teatro anarquista en São Paulo es un buen
punto de partida para comprender al teatro como mecanismo de lucha.
Es siempre complicado hablar
acerca de las ideas y del movimiento anarquista, después de todo, ninguna otra
ideología o movimiento sufrió tanto a lo largo de su historia por deformaciones
y desinformaciones como este ideal. Tal vez por ser la más libertaria y justa
de esas ideologías, tal vez por su "mala reputación", fruto de la
falta de información y del prejuicio. Muy complicado saber por cierto el motivo,
pero el hecho es que el anarquismo todavía suena extraño a los oídos de la
mayoría de la población y tal vez por eso mismo sea necesario tocar el asunto.
Hablar en anarquía no es sólo hablar de liberación, sino es también una forma
de corregir una injusticia histórica.
El teatro y el anarquismo siempre
estuvieron juntos, basta recordar que Dionisios, dios griego de los escenarios
y del vino, siempre impugnó y luchó contra todo tipo de autoridad. Por eso
tocar el tema en una columna periodística dedicada a las artes escénicas no
debe causar extrañeza, sin embargo, hay que dejar claro que la cosa aquí no se
trata de palangre o catéquesis ideológica, sino de mostrar como a principios
del siglo los anarquistas del barrio de Brás, en San Pablo, transformaron su
condición social y lucharon contra la opresión a través del teatro.
En primer lugar, hay que
comprender que en el proceso inmigratorio de São Paulo miles de italianos vinieron para acá, y, en la época, muchos de ellos se
instalaron en el barrio de Brás. Ellos trajeron no sólo sus oficios, o la
disposición para servir de mano de obra, sino también sus culturas e ideologías
de resistencia.
El período era el de la “República
Vieja” y entonces, como ahora, los poderosos utilizaban sus mecanismos de
dominación para imponer en el país lo más conveniente a sus intereses,
aprovechando la máquina estatal para beneficio propio. Es lo que llaman
"mantenimiento del orden". Para los inmigrantes era necesaria una
organización, de lo contrario continuarían sujetos a los abusos de la élite; que
en ese entonces era principalmente agraria. Surgen así sindicatos, sociedades
de clase, colectivos obreros de barrio: agrupaciones que nacen del interés
colectivo para defenderse de manera colectiva, siempre.
La situación generó conflictos,
evidentemente. Entre esos conflictos, el mayor de ellos tal vez fue el
ideológico, expresado a través de los medios de comunicación de la época. Los
capitalistas se aprovecharon del cine, europeo y norteamericano, como armas
para la batalla. A los anarquistas les quedó el teatro, aunque ciertamente no
fue el único medio a su disposición en esta lucha, los inmigrantes también crearon
escuelas, como medio de formación intelectual independiente del obrero para la
impugnación al sistema, además de centros de cultura, círculos de conferencias,
huelgas y actividades de formación diversas. Fue después de la dura represión
de 1917 que el teatro pasó a ser la actividad principal de resistencia de los
anarquistas.
Los primeros registros de piezas
anarquistas en Brasil datan de 1902. Los espectáculos eran presentados sólo en
los idiomas originales de las obras, italiano y español en su gran mayoría.
Desde 1914, cuando los proletarios ya no eran sólo inmigrantes, sucedió la
traducción de las piezas representadas y la Primera Guerra Mundial (1914-1918)
y el estancamiento de la cultura europea aparecer los primeros textos (drama)
de anarquistas en portugués.
Para suplir esas dificultades los
centros de cultura, sindicatos y asociaciones se unieron para trabajar una
especie de "formación de actores propia", ya que los pocos actores
profesionales de la época estaban lejos de los suburbios. Con esa
"profesionalización" surgen, gracias a los anarquistas, los primeros
grupos aficionados de teatro de la ciudad de São Paulo. Por lo tanto, el teatro
paulistano, hoy reconocido mundialmente por su libertad, debe mucho a la
ideología y al coraje de los anarquistas de principios de siglo XX.
Por temor, pasividad o bajo engaños, se
prescinde de los cambios necesarios, de aquellos que sacuden a
todos y nos muestran que aún corre sangre en las venas de la nación. Yo, con la
sangre caliente que me hierve el alma, creo todavía en el sueño y en el
escenario. Creo en la posibilidad de cambio y en la igualdad de los hombres, y,
por encima de todo, creo en un teatro que ayude a impulsar esas corrientes que,
a través de los siglos, resisten a la opresión y a los mecanismos de poder. Ya
que el Estado, culpable de abusos y
perversiones, no realiza la voluntad del pueblo, ¡nos resta creer en la fuerza
del teatro del pueblo!
[Texto original en
portugués en http://www.aescotilha.com.br/teatro/em-cena/o-teatro-anarquista-de-sao-paulo.
Traducido por la Redacción de El
Libertario.]
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