Alejandro Ortiz B.
El teatro
llamado libertario en Hispanoamérica, fue -a no dudarlo- una de las
experiencias más amplias y diversificadas en la renovación teatral de buena
parte del mundo de habla hispana en la primera mitad del siglo XX, particularmente
en los albores del siglo. Una característica propia y común fue la de estar
vinculado con prácticas sociales de reivindicación política y de organización
gremial. Se trata también de un genuino teatro “de anticipación social”, que
muestra las duras contradicciones de la realidad social en América Latina y que
ofrece un testimonio de primera mano de la permanencia de una desigualdad
humana que el modelo modernizador de la economía y de los modos de producción
en nuestros días no han hecho otra cosa que agudizar lo que en las primeras
décadas del siglo XX los movimientos anarquistas y sus llamados “cuadros
artísticos” habían ya anunciado con una mirada esquemática y un tanto maniquea,
pero a todas luces, con una claridad sorprendente.
El
teatro llamado libertario en Hispanoamérica, fue –a no
dudarlo– una de las experiencias más amplias y diversificadas en la renovación
teatral de buena parte del mundo de habla hispana en la primera mitad del siglo
XX, particularmente en los albores del siglo. Una característica propia y común
fue la de estar vinculado con prácticas sociales de reivindicación política y
de organización gremial. Algunos autores importantes para la consolidación de
los teatros nacionales formaron parte de los repertorios de los grupos y clubes
dramáticos anarquistas en diversas partes como fue el caso de Florencio Sánchez
con algunas de sus obras más representativas como “Canillitas” o “Barranca
Abajo”. Pero también se sabe de autores europeos como Enrique Ibsen, cuya obra “Un
enemigo del pueblo” fue muy apreciada para su escenificación, dentro de asambleas
gremiales o sindicales, en virtud de que por su temática permitía el debate y
la discusión en torno de ideas anarquistas, como puede ser la de la conciencia
individual y la libertad e independencia de pensamiento.
Teatro anarquista y prácticas culturales
Podemos
decir que la experiencia de teatro libertario en Hispanoamérica parece no ser
la de un discurso homogéneo orientado exclusivamente a ser una herramienta de
divulgación de la ideología anarquista; más bien se trató más allá de eso, de
un instrumento eficaz para la promoción de foros de discusión y de agitación y propaganda;
pero al mismo tiempo se utilizó como un medio para que las uniones obreras de
filiación anarco sindicalista se allegaran de fondos económicos para su lucha.
Es claro, y será un elemento muy importante para la indagación y la
contrastación de experiencias, que las orientaciones del teatro libertario no
siempre fueron en el mismo camino, por una razón fundamental: se trata de un teatro
configurado con toda claridad como un discurso emergente en el que no se
pretendía ni una indagación estética en primera instancia, ni tampoco su
trascendencia en el tiempo. Se trató de un teatro de la inmediatez y en ello
radica su virtud. Pero a pesar de ello se pueden encontrar ejemplos que de
manera paradójica trascendieron en el tiempo y en ocasiones al espacio propio
de su contexto de enunciación.
Un
aspecto, por demás interesante que debe destacarse, es que el teatro de
filiación anarquista en Hispanoamérica, es que más allá de su propio contexto o
de la inmediatez de las acciones teatrales que se emprendían, había un objetivo
común, que es el uso del teatro como un espacio de interacción comunitaria.
Esto es lo que al respecto menciona Carlos Fos, refiriéndose a las prácticas
teatrales rioplatenses y que puede aplicarse, en términos generales, a la
mayoría de las experiencias teatrales anarquistas hispanoamericanas:
«Es
evidente que la práctica escénica era para nuestros anarquistas un arma de
combate más. La cultura anarquista parte desde la concepción clara de que la
lucha es la vida y, por lo tanto, las representaciones de esa cultura remiten
siempre a esa vida, a esa lucha. Punto de coincidencia entre los diversos
matices estéticos del pensamiento ácrata es reivindicar el “arte en situación”,
el acto creador por encima de la obra en sí. Las obras teatrales no fueron una
excepción a esta regla. Los anarquistas promueven un arte de la
disconformidad.» [1]
Históricamente
se puede ubicar al teatro libertario de filiación anarquista en Hispanoamérica
en las primeras décadas del siglo XX, en particular las décadas del 10 y del
20. La razón estriba no solamente en el hecho de la difusión de las ideas
anarquistas en América [2], sino también en relación con el tiempo histórico
concreto del movimiento y su relación con la conformación y organización de organizaciones
obreras a partir de la naciente industrialización en el subcontinente, así como
a determinados momentos álgidos en las luchas sociales de los distintos países.
El ejemplo más preciso no lo es Argentina –cuyas experiencias de teatro
libertario suelen referirse como las más significativas– sino México. La Revolución
Mexicana, sus luchas sociales y sus vínculos en sus inicios con las organizaciones
obreras militantes que desde las fábricas y las uniones obreras combatieron a
la dictadura del general Díaz, mucho antes de que Madero enarbolara la causa por
la democratización del país. A pesar de que no contemos hasta ahora con
numerosos ejemplos de dramaturgia de filiación anarcosindicalista, las obras y testimonios
con que se cuentan, nos hacen ver la importancia que el teatro tuvo, como medio
de propaganda y como práctica social y cultural. El teatro durante décadas
formó parte de un discurso emergente, en un campo cultural muy poco reconocido
en la historia social de la revolución mexicana. La diversidad de discursos, las
divergencias sociales y ante todo el discurso oficialista de la revolución
triunfante, en cierta medida acallaron las voces de la práctica teatral en
particular y de la cultura obrera anarquista en general. Tal pude ser el caso
del teatro de Ricardo Flores Magón y el de otros dramaturgos todavía ignorados
o que simplemente que yacen en el anonimato.
En el
caso del anarquismo mexicano, en la primera mitad del siglo XX
puede
observarse la utilización del teatro como recurso
de
agitación social, como es el caso de la dramaturgia de Ricardo
Flores
Magón y la de Rafael Pérez Taylor, los dos autores dramáticos libertarios
mexicanos más reconocidos. En el caso de Flores
Magón,
sus obras “Tierra y Libertad” y “Verdugos y víctimas”, la norma se cumple con
precisión al grado de que por momentos más parecen arengas políticas que obras
de teatro; aunque su duración y división en largos actos rompa la regla. No así
con el teatro sintético de Rafael Pérez Taylor, que sigue al pie de la letra el
canon anarquista en cuanto a los aspectos formales como es el caso de las obras
“Un gesto”, “Lo que devuelve la ciudad” y “Contrastes de la vida”.
Un caso
interesante es el de la Casa del Obrero Mundial en México [5], en donde se
organizaron no sólo cuadros dramáticos y tertulias o veladas artísticas a
beneficio de la causa anarcosindicalista o de determinada unión de
trabajadores, sino que por añadidura, se organizaron en su sede aulas en las
que se impartían cursos de distinta índole, como se observa en este testimonio
de José Estévez y Ramón Gil, luchadores sociales:
«Para
cumplir con este papel doctrinario se efectuaban en sus salones conferencias y
cursos, sobresaliendo de entre quienes realizaban esta labor Antonio Díaz Soto
y Gama, Lázaro Gutiérrez de Lara, Adolfo Santibáñez, Santiago R. de la Vega,
Rafael Pérez Taylor, José Santos Chocano e Isidro Fabela. Los cursos que se
impartían eran gramática, taquigrafía, aritmética, geometría, historia general,
cosmografía, física, así como la enseñanza de oficios; el sastre Luis Méndez,
el zapatero Juan Lozano, el linotipista Fredesvindo Elvira y Jacinto Huitrón daban
clases de corte, dibujo, música y declamación.» [6]
Sabemos
también que Rafael Pérez Taylor no sólo escribió obras de teatro para la Casa
del Obrero Mundial, sino que llegó a representarlas con los propios cuadros
artísticos surgidos de esta organización gremial.
En el
puerto de Veracruz, –bien valga como ejemplificadora experiencia comentarlo–
como lo han investigado Mary Carmen Lara y Daniel Nahmad Molinari, en sus
respectivos estudios, durante los años veinte, época de radicalismo político y
luchas de reivindicaciones sociales y de organizaciones gremiales en esta importante
ciudad mexicana, el teatro jugó un papel muy importante en la configuración del
anarco-sindicalismo dentro del amplio espectro de lo que fue la Revolución
Mexicana como movimiento aglutinante de discursos sociales en las primeras
décadas del siglo veinte.
En
cambio, en otros países de Hispanoamérica la práctica teatral vinculada al
anarquismo alcanzó incluso una cierta autonomía hasta llegar a los espacios
convencionales de representación teatral y, casi diríamos, reconfigurarse como
una práctica en un plano discursivo hegemónico. Tal fue el caso de Florencio
Sánchez, cuyas obras como “M’hijo el dotor”, y “Barranca abajo”, forman parte
claramente del canon de la dramaturgia rioplatense, pero que en su tiempo, en
la primera década del siglo XX, formaron parte de los repertorios de los
círculos y veladas anarquistas, junto con su también célebre obra “Canillita”
(1903),que expone las vicisitudes de un vendedor de periódicos en una sociedad
moralmente corrompida.
En España
también ocurrió lo mismo con autores como Joaquín Dicenta, cuya obra tuvo una
enorme influencia en Hispanoamérica en los ámbitos radicales de izquierda. Pero
sobre todo en España misma, pues incluso una de sus obras más conocidas, “Juan
José”(1895), que expone las diferencias de clase en la sociedad española de su
tiempo, se representaba con regularidad durante las conmemoraciones del Primero
de Mayo.
Por otra
parte es bueno recapitular que en términos amplios, asumiendo que el teatro de
filiación anarquista se desarrolló en Hispanoamérica bajo el esquema de un
proyecto político social, que trascendía fronteras, se pueden encontrar un
número interesante de coincidencias, como lo hace notar Eva Golluscio en relación
con la práctica teatral anarquista rioplatense. [7] Por ejemplo en cuanto a lo
tocante al ámbito en que se desarrolló. No se trataba de un teatro que tuviese
una cierta autonomía como fenómeno artístico, sino que se trató de un artefacto
cultural –por así decirlo– que se insertaba en un campo más amplio, como lo fue
el de la práctica cultural anarquista. Las obras se representaban dentro de
asambleas y festejos y solían culminar con un baile y una fiesta. En México,
por ejemplo se organizaba lo que se llamaban “Jamaicas” o “kermess”, [8] como
podría denominarse actualmente a ese tipo de festejos populares. En Argentina
esto es lo que nos dice Eva Golluscio al respecto:
«La
función dramática ofrecida por los centros libertarios tuvo rara vez una
existencia autónoma; siempre integrada dentro de un programa extenso –himnos,
conferencias, intervenciones sindicales, debates, piezas teatrales, recitados,
bailes, tómbola, música – la representación teatral constituía un eslabón
dentro de un conjunto más vasto, el del acto militante [y añade más adelante]
El programa típico terminaba generalmente en un baile, lo cual no deja de hacer
pensar en los circos rioplatenses [...] en los cuales el programa circense concluía
con la representación de un drama gauchesco coronado por “Apoteosis y baile”».
[9]
Un teatro humano, sin dios ni amo
Es claro
que estas notas son, a final de cuentas, un acercamiento inicial a lo que fue
el discurso teatral ubicado en contextos sociales poco reconocidos
históricamente, en el amplio horizonte de las prácticas escénicas y
dramatúrgicas hispanoamericanas del siglo XX. Sirvan estas líneas para iniciar
un reconocimiento más amplio de lo que fueron prácticas discursivas bastante
alejadas de los discursos dominantes en los campos culturales de la América
Hispánica. No se trata de reivindicar aquí determinadas ideas de la calidad
artística de las obras y de los espectáculos, sino de abrirle espacio a la
recuperación de la memoria histórica de una serie de prácticas culturales en
donde el teatro dio voz a poblaciones marginadas, oprimidas y que además
encontraron en la práctica teatral algo que suele no estar presente en los
dominios del llamado “teatro de arte”: una interacción humana que dio un
sentido de pertenencia social a sectores poblacionales, consiguiendo con ello que
el teatro como medio de expresión humana, se constituyese como factor de
cambio. Y de eso mucho tenemos que aprender en nuestro tiempo y circunstancias.
El teatro llamado libertario en Hispanoamérica, fue –a no dudarlo– una de las
experiencias más amplias y diversificadas en la renovación teatral de buena
parte del mundo de habla hispana en la primera mitad del siglo XX, particularmente
en los albores del siglo. Una característica propia y común fue la de estar
vinculado con prácticas sociales de reivindicación política y de organización
gremial. Se trata también de un genuino teatro “de anticipación social”, que
muestra las duras contradicciones de la realidad social en América Latina y que
ofrece un testimonio de primera mano de la permanencia de una desigualdad humana
que el modelo modernizador de la economía y de los modos de producción en
nuestros días no han hecho otra cosa que agudizar lo que en las primeras
décadas del siglo XX los movimientos anarquistas y sus llamados “cuadros
artísticos” habían ya anunciado con una mirada esquemática y un tanto maniquea,
pero a todas luces, con una claridad sorprendente. Un teatro que no siguió las
consignas de las corrientes teatrales de su tiempo, sino que mantuvo su esencia
de discurso emergente y contestatario, antes de que la noción de teatro social
o teatro político se configurara en el teatro hispanoamericano del siglo XX. Un
teatro fiel a la máxima anarquista: “Sin Dios ni amo”.
Notas
[1] Fos,
Carlos, “Palabras preliminares” en Verzero, Lorena, (Edición y Compilación), En
las tablas libertarias (experiencias de teatro anarquista en Argentina a lo
largo del siglo XX), Buenos Aires, Editorial ATUEL, 2010, pp. 10-11.
[2] La
dramaturga e historiadora del teatro Marcela del Río observa, en el caso de
México, la manera como el anarcosindicalismo fue difundiéndose a lo largo del periodo
de entresiglos, hace ya más de una centuria:“Los textos políticos del anarquismo
europeo, desde los pioneros, Stirner y Godwin del siglo XIX, hasta los editados
durante el período revolucionario (1910-1921),fueron llegando a México en etapas
sucesivas. Se conocieron por diferentes publicaciones, autores como Proudhon,
Bakunin y Kropotkin. Las ideas se divulgaron y la corriente anarquista consiguió
tener influencia en un período que va de 1860 a 1920. La divulgación se llevó a
cabo por las actividades políticas propiamente dichas, a través de los
periódicos de oposición a la dictadura de Porfirio Díaz y de los teatros
populares y auditorios de los centros fabriles y sindicales”. Del Río Marcela,
“El teatro anarquista mexicano” Universo
de El Búho [México] Año 7, núm. 76, Julio 2006, pp. 5-11.
[5] La
Casa del Obrero Mundial (COM) fue una organización obrera de filiación anarcosindicalista,
que ocupó un papel preponderante en las luchas obreras en México durante la
Revolución Mexicana a partir de 1912 y hasta 1919. Si bien fue motivo de
críticas ante su aparente apolitismo y falta de congruencia en cuanto a su
orientación ideológica, como fue el caso de su apoyo al Carrancismo en su combate
a los zapatistas a través de los batallones rojos, también es cierto que su influencia
fue notable en la conformación de las leyes laborales emanadas de la Constitución
de 1917.
[6]
Citado en http://memoriapolíticademexico.org/Efemerides/9/22091912.
hml, (mayo 2011).
[7]
Golluscio de Montoya, Eva,, “Elementos para una
“Teoría” teatral libertaria (Argentina 1900), Latin American Theatre Review, Fall 1987, pp. 85-93.
[8]
Véase la tesis de maestría de Mary Carmen Lara, La
estética anarquista como práctica escénica emergente, en la ciudad de Veracruz
en 1922 y 1923, Xalapa [Tesis de Maestría en Artes Escénicas], Universidad
Veracruzana, 2011, 174 pp.
[9]
Golluscio de Montoya, Eva, op. cit., pp. 66.
[Versión
resumida de un texto más extenso de igual título, que en versión original
compkleta es accesible en https://anarkobiblioteka.files.wordpress.com/2016/08/el_teatro_de_filiacic3b3n_anarquista_en_mc3a9xico_e_hispanoamc3a9rica_-_alejandro_ortiz_bullc3a9_goyri.pdf.]
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