Jorge Pinedo
Entre enero de 1896 y el mismo mes del año siguiente se publicaron en la ciudad de Buenos Aires los nueve números de La Voz de la Mujer – Periódico comunista-anárquico. Tiempo de vacas gordas para una restringida oligarquía y hambrunas para la clase trabajadora en expansión; José Evaristo Uriburu preside el país, los nacientes sectores medios son disputados por los nuevos partidos Socialista y Radical, cunde la leyenda del “granero del mundo”, la inmigración está en su apogeo, cuatro automóviles circulan por la Capital argentina.
Entre enero de 1896 y el mismo mes del año siguiente se publicaron en la ciudad de Buenos Aires los nueve números de La Voz de la Mujer – Periódico comunista-anárquico. Tiempo de vacas gordas para una restringida oligarquía y hambrunas para la clase trabajadora en expansión; José Evaristo Uriburu preside el país, los nacientes sectores medios son disputados por los nuevos partidos Socialista y Radical, cunde la leyenda del “granero del mundo”, la inmigración está en su apogeo, cuatro automóviles circulan por la Capital argentina.
“Aparece cuando puede y por suscripción voluntaria” aclara en la tapa el primer periódico feminista por estas playas, apenas previo a La Argentina y La Aljaba, donde predominaba la escritura de mujeres, sin ser exclusiva. Reeditado luego de más de tres décadas por la Universidad Nacional de Quilmes, esta flamante edición luce el indispensable prólogo de una de las plumas más lúcidas del feminismo, Dora Barrancos; una nota editorial de lo no menos prestigiosa María del Carmen Feijoó y la presentación original de Ni Dios, ni Patrón, ni Marido. Feminismo anarquista en la Argentina del siglo XIX, de la francesa Maxine Molyneux, que en 1986 rescató los ocho originales resguardados en el Instituto de Historia Social de Amsterdam. Cómo esos ejemplares dieron la vuelta al mundo y en su país de origen pasaron desapercibidos constituye un doble misterio que algo dice de los estudios sociales en general y sobre la mujer en especial, al menos durante el siglo pasado.
Es Molyneux quien se encarga de bosquejar el contexto económico social hacia 1860, cuando los inmigrantes eran el veinte por ciento de la población del país y más de la mitad de los habitantes porteños. Faltaban dieciocho años para que el Sindicato de Prensa declarase la primera huelga de la que se tiene registro, la militancia proletaria era masivamente anarquista y ya se hablaba de feminismo, pese a que la reivindicación por el sufragio se hallaba del otro lado del horizonte. La Voz de la Mujer tiraba entre mil y dos mil ejemplares, según el momento, de cuatro páginas en un formato similar al tabloide, a un costo por tirada equivalente a poco más del doble del salario obrero semanal. Altri tempi. “Los contenidos del periódico eran presentados de diferentes formas; la principal era el artículo, que variaba en longitud de una a dos columnas hasta una página y media. Cada número generalmente contenía un editorial, un poema y una fábula moral acerca de los ‘mártires’ de la sociedad burguesa (los pobres, los trabajadores, las prostitutas). Además se reproducían traducciones y artículos del movimiento europeo, como lo hacía en todos lados la prensa anarquista de la época”.
Producido y distribuido de modo semiclandestino, el periódico condenaba la autoridad del Estado y de la religión, con especial énfasis en la católica; promovía toda hostilidad hacia jueces y policías, a quienes consideraba agentes de la burguesía explotadora, urgiendo al pueblo a “matar algunos”, colocando al género masculino como una extensión específica de la opresión de las mujeres y al matrimonio como su instrumento. Entusiasta partidario del amor libre, La Voz de la Mujer promovía “una variante liberal de la monogamia heterosexual secuencial, teniendo como ideal a ‘dos camaradas libremente unidos’”. Con de poca a nula discusión, la temática del aborto se remite “como algo que las monjas y las mujeres burguesas llevan a cabo, y como evidencia de su hipocresía”, anota Molyneux. En contraste, cunde una atea sacralización de la maternidad, no menor al silencio impuesto sobre el trabajo doméstico, en tanto el sexo es presentado como una amenaza, del mismo modo como sitúa la situación para el género que “dado el estado de ignorancia en que están sumidas las mujeres, nosotras entendemos que nuestra misión es labrar la inteligencia”.
La redacción parece haber estado sometida a diversas internas que derivaron en el cambio de dirección tanto editorial como política, hasta que en el noveno número ingresa en crisis terminal y se despide “hasta poder volver de nuevo a la brecha, y así siempre hasta que la hora del combate suene en el reloj de la conciencia humana, para correr a vencer o a morir por la Anarquía” (imposible dejar de lado la consigna que, setenta y cinco años más tarde, representará al PRT-ERP, mutatis mutandis). La lectura de las páginas de La Voz de la Mujer equivale a saltar dentro de un túnel del tiempo lingüístico más próximo al castizo del Siglo de Oro que al habla feminista contemporánea. Detalle inmenso que otorga marco al tono moral de los artículos y los aleja de cualquier crítica extemporánea, al comprobarse que hay más distancia ideológica y semántica entre la actualidad y fines del siglo XIX que de aquel entonces y Cervantes, aunque parezca mentira. Cuando una mujer relata en primera persona su violación por parte de un cura en la sacristía, requiere ratificar la historia una y otra vez ante la incredulidad, no de la burguesía, sino de sus propios camaradas. Rupturas y continuidades entre los rígidos tiempos cronológicos que delatan la plasticidad de los tiempos históricos, cuando la diferencia la hacen las prácticas sociales y sus protagonistas.
Puede obtenerse gratuitamente en versión digital la edición con todod los números de -la Voz de la Mujer en http://www.unq.edu.ar/catalogo/509-la-voz-de-la-mujer.php
[Tomado de https://www.elcohetealaluna.com/ni-dios-ni-patron-ni-marido.]
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