Humberto Decarli
Hay
un acontecimiento acaecido hace pocos días que no puede pasar inadvertido. Se
trata de la denuncia del tratado de salud con Cuba por parte del presidente
brasileño Jair Bolsonaro quien dijo no tener problemas con los médicos que
decidan quedarse en Brasil siempre y cuando hagan los estudios equivalentes,
pagándoles sus salarios completos. Es conocida la dinámica de la cancelación de
los sueldos a tales profesionales universitarios en un treinta por ciento
porque el setenta por ciento restante se lo lleva el Estado antillano.
La teoría marxista del valor
El
valor de la mercancía según el pensador de Tréveris radica en la plusvalía
entre la compra al trabajador por parte del empresario de su fuerza de trabajo
mientras se adueña del resultado del mismo para disponerlo siempre por encima
de lo cancelado por la prestación del servicio. Haciendo abstracción de la
vigencia de esa teoría marxista lo que llama la atención es que los Estados
socialistas como patrono, perciben una cantidad enorme al aumentarse la tasa de
plusvalía por la ausencia de sindicatos, huelgas y reformas economicistas en
esos países.
Conducta del capital luego de la segunda
guerra
Después
de culminada la segunda conflagración, una de las iniciativas tomadas por los
triunfadores fue impedir la repetición de tales conflictos y para ello apelaron
al mantenimiento de los equilibrios macroeconómicos creando organismos
multilaterales como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial. Y en
el plano social se generó el Estado del Bienestar o WelfareState en Europa
occidental donde se otorgó a los laborantes una seguridad social eficaz y
sueldos completos amén de beneficios sociales colaterales.
No
obstante, la dinámica obrero patronal se orientó hacia una espiral en la cual
era indetenible el incremento de los salarios y los derechos y conquistas
sociales. Esa fue la luz de alerta para que el factor capital tomara un nuevo
rumbo con la finalidad de impedir este movimiento imparable.
La tecnología como freno a los ascensos
sociales de los trabajadores
Ante
ese circuito cerrado constituido por la presión de los trabajadores el capital
hizo una inversión intensiva en tecnología para reemplazar al trabajo humano.
El resultado fue la expansión de la automatización de la producción y del
consumo en los países más avanzados económicamente. El trabajador era
prescindible porque una máquina lo reemplazaba y en casos de labores monótonas y
repetitivas arrojaba una mejor labor.
El
uso de la informática y la electrónica desplazó al obrero normal y corriente.
Así, en la medida que un país avanzaba en el campo de las industrias del
futuro, de la ciencia y la tecnología, en esa dirección no requería obreros a
su servicio. Ante esa situación superflua ha aumentado la exclusión social.
El
desempleo ha subido porque la automatización reduce al mínimo la necesidad de
trabajadores. El “ejército de reserva” del cual hablaba Marx cuando se refería
al desempleo ya no existe porque al sufrir la expulsión del sector productivo
la gente difícilmente vuelva a él. No hay la más mínima posibilidad de rotación
del personal propia de economías industriales, mineras o agrícolas.
La plusvalía en los Estados socialistas
La
plusvalía generada por los laborantes en los Estados socialistas es
infinitamente mayor a la producida hacia las transnacionales. El Estado es el
patrono más poderoso, en especial en las naciones donde es el eje de la
economía y la política, como es el caso de Venezuela y Cuba. Las empresas
estatales venezolanas, proliferadas durante las tres bonanzas petroleras
venezolanas (1973, 1989 y la de los años
dos mil), se conformaron, fusionaron y fracasaron. PDVSA, SIDOR, CORPOELEC,
CANTV, las básicas de Guayana, eran emblemas del Estado capitalista y llegaron
a suscribir convenciones colectivas que superaban con creces los parámetros
mínimos legales. Ahora aplanan todo alrededor del salario mínimo como muestra
de la igualdad por los niveles más bajos. En Cuba es diferente porque sus
empresas nunca fueron privadas y las fuerzas armadas son mayoritariamente las
propietarias de estas sociedades mercantiles con lo cual no existe ninguna
tradición de lucha por conquistas sociales.
En
general los Estados socialistas son las entidades de trabajo y mantienen un
régimen salarial y de beneficios sociales decididos desde un solo lado porque
no hay sindicatos, derecho a huelga ni supervisión alguna sobre el trabajo de
los niños y las mujeres. Todo se resuelve con el acatamiento a las normas y en
su defecto, hace su entrada la represión. Son Estados súper explotadores porque
en general pagan salarios de hambre a sus laborantes sin envidiarle nada a los
niveles de extracción laboral en la época de la revolución industrial.
Críticas ante esta muestra de
expoliación
Muchos
sectores de izquierda guardan un silencio cómplice ante esta coyuntura y es muy
doloroso que un fascista como Jair Bolsonaro haya sido quien la haya hecho
evidente en el caso de los médicos cubanos. Incluso, López Obrador piensa
recoger el negocio de la Cuba fidelista anunciando que los contratará dándole
oxígeno financiero a la dictadura de los politicastros.
Más
grave aún es la conducta de organismos laborales internacionales como la
O.I.T., que no opina en absoluto; ni el Comité de Derechos Humanos de las
Naciones Unidas quien nada dice al respecto. Es importante acotar que esta
situación se repite con todos los empleados del Estado cubano y de sus
empresas. Es el esquema diseñado para sostener un esquema autoritario y
represivo.
Conclusiones
Con
el ejemplo tratado en este artículo el marxismo muestra su total incapacidad en
materia económica. No puede esconder sus niveles de aprovechamiento del trabajo
humano bien distante de una sociedad donde reine la igualdad, se eleve la
calidad de vida de los hombres y las mujeres y se reduzca la pobreza. Más bien
donde ha reinado se ha producido una fábrica de pobres llegando a tasas de
menesterosos, indigentes y de inopia. Esa es la realidad del socialismo
autoritario enmascarado en consignas de progreso no cumplidas en la praxis.
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