viernes, 23 de noviembre de 2018
Internacionalismo libertario: Una cuestión de principios
Julián Vadillo
Puede parecer un lugar común, pero estudiar el anarquismo sin considerarlo y entenderlo en su dimensión internacionalista sería un completo error. Probablemente jamás se entendería la capacidad organizativa del anarquismo si no lo pusiéramos en contacto con lo que fue su participación a nivel internacional. Y esto en dos direcciones:
1. Porque el anarquismo siempre ha buscado una unión a nivel internacional que lleve a una transformación revolucionaria a gran escala.
2. Porque para el anarquismo la cuestión nacional era un mero concepto burgués y una lucha que alejaba a la clase trabajadora de su cometido social.
Por eso desde el origen y desarrollo del anarquismo organizado siempre se buscó la confluencia con otros movimientos similares en distintos puntos del planeta. En algunas ocasiones con fortuna y en otras tornándose en fracaso. Y viene bien traer este concepto cuando en el año 2014 se cumplieron 150 años de la fundación de la Asociación Internacional de los Trabajadores (AIT), donde los anarquistas tuvieron un papel protagonista desde prácticamente sus orígenes. Además el bicentenario del nacimiento de Mijail Bakunin (1814-1876) y el centenario de la muerte de Anselmo Lorenzo (1841-1914) trajeron de la mano el recuerdo del anarquismo como un agente internacional. Y su historia es muy dilatada.
El anarquismo y la Primera Internacional
Es habitual presentar la Primera Internacional como una permanente pugna entre anarquistas y marxistas, haciéndolo desde una posición laxa y excesivamente esquemática. Sin embargo, lo primero que habría que determinar es que cuando en 1864 surgió la Primera Internacional en Londres (aunque el funcionamiento efectivo se comenzó a fraguar en el Congreso de Ginebra de 1866) las secciones que componían aquella organización supranacional estaban alejadas de las tendencias que la determinarían ya en la década de 1870. Por ejemplo, en Francia las sociedades obreras adheridas a la Primera Internacional eran básicamente proudhonianas, sin dejar de lado que existía apoyo a las posiciones de personajes como Louis Blanc o Auguste Blanqui. En otros lugares, como Italia, el peso del republicanismo político era evidente (teniendo en cuenta que era una zona en proceso de unificación) al igual que en Alemania, donde personajes como Wilhem Liebnekcht o Ferdinand Lassalle marcaron el ritmo. Y sobre todo en muchas zonas la Internacional se asentaba sobre el mundo de los oficios.
Los debates del marxismo y el bakuninismo no fueron el epicentro del debate hasta una vez represaliada la Comuna de París, aunque las diferencias entre ambos modelos a la hora de entender la organización ya se constataba en los congresos y las conferencias de la Primera Internacional. Las diferencias entre ambas concepciones fueron básicamente las siguientes:
- Los bakuninistas o colectivistas (como se hacían llamar en la época), concebían la organización de la AIT como una unión de secciones, dotándose estás de libertad de funcionamiento. Alejados de cualquier posición política y de partido, los colectivistas creían en la descentralización de la Internacional. El Consejo General solo debía de ser una mera estructura de recepción y distribución de correspondencia entre las secciones. La finalidad de las secciones era la destrucción de todo poder político y la creación de una sociedad nueva sin Estado por medio de la libre federación de productores.
- Los marxistas o socialistas científicos, consideraban que el Consejo General debía de tener capacidad e influjo sobre las secciones, centralizando parte del trabajo de las mismas. Al contrario que los bakuninistas creían en la capacidad de creación de partidos políticos obreros que, por medio de la conquista de poder, pudieran desde ahí transformar la sociedad antes de pasar a la sociedad sin Estado.
Mientras que los bakuninistas tuvieron una fuerte implantación en Italia, parte de Suiza, España y parte de las secciones francesas (recogiendo toda la tradición del proudhonianismo), los marxistas obtuvieron más éxito en las secciones inglesa, alemana u holandesa. Podrían haber sido modelos de organización complementarias pero no existió voluntad para ello. El Consejo general que residía en Londres ejerció una dirección sobre la Internacional, cuestión que no agradó a las secciones más decantadas por el modelo de organización bakuninista.
El fracaso de la Comuna de París fue el canto del cisne de la propia Internacional. La Conferencia de Londres de 1871 sirvió para empezar a mostrar divisiones irreconciliables así como actas formales de acusación contra Bakunin. Allí Utin acusó al anarquista ruso de ejercer un poder en la sombra a través de la propia Alianza de la Democracia Socialista, organización fundada por Bakunin que tras su integración en la Internacional acabó por disolverse (o acabó siendo disuelta por éste). En aquella conferencia pocas voces salieron en la defensa de Bakunin. André Bastelica fue una de ellas, junto a un Anselmo Lorenzo, que no daba crédito a lo que oía en aquel comicio.
Las disputas entre la secciones de la Suiza romanda y la Federación de Jura, las acusaciones por distintos periódicos de ambas tendencias acerca de intentos de control de la organización y los movimientos de ambos grupos condenaron al fracaso a la Internacional. España fue un ejemplo de cómo se dirimió esa batalla. Constituidos los núcleos de la Internacional desde finales de 1868 por las gestiones realizadas por Fanelli, la división del movimiento vino de la mano de los propios debates internacionales. Max Nettlau dice que aunque la misión de Fanelli fue fundamental, Bakunin no quedó contento con sus gestiones ya que confundió los estatutos de la Alianza con los de la Internacional, algo que a la larga generó los conflictos. Pero, igualmente, los miembros de la Internacional en España entendieron la Alianza como el grupo específico cohesionado que, en caso de dificultades para la propia Internacional, no hiciese desaparecer por completo el movimiento obrero naciente. Unas estructuras de la Alianza en España, que a tenor de los documentos aportados por el historiador anarquista Max Nettlau, fueron del conocimiento de Bakunin cuando Lafargue comenzó a publicar artículos en el periódico L’Egalité.
La llegada de Paul Lafargue, una de las figuras más importantes del socialismo internacional a España iba a generar conflictos en el seno de la propia Internacional. Cercano al grupo entorno al periódico La Emancipación y con el apoyo de José Mesa y Francisco Mora, se creó en Madrid la Nueva Federación Madrileña, aceptada en el seno de la Internacional por el Consejo general y condenada por el Consejo federal de la Federación Regional Española (sección de la Internacional en España) que reconocía a la anterior Federación local de Madrid. Aunque el congreso de Zaragoza de abril de 1872 intentó una solución de consenso, esta no fue posible. Las acusaciones entre La Emancipación y El Condenado (periódico de Tomás González Morago) marcaba la línea de división que se ejemplificó en el congreso de Córdoba de diciembre de 1872 y enero de 1873 y el posterior congreso marxista de Toledo en mayo de 1873, que mostró el fracaso de las tesis marxistas en España. De hecho, la formación marxista del núcleo madrileño y otros que le siguieron era realmente escasa, como se muestra en los artículos de La Emancipación y nos muestra el historiador Michel Ralle.
A nivel Internacional la ruptura se da en dos congreso celebrados en septiembre de 1872. Uno en La Haya, donde se produce la expulsión de Bakunin, Guillaume y Schwitzguebel, en ausencia del propio anarquista ruso. Otro el celebrado pocos días después en Saint-Imier (Suiza) donde el movimiento de índole anarquista fundó su propia Internacional. Incluso en aquel congreso se ofreció la posibilidad, por iniciativa de Bakunin y Guillaume, de crear dos internacionales:
A) Una de síntesis, donde se unieran moderados y revolucionarios, sin tutela de ningún Consejo general.
B) Otra exclusivamente anarquista. Propuesta que nunca se materializó.
Aun así los grandes acuerdos de Saint-Imier fueron los siguientes:
- Organización al margen de la política burguesa.
- El poder político revolucionario es falso, por ello había que destruir todo poder político.
- Solidaridad y apoyo mutuo.
- Sociedad internacional fundada en el trabajo y la libertad.
- Combate a la tiranía política y religiosa
- Destrucción del Estado y sustitución por la libre federación de grupos productivos.
El movimiento obrero quedó dividido definitivamente. A partir de ese momento el anarquismo tuvo un camino propio, dando figuras y pensadores de primer nivel como Piort Kropotkin, Errico Malatesta, Rudolf Rocker, Johann Most, etc., que hicieron avanzar el anarquismo y sus posiciones (mutualismo, colectivismo, comunismo libertario)
La dimensión internacional de la Comuna de París
La Comuna de París significó el primer escenario en el que la clase obrera se hizo con el control de la situación. París se organizó de forma muy distinta a lo que hasta ese momento se conocía y en un contexto realmente complicado: la guerra que mantenía Francia con Prusia. Sin embargo la ciudad de París no confió en los políticos republicanos, que huyeron de la ciudad y se establecieron en Versalles. Los barrios de París se auto-organizaron, crearon distintos comités, y la ciudad se proclamó en Comuna. Se tomaron medidas de avance para la clase obrera como el fomento de los Talleres Nacionales (algo que ya se puso en marcha tras la revolución de 1848), la reducción de la jornada laboral para los trabajadores, fomento de la escuela y la educación, igualdad hombre-mujer, etc. Todas medidas que estaban en los programas de las organizaciones obreras y revolucionarias. A pesar de ello, existió un profundo debate en el seno de la propia Comuna, sobre todo el representado por los blanquistas y los proudhonianos. Y en ese contexto hicieron su aparición también los marxistas y los bakuninistas. Mientras los marxistas trabajaron más en sintonía con los blanquistas, los bakuninistas lo hicieron más con los proudhonianos, con los que coincidían en muchos puntos. Por la Comuna pasaron personajes de primera fila como Varlin, uno de los dirigentes del movimiento obrero francés más relevantes que fue fusilado en la represión de la Comuna. Por la experiencia de la Comuna llegaron al anarquismo otros personajes como Louise Michel, que pasó a la historia como una de las mujeres más brillantes del anarquismo.
Podemos decir que el movimiento obrero francés era en su mayoría seguidor de Proudhon, lo que hizo que el anarquismo tuviese un gran arraigo en la Comuna de París. Una vez que el proceso finalizó de forma traumática, todas las ideologías obreras lo reivindicaban como propio. Pero lo cierto es que partiendo de la base de que la Comuna fue de cariz federal, la auto-organización de los diferentes barrios de París y la horizontalidad del proceso le hace estar muy cerca de las posiciones anarquistas. Además, un precedente de la misma fue la toma del Ayuntamiento de Lyon donde Bakunin tuvo un papel protagonista. Y desde París se hizo un llamamiento al resto de ciudades de Francia para poder federarse entre si, ya que hubo intentos de movimientos similares al parisino en Marsella, Narbonne, etc.
La impronta de la Comuna se dejó sentir en el movimiento obrero internacional. Desde ese momento, el 18 de marzo las distintas organizaciones obreras comenzaron a celebrar actos reivindicativos de la memoria de la Comuna. Esa fecha pasó al imaginario colectivo de la clase obrera a nivel internacional, solo siendo sustituida con el tiempo por el Primero de Mayo, si bien el 18 de marzo se siguió conmemorando y aun hoy se hace en algunos lugares.
Esos propios principios que legó la Comuna de 1871 fueron reivindicados por los internacionalistas españoles cuando en 1873 se produjeron las revueltas cantonales. Si bien fueron procesos de claro cariz republicano radical en muchos de ellos participaron internacionalistas que tenían la referencia de la Comuna parisina como eje central y ejemplo.
El internacionalismo anarquista tras la división de la AIT
La división de la Internacional no significó la desaparición de la misma. Mientras el sector marxista trasladó su sede de Londres a Nueva York desapareciendo poco después, los anarquistas siguieron articulando congresos internacionales con mayor o menor fortuna, manteniendo lo que habían sido los acuerdos emanados de Saint-Imier. Esto llevó a la celebración de congresos en Ginebra (1873), Bruselas (1874), Berna (1876) o Verviers (1877). Pero de todos los congresos el que ha generado mayor debate a nivel histórico fue el celebrado en Londres en 1881. Normalmente se ha presentado este congreso como el inicio del desarrollo de un anarquismo violento y partidario de la vía terrorista como instrumento de intervención social. Sin embargo la realidad es muy otra. De entrada porque la mayoría de los datos que tenemos del congreso de Londres provienen de fuentes policiales a través de algunos confidentes que asistieron a dicho congreso.
Esta gran fuente de datos se extrae de los archivos de la prefectura de policía de París. Entre esos confidentes se encontraba Égide Spilleux, conocido como Serreaux, que dirigía un periódico parisino con el título La Revolution Sociale. A través de esos informes se forjó una imagen negativa de Piort Kropotkin, Errico Malatesta o Carlo Cafiero, a los que se colocaron a la cabeza de incitadores a la violencia anarquista. También a la figura de Johann Most, que se había establecido en EEUU y al que consideraban responsable de incitar a los anarquistas a la vía terrorista.
Sin embargo, otras fuentes no policiales hablan de que efectivamente se trató el tema de la violencia, pero como un elemento que tenía que ser alejado del anarquismo porque podía conducir a la desaparición del mismo. Algo en lo que insistieron tanto Kropotkin como Malatesta.
En este punto tendríamos que hacer un alto para tratar algunos conceptos que han sido malinterpretados por la propia historia y por muchos historiadores. Ciertamente se comienza a utilizar durante este tiempo el concepto de “propaganda por el hecho”. Referencias que se ven en personajes como Malatesta. Sin embargo, esa propaganda por el hecho está muy alejada de la lectura que se le dio con posterioridad. En ningún caso la entendieron como actos de carácter terrorista, sino como acciones colectivas que mostrasen las carencias de la población y concienciar a través de esos hechos de cual era esa situación. Un ejemplo lo tenemos en la revuelta del Benevento, en la comarca del Matese, en la primavera de 1876, en Italia. Allí Malatesta y Cafiero participaron de la toma de pueblos donde se quemaban los títulos de propiedad y se mostraban cuáles eran los principios de la revolución social y de la anarquía. Una acción insurreccional que evitaba en todo momento tener víctimas. Este tipo de acciones se repitieron en otros lugares siendo la más similar en España los sucesos de Jerez de 1892. Esta propaganda por el hecho, esta estrategia insurreccional nada tenía que ver con las acciones individuales o de pequeños grupos que desarrollaron una táctica terrorista por la cual se mantenía que eliminando a una cabeza visible del Estado o de la estructura económica capitalista se podría despertar la conciencia social o ser la chispa del estallido de un proceso revolucionario. Tanto Kropotkin, como Malatesta o como Cafiero eran conscientes que este segundo modelo era contraproducente para el anarquismo internacional ya que las acciones terroristas, muchas de ellas de dudosa procedencia, posibilitaban la justificación para la elaboración de leyes represivas del Estado contra el anarquismo, lo que impedía el desarrollo normal de una organización libertaria de más amplio alcance.
Volviendo al Congreso de Londres, y enlazando con lo anterior, el acuerdo más trascendental para los anarquistas fue sin duda la necesidad de articular una organización a nivel internacional que gestionase las relaciones entre los distintos grupos anarquistas. Una cuestión esta última que se volvió a reafirmar en el congreso de Pittsburgh de octubre de 1883, que reunió sobre todo a las organizaciones libertarias norteamericanas. Un congreso que nuevamente se toma como referencia por el tema de la violencia, pero que, sin embargo, debatió cuestiones tan interesantes para el anarquismo como el rechazo a la vía electoral, la acción directa o la necesidad -tal como defendieron los delegados de Chicago Parsons y Spies- del sindicalismo como medio de acción para los anarquistas. Algo que otros como Johann Most no tenían tan claro. Finalizado el congreso se firmó un manifiesto que pretendía ser una revitalización de la Asociación Internacional de los Trabajadores.
Para el movimiento anarquista norteamericano (y para el conjunto del movimiento obrero) se habían sentado las bases de las reivindicaciones huelguísticas de Chicago en 1886, que llevaron a una fuerte represión contra el movimiento anarquista de este país y a la ejecución de algunos de sus militantes (entre ellos Parsons y Spies), tras la huelga convocada en mayo de 1886 y que acabó con un atentado terrorista de dudosa procedencia. Es el origen de la reivindicación del Primero de Mayo en todo el mundo.
El periodo que media entre 1880 y 1900, no fue fácil para el anarquismo internacional. Mientras el socialismo marxista volvió a articular una Internacional en 1889, la búsqueda a ciegas de un camino para el anarquismo llevó a que grupos minoritarios realizasen acciones individuales, lo que llevó al anarquismo a una profunda crisis de organización. Unas acciones, que en muchas ocasiones eran de dudosa procedencia, pero que sirvieron como justificación a muchos gobiernos para perseguir el anarquismo organizado en el movimiento obrero. Los casos de EEUU, Francia y España fueron sintomáticos.
Habría que esperar al Congreso de Ámsterdam de 1907 para volver a ver un intento serio de articulación internacional del anarquismo. Un congreso donde el papel protagonista de Malatesta fue evidente. Allí se debatió sobre la necesidad de articular una nueva internacional creándose una Oficina de Relaciones con sede en Londres que funcionó hasta el estallido de la Primera Guerra Mundial. Igualmente en aquel Congreso se debatió entre la concepción puramente sindicalista, que consideraba que los esfuerzos de los libertarios tenían que estar concentrados en la creación de sindicatos revolucionarios teniendo como ejemplo la Carta de Amiens de 1906, y los que consideraban que sin desdeñar la importancia que puede tener el movimiento sindical como vehículo de expansión de las ideas anarquistas, éste no dejaba de ser una vía pero no la única. En este sentido se posicionó Malatesta que defendía la necesidad de poder conjugar la lucha del anarquismo en el movimiento obrero con la creación de grupos específicos anarquistas.
El estallido de la Primera Guerra Mundial fue un duro golpe para el movimiento obrero internacional. Mientras la socialdemocracia de todos los países explotaba entre los que no apoyaban la guerra (como el caso de Jean Jaurès) y los que votaron los créditos de guerra y formaron parte de los gobiernos de concentración nacional, el anarquismo se mantuvo de forma aplastantemente mayoritaria con las posiciones pacifistas. Incluso se llegó a promover la celebración de un Congreso por la Paz en Ferrol en abril-mayo de 1915, que solo tuvo eco entre libertarios españoles, portugueses, franceses y cubanos. La guerra imposibilitaba la llegada de delegados hasta Ferrol. Sin embargo, un pequeño grupo de anarquistas encabezados por Kropotkin, Malato o Grave, se posicionaron favorables a las potencias aliadas. Kropotkin consideraba que Alemania era el rival a batir para conquistar el ideal socialista.
Unas posiciones que no mermaron las fuerzas del anarquismo a nivel internacional y que en el transcurso de la guerra recibieron las noticias que llegaban de Rusia con gran entusiasmo. El triunfo de la Revolución rusa en octubre de 1917 volvió a poner la cuestión internacionalista en primer plano. La explosión de la socialdemocracia y los distintos partidos socialistas con el estallido de la Guerra Mundial fue el broche final para la Segunda Internacional nacida en París en 1889. Los bolcheviques, triunfantes en Rusia, comenzaron a promover la creación de una nueva internacional que articulara el movimiento obrero. Algo que ya habían esbozado en la Conferencia de Zimmerwald de 1915 donde se reunieron las facciones marxistas que se habían opuesto a las políticas de sus propios partidos respecto a la guerra. La creación del Komintern o Tercera Internacional y de la Profintern o Internacional Sindical Roja, hizo que todo el movimiento obrero organizado se posicionase. Entre ellos, los anarquistas que en un principio tomaron con entusiasmo la idea de la creación de esa nueva internacional y se adhirieron a ella en muchos lugares. Sin embargo, las delegaciones que viajaron a Rusia comprobaron cual era la actitud que el gobierno bolchevique tenía con los anarquistas y la represión que estaban sufriendo. -Paulatinamente el entusiasmo se tornó en decepción y las organizaciones libertarias fueron abandonando la Internacional comunista.
En ese momento, impulsado por el alemán Rudolf Rocker, se fundó (o refundó) en Berlín en 1922 la Asociación Internacional de los Trabajadores (AIT), con el objetivo de aglutinar en dicha organización supranacional a las secciones sindicalistas revolucionarias y anarcosindicalistas que no se mostraron favorables ni a las posiciones socialdemócratas ni a las comunistas soviéticas. Una organización que aun hoy sigue existiendo.
La década de 1920 y 1930 fueron años de fuerte conflictividad internacional y de avances de las posiciones totalitarias. Ello se dejó sentir en el anarquismo internacional. En lugares como Italia, que desde 1922 dominaba el fascismo, o en Alemania, que en 1933 vio como los nazis alcanzaban en el poder, el anarquismo fue reprimido con dureza y sus militantes encarcelados, asesinados o condenados al exilio. En la naciente Unión Soviética el anarquismo fue proscrito como “contrarrevolucionario”. Y en países como Estados Unidos, ante las oleadas revolucionarias que se vivian en Europa, las autoridades actuaron con dureza, clausurando centros anarquistas y deportando a millares de militantes. El caso de los anarquistas Sacco y Vanzetti fue el canto del cisne del movimiento anarquista norteamericano.
En otros lugares la polarización de las fuerzas obreras llevó al anarquismo a una división. Muchos pasaron a las filas del comunismo y las organizaciones libertarias se fueron vaciando. Francia o Argentina, con sus peculiaridades, son ejemplo de ello.
La excepción la marcó España. La fuerza de las organizaciones libertarias (CNT y FAI principalmente) llevaron al anarquismo español a tener una posición preponderante en el seno del movimiento obrero y a canalizar el proceso revolucionario que estalló en España tras el golpe de Estado contra la República en julio de 1936. La derrota del campo republicano significó también la derrota en el campo de batalla del anarquismo que sufrió una represión sin precedentes por parte del régimen franquista.
Durante la Segunda Guerra Mundial los anarquistas se adhirieron a la resistencia antifascista teniendo en mente la necesidad de derrotar al nazismo y al fascismo y volver a articular un movimiento anarquista internacional de garantías. Pero el mundo que surgió tras la Segunda Guerra Mundial estaba polarizado entre dos superpotencias (EEUU y la URSS); un mundo donde la posición de los libertarios fue rechazada sistemáticamente por unos y otros.
La AIT comenzó nuevamente sus actividades. Las secciones se fueron adhiriendo a los distintos congresos internacionales que se celebraron desde entonces. El primero de ellos en 1951 en Toulouse, donde a pesar de la represión la CNT seguía siendo la organización más fuerte de la Internacional. Pero si bien el sindicalismo revolucionario y el anarcosindicalismo continuaron actuando en el seno de la AIT, el anarquismo organizado consideró de necesidad revitalizar una internacional de signo puramente anarquista. Así en 1948 nace la Internacional Anarquista, en 1958 continúa con la Conferencia Internacional Anarquista de Londres, donde se aprobó impulsar este organismo como relación internacional y la edición de un boletín, y la en ciudad italiana de Carrara diez años después nació la Internacional de Federaciones Anarquistas. El Congreso de Carrara de 1968 es el más importante del anarquismo tras la Segunda Guerra Mundial.
Al calor del Mayo del 68 en París, el anarquismo analizó su participación en el movimiento obrero, el significado de las revoluciones del siglo XX, la política de los bloques imperialistas, la cuestión nacional, las religiones, la economía revolucionaria, etc. Todo un compendio de base ideológica necesaria para el anarquismo en el momento histórico que atravesaba y frente el comunismo soviético y el capitalismo occidental. Pero aquel fulgor revolucionario de mayo del 68 acabó por apagarse. En 1971 el Congreso de París valoró las dificultades organizativas del anarquismo a nivel internacional. Un momento con muchas dictaduras, golpes de Estado, etc., que llevaban a la represión del movimiento libertario.
Posteriormente la IFA ha celebrado congresos en Carrara en 1978, en París en 1986, en Valencia en 1990, en Lyon en 1997, en Besançon en 2004 o nuevamente en Carrara en 2008. Igualmente la AIT ha celebrado múltiples congresos. Por otro lado, esas mismas secciones y otros grupos anarquistas han participado en el seno de distintos movimientos internacionales. Se inscribió en las luchas contra la globalización y ha participado en movimientos como el 15-M. Su prensa, sus organismos y sus internacionales siguen constituyendo una visión alternativa a la sociedad actual.
[Tomado de https://www.nodo50.org/ekintza/spip.php?article664.]
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