Paola Jordán
Ciertas historias tienen la capacidad de hermanar a las personas, bien sea por una fútil identificación o el instinto de compadecimiento. Una noche, en una reunión por allá por el 2015 conocí a Eva, una estudiante de Administración de quinto semestre. Entre risas, tequeños y rones compartimos anécdotas de nuestras vidas. Me contó que había nacido en La Guaira y que antiguamente su mamá era dueña de un puesto de venta de empanadas, famosas por ser las mejores de la playa. Eso les daba para mantenerse holgadas con los gastos y darse uno que otro gusto. Entre el sol y el agua salada pasó los primeros siete años de su vida hasta que un día su madre decidió que lo mejor era mudarse a Caracas. Le pregunté la razón de aquella mudanza y fue allí cuando comenzó uno de esos instantes en los que el ambiente queda enrarecido por una pregunta incómoda. Con la mayor naturalidad que pudo empezó a relatarme.
Ciertas historias tienen la capacidad de hermanar a las personas, bien sea por una fútil identificación o el instinto de compadecimiento. Una noche, en una reunión por allá por el 2015 conocí a Eva, una estudiante de Administración de quinto semestre. Entre risas, tequeños y rones compartimos anécdotas de nuestras vidas. Me contó que había nacido en La Guaira y que antiguamente su mamá era dueña de un puesto de venta de empanadas, famosas por ser las mejores de la playa. Eso les daba para mantenerse holgadas con los gastos y darse uno que otro gusto. Entre el sol y el agua salada pasó los primeros siete años de su vida hasta que un día su madre decidió que lo mejor era mudarse a Caracas. Le pregunté la razón de aquella mudanza y fue allí cuando comenzó uno de esos instantes en los que el ambiente queda enrarecido por una pregunta incómoda. Con la mayor naturalidad que pudo empezó a relatarme.
«No es algo que yo le cuente a todo el mundo.
Yo me vine a Caracas por un problema que tuvimos con la Iglesia. Casi todos en mi familia son cristianos muy devotos y hasta mi propia mamá se involucraba en los cursos de formación cristiana.
Cuándo yo tenía seis años, muchos de los niños que vivíamos en la vereda, nos quedábamos siempre en casa del Pastor Efraín, era muy común de hecho, él era un ejemplo de buen ciudadano y la gente lo quería mucho. Se había ganado tanto a los vecinos que se volvió una costumbre que nos cuidara por las tardes. Nos ponía comiquitas en un VHS y unos cojines en el piso para que nos recostáramos frente a un televisor grandote. Nos hacía cotufas como con un caramelo que quedaban muy sabrosas y siempre nos prestaba muchos juguetes; aunque él no tenía hijos, en su casa habían carritos, muñecas y juguetes plásticos de piñata. Tenía un don innato para la oratoria y sus charlas aleccionadoras para niños nunca faltaban esas tardes.
Algunos días llamaba a alguno de los niños para el cuarto y luego de que pasaba un rato, salían sin decir nada. Nadie le paraba porque estábamos metidos en nuestra película y nuestros juegos. Una tarde nos puso a ver Pocahontas pero, como yo ya la había visto y no me gustaba, le pregunté si se podía poner otra. Me sonrió y me dijo – Claro negrita linda, acompáñame para que escojas una- y yo me fui marchando detrás de él como un soldado. Cuando entramos al cuarto, él abrió un closet de madera con las puertas rotas y sacó una caja grande de cartón. Colocó la caja sobre su cama y se sentó. Me hizo señas de que me sentará sobre sus piernas para poder ver los vídeos que iba sacando. Tenía de todo pero lo que más me gustó fue que tenía la colección de Disney completa; en esa época yo estaba obsesionada con La Sirenita. Me dejó hacer una pila con las películas que más me gustaban para hacer luego, una elección final. Dijo que si yo quería, me podía llevar las películas para verlas en mi casa, yo Le dije muy emocionada – sí, gracias – y él me dijo – gracias no, regálame un besito en el cachete- Yo se lo dí aún sin estar muy convencida.
Inmediatamente intenté bajarme de sus piernas pero él lo impidió haciéndome cosquillas. Yo me reía hasta casi no poder respirar y él se reía acercando mucho su cara a la mía. Cuando las risas cesaron yo estaba acostada en la cama y el tenía su rostro colocado sobre mi pecho. El besó el lado izquierdo de mi pecho y yo quedé inmóvil. Nos levantamos de la cama, él se alejó un poco y susurrando me dijo -eres la negrita más linda –.»
Ese beso en el pecho fue para aquella niña, el comienzo de unos meses de terror. Al pasar las semanas no sabía como decirle a su mamá que ya no quería ir a esa casa. Los acercamientos del pastor de su iglesia se volvieron más y más invasivos, los besos en el pecho pasaron a lugares más inapropiados, las dulces palabras se convirtieron en chantajes, manipulación y amenazas divinas contra la niña. Entretanto él, no dejaba de predicar, de aparecer en las fiestas familiares de la vereda, de ofrecerse para hacer reparaciones, de llevarle chupetas a los niños… Era tanta la confianza de la familia de Eva hacia el pastor que, cariñosamente, le decían «tío Efraín».
Un día, cuando se acercaba su cumpleaños, la madre de uno de los niños mayores que se quedaban con el pastor, llamó a la mamá de Eva para contarle que su propio hijo acababa de confesarle lo que el santo pederasta les hacía. Las madres se organizaron inmediatamente, emboscaron al delincuente, lo golpearon con la rabia más visceral y lo entregaron a las autoridades. Lo más lamentable de todo el asunto fue que la iglesia a la que pertenecía el pastor lo defendió a capa y espada y se encargaron de enterrar el caso. Ante el nauseabundo comportamiento de su iglesia, la madre de Eva decidió que lo mejor para ayudar a sanar a su hija era alejarse de allí.
Cuento esta historia porque primero, sé que no es la única de su tipo y quizás leerla anime a víctimas de abusos a denunciar los ultrajes que sufrieron dentro de los círculos religiosos o cualquier otro. En segundo lugar, porque últimamente resuenan en los medios de comunicación una oleada de escándalos de abuso sexual en la Iglesia católica y la evangélica.Para dar una perspectiva de esta situación en Nuestra América me remito a dar algunos ejemplos.
Este año, Chile mantiene treinta y siete causas abiertas en relación con casos de Pederastia por miembros de la Iglesia católica. Hace algunos años en ese mismo país conocimos el famoso caso Karadima en el que 80 religiosos y una monja fueron acusados de abusos a menores. En Argentina el sacerdote Giovanni Granuzzo fue acusado de abusar de niños con discapacidad auditiva. En Brasil, el cura Luís Márquez fue grabado teniendo relaciones con un menor. En Colombia, el pastor David Viloria Araque, abusó de cinco menores de 14 años en Marzo de este mismo año. En El Salvador, el pastor David Alonso Torres Rosales violó a una menor de 13 años. En el caso de los corderitos católicos, el Vaticano sólo condenó a retirarse a los sacerdotes a «una vida de oración y penitencia» y pidió unas insípidas disculpas a algunas víctimas.
Si la justicia divina fue insignificante, la penal prácticamente brilla por su ausencia ya que las instituciones religiosas se encargan empecinadamente de lavar los trapos sucios en la casa y de callar a las víctimas, incluso ofreciéndoles dinero. En la mayoría de los casos, la expulsión no se concreta y cómo cereza del pastel, los abusadores son trasladados a otras comunidades con carne fresca. En el caso de la iglesia evangélica, las cosas no son muy distintas. La pederastia dentro del ámbito religioso no es más que una práctica legitimada, estructural e institucionalmente. Está basada en una sagrada masculinidad hegemónica en dónde las víctimas son vulneradas al no existir una relación de igualdad, en otras palabras el abuso lo perpetra una autoridad religiosa, un “padre espiritual”, que tiene conocimiento, control y poder físico y psicológico sobre la víctima, que dicho sea de paso, son en su mayoría, niños varones.
Pero, si Nuestra América es víctima del cáncer pederasta ¿por qué en Venezuela no ha habido un gran «escándalo»? Me atrevo a decir que en nuestro país existe un abandono de la religión católica por parte de los feligreses. Sin embargo esto no se ha traducido en un crecimiento de la población irreligiosa, sino, en una migración a otras Iglesias y cultos. Cabe acotar que estas otras Iglesias presentan más similitudes que diferencias con la iglesia católica. Los rasgos comunes más significativos son la estructura patriarcal, el poder legitimado por la religión, el machismo institucional y claro está, los indecorosos casos de pederastia.
El pasado Julio de 2018, fue publicada una noticia sobre un caso de abuso por parte de un pastor evangélico a una niña de 9 años en la Isla de Coche. Emisael Lunar fue sorprendido tratando de violar a la niña en un terreno baldío cercano a su casa. Se impidió la consumación del ataque gracias a que la hermana de la víctima divisó la situación y alertó a su madre, quien valientemente lo enfrentó y lo entregó a las autoridades. Desafortunadamente, ese no era el primer ataque del delincuente contra la niña. Si hay algo que llama la atención sobre este caso, no es su naturaleza, sino más bien la lapidaria indiferencia de los medios, activistas, políticos y feligreses venezolanos ante lo que en cualquier parte del mundo, hubiese detonado en un gran escándalo.
¿Es que acaso en Venezuela, a diferencia de sus países hermanos, esto no ocurre con regularidad? Difícil de creer de un país en el que el poder religioso se hace sentir hasta en los asuntos políticos.
Recuerdo que en el 2015 en Caracas hubo una gran marcha evangélica en rechazo al Proyecto de Ley para el Matrimonio Igualitario. Yo caminaba por Bellas Artes cuando me vi atrapada por la marea de gente con pancartas, que tenían escritos con grandes letras, mensajes que demostraban la indignación acerca de un matrimonio entre personas del mismo sexo. Aquella era una multitud casi tan aplastante como el silencio que hoy reina sobre los casos de pederastia religiosa en nuestro país.
[Nota final de El Libertario: En este blog ya nos hemos ocupado del tema y difundido denuncias sobre otros casos en torno al mismo. Ver https://periodicoellibertario.blogspot.com/2014/05/iglesia-catolica-venezolana-esquiva-y.html y https://periodicoellibertario.blogspot.com/2018/11/cura-pedofilo-lo-que-ya-es-casi.html.]
[Tomado de https://lascomadrespurpuras.com/dejad-que-los-ninos-vengan-a-mi-pederastia-religiosa-en-venezuela.]
Yo me vine a Caracas por un problema que tuvimos con la Iglesia. Casi todos en mi familia son cristianos muy devotos y hasta mi propia mamá se involucraba en los cursos de formación cristiana.
Cuándo yo tenía seis años, muchos de los niños que vivíamos en la vereda, nos quedábamos siempre en casa del Pastor Efraín, era muy común de hecho, él era un ejemplo de buen ciudadano y la gente lo quería mucho. Se había ganado tanto a los vecinos que se volvió una costumbre que nos cuidara por las tardes. Nos ponía comiquitas en un VHS y unos cojines en el piso para que nos recostáramos frente a un televisor grandote. Nos hacía cotufas como con un caramelo que quedaban muy sabrosas y siempre nos prestaba muchos juguetes; aunque él no tenía hijos, en su casa habían carritos, muñecas y juguetes plásticos de piñata. Tenía un don innato para la oratoria y sus charlas aleccionadoras para niños nunca faltaban esas tardes.
Algunos días llamaba a alguno de los niños para el cuarto y luego de que pasaba un rato, salían sin decir nada. Nadie le paraba porque estábamos metidos en nuestra película y nuestros juegos. Una tarde nos puso a ver Pocahontas pero, como yo ya la había visto y no me gustaba, le pregunté si se podía poner otra. Me sonrió y me dijo – Claro negrita linda, acompáñame para que escojas una- y yo me fui marchando detrás de él como un soldado. Cuando entramos al cuarto, él abrió un closet de madera con las puertas rotas y sacó una caja grande de cartón. Colocó la caja sobre su cama y se sentó. Me hizo señas de que me sentará sobre sus piernas para poder ver los vídeos que iba sacando. Tenía de todo pero lo que más me gustó fue que tenía la colección de Disney completa; en esa época yo estaba obsesionada con La Sirenita. Me dejó hacer una pila con las películas que más me gustaban para hacer luego, una elección final. Dijo que si yo quería, me podía llevar las películas para verlas en mi casa, yo Le dije muy emocionada – sí, gracias – y él me dijo – gracias no, regálame un besito en el cachete- Yo se lo dí aún sin estar muy convencida.
Inmediatamente intenté bajarme de sus piernas pero él lo impidió haciéndome cosquillas. Yo me reía hasta casi no poder respirar y él se reía acercando mucho su cara a la mía. Cuando las risas cesaron yo estaba acostada en la cama y el tenía su rostro colocado sobre mi pecho. El besó el lado izquierdo de mi pecho y yo quedé inmóvil. Nos levantamos de la cama, él se alejó un poco y susurrando me dijo -eres la negrita más linda –.»
Ese beso en el pecho fue para aquella niña, el comienzo de unos meses de terror. Al pasar las semanas no sabía como decirle a su mamá que ya no quería ir a esa casa. Los acercamientos del pastor de su iglesia se volvieron más y más invasivos, los besos en el pecho pasaron a lugares más inapropiados, las dulces palabras se convirtieron en chantajes, manipulación y amenazas divinas contra la niña. Entretanto él, no dejaba de predicar, de aparecer en las fiestas familiares de la vereda, de ofrecerse para hacer reparaciones, de llevarle chupetas a los niños… Era tanta la confianza de la familia de Eva hacia el pastor que, cariñosamente, le decían «tío Efraín».
Un día, cuando se acercaba su cumpleaños, la madre de uno de los niños mayores que se quedaban con el pastor, llamó a la mamá de Eva para contarle que su propio hijo acababa de confesarle lo que el santo pederasta les hacía. Las madres se organizaron inmediatamente, emboscaron al delincuente, lo golpearon con la rabia más visceral y lo entregaron a las autoridades. Lo más lamentable de todo el asunto fue que la iglesia a la que pertenecía el pastor lo defendió a capa y espada y se encargaron de enterrar el caso. Ante el nauseabundo comportamiento de su iglesia, la madre de Eva decidió que lo mejor para ayudar a sanar a su hija era alejarse de allí.
Cuento esta historia porque primero, sé que no es la única de su tipo y quizás leerla anime a víctimas de abusos a denunciar los ultrajes que sufrieron dentro de los círculos religiosos o cualquier otro. En segundo lugar, porque últimamente resuenan en los medios de comunicación una oleada de escándalos de abuso sexual en la Iglesia católica y la evangélica.Para dar una perspectiva de esta situación en Nuestra América me remito a dar algunos ejemplos.
Este año, Chile mantiene treinta y siete causas abiertas en relación con casos de Pederastia por miembros de la Iglesia católica. Hace algunos años en ese mismo país conocimos el famoso caso Karadima en el que 80 religiosos y una monja fueron acusados de abusos a menores. En Argentina el sacerdote Giovanni Granuzzo fue acusado de abusar de niños con discapacidad auditiva. En Brasil, el cura Luís Márquez fue grabado teniendo relaciones con un menor. En Colombia, el pastor David Viloria Araque, abusó de cinco menores de 14 años en Marzo de este mismo año. En El Salvador, el pastor David Alonso Torres Rosales violó a una menor de 13 años. En el caso de los corderitos católicos, el Vaticano sólo condenó a retirarse a los sacerdotes a «una vida de oración y penitencia» y pidió unas insípidas disculpas a algunas víctimas.
Si la justicia divina fue insignificante, la penal prácticamente brilla por su ausencia ya que las instituciones religiosas se encargan empecinadamente de lavar los trapos sucios en la casa y de callar a las víctimas, incluso ofreciéndoles dinero. En la mayoría de los casos, la expulsión no se concreta y cómo cereza del pastel, los abusadores son trasladados a otras comunidades con carne fresca. En el caso de la iglesia evangélica, las cosas no son muy distintas. La pederastia dentro del ámbito religioso no es más que una práctica legitimada, estructural e institucionalmente. Está basada en una sagrada masculinidad hegemónica en dónde las víctimas son vulneradas al no existir una relación de igualdad, en otras palabras el abuso lo perpetra una autoridad religiosa, un “padre espiritual”, que tiene conocimiento, control y poder físico y psicológico sobre la víctima, que dicho sea de paso, son en su mayoría, niños varones.
Pero, si Nuestra América es víctima del cáncer pederasta ¿por qué en Venezuela no ha habido un gran «escándalo»? Me atrevo a decir que en nuestro país existe un abandono de la religión católica por parte de los feligreses. Sin embargo esto no se ha traducido en un crecimiento de la población irreligiosa, sino, en una migración a otras Iglesias y cultos. Cabe acotar que estas otras Iglesias presentan más similitudes que diferencias con la iglesia católica. Los rasgos comunes más significativos son la estructura patriarcal, el poder legitimado por la religión, el machismo institucional y claro está, los indecorosos casos de pederastia.
El pasado Julio de 2018, fue publicada una noticia sobre un caso de abuso por parte de un pastor evangélico a una niña de 9 años en la Isla de Coche. Emisael Lunar fue sorprendido tratando de violar a la niña en un terreno baldío cercano a su casa. Se impidió la consumación del ataque gracias a que la hermana de la víctima divisó la situación y alertó a su madre, quien valientemente lo enfrentó y lo entregó a las autoridades. Desafortunadamente, ese no era el primer ataque del delincuente contra la niña. Si hay algo que llama la atención sobre este caso, no es su naturaleza, sino más bien la lapidaria indiferencia de los medios, activistas, políticos y feligreses venezolanos ante lo que en cualquier parte del mundo, hubiese detonado en un gran escándalo.
¿Es que acaso en Venezuela, a diferencia de sus países hermanos, esto no ocurre con regularidad? Difícil de creer de un país en el que el poder religioso se hace sentir hasta en los asuntos políticos.
Recuerdo que en el 2015 en Caracas hubo una gran marcha evangélica en rechazo al Proyecto de Ley para el Matrimonio Igualitario. Yo caminaba por Bellas Artes cuando me vi atrapada por la marea de gente con pancartas, que tenían escritos con grandes letras, mensajes que demostraban la indignación acerca de un matrimonio entre personas del mismo sexo. Aquella era una multitud casi tan aplastante como el silencio que hoy reina sobre los casos de pederastia religiosa en nuestro país.
[Nota final de El Libertario: En este blog ya nos hemos ocupado del tema y difundido denuncias sobre otros casos en torno al mismo. Ver https://periodicoellibertario.blogspot.com/2014/05/iglesia-catolica-venezolana-esquiva-y.html y https://periodicoellibertario.blogspot.com/2018/11/cura-pedofilo-lo-que-ya-es-casi.html.]
[Tomado de https://lascomadrespurpuras.com/dejad-que-los-ninos-vengan-a-mi-pederastia-religiosa-en-venezuela.]
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