Capi Vidal
Resulta asombrosa la capacidad para racionalizar del ser humano. Precisamente, el término 'racionalizar' lo suelo emplear muy a menudo en conversaciones coloquiales; como mi torpeza no tiene límites a la hora de expresarme, tal vez haya qué aclarar que se entiende exactamente con ello.
Muy a menudo, 'racionalizar' se emplea con la misma intención de 'razonar'. El sentido que yo le doy es justo lo contrario, al menos desde un punto de vista psicológico, tal y como yo lo entiendo. Cuando uso la palabra racionalizar aludo, en pocas palabras, a un mecanismo que ejecutamos para dar una explicación lógica a nuestros sentimientos (y los sentimientos y las creencias pueden ser una gran distorsión de la razón); es decir, acabamos convirtiendo en argumentos convincentes (para nosotros mismos) lo que puede ser simplemente una falacia originada en lo que sentimos. Es por eso que tantas veces apelo a una feroz autocrítica, ya que este proceso de racionalización nos lleva a condenar fácilmente a los demás no comprendiendo que tal vez son nuestros propios complejos y falacias los que nos conducen a pseudorazonar.
Resulta asombrosa la capacidad para racionalizar del ser humano. Precisamente, el término 'racionalizar' lo suelo emplear muy a menudo en conversaciones coloquiales; como mi torpeza no tiene límites a la hora de expresarme, tal vez haya qué aclarar que se entiende exactamente con ello.
Muy a menudo, 'racionalizar' se emplea con la misma intención de 'razonar'. El sentido que yo le doy es justo lo contrario, al menos desde un punto de vista psicológico, tal y como yo lo entiendo. Cuando uso la palabra racionalizar aludo, en pocas palabras, a un mecanismo que ejecutamos para dar una explicación lógica a nuestros sentimientos (y los sentimientos y las creencias pueden ser una gran distorsión de la razón); es decir, acabamos convirtiendo en argumentos convincentes (para nosotros mismos) lo que puede ser simplemente una falacia originada en lo que sentimos. Es por eso que tantas veces apelo a una feroz autocrítica, ya que este proceso de racionalización nos lleva a condenar fácilmente a los demás no comprendiendo que tal vez son nuestros propios complejos y falacias los que nos conducen a pseudorazonar.
Una persona especialmente vulnerable a su entorno creo que puede ser víctima inconsciente de este mecanismo de racionalización; yo mismo me considero una persona muy sensible, aunque pueda parecer lo contrario debido a mi humor cáustico (que puede ser también un mecanismo de defensa) y a una actitud permanente crítica, que raya en un cinismo bien entendido, por lo que trato de estar en permanente lucha para no racionalizar y tratar de razonar (me parece importante esta tensión permanente para lograr el equilibrio).
Lo que entiendo por razón conlleva una dosis considerable de objetividad (en la medida en que nos es posible, ya que somos inevitablemente sujetos y algo subjetivos), una apelación a la deducción lógica (buscando las lecturas más justas teniendo en cuenta todos los factores en juego) y una búsqueda permanente de los mejores medios para lograr un objetivo.
La racionalización, al entrar en juego otros factores (sentimientos, creencias, miedos…), es un mecanismo opuesto; ¿qué ocurre con la moral?, por supuesto que es un sentimiento más que otra cosa, y es bueno que hagamos cierta lectura también de ella en los procesos racionales (sin embargo, ojo con el permanente ensimismamiento, con mirarse el ombligo una y otra vez; por eso es necesario otro sentimiento como la empatía: el reconocimiento del otro y de sus sentimientos). En cualquier caso, es complicado y hay que dejar claro que uno puede creerse perfectamente racional (algo, que resulta más bien imposible) y estar racionalizando de lo lindo.
Cuando uno racionaliza, de algún modo está 'justificando' su actitud, sus creencias o sus sentimientos, dándoles una explicación presuntamente lógica. La persona cree sinceramente que su actitud es racional, por lo que no podemos hablar de hipocresía alguna, y es francamente difícil hacerle ver lo contrario. Como ya hemos insistido otras veces, no tiene mucho que ver este proceso con la inteligencia; gente inteligente puede racionalizar perfectamente sus creencias y, a la inversa, a las personas que presumen de ser cien por cien racionales (e inteligentes) se les pueden ver sin mucho esfuerzo las costuras. Es cierto que, desde la psicología, nos dicen que la racionalización es útil para no tener sentimientos negativos, pero está claro que es bueno ser consciente de ello para no ser víctimas de engaños y autoengaños, así como para indagar en todo problema.
Cuando la persona cree en Dios, o en cualquier otro concepto trascendente (póngase aquí lo que se quiera), esos mecanismos psicológicos no tardarán en tratar de justificar la creencia. Un ejemplo muy evidente, y tal vez un poco tontorrón a estas alturas, lo constituye el argumento ontológico para justificar la existencia de Dios, en sus diferentes versiones, que viene a decir que como el ser humano ha concebido a un ser de determinadas características es necesaria su existencia. En este caso, viene a ser una especie de argumentación circular de lo más peculiar. Otro ejemplo es el argumento cósmico; la complejidad y maravilla del universo justifica la existencia de una inteligencia superior. Insisto, sustituyan a Dios por cualquier otro ente trascendente, abstracto, ajeno al plano de actuación humana, y el efecto es el mismo. Si se quieren ejemplos más terrenales, existen infinidad; a poco que analicemos un poquito, los resultados son sorprendentes. Por supuesto, no ayudan demasiado unos tiempos en los que se apela permanentemente a las emociones, de un modo bastante superficial, y no se alienta precisamente que las personas sean más conscientes y puedan profundizar en los problemas con mayores dosis de racionalidad.
[Tomado de http://libreexamen.blogspot.com.es/2017/12/racionalizaciones-diversas.html.]
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