Revista Kalinov Most
Es
imposible obviar la comprensión de la
droga dentro del funcionamiento como mercancía
en el capitalismo, es así cómo,
por su particular condición de
ilegalidad, se desenvuelve en un específico mercado internacional, caracterizado con los más violentos ritmos
del capitalismo salvaje
globalizado, adquiriendo brutales
niveles de explotación a lo largo de su cadena
de producción. Si quisiéramos tener un buen
ejemplo de cómo funciona el capitalismo, la
ganancia a toda costa, la salvaje explotación o
la sangre derramada en pos de los dividendos económicos,
no necesitamos mirar a la banca, ni
el trabajo en la mina: una somera pero detenida mirada al negocio de las
drogas explicaría muy bien
cada elemento.
Si
bien no nos interesa centrarnos en hacer una
crítica solo desde su aspecto productivo, mercantil
o economicista, ni mucho menos apelar
a consumos y producciones éticas de ninguna
mercancía, sí nos parece prudente evidenciar
y no desligar el consumo de drogas con
su cadena productiva y de transacciones.
Al
comprender el dominio en su forma más amplia,
y no solo en la minuciosidad de gobernantes de turno o representaciones
estatales, es que observamos
cómo el negocio de las drogas desarrolla al unísono una eficaz
herramienta de control social
para algunxs sujetxs, con la certera posibilidad de contribuir enormes
ganancias económicas
.Pero la crítica al narcotráfico no solo
puede centrarse en alguna
consigna sin una comprensión de la compleja realidad en que se
desenvuelve y convive con el Estado. Entonces, en ese orden ¿Cómo se explica el continuo endurecimiento
de legislaciones antidrogas?
¿Los millones de pesos gastados
en policías y equipos antidrogas? ¿La gran
cantidad de presxs por causas ligadas a las drogas?
La realidad es palpable en las prisiones, poblaciones,
ciudades y juzgados. El endurecimiento de penas, la persecución policial
y el encarcelamiento tanto de narcotraficantes, “pequeños traficantes” y consumidorxs es un hecho
real.
¿Qué
sucede entonces? ¿Es toda una gran pantomima
para endurecer legislaciones al
menor atisbo de lucha contra el
Estado? Pues no, al igual que
otros grandes conflictos, se hace
necesario evidenciar, por un lado, la continua convivencia y relación
endógena entre traficantes y
representantes del poder, quienes cooperan
por la supervivencia del negocio y el
control, pero al mismo tiempo se producen pugnas de intereses frente al
monopolio de la violencia y el
control con el Estado. Lo que
realmente genera una problemática a lxs poderosxs
no es el envenenamiento a poblaciones completas sino el correcto uso y
en los porcentajes adecuados
de las distintas herramientas para el control. Es de esta forma que a veces el instrumento legal, jurídico, policiaco
sirve para cubrir algún
aspecto en la pacificación y buen funcionamiento de la sociedad pero al mismo tiempo se hace necesario
servirse de estos emprendedores de la represión y el control, como lo son los narcotraficantes,
en un plano ilegal. La real
pugna es una cuestión de
estilos y porcentajes con que se administra cada
una. Mención aparte merece las enormes ganancias
económicas que produce el negocio de
las drogas en la economía mundial, no por nada
es considerado una de las actividades que mayor
riqueza produce a nivel planetario; sus beneficiarios,
entonces, siguen siendo, de una u otra
forma, los poderosos.
Rechazamos
tajantemente hablar de corrupción
ante las evidentes complicidades de
traficantes con autoridades, por el hecho de que
éstas denuncian, buscan y apelan al buen funcionamiento
de la estructura social, a la división de poderes y una esencial pulcritud de las instituciones, pues para nosotrxs,
sencillamente, los abusos o corrupciones no existen, siendo ésta la esencia del poder.
Narcotráfico y control social
Así
pues ¿cuál es la real función de las drogas y
el narcotráfico en el dominio? Para responder esta pregunta se hace
necesario analizar dos
aspectos. Por una parte observamos cómo las
drogas, en contextos urbanos y modernos, se
transforman en venenosas sustancias que tienen
como fin específico la alteración de las sensaciones,
buscando “evadir” la realidad, pero esta
evasión de la realidad trae consigo diversos elementos
paralelos, tales como la adicción, transformar
el tiempo de ocio en tiempo de consumo,
situar esta sustancia como elemento mediador
en las relaciones o transformar su consumo
en el motor principal de la vida. La droga,
entonces, se transforma en un elemento clave a la hora de conseguir el
control social en sectores
donde otros dispositivos de control no
bastan. Difícilmente puede haber algo más eficaz
y rentable para el dominio.
Nos
alejamos de los discursos de varias ONG
y algunas concepciones políticas que buscan
victimizar a lxs consumidorxs como individuos
presos y determinados por contextos imposibles de rebelarse y romper, si
bien varias de estas violentas
realidades son claves en la
trayectoria de los sujetos, creemos en la fuerza
de los individuos para romper con los contextos
impuestos...si no fuese así, ¿Sería posible
oponerse a este contexto que determina la
sumisión y control? Pues el reinado del orden sería
perfecto e incuestionable, pero la praxis revolucionaria
sabe romper con su contexto.
Volviendo
a un segundo aspecto para definir la función de la droga en el dominio,
nos encontramos no solo con su
consumo, sino por sobre todo,
con la existencia de la administración económica de ésta en el llamado
narcotráfico, donde las lógicas de poder y las distintas formas en que se expresan evidencian la
fuerte jerarquía con que se
manejan y el asfixiante control
que pretenden imponer para administrar su mercado.
Estos
miserables patrones o empresarios son
la hipertrofia del propio poder estatal. Con represión,
vigilancia y control en sus territorios, pero
también ofreciendo una que otra mejora para
conseguir la adhesión o simpatía, no presentan mayor diferencia a la
lógica administrativa y territorial
del poder establecido. Legal o ilegal, solo
es una cuestión de forma y no de fondo.
Narcotráfico y guerra social: algunos
momentos claves y algunas respuestas
A
lo largo de los últimos años el tráfico de
drogas en ningún caso se ha encontrado ajeno
como instrumento de lxs poderosxs en la
comprensión del enfrentamiento y la guerra social.
A continuación solo mencionaremos algunos
breves ejemplos donde su uso ha sido evidentemente
instalado para desarticular y desmantelar
la conflictividad. Como un muy
buen ejemplo encontramos los
programas de inteligencia del FBI, particularmente el COINTELPRO,
encargado durante la década de
los 60 y 70 de neutralizar los
distintos movimientos y agrupaciones insurgentes en suelo
norteamericano. Particular fue su
sistemática inserción de drogas en barrios negros
para desarticular desde adentro, y a los propios
entornos de los Panteras Negras. La
acción de contrainsurgencia trajo violentos enfrentamientos,
asesinatos y transformar una población
activa en zombis minando la organización desde sus propios territorios.
Una
realidad para nada distinta a la ocurrida en Europa. Francia y España,
por ejemplo, en la misma
década vivieron la inundación de heroína
en los barrios marginales, con agitación y
conflictividades mientras en simultáneo desaparecía el acceso a la
marihuana; el mercado ilegal
sabe regularse perfectamente cuando de control
social hablamos.
En
el País Vasco, cuando la heroína instalada sistemáticamente y cuasi
institucionalmente por parte
de la policía conseguía desmovilizar cada
vez a más sujetos, la organización ETA y otras
expresiones de resistencia, por su parte, deciden
combatir el tráfico atacando con explosivos distintos pubs o casas de
reconocidos traficantes, dando vida a la consigna de “Amonal o metralleta, traficante a la cuneta”.
En
plena confrontación y agitación frente a
Inglaterra, el IRA también decide frenar las continuas
expresiones de narcotráfico al interior de Irlanda que amenazaban con
desmovilizar el contexto de enfrentamiento, es así como mediante disparos en las rodillas se
expulsaba a traficantes de las
calles.
Los
incendiarios disturbios en Francia durante
el 2005 que se expresaron multiformes por los distintos barrios
terminaron siendo confrontados
y reprimidos por el poder con distintas
tácticas. Además de la intervención policial
en los barrios, el tráfico de drogas fue un
elemento clave de control social, incrementando y aumentando la cantidad
de cocaína a precios ridículos
afectando directamente a los sectores
que apostaban por quemar las ciudades. Se buscaba cambiar las urgencias
y prioridades de lxs participantes en la revuelta.
En
Grecia, durante los últimos años distin-txs
compaeñrxs anarquistas se han enfrentado con traficantes en continuos
combates y manifestaciones de
demostraciones de fuerza, buscando
expulsarles de las calles. Un traficante abatido por balas y varios compañeros
anarquistas heridos en ataques
con golpes y cuchillos, han
sido parte de la batalla que en estos
momentos se sigue dando. La necesidad de
expulsar a quienes colaboran con la policía, a quienes
buscan mantener el control y orden de la
ciudad, se hace cada vez más urgente.
El
caso chileno no escapa a esta realidad global
de confrontación, es así como durante la
dictadura el incremento de pasta base de cocaína, en las poblaciones más combativas fue, sin
lugar a dudas, una fuerte
herramienta desmovilizadora del
enfrentamiento; efectos que continuaron y se profundizaron
ya entrada la transición democrática. En la actualidad nos encontramos
con dos casos que evidencian
este antagonismo innegociable en contextos de guerra social: en mayo de 2015 una manifestación estudiantil se
desarrollaba en Valparaíso, un miserable narcotraficante se asoma por la ventana de su casa disparando
contra la multitud, su
objetivo era buscar controlar la tranquilidad
del territorio para que no arruinar su negocio,
de esta forma asesina a dos jóvenes.
En
Santiago, la combativa conmemoración de la muerte de jóvenes
revolucionarios en dictadura en la población Simón Bolívar, era comúnmente recordada con barricadas incendiarias, enfrentamientos con la
policía y la participación
activa de varixs compañerxs antiautoritarixs,
en los últimos años se vio interrumpida por los disparos de
narcotraficantes hacia la
manifestación. Nuevamente el objetivo era
atacar sobre el montón y disolver la manifestación que les arruinaría el
negocio.
Con
este breve recuento situamos al narcotráfico en la guerra social, y si
bien nos mantenemos lejos de las lógicas armadistas, jerárquicas y nacionalistas de algunas organizaciones que
los han enfrentado, sí nos
permite conocer el nivel y
profundización de las armas del enemigo en su
arsenal para enfrentar a quienes perturben el orden
establecido.
Entonces
no basta la consigna, sino que se
hace necesario reflexionar, comprender y enfrentar
al tráfico y su cultura desde una perspectiva anárquica e insurreccional,
que vaya trazando un camino
propio, no solo de ruptura total
con estos sujetos, sino de confrontación y ataque
multiforme.
[Fragmento
extraído de un artículo más extensa, titulado “Desde el combate anárquico:
reflexiones en torno al narcotráfico y el dominio”, incluido en la revista Kalinov Most # 1, cuyo texto completo
está disponible en https://kalinovmost.files.wordpress.com/2019/04/kalinov1.pdf.]
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