Larri (Publicación anarquista La Campana)
La mediación es, en el orden del poder, la necesidad falsificada en la que el hombre aprende a perderse racionalmente.
Tratado del saber hacer para vivir para uso de las jóvenes generaciones. Raoul Vaneigem. 1967.
El lenguaje es también una forma de poder, que implica exclusión de la población, sometimiento por impotencia. Es una característica de los gobiernos, y de su legislación y burocracia, utilizar un lenguaje muy complicado y especializado para cerrar los ojos y el pensamiento. Hay un ejemplo muy esclarecedor: la digitalización de las relaciones de la administración con la ciudadanía y la obligación, en muchos casos, para las personas jurídicas. Esta obligación ha llevado a la desesperación de todo tipo de asociaciones, colectivos y otras entidades sociales, sin ánimo de lucro o altruistas. En muchos casos para rendirse. Intenta conectarte con la agencia tributaria, más conocida como la finca, a través de su sede electrónica. Hablo, por ejemplo, más sencillo, de conseguir un CIF, o certificado digital, necesario para abrir una cuenta bancaria para cobrar tarifas sencillas. No es solo el dominio del lenguaje digital, recuerdo a mi abuela cuando recibió por primera vez una carta de finca en gallego, creo que en ese momento no se llamaba agencia. Ella, que siempre le había hablado, protestó, ¿qué palabras eran esas? Maldijo la autonomía, la junta, el gallego, la modernidad y yo sé quién más. Le dije que había entregado el papel que tenía allí en español. Yo todavía no entendía nada, yo tampoco. No se trataba de lenguaje, se trataba de poder. El poder del lenguaje.
¿Somos conscientes de esto hoy? ¿Somos conscientes de la necesidad de cultivarnos, de formarnos en un lenguaje cultivado, el lenguaje de la libertad? ¿O deberíamos priorizar nuestra formación en respuesta práctica al lúgubre lenguaje burocrático del poder? ¿Deberíamos entrenarnos colectivamente, sindicalizados, para responder al lenguaje del poder y dejar el lenguaje de la libertad para el cultivo individual, para ocasiones especiales o para el ocio?
Posiblemente estas preguntas escondan una trampa, la de la elección entre una u otra opción que las lleva a un territorio falso, el de la contradicción. De todos modos, una vez que comenzó el juego, sigamos jugando.
Sobre la primera opción hablaré sobre la sociedad del espectáculo, obra del situacionista Guy Debord publicada en 1967. El título en sí, la sociedad del espectáculo, es muy ilustrativo y sugiere la idea de la falsedad de las relaciones dentro del sistema capitalista en el que vivimos. Pero las tesis de Debord son mucho más complicadas, y quizás exitosas, y requieren algo de cultivo. Entre otras ideas, Debord parte del concepto de fetiche de la mercancía desarrollado por Marx. Debord intenta explicar que la gente deja de relacionarse con nosotros como realidades, para pasar a hacerlo como representación. Producimos bienes y las imágenes continuas que tenemos de estos bienes nos alejan de los demás. Una relación social mediada por las imágenes que de ella se derivan. En la medida en que convertimos nuestra vida en un producto, estamos más separados de él, ya sea a nivel laboral o en otros niveles. También de Marx es el concepto de alienación que adapta Debord. Así, nos explica que a su vez, al producir, también pasamos a formar parte de la mercancía, y a través de la publicidad se nos transmite nuestra esencia como producto. Las imágenes que contemplamos continuamente y que nosotros mismos producimos nos niegan a nosotros mismos y por tanto niegan la libertad. La necesidad de disfrutar del espectáculo y transformar nuestra propia vida hace que hagamos de nuestra realidad una representación sin fin. Todo esto hace que seamos esclavos de la inmediatez del momento presente.
Debord usó un lenguaje lleno de frases distorsionadas y textos alterados. Quizás buscando una estética revolucionaria, una estética propia de un movimiento que, como el situacionista, renunció al poder. Quizás, como Esquilo, usando el lenguaje de la libertad. Un idioma que hay que cultivar para que se mantenga.
El lenguaje de Debord, o Esquilo, poco tiene que ver con el lenguaje de las redes sociales, con su inmediatez y vulgaridad, con su hegemonía sobre las relaciones. Desde sitios web, luego Facebook a Twitter y ahora Instagram, el lenguaje es cada vez más escaso y vulgar, reduciéndolo todo a imágenes y emoticonos. Una realidad virtual, separada de la vida, y como tantas otras a lo largo de la historia, nos envuelve en esa oscuridad de tinieblas. Parece que la historia ha estado decidida a demostrar que Debord tenía razón.
Continuando con el juego, ahora me muevo a una zona neutral, a una interzona. El situacionismo creó el concepto de desvío, déternoument en francés, que habla de la posibilidad artística y política de tomar algún objeto creado por el capitalismo, o el sistema político hegemónico, y distorsionar su significado y uso original, para producir un efecto crítico. Con este concepto, que Debord utilizó en sus distorsionadas frases, se han realizado muchas de las creaciones artísticas que buscan criticar el poder. Los situacionistas también han definido la recuperación, es decir, la posibilidad siempre presente de que las ideas y cosas revolucionarias o radicales puedan incorporarse a las lógicas dominantes que obedecen al sistema capitalista y al sistema burocrático, vaciándolos de contenido e incorporándolos a la mercancía. sistema. Esto es lo que sucede cuando el lenguaje del poder recupera principios inherentes a nosotros y al movimiento obrero como la acción directa, la autogestión o la solidaridad y los transforma en derecho a la manifestación, negociación colectiva o elecciones sindicales. Un lenguaje de libertad que necesita un desarrollo de estos principios frente a un lenguaje de poder que los delimita, que los legisla, los despoja de toda evolución sustancial, de vida, y los condena a muerte.
Para la segunda opción de este juego empezaré con la economía colaborativa. Esa economía en la que, pese a lo que se pueda intuir por su nombre, dos empresas distintas se ponen de acuerdo para explotarte mejor y con más garantías para ellas que para ti. Esta economía se basa en las nuevas posibilidades que ofrece este mundo hiper-tecnológico en el que puedes lograrlo todo a través de tu teléfono móvil. Tu teléfono se convierte en tu forma de relacionarte con con quién trabajas, tu teléfono, y más concretamente la aplicación de la empresa, te permite trabajar "bajo demanda", asumiendo, la empresa, un rol de intermediario que ofrece una plataforma para contactar a quien quiera un producto, con alguien que lo ofrece y alguien que lo transporta. Tanto si eres un concesionario de bicicletas (o “riders” que parece más moderno) como un conductor de un coche particular que funciona como un taxi, el funcionamiento de esta forma de nueva economía es básicamente común en diferentes entornos. De hecho, se trata de un paso más en la lógica de las Empresas de Trabajo Temporal que actúan como intermediarias para la contratación, solo que hoy la velocidad de internet y los teléfonos de última generación permiten que ese trabajo temporal tome forma tanto que una aplicación móvil monitoriza tu funciona y cobra en función de variables que solo cuentan mientras realiza un pedido. El punto clave para que funcione esta forma de economía es que al venderse como plataforma que media entre la oferta y la demanda, quienes realizan labores de transporte, trabajan, no son trabajadores de ninguna empresa, son autónomos sin ninguna garantía laboral similar. .al que cualquier trabajador podría tener como vacaciones, sueldo o Seguridad Social.
Pues bien, el juzgado de lo social 24 de Barcelona avaló recientemente la actuación de la Inspección de Trabajo que en julio de 2018 concluyó que las 741 distribuidoras que operaban para la multinacional Deliveroo en Barcelona en ese momento, lo hacían bajo la condición de falso autónomo a pesar de, de hecho, sería apropiado que lo hicieran como empleados. La Inspección de Trabajo ha emitido un informe exigiendo que Deliveroo abone 1,3 millones de euros en cotizaciones ajenas a la Seguridad Social. La sanción de la Inspección de Trabajo contra Deliveroo por la actividad de sus distribuidores en Barcelona fue la primera acción en España contra empresas distribuidoras adscritas a la llamada economía colaborativa como Glovo, Uber, Eats o la propia Deliveroo. El estudio y la formación en el lenguaje del poder significa que a veces podemos atacar al poder capitalista con sus propias armas, como si fuera un déternoument. Sin embargo para vislumbrar la luz que puede llegar a esta sentencia debemos consultar a los peritos, y de los que tenemos en el sindicato.
Con la ayuda de estos expertos, el sindicato ha tomado el pulso al lenguaje del poder. Al menos en lo legal. Así lo publican diversas federaciones de la CGT que incentivan a los trabajadores a organizarse y consultar las posibilidades que surgen de una sentencia del 15 de diciembre en la que el Tribunal Supremo modifica su doctrina sobre la legalidad de los contratos de obras y servicios en la subcontratación. Según estas federaciones, ya no se permite justificar este tipo de contrato simplemente adhiriendo el contrato comercial con la empresa cliente, es decir, se rechaza la limitación temporal de los contratos laborales en atención a los contratos comerciales. Es decir, los contratos realizados de esta forma son ilegales y, por tanto, deberían convertirse en contratos indefinidos. Conociendo, como sabemos, la gran cantidad de estos contratos, se abre entonces la posibilidad de dar un buen golpe, incluso hiriendo, al capitalismo, mejorand
[Publicado originalmente en gallego en https://www.revistalacampana.info/actualidad/conflictos-colectivos/2021/01/19/a-linguaxe-do-poder-o-poder-da-linguaxe-. Traducido por la Redacción de El Libertario.]
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