia salidas de
autonomía fueron seducidas por la alucinación chavista, donde terminaron de
enterrarse las esperanzas en lo que ofrecía la izquierda venezolana de fines
del siglo XX. Como si eso fuera poco, el panorama actual de desmoronamiento de
la sociedad genera tan gran desesperanza y agobio que se suele despachar como
absolutamente fantasioso tan siquiera asomar opciones distintas a las de la
dictadura corrupta con disfraz de revolucionaria, socialista antiimperialista y
de sus opositores igualmente estatistas, quinese sueñan con retomar aquella
democracia representativa vergonzantemente neoliberal cuyo descalabro padeció
Venezuela, si bien el fracaso aún mayor de la mascarada del socialismo autoritario
ha hecho el milagro de lavarle el rostro y atemperar malos recuerdos. De tal modo
que es enorme la tarea de quienes desde la minoría libertaria propugnamos en lo
inmediato que los movimientos sociales orienten sus expresiones de protesta
fuera del control e intereses de cualquier estructura de poder autoritario (sea
el Estado, los partidos políticos, las iglesias, u otras de parecida ralea), pues
entendemos que en ese eventual andar autónomo la protesta social encontrará necesarias
coincidencias con los ideales anarquistas de autogestión, apoyo mutuo, acción
directa y democracia plena no mediada por la estafa de la representatividad.
Nota
final: Dadas las limitaciones de espacio, tratándose de un artículo periodístico y no de
presentar resultados de una pesquisa académica, se dejan fuera citas
bibliográficas y hemerográficas, estadísticas e informaciones concretas sobre
hechos y situaciones que dilucidarían mas cabalmente el cuadro presentado sobre
Venezuela, algo sin duda necesario para lectores ajenos a la realidad del país.
Para cubrir esa ausencia, véase el blog de El
Libertario https://periodicoellibertario.blogspot.com, con amplia información al respecto, donde, por
ejemplo, se expone contundente evidencia para caracterizar al régimen de
Nicolás Maduro como dictadura (ver http://periodicoellibertario.blogspot.com/search?q=dictadura+en+venezuela&max-results=11), o se describe la truculenta y oportunista
trayectoria de la oposición partidista (http://periodicoellibertario.blogspot.com/2017/10/testimonios-para-un-retrato-hablado-de.html). También vale remitir a un trabajo que realizamos
años atrás, donde se examina la trayectoria de los movimientos sociales y su
acción en Venezuela hasta la década anterior (ver
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