Milena Caserola
"Si la ciencia fuera puesta al servicio del capital, la recalcitrante docilidad del trabajador estaría asegurada".
Andrew Ure, Philosophie des Manufactures, 1835
Una fecha: 1811. Una región:
Inglaterra. Un mes: abril. Entonces, 350 personas embisten contra un nuevo
elemento en el paisaje habitual. Arde el fuego que calienta y destruye hasta
los cimientos la fábrica de hilados de William Cartwright en Nottinghamshire. Esa
misma noche, cuenta la leyenda, otras setenta fábricas fueron destrozadas por
bandas de vaticinadorxs.
Quienes participaron en el movimiento formaban parte de la trama y el tejido de la comunidad misma, eran sus artesanos y sus habitantes, en el corazón de la Inglaterra textil de comienzos de la revolución industrial del proyecto civilizatorio del implacable progreso humano, cuando las fábricas se empezaban a dejar ver dentro del escenario urbano como un proyecto de control social y subjetivación de los cuerpos, y de construcción de las subjetividades obreras heterosexuantes. Lxs ludditas saquearon mercados, que-maron fábricas (en vez de tomarlas y “recuperarlas” y subjetivarse como obrerxs), hicieron correr el fuego de la insurrección como reguero de pólvora mediante el sabotaje, el pillaje, las canciones, las rimas, el espionaje y la mentira a los poderes. Máquina de guerra alegre, una modalidad de lucha contra el capital, un intento de destruir “la nueva sociedad”, es decir la sociedad moderna por fuera de la racionalidad dominante, de la cual se mantuvo ajena, que postula la “neutralidad” de las máquinas, o su demonización sin más.
En 1770 alguien imaginó un nuevo plan para convertir a lxs pobres en gente productiva: La Casa del Terror, la llamó. Sus habitantes estarían obligadxs a trabajar 14 horas diarias y serían controladxs mediante dietas de hambre. Cualquier parecido con la realidad no debe ser leída en términos de pura coincidencia.
Luddismo: Aquellas sublevaciones sin líderes, sin centralización de poderes, con cambios de género para evitar la identificación (se cuentan historias de ludditas transvestidos y ludditas mujeres encabezando revueltas) que inventan una “logística de urgencia”. Anticipación de la pasión por la destrucción. Ante todo un analizador, un agenciamiento, pero también una inspiración en el desierto, es decir, un concepto: centro de vibraciones que sin corresponderse con la realidad, permite que oigamos de ella y en ella algo que todavía suena a nuestra canción.
Usualmente mal comprendido o pesimamente analizado, el legado luddita oscila entre hordas simiescas que se oponen no sólo a la idea del nuevo Dios, el Progreso (científico), sino también como desclasadxs enfermxs de falsa consciencia que no comprenden la lucha de clases y confunden metalépticamente causa y efecto. Otras veces, cuando su lectura se vuelve propiciatoria de la ritualística romántica ácrata y new age libertaria, lxs ludditas se convierten en primitivistas rompe máquinas, justicieros contra la tecnociencia, como si acaso hubieran ellxs pensando en conceptos tales como naturaleza o alienación.
Resignificar esa historia, esa ficción luddita, no es una cuestión de nostalgia de una aurea aetas del artesanado, a pesar de que ciertamente el advenimiento del reino de la producción cuantitativa en masa ha sido fuente de calamidades al establecer la dictadura omnipresente de la necesidad y el Imperativo del Trabajo (dignificador). Este reino de la producción no debería ser entendido en términos de escasez/abundancia, estructura/superestructura cuando por encima de todo análisis de los salieris de David Ricardo se instituyen nuevos regímenes de colonización de los cuerpos a través del crudo principio de la utilidad reterritorializante biopolítica heterocapitalista.
Las agencias de minorías sexodisidentes críticas ponen delante de nuestros ojos la dimensión ético-política lejos del sujeto de la izquierda cuyo cuerpo ideal es viril, trabajador, reproductivo, varón. Pero también hostigador del romanticismo del anarquismo hasta ahora conocido, que en muchas regiones, considera la tecnociencia como el nuevo monstruo a combatir irreflexivamente, un nuevo cuco que les otorga inteligibilidad como colectivo sexista en su cotidianidad.
En este aire viciado de dicotomizaciones, el legado luddita resuena hoy desviado hacia la destrucción de otras tecnologías de construcción de la subjetividad (obrera, como ya dijimos, pero también romántica, hetero y humana -homo amans- ): es decir ludditas sexxxuales que destruyan las máquinas de captura dentro de la fábrica del Yo que la disciplina del Amor conlleva dentro del régimen heteronormal.
[Tomado del texto más extenso titulado “Las agencias de minorías sexodisidentes críticas ponen delante de nuestros ojos la dimensión ético-política lejos del sujeto de la izquierda cuyo cuerpo ideal es viril, trabajador, reproductivo, varón. Pero también hostigador del romanticismo del anarquismo hasta ahora conocido, que en muchas regiones, considera la tecnociencia como el nuevo monstruo a combatir irreflexivamente, un nuevo cuco que les otorga inteligibilidad como colectivo sexista en su cotidianidad.
En este aire viciado de dicotomizaciones, el legado luddita resuena hoy desviado hacia la destrucción de otras tecnologías de construcción de la subjetividad (obrera, como ya dijimos, pero también romántica, hetero y humana -homo amans- ): es decir ludditas sexxxuales que destruyan las máquinas de captura dentro de la fábrica del Yo que la disciplina del Amor conlleva dentro del régimen heteronormal.
[Tomado del texto más extenso titulado “Ludditas Sexxxuales. Ética amatoria del deseo libertario y las afectaciones libres y alegres”, accesible en versión integral en https://www.academia.edu/36713585/ETICA_AMATORIA_DEL_DESEO_LIBERTARIO_Y_LAS_AFECTACIONES_LIBRES_Y_ALEGRES_Ludditas_Sexxxuales?email_work_card=view-paper.]
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