Carlos Solero
Resulta
por lo menos curioso que los mismos que señalan como dogmáticos y
fundamentalistas a algunos regímenes de oriente, en ciertos casos verdaderas
teocracias sean los que por estas tierras se siente con derecho manifiesto a
imponer su visión oscurantista y dogmática.
En efecto
un conjunto de pastores y jerarcas eclesiales están lanzados en una cruzada
para funcionar como controladores de los cuerpos y "las almas" de lo
que consideran rebaños, cuando en realidad se trata de una población variopinta
portadora de saberes, creencias e ideologías diversas.
Es grave
que la presión de una troika de obispos pueda bloquear cambios en la enseñanza,
principalmente opinándose a la educación sexual integral que evitaría embarazos
no deseados, abusos y otras prácticas aberrantes contra seres vulnerables.
Larga,
cruenta y sórdida es la historia del clericalismo inquisidor que nombre de sus
propias normas instituyó tribunales de santo oficio, perpetró autos de y condenó
como herejes a mujeres y hombres disidentes del despotismo.
Esta
avanzada del poder de las tinieblas se da en un contexto regional e
internacional donde además de la crisis económica emergen horrores como la
xenofobia, el racismo, la homofobia y muchas otras formas de la prepotencia que
generan daños.
Permanecer
indiferentes o callar ante estas cuestiones es una forma de complicidad
inadmisible.
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