José
L. Fernández C.
La agricultura urbana es una herramienta
que puede servir para intervenir críticamente sobre un modelo urbano y un
sistema alimentario marcados por la insostenibilidad y la injusticia social.
Cultivar alimentos en la ciudad es una forma
de intervenir simultáneamente
sobre múltiples necesidades, de3mandas y problemas. Algunas de sus principales
potencialidades serían producir alimentos y socializar una nueva cultura
alimentaria, recuperar y reverdecer espacios degradados, impulsar novedosas e
inclusivas formas de participación autogestionada, abrir espacios de
convivencia en atípicas zonas verdes, ofrecer lugares significativos para la
educación ambiental, impulsar una alternativa de ocio y promover hábitos de vida saludables.
La agricultura urbana siembra tomates
pero cultiva relaciones sociales, una de las cosechas más importantes de estas
iniciativas es producir nuevos vínculos entre las personas y de éstas con el
medio ambiente. Si la biodiversidad es uno de los rasgos de la naturaleza, la
hortodiversidad sería uno de los rasgos de la agricultura urbana (huertos
comunitarios, educativos, terapéuticos, en azoteas…). Iniciativas que son más
relevantes por la cantidad de personas que interaccionan con ellas que por la
cantidad de gente que alimentan.
Hoy que transitamos un cambio
civilizatorio (crisis energética, ecológica, económica, política…) la
agricultura urbana emerge como una herramienta que permite intensificar
relaciones sociales, reabrir discusiones sobre los usos del suelo y de las
zonas verdes, recuperar en entornos urbanos la lógica de los bienes comunes o
discutir la forma en que se van a alimentar las ciudades en el futuro.
Un hilo invisible comunica el urbanismo
anarquista y la Ciudad Jardín que se concebía a principios del siglo XX con
propuestas actuales como las Ciudades en Transición o la Vía de la Simplicidad
de Ted Trainer, y la agricultura urbana forma parte esencial de todas ellas
pues anticipa elementos clave que debe contener cualquier proyecto de futuro
para la ciudad. Descentralización, incorporar límites biofísicos, protagonismo
comunitario, economías locales, tecnologías apropiadas… la influencia
libertaria late de forma anónima en estas iniciativas, enfatizando la
importancia de compartir prácticas, solucionar colectivamente problemas y
satisfacer necesidades, más que afilar la retórica revolucionaria. A muchos
anarquismos les vendría bien mancharse las manos de tierra, menos decires
idelogizados y más haceres en común, implicarse en la realidad de las
comunidades locales y asumir contradicciones.
Más información en https://raicesyasfalto.wordpress.com
[Fragmento extraído del artículo “Anarquismo
y huertos urbanos”, incluido en revista Al
Margen # 102, Valencia (Esp.), verano 2017.]
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