Colectivo Contrainformativo SubVersión
* En memoria de Ramón Ascue, liberador de la Madre Tierra en Corinto, con quien compartimos largas conversaciones a cerca del futuro de la Liberación, imaginando aquellas tierras totalmente recuperadas, al son de unas buenas totumadas de chicha. En las tardes, cuando ya se iba ocultando el sol, el balón, en medio de una cancha que antes era cultivo de caña, nos llamaba a desbordar el talento para gritar un gol. Don Ramón, Liberador que denunciaba, informaba y comunicaba lo último en el territorio: “mire este vídeo, para que lo difundan y denuncien allá en Bogotá”; entre otras, amigo y compañero de procesos de la ciudad de Bogotá, lo asesinarían el 14 de mayo, sicarios al servicio del paramilitarismo.
¡El sol aún no se ha apagado!
A escasos dos años de la firma del acuerdo de paz entre la insurgencia de las Farc-Ep y el Gobierno Nacional, la otra guerra, o mejor, la Guerra en su más amplio sentido, ha continuado su vertiginoso escalamiento aunque se presente de manera silenciosa, selectiva, solapada y estratégica, arremetiendo con especial crueldad los espacios del movimiento social y los territorios de las comunidades que se levantan para resistir a los embates contra los bienes naturales que agencian los planes del capital, dejando estelas de dolor y muerte a su paso.
* En memoria de Ramón Ascue, liberador de la Madre Tierra en Corinto, con quien compartimos largas conversaciones a cerca del futuro de la Liberación, imaginando aquellas tierras totalmente recuperadas, al son de unas buenas totumadas de chicha. En las tardes, cuando ya se iba ocultando el sol, el balón, en medio de una cancha que antes era cultivo de caña, nos llamaba a desbordar el talento para gritar un gol. Don Ramón, Liberador que denunciaba, informaba y comunicaba lo último en el territorio: “mire este vídeo, para que lo difundan y denuncien allá en Bogotá”; entre otras, amigo y compañero de procesos de la ciudad de Bogotá, lo asesinarían el 14 de mayo, sicarios al servicio del paramilitarismo.
¡El sol aún no se ha apagado!
A escasos dos años de la firma del acuerdo de paz entre la insurgencia de las Farc-Ep y el Gobierno Nacional, la otra guerra, o mejor, la Guerra en su más amplio sentido, ha continuado su vertiginoso escalamiento aunque se presente de manera silenciosa, selectiva, solapada y estratégica, arremetiendo con especial crueldad los espacios del movimiento social y los territorios de las comunidades que se levantan para resistir a los embates contra los bienes naturales que agencian los planes del capital, dejando estelas de dolor y muerte a su paso.
No es casualidad el silenciamiento sepulcral impuesto a la voz de quien, con su corazón y entusiasmo ha defendido su gente y las costumbres que les son propias. Su convicción y su esperanza han sido semilla para crear un mundo otro, contagiando múltiples corazones para atreverse a soñar la libertad y la armonía para con la naturaleza.
El Estado colombiano – y como cualquier otro en el mundo- no está, ni estará interesado en abrir caminos para la autodeterminación de los pueblos o comunidades: Éstas, con sudor, lágrimas y sangre –sobre todo esta última, como se ha visto- han tenido que caminar, sin olvidar sus sueños colectivos y comunitarios.
¡Ya son decenas y decenas de activistas sociales asesinadas a lo largo y ancho de la geografía nacional! todas y cada una de las víctimaas, han sido aquellas que se oponen a proyectos minero-energéticos, monocultivos, hidroeléctricas, entre otros, que hacen parte de los orgasmos del gran Capital. La justificación burocrática institucional no deja de ser descarada y burlesca, como lo fueron, las declaraciones del anterior Ministro de Defensa Juan Carlos Villegas, o de altos mandos militares, al afirmar que son “líos de faldas”[1], “casos aislados”, entre otros, que sólo expresan el cinismo argumentativo de aquellas que en sus manos reposan las manchas de sangre cargadas de dignidad y rebeldía de quienes han sido asesinadas por encarar con valentía proyectos de resistencia.
Mientras el enemigo acumula sangre y odio, nosotras y nosotros desde abajo, acumulamos esperanza y solidaridad –pero ojo, no desde la perspectiva “hippie pequeñoburguesa”, sino, desde el nutrido acerbo de lucha que acompaña a nuestro pueblo- para comenzar a enfrentar la guerra que el Estado y el Capital se empeña por imponer – a manera de paradoja – como la única opción de vida.
La estrategia paramilitar parece encontrar los puntos clave para desestabilizar un pueblo; pues no solo se asesina una activista o líder, con ellos se va una parte de la comunidad que les parió, y hoy en día, continúa resistiendo con la frente en alto.
La guerra silenciosa y solapada está a la vuelta de la esquina, a todas y todos nos pueden llamar a la puerta si nuestra estrategia y táctica no está clara ni tampoco organizada. Por ende, es urgente cohesionarnos en las bases del movimiento social como necesidad inexorable en esta lucha por la vida. Recordemos que no todo está perdido; ya lo decía el Viejo Antonio (personaje presente en los Otro Cuentos del Subcomandante Marcos): “Elige un enemigo grande y esto te obligará a crecer para poder enfrentarlo. Achica tu miedo porque, si él crece, tú te harás pequeño”[2].
Notas
[1] Declaraciones del Ministro de Defensa en el mes de diciembre del 2017: https://www.elespectador.com/noticias/politica/asesinatos-de-lideres-son-por-lios-de-faldas-ministro-de-defensa-articulo-728893
[2] Ver al respecto, Los Otros Cuentos, Vol. 2: Uno es tan grande como el enemigo que se escoge para luchar: https://www.javerianacali.edu.co/sites/ujc/files/node/field-documents/field_document_file/cuentosdelsubcomandantemarcos.pdf
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