Humberto Decarli
Hablar del “Caracazo” es hacer referencia a un significante del pasado aún no superado en Venezuela. Ha sido calificado como la primera rebelión contra la globalización representada por las medidas extremas tomadas por los organismos multilaterales para sacar de la profunda crisis al país a pesar de haber transitado dos ingentes bonanzas (1973 y 1978) gracias al populismo como fórmula de la gobernanza implementada por la democracia formal.
Las causas del “Sacudón” se han multiplicado en el presente pues las condiciones económicas y sociales de hoy son ostensiblemente peores. Si la gente salió a la calle a protestar y saquear fue por el paquete económico aplicado por el presidente de turno y diseñado desde afuera. Actualmente Venezuela vive una situación de extrema gravedad en todos los órdenes pero no ha ocurrido una movilización del calibre del 27 de febrero de 1987.
Hablar del “Caracazo” es hacer referencia a un significante del pasado aún no superado en Venezuela. Ha sido calificado como la primera rebelión contra la globalización representada por las medidas extremas tomadas por los organismos multilaterales para sacar de la profunda crisis al país a pesar de haber transitado dos ingentes bonanzas (1973 y 1978) gracias al populismo como fórmula de la gobernanza implementada por la democracia formal.
Las causas del “Sacudón” se han multiplicado en el presente pues las condiciones económicas y sociales de hoy son ostensiblemente peores. Si la gente salió a la calle a protestar y saquear fue por el paquete económico aplicado por el presidente de turno y diseñado desde afuera. Actualmente Venezuela vive una situación de extrema gravedad en todos los órdenes pero no ha ocurrido una movilización del calibre del 27 de febrero de 1987.
Motivos de la insurrección social
Existen razones para que hubiese ocurrido ese estremecimiento en la ciudad de Caracas. En primer término, el ambiente de despilfarro acontecido en el primer gobierno de C.A. Pérez cuando una entrada impresionante de petrodólares indigestó al gobierno y a la clase política y empresarial. En segundo lugar, la mentalidad rentista se alojó en el alma nacional y convirtió más aun al Estado en el administrador de la economía y la sociedad venezolanas con los terribles resultados. Tercero, el fracaso del puntofijismo en gerenciar la entrada inusitada de recursos financieros demostrada con el viernes negro de 1984 propiciador de una devaluación del Bolívar.Cuarto, la gente esperaba una repetición de la bonanza del primer gobierno de Pérez basado en una ficción porque la realidad era otra. La subida petrolera de 1973 no fue obra del gobierno venezolano sino del embargo aplicado por los países árabes a occidente.
El terreno estaba abonado para la protesta y era cuestión de tiempo para su estallido y la frustración por los planes del nuevo gobierno perecista fue la mecha incentivadora de la explosión. Ulteriormente dos sucesos conmovieron al país como lo fueron las asonadas del año 1992 denotativas del hundimiento del modelo puntofijista debido a la pésima administración y corrupción.
Respuesta del Estado
El 27 de febrero vio cómo se presenciaba un genocidio consecuencia de una represión brutal y militarizada en contra de los hombres y mujeres desarmados en los espacios públicos gritando su inconformidad. Organismos internacionales calcularon en más de tres mil las muertes ocasionadas por el accionar punitivo de las fuerzas armadas e incluso se descubrió el sitio denominado La Peste en el cual acumulaban los cadáveres de la hazaña castrense.
Siguiendo la tradición nacional, no hubo sanciones y continuó la impunidad. Los fallecidos, por ser de los sectores populares, no importaron y nada pasó. Unos dígitos más en un país donde es normal esta clase de masacre. Ha sido la matanza de mayor cuantía en la historia nacional desde el ángulo de no haber confrontación entre dos cuerpos armados como lo hubo cuando la independencia y la guerra federal. Muchos de esos oficiales de los administradores de la violencia del Estado ulteriormente insurgieron y se encuentran entre los cuadros superiores del actual régimen.
Lejos de haber sido una enseñanza, el “Sacudón” de nada sirvió porque ni siquiera en materia de derechos humanos se ha avanzado y en materia económica y social ni se diga porque tenemos una pobreza y una desigualdad in crescendo. Llegado al año 2020 no hemos progresado en los aspectos generadores de esta inmensa manifestación social.
Derechos humanos
En el rubro de los derechos humanos poco se ha mejorado porque Venezuela ha sido señalada por las Naciones Unidas como uno de los países más represivos frente a la protesta de la población a la cual se le ha dado repuesta desde el punto de vista militar con los resultados en rojo. La creación de un organismo como la Defensoría del Pueblo por la última constitución deja mucho que desear porque se ha comportado como parte representativa del Estado antes que de los hombres y las mujeres del país.
La situación penitenciaria es lamentable porque hay excesivo hacinamiento en las prisiones y los recintos de detención preventiva están abarrotados porque no se ha construido los requeridos. Aunado a esta consideración tenemos la mora de los tribunales en sentenciar postergando sine die las audiencias de juicio. Asimismo, los llamados pranesgerencian actividades de las prisiones y extramuros, dirigiendo, desde sus sitios de reclusión, operaciones delictivas.
Han proliferado los cuerpos policiales: CICPC, Sebin, Conas, Policía Nacional, Guardia Nacional, Dgcim, policías municipales, FAES y los paramilitares conocidos como colectivos. A pesar de la envergadura del informe Bachelet, levantado in situ por la Oficina para los Derechos Humanos para Venezuela de las Naciones Unidas, que arroja una visión apocalíptica del país en esta materia con recomendaciones específicas como la supresión del FAES, el presidente acaba de anunciar la creación de una policía antiterrorista. Es una confesión demostrativa de ser un Estado militar y policial.
Las condiciones económico-sociales
Las motivaciones inmediatas y directas de la insurrección social fueron las medidas ordenadas por los organismos multilaterales a los cuales recurrieron los factores de poder venezolanos ante el ostensible fracaso por el despilfarro puntofijista de dos bonanzas petroleras, la de 1973 y la de 1978. Empero, las circunstancias del año 1987 son irrisorias frente a las hoy existentes porque nunca se conoció aquí la hiperinflación y la depresión.
Recientemente el reputado economista Paul Krugman, Premio Nobel de 2008, declaraba su convicción de que Maduro generó la hiperinflación venezolana al imprimir dinero sin respaldo real logrando convertir a Venezuela en la nueva Zimbabue en el vértice de este dígito macroeconomico. La solución chavista fue la tradicional: monetizar el déficit fiscal favoreciendo a los sectores sociales acomodados.
A pesar de que la situación actual es peor a la de 1987 ahora hay mayor estabilidad en el gobierno. Entre las medidas represivas, expresadas en cárcel, muertes y heridos, aunadas a medidas populistas sin respuesta esencial a los problemas como bonos, petros y las bolsas Clap y a la formidable asesoría cubana, relativamente hay paz social en el país no obstante existir turbulencias en forma permanente.
Conclusiones
A más de treinta años de los hechos acaecidos el 27 de febrero de 1989 el panorama nacional es harto sombrío. Nos encontramos en un túnel sin luz a su salida. Todo peor como los señalaba Pérez Alfonzo al llamarlo el “efecto Venezuela”, nada funciona, ni el sector público ni el privado. Hay más hambre, más pobreza, escasez y desabastecimiento de medicinas y alimentos para los sectores más vulnerables, no hay viviendas, no hay electricidad, sin agua potable, la educación por el subsuelo, la plataforma tecnológica peor de América Latina, la moneda devaluada al máximo, con un transporte público y un metro destrozados, salarios, pensiones, jubilaciones y prestaciones sin valor alguno, contratos colectivos aplanados en el miserable salario mínimo, penurias en tropel, corrupción campante aprovechada por los personeros y empresarios oficialistas, un éxodo imprevisto de nacionales para paliar el hambre y en fin, una situación precaria en muchos tópicos que hace envidiar a la existente cuando el “Caracazo”.
Pareciera que el tiempo en Venezuela transcurre retrasado y lento como lo señalara en su relatividad especial Albert Einstein. Acá todo es bien ralentizado como el caso de uno de los gemelos del pensador alemán de Ulm. Incluso, en términos físicos podríamos decir que en algunos aspectos estamos en regresión. El recién fallecido Stephen Hawkins aceptaba el viaje al pasado pero solo en el universo subatómico, tal y como lo aseveró en un libro con un título tomado de una frase de Shakespeare, El universo en una cáscara de nuez.
Volviendo al presente socialmente no ha habido signos de progreso en el ámbito de la sociedad venezolana, seguimos siendo furgón de cola en materia de derechos humanos, de desigualdad, de pobreza y de institucionalidad democrática. La masacre del 27 de febrero parece haber sido en vano porque no se ha aprendido las enseñanzas inferidas de tan infausto suceso. El poder ha sido eficaz en mantenernos en un estado de indefensión mientras ocurre otro genocidio, la expulsión de venezolanos y extranjeros hacia el exterior para quedarse con personas mayores y esclavos. No ha sido compulsiva directamente como lo hicieron los jemeres rojos en Camboya. Simplemente las condiciones de hambre y desempleo lanzan a las personas a viajes sin proyecto alguno huyendo de la hiperinflación y del averno en el cual han convertido al país.
A pesar de que la situación actual es peor a la de 1987 ahora hay mayor estabilidad en el gobierno. Entre las medidas represivas, expresadas en cárcel, muertes y heridos, aunadas a medidas populistas sin respuesta esencial a los problemas como bonos, petros y las bolsas Clap y a la formidable asesoría cubana, relativamente hay paz social en el país no obstante existir turbulencias en forma permanente.
Conclusiones
A más de treinta años de los hechos acaecidos el 27 de febrero de 1989 el panorama nacional es harto sombrío. Nos encontramos en un túnel sin luz a su salida. Todo peor como los señalaba Pérez Alfonzo al llamarlo el “efecto Venezuela”, nada funciona, ni el sector público ni el privado. Hay más hambre, más pobreza, escasez y desabastecimiento de medicinas y alimentos para los sectores más vulnerables, no hay viviendas, no hay electricidad, sin agua potable, la educación por el subsuelo, la plataforma tecnológica peor de América Latina, la moneda devaluada al máximo, con un transporte público y un metro destrozados, salarios, pensiones, jubilaciones y prestaciones sin valor alguno, contratos colectivos aplanados en el miserable salario mínimo, penurias en tropel, corrupción campante aprovechada por los personeros y empresarios oficialistas, un éxodo imprevisto de nacionales para paliar el hambre y en fin, una situación precaria en muchos tópicos que hace envidiar a la existente cuando el “Caracazo”.
Pareciera que el tiempo en Venezuela transcurre retrasado y lento como lo señalara en su relatividad especial Albert Einstein. Acá todo es bien ralentizado como el caso de uno de los gemelos del pensador alemán de Ulm. Incluso, en términos físicos podríamos decir que en algunos aspectos estamos en regresión. El recién fallecido Stephen Hawkins aceptaba el viaje al pasado pero solo en el universo subatómico, tal y como lo aseveró en un libro con un título tomado de una frase de Shakespeare, El universo en una cáscara de nuez.
Volviendo al presente socialmente no ha habido signos de progreso en el ámbito de la sociedad venezolana, seguimos siendo furgón de cola en materia de derechos humanos, de desigualdad, de pobreza y de institucionalidad democrática. La masacre del 27 de febrero parece haber sido en vano porque no se ha aprendido las enseñanzas inferidas de tan infausto suceso. El poder ha sido eficaz en mantenernos en un estado de indefensión mientras ocurre otro genocidio, la expulsión de venezolanos y extranjeros hacia el exterior para quedarse con personas mayores y esclavos. No ha sido compulsiva directamente como lo hicieron los jemeres rojos en Camboya. Simplemente las condiciones de hambre y desempleo lanzan a las personas a viajes sin proyecto alguno huyendo de la hiperinflación y del averno en el cual han convertido al país.
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