José Luis Oyón
*
Se reproducen aquí el Abstract y el Epílogo de un extenso artículo
titulado “La ciudad desde el consumo:
Kropotkin y la Comuna anarquista de La Conquista del Pan”, que en versión
completa está en http://polired.upm.es/index.php/urban/article/view/3084/3152.
La
conquista del pan de Piotr Kropokin fue como se sabe el libro de cabecera,
el libro de las « ideas » del movimiento obrero anarquista en la España del
siglo pasado. De manera explícita, la ciudad, la comuna insurrecta, se ofrece
en el texto del revolucionario ruso como utopía donde imaginar los trazos
esenciales de la futura sociedad emancipada. El libro construye un proyecto
territorial en coherencia con otros artículos y textos del autor, algunos de
ellos, como Campos, fábricas y
talleres, bien conocidos en el mundo de la geografía radical
y los estudios urbanos críticos. Este artículo disecciona La conquista del pan como
texto que expone las líneas esenciales de una sociedad anarquista inspirada en
una visión de la ciudad desde el consumo socializado. La nueva sociedad
emancipada que se propugna en el libro se asienta en un nuevo espacio que revoluciona
la concepción capitalista del abastecimiento, la vivienda y los servicios
públicos urbanos. A modo de sugerencia para futuras investigaciones, el
artículo se pregunta finalmente sobre la posible filiación de La conquista del
pan con el rico imaginario de proyectos de ordenación territorial y luchas
sobre el consumo urbano generados en el anarconsindicalismo de los años treinta
y sobre la posible relectura de libro a la luz de la cuestión urbana hoy en
día.
…
No es objeto de este texto
reconstruir el multiforme camino por el que los lectores anarquistas adaptaron
las enseñanzas de La conquista del
pan a sus reivindicaciones en la acción política y sindical o
a sus sueños de una sociedad definitivamente liberada. Más allá de su indudable
relación con una larga tradición insurreccional de carácter local y federal
–expresada con mucha claridad en el Sexenio-, sería interesante investigar
hasta qué punto en los años republicanos la fuerza de la idea de una revolución
que se declara de entrada local, de una comuna revolucionaria insurrecta que
aspira luego a la federación posterior solidaria con otras comunas, es heredera
de la visión del proceso revolucionario defendida por Kropotkin y las tesis
anarco-comunistas. Los diversos estallidos revolucionarios locales de la Segunda
República que declararon el comunismo libertario en el marco del municipio
libre son descendientes directos, no ciertamente de la La conquista del pan pero
sí de una manera de ver el proceso revolucionario que el texto de Kropotkin ayudó
en buena medida a consolidar al convertirla en canónica. Como pensaba el
revolucionario ruso, España era por su diversidad local y regional un país
especialmente apto para extender la nueva Comuna anarquista parisina a otros
territorios hermanos.
Más cercano al propósito de
estas páginas es sugerir la posible influencia de un libro tan leído en las
numerosas luchas sobre el consumo urbano que marcan los años de entreguerras. La
búsqueda de conexiones del libro Kropotkin con las huelgas de alquileres de los
años treinta, un campo donde se han estudiado más las acciones y sus
consecuencias que no sus orígenes ideológicos podría ser un primer campo de
análisis obvio (Rider, 1989; Oyón, 2007; CNT, sf). Otro campo de investigación
lo constituye el rico imaginario de proyectos de ordenación territorial que
brotaron del mundo libertario durante la Segunda República y su más o menos
directa filiación con la reflexión territorial del anarco-comunista ruso. Del comunalismo
autosuficiente de Urales a las tesis anarcosindicalistas de Besnard o los
modelos mixtos -y diversos entre sí- de Isaac Puente, Gastón Leval, Abad de
Santillán o Higinio Noja, Xavier Paniagua ha recorrido ese rico mundo de ideas
de imaginación espacial del comunismo libertario pensadas para
desplegarse con la revolución (Paniagua, 1982). Eduard Masjuan, que reduce las
propuestas a una vía anarco-comunalista y una anarco-sindicalista con
preeminencia del plan, insiste en coincidencias esenciales en ambas, como la
organización de abajo arriba de los municipios en federaciones y, en especial,
la insistencia en una descentralización de las grandes ciudades paralela a la
búsqueda de una “síntesis estable entre el campo y la ciudad” que se confirmará
en la ponencia sobre el Comunismo libertario aprobada en el Congreso de la CNT
de Zaragoza de mayo del 36 (Masjuan, 2000:161-202).
Nada más próximo a la
esencia del mensaje territorial de Kropotkin que esa “simbiosis agro-industrial”,
algo por otra parte presente también en el urbanismo descentralizador inspirado
en la ciudad-jardín de La
urbanística del porvenir de Martínez Rizo o incluso en Aláiz
(Martínez Rizo, 1932; 1935; Alaiz, 1945-1947, 1971; Bonet Correa, 2011).
De la misma forma que en
los años treinta el mensaje de La
conquista del pan había calado hondo en los que deseaban organizar
el territorio del comunismo libertario sobre nuevas bases, el libro de
Kropotkin merece igualmente una relectura desde nuestras preocupaciones ecológicas
hoy en día8. No por casualidad, la ciudad-jardín de Howard que inspiraba
a Martínez Rizo había sido durante el primer tercio del siglo XX el importante
nexo de unión entre la propuesta territorial de integración campo-ciudad de
Kropotkin y el naciente regionalismo proto-ecológico de Geddes y Mumford.
Culminación de La conquista del pan
como sabemos, Campos,
fábricas y talleres aparecerá citado en la edición de 1902 de
Garden Cities of tomorrow como
demostración de las enormes posibilidades de autoabastecimiento de alimentos
próximos para la nueva ciudad-jardín. Los granjeros de la corona agrícola de la
ciudad-jardín dispondrían, decía Howard, de una urbe de 30.000 habitantes “a
sus puertas” (Howard, 1972:144, 210). La influencia de Kropotkin es evidente en
el más directo colaborador de Howard, Thomas Adams, Secretario de la Garden
City Association desde 1901. Con la influencia de Kropotkin (y Reclus)
sobre Howard y los regionalistas, una línea radicalmente opuesta al urbanismo
de la centralizada ciudad funcional del Movimiento Moderno, se abrirá según
Peter Hall toda una línea regionalista del urbanismo que, como el urbanismo de
Kropotkin o Reclus, yo pienso puede llamarse con propiedad protoecológica (Hall,
1996; Hall & Ward, 1998; Oyón, 2011). Ahí reside en mi opinión lo más trascedente
de La Conquista del pan.
Lo importante en Kropotkin desde el punto de vista de un urbanismo ecológico no
es en sí la noción de autosuficiencia alimentaria sino la misma idea de
proximidad geográfica de producción y consumo que el pensamiento ecológico ve hoy
como absolutamente esencial para el ahorro energético y la drástica disminución
de los gases de efecto invernadero. Esa deseada proximidad entre producción y
consumo, agricultura e industria, campo y ciudad en definitiva, constituye la
esencia del mensaje de reordernación económico-territorial del anarquista ruso
que hoy debiéramos rescatar. Comenzar a entender el metabolismo de la ciudad,
cómo consume sus alimentos o puede reciclar sus desechos orgánicos, como se
hace en La conquista,
puede ser un excelente punto de partida.
Equipados con esa esencial
visión de la ciudad desde el consumo, a los anarco-ecologistas que hoy en día
relean La conquista del pan
les confortará finalmente comprobar que no están solos en ese camino. Que
su visión de la ciudad desde el consumo es ahora compartida desde otras
posiciones socialistas tradicionalmente alejadas; que la idea kropotkiniana de apropiación
de toda la ciudad como trabajo acumulado, de sus viviendas y sus servicios, de
su infraestructuras y de su entero patrimonio cultural que reclaman como “derecho
a la ciudad”, es algo que, reactualizando una lectura que Lefebvre hizo hace
tiempo, marxistas como Harvey ven hoy como futuro inexcusable de las luchas
urbanas contra el capitalismo.
En la Comuna de París,
recuerda Harvey, se suprimieron los alquileres y el pueblo reclamó su derecho
incontestable a la ciudad que él mismo había edificado. Es lo mismo que tantos anarquistas
españoles sabían y habían leído en La
Conquista del pan de Kropotkin. La dinámica de la explotación
de clase no se limita al lugar de trabajo. La ciudad desde el consumo, desde la
reproducción, como lugar de lucha y aglutinación de un nuevo sujeto
revolucionario hasta no hace mucho dejado de lado, es igualmente importante
como estrategia para enfrentarse al capital: “todos aquéllos cuyo trabajo está
dedicado a producir y reproducir la ciudad tienen el derecho colectivo, no solo
a disponer de lo que producen, sino también a decidir qué tipo de urbanismo se
debe producir, dónde y cómo” (Harvey, 2013:201; Castells, 1986). Los que alimentan
la ciudad, la producen y la cuidan, los que contribuyen a que funcione
correctamente cada día los primeros. Toda esa ingente cantidad de gente obrera que
ya no es el proletariado industrial clásico pero que compone cada vez más la
masa de los y las de abajo en las
ciudades del capitalismo desarrollado. La ciudad desde el consumo, el auténtico
filón del urbanismo utópico anarquista y del regionalismo proto-ecológico que luego
inspiró, puede trabajar codo con codo con esa renovada visión de la ciudad de
los marxianos que amplia su tradicional
visión desde la producción.
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