Rafa Rius
Desde que los nazis colocaban a la entrada de sus campos de exterminio el insuperable y terrible sarcasmo del “Arbeit macht frei”, sabemos que, no sólo el trabajo no nos hará libres, sino que el lenguaje, todo lenguaje, está hasta tal punto colonizado por los distintos poderes que nos gobiernan y oprimen, que no podemos vivir sino en estado de perpetua desconfianza tendente a la paranoia, respecto a la posibilidad de conocer algo con un grado aceptable de certeza.
Desde que los nazis colocaban a la entrada de sus campos de exterminio el insuperable y terrible sarcasmo del “Arbeit macht frei”, sabemos que, no sólo el trabajo no nos hará libres, sino que el lenguaje, todo lenguaje, está hasta tal punto colonizado por los distintos poderes que nos gobiernan y oprimen, que no podemos vivir sino en estado de perpetua desconfianza tendente a la paranoia, respecto a la posibilidad de conocer algo con un grado aceptable de certeza.
Cuando a un político le preguntan por los casos de corrupción en su partido y contesta que su perrito está creciendo muy bien, gracias; tanto da que sea en una entrevista de prensa como en una comisión de investigación parlamentaría, la cosa va mucho más allá de una simple tomadura de pelo. Responde a una estrategia de manipulación de la verdad perfectamente diseñada por los supuestos cerebritos del partido. Apoyados en la constatación evidente del: “como puedo hacerlo con total impunidad, lo hago, porque la gente se traga lo que le eches”, se dedican a burlarse de los mismos que les han colocado donde están, contando con la sonrisa cómplice de sus palmeros y sabiendo que no va a tener consecuencias electorales que es lo único que en realidad les preocupa.
Si de entrada aceptamos la evidencia de que ningún político que quiera hacer carrera, se puede mover ni un ápice del guión trazado en el think (¿?) tank del partido y recibido a primera hora de la mañana, con advertencia de obligado cumplimiento so pena de ostracismo y desafección de los que en ese momento detentan el poder, entenderemos la inanidad culpable de tantas declaraciones que no declaran nada. No declaran nada en la superficie, si analizamos el subtexto de lo que dicen, habría muchas posibles lecturas entre líneas, pero suelen resultar tan deprimentes y anodinas que mejor no intentarlo.
La vieja paradoja de que en el fondo todo es cuestión de forma, cobra aquí toda su vigencia. Detrás de la aparente futilidad de un discurso huero, se oculta no solo la ausencia de tal discurso, sino que esa ausencia deviene la esencia del discurso mismo.
Toda esa estrategia de distracción acerca de lo que en realidad nos afecta, nos llega adecuadamente envuelta en neologismos, anglicismos, eufemismos… al objeto de que las palabras más añejas e inequívocas parezcan adquirir nuevos significados, siempre a la medida de los amos del diccionario. Veamos: ahora ninguna noticia es falsa, son tan solo fake news, y ya no existen las proposiciones mentirosas, tan solo forman parte de la posverdad. Los eufemismos rara vez son inocentes porque están concebidos precisamente para enmascarar realidades que se consideran incómodas. En el caso del campo semántico de la política o la economía, cumplen una función insustituible como método para acabar convenciendo a sus sumisos votantes de lo más inaudito: “yo no veo a ricos y pobres, veo españoles…” o “no vamos a despedir 15000 trabajadores, es tan solo una reestructuración de la plantilla…”
También existen términos fetiche como la palabra “cambio”, que están continuamente en boca de los políticos de todo el espectro partidario: todos están por el cambio, aunque nadie sepa muy bien en que consiste, como no sea el cambiar de chaqueta, y aunque lleven cuarenta años repitiendo lo mismo sin que nadie haya visto jamás al susodicho… no importa, sus expertos informan que el truco sigue colando y para que variar lo que funciona…
Como siempre, el problema no está en aquellos que utilizan esas tácticas rastreras en el uso manipulado del lenguaje, sino en los que, sensibles a la verborrea de los charlatanes fuleros, les compran su mercancía averiada con su servidumbre voluntaria y su voto entusiasta. Los casos de EEUU, Argentina, Brasil, Chile, Italia, Austria, Eslovaquia, Polonia, Hungría.. e tutti quanti no son gratuitos ni casuales. En el caso de eso que llaman España, tampoco.
Los grandes poderes financieros transnacionales ya no necesitan obligatoriamente de dictadores o militares (valga la redundancia) que entren como elefante en cristalería y den mala imagen, les basta con expertos en marketing electoral bien pagados que, mediante un exhaustivo dominio del lenguaje y la psicología de masas, dentro de una adecuada campaña y un proceso electoral impecablemente “democrático”, coloquen a sus títeres políticos en el poder para seguir ejerciendo su control de manera más incuestionable y efectiva.
¡Y nosotr@s que lo veamos!
[Tomado de http://www.radioklara.org/radioklara/?p=7364.]
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