Jacinto Ceacero (revista Libre
Pensamiento)
JC: ¿Qué sucede en Sudamérica para que se produzca
esta irrupción de la izquierda en el poder? ¿Cómo se explica este cambio
generalizado en numerosos países?
RZ: Lo
que sucedió desde el Caracazo de 1989 es la irrupción de los sectores populares
urbanos y de los indígenas en el escenario político, a través de formas
plebeyas de acción como los levantamientos, insurrecciones espontáneas como el
propio Caracazo, que consiguieron derribar unos doce gobiernos en una década y
poner en retirada a la clase política que impuso el neoliberalismo.
Esto
sucedió por dos razones básicas. La agresión que sufrieron los sectores
populares por las políticas del FMI fue brutal, un despojo de lo que habían construido
a lo largo de décadas. Si comparamos las décadas de 1980 con la de 1990, en
ésta la gente tiene no sólo menos vivienda propia sino menos lavadoras, menos
refrigeradores, menos acceso al agua
potable y a otros servicios y, por supuesto, mucho menos empleo, como el que
hubo durante el estado del bienestar. Ese robo fue respondido con furia, por
eso en las insurrecciones hay saqueos y destrucción, porque se siente que todo
eso es lo que a ellos les han quitado.
Lo
segundo, es que los levantamientos se dan de ese modo, con algunas excepciones
como el del Inti Raymi en Ecuador en 1990, organizado por la Confederación de
Nacionalidades Indígenas (CONAIE), porque el campo popular está desorganizado y
sin direcciones legítimas. Por un lado, por las propias políticas neoliberales
de ajuste estructural y por otro por la cooptación del movimiento sindical y de
los viejos movimientos. Entonces los sectores populares, sobre todo de las
barriadas pobres, salen como pueden a enfrentar esta agresión.
JC: ¿Qué papel juegan los movimientos sociales en
este ascenso de la izquierda al poder? ¿Ayudan, son su soporte, están al
margen?
RZ: Si
por movimientos sociales entendemos la gente común organizada, jugaron un papel
muy relevante, porque fue su irrupción lo que permitió que las políticas del
consenso de Washington fueran deslegitimadas. Pero aquí se produce una
situación bien interesante. Los movimientos lucharon contra el modelo
neoliberal, para frenarlo, para destituirlo, pero no necesariamente para colocar
a la izquierda en el gobierno. Por lo menos no fue en muchos lados el sentido
común de la protesta sino una construcción posterior.
En esa
brecha que abrieron los movimientos, se colaron los partidos, pero en rigor
ellos estaban también en la protesta, o sea intentaron reconducirla hacia la
reconstitución de la gobernabilidad una vez que los neoliberales fueron
derribados. Hay que tener en cuenta que en Venezuela, Ecuador, Argentina y Bolivia,
los gobiernos cayeron por la acción de las masas en las calles, hundiendo buena
parte del sistema de partidos. Las elecciones fueron el modo de reconstruir la gobernabilidad
con líderes vinculados más o menos a las revueltas. Digo eso porque ni los
Kirchner ni Correa participaron en modo alguno en las protestas, llegaron mucho
después a subirse a una coyuntura que no contribuyeron a crear.
Los casos
de Brasil y de Uruguay son bien distintos. El sistema político y de partidos
nunca cimbró y lo que se produjo fue una lenta acumulación electoral del PT y del
Frente Amplio basados en la fuerza de los sindicatos.
JC:¿Qué evaluación podemos hacer de la experiencia
de la izquierda en el poder? ¿Qué relación se establece entre los movimientos
sociales y la izquierda una vez que se alcanza el poder? ¿Se han integrado los
mo-vimientos sociales, han modificado su discurso y su acción como consecuencia
de subvenciones y apoyos institucionales?
RZ: Los
gobiernos de izquierda no tocaron ni la estructura de la propiedad ni el modelo
de acumulación que siguió centrado en la producción de materias primas (soja,
minerales y petróleo) con lo que la matriz productiva se reprimarizó, perdiendo
peso la industria en todos los casos. Por eso decimos que la izquierda fracasó
al no poder salir de un modelo que funcionó mientras hubo altos precios de los
productos de exportación y ahora que esos precios cayeron en picado, la crisis
se instaló sin salidas a la vista.
Una vez
que los gobiernos de izquierda se instalan, el campo popular sufre serias
divisiones, ya que una parte de los movimientos se suman al proyecto
gubernamental aportando sus dirigentes y hasta sus organizaciones, y otra parte
permanece en la oposición porque la continuidad del modelo económico los
afecta. Diría que en todos los países hay un sector de los movimientos que es
incondicional de los gobiernos y otro sector que se pasa a la oposición. Se
rompe la unidad de acción.
En cuanto
a las políticas sociales, hay dos niveles. Por un lado, son políticas muy
masivas, el Programa Bolsa Familia de Brasil llega a 50 millones de personas,
el 25% de la población, lo que demuestra que el modelo productivo no consigue
incluir a una parte sustancial de la población. Pero esa masividad creó la
ilusión de que se podía salir de la pobreza sin tocar la riqueza, y esta es la peor
herencia que nos dejan los gobiernos de izquierda o progresistas, porque
implica que la pobreza se supera no con la lucha sino con la capacidad de
administrar bien el Estado, o sea se crea una ilusión tecnocrática entre la población.
Los que reciben las subvenciones son “beneficiarios”, pero no ciudadanos con
derechos, ya que un nuevo gobierno puede quitarles el beneficio.
El
segundo nivel ha sido la cooptación de movimientos enteros, por la combinación
de las subvenciones, como las que mencioné arriba, y la designación de
dirigentes y cuadros de los movimientos en las instituciones estatales. De ese
modo, los movimientos perdieron su capacidad de acción y de crítica, lo que los
deja en un lugar de gran vulnerabilidad justo cuando la crisis hace más
necesaria que nunca su presencia en las calles.
JC:¿Ha decepcionado la izquierda a los movimientos sociales?
RZ: Completamente.
Porque además de no hacer cambios de fondo, estructurales, se corrompieron. Este
es un punto de no retorno. ¿Cómo se recupera la credibilidad después que te
corrompiste? Por eso insisten en el discurso del golpe, como en Brasil, porque
es el modo de huir de un debate serio sobre qué sucedió. Yo creo que la
destitución de Dilma Rousseff es legal pero ilegítima, pero eso no impide
considerar que una parte de los cuadros de dirección del PT han sido procesados
por desvío de dinero, o sea por corrupción. No puedo saber si Lula es un
corrupto, pero lo que puedo afirmar es que tuvo relaciones carnales con el gran
empresariado brasileño, que es muy corrupto y con el cual el PT hizo alianzas a
tal punto que financiaban las campañas electorales a cambio de la adjudicación
de obras. Que me digan que eso es lo que hace la derecha y la socialdemocracia,
no cambia nada, incluso empeora las cosas.
JC: ¿Qué papel están jugando ahora los movimientos sociales?
RZ: Creo
que estamos abocados a la reconstrucción de nuevos movimientos y, en el mejor
de los casos, algunos movimientos podrán reorientarse hacia una relación más
autónoma con los estados. La situación es bien compleja, hay manifestaciones,
algunas grandes, pero mi impresión es que son defensivas, que aún no están las
condiciones para pasar a la ofensiva. La desmoralización en el campo popular es
muy grande.
Pero
también vemos que están naciendo nuevos grupos, como el Movimiento Pase Libre
en Brasil que impulsó las manifestaciones de junio de 2013, o los Sin Techo que
están teniendo un fuerte protagonismo en las ciudades. Así en todos los sitios.
Lo que es casi seguro es que los grupos que fueron cooptados por los gobiernos
no van a jugar un papel importante y que el reacomodo va a demandar un tiempo
antes de que se clarifiquen las cosas.
JC: Añade lo que consideres.
RZ: Sólo
añadir que el progresismo generó una crisis muy fuerte del pensamiento crítico,
porque subordinó incluso con jugosas rentas, a muchos intelectuales que habían
jugado un papel importante en la década de 1990. Ahora el campo del pensamiento
está mucho más confundido que antes, con análisis muy mentirosos que acomodan
la realidad a los intereses que los escribas defienden, como acaba de suceder
en Bolivia ante la crisis con los cooperativistas mineros. Hay todo un discurso
que consiste en culpar de todo lo malo a la derecha y al imperio, llegando al
colmo de acusar a los movimientos críticos de hacerles el juego.
[Publicada
originalmente en la revista Libre
Pensamiento # 88, Madrid, otoño 2016. Número completo de la revista en http://librepensamiento.org/wp-content/uploads/2017/03/LP-88.pdf.]
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