Todo por Hacer
El órdago del independentismo catalán está sobre la mesa y nadie sabe muy bien qué puede suceder. Los medios se centran en la lucha de poder entre la burguesía española (con intereses económicos en las grandes empresas catalanas y españolas del Ibex, en el Port de Barcelona y en el aeropuerto, con control absoluto del Estado central, sus jueces, policías y su ejército) y la catalana (con intereses principalmente en las medianas y grandes empresas catalanas, en el turismo que devora sus ciudades, celosa del poder español en materia de transportes de mercancías y personas, atrincherada en un Govern que desea una voz más potente en Europa y que supuestamente controla a los Mossos d’Esquadra), aunque detrás de ellas existen dos sociedades claramente fracturadas y enfrentadas por motivos que trascienden lo económico. La situación de tensión, en máximos históricos, acompañada del monopolio de la atención mediática (hasta el punto de que incluso el gobierno de Maduro ha dejado de aparecer en los telediarios) nos obliga a reflexionar a diario sobre el conflicto catalán. Y ello, inevitablemente, nos conduce a innumerables contradicciones. Por un lado no podemos negar que la posible ruptura de España nos parece atractiva y que se nos dibuja una sonrisa de complicidad al pensar en ello; pero por otro nos desespera que tanto esfuerzo, sacrificio y movilizaciones populares se estén volcando en la creación de un nuevo Estado, de forma acrítica con el poder en el caso de muchas personas. ¿Independencia para qué?
¿Duele menos una porra forrada con la senyera que con la rojigualda?
Dicho de otra manera: no somos amigas de
las formas de dominación basadas en el Estado-Nación, en tanto que
entendemos que son formas inherentes de opresión que deben ser
superadas. Por ello no confiamos en que con un nuevo Estado catalán los
problemas de las clases populares se vayan a resolver. Pero la
posibilidad de que se cree una fractura en España nos retrotrae a los
primeros años de la Transición, en los que movimientos populares y
revolucionarios de todo corte trataron de influir en el proceso
constituyente que se estaba desarrollando. En aquél momento rebosante de
oportunidades e ilusiones el avance de la izquierda se frenó por la
traición del PSOE y de un sector del PCE, por la criminalización de la
CNT y la persecución de las fuerzas revolucionarias que habían luchado
contra el franquismo. En la actualidad, actores políticos que apuestan
por el independentismo como la CUP, ven en el procès una oportunidad
única para avanzar en los derechos y libertades del poble català. Para
ellas, la independencia es el mecanismo para reforzar los otros dos
pilares de su ideario: el anticapitalismo y el feminismo.
Por su parte, compañeras anarquistas de Catalunya también ven la importancia del momento. En su “Comunicat davant l’1-O”
la Assemblea Llibertària de Vallcarca reflejó que “como anarquistas,
tomamos el referendum del 1-O como una herramienta del todo insuficiente
para realizar esta ruptura, pero no podemos pasar por alto el potencial
de una movilización desobediente y masiva en las calles, que puede
convertirse en un primer paso para decidir, entre todas, cómo debe ser
el futuro de nuestra sociedad mucho más allá de lo que pretenden las
instituciones que lo convocan”.
Los impulsores más institucionales y
conservadores del referéndum, como el PDCat y ERC, lo ven como un
proceso para satisfacer sus ansias nacionalistas (más sinceras en casos
de indepes de toda la vida, como Puigdemont y Junqueras, y menos en el
caso del catalanista Artur Mas, al que la independencia no le importaba
un comino hasta el 2012[1]) y de crear un Estado más rico (éste justo
era el lema de Joan Laporta cuando se presentó a las elecciones por Solidaritat Catalana per la Independencia hace más de un lustro), al estilo de las repúblicas centroeuropeas más prósperas.
Se trata de un momento político
tremendamente complejo, lleno de matices y de grises, en el que los
intereses se mezclan y se difuminan y las alianzas estratégicas con
enemigos naturales proliferan. Pero el hecho de que el eje central del
debate sea la denominación y la forma de distintos Estados no significa
que los y las anarquistas (afincadas en Catalunya o fuera de ella) no
tengamos nada que decir al respecto. Desde este medio hemos tratado de
acercar esa realidad con una perspectiva propia: hace casi dos años
realizamos una extensa entrevista a diferentes proyectos libertarios
catalanes acerca de la coyuntura[2] y en el pasado mes de septiembre de
este año organizamos (junto a Apoyo Mutuo) un acto público de debate con
la participación del colectivo libertario Procès Embat y la agrupación
política municipalista CUP[3] para así traer a quienes viven en primera
persona los acontecimientos. Igualmente, las compañeras del Local
Anarquista Motín (Carabanchel) organizaron unos días después un debate
titulado “Una perspectiva anarquista sobre el referéndum de
Cataluña”[4].
Lo que sigue a continuación no son más
que algunas reflexiones que lanzamos tras un análisis del procès, sin
ninguna ambición concreta más allá de fomentar el debate e intentar
entender lo que está ocurriendo.
Nacionalismos en la península
El origen del conflicto catalán reside
en un problema no resuelto y, por tanto, recurrente en la historia del
Estado Español, un territorio en el que conviven una pluralidad de
culturas y lenguas. Las naciones son construcciones históricas que
suelen basarse en rasgos culturales, étnicos y/o de voluntad popular.
Las llamadas “nacionalidades históricas” gallega, vasca y catalana,
desde principios del siglo XX han contado con movimientos de carácter
nacionalista y en función del régimen imperante en España su encaje
dentro del Estado ha sufrido cambios hasta el cierre en falso de la
Constitución de 1978, cuyo proyecto parece hoy agotado.
La burguesía catalana participó
activamente del franquismo de una manera más destacada que la vasca.
Posteriormente, en la redacción de la Constitución fueron partícipes los
nacionalistas de derechas y tanto el nacionalismo catalán como vasco
han, en distintas etapas, sostenido los gobiernos de derechas del
Partido Popular a escala estatal. Pero esta fórmula parece que ya no
tiene más recorrido en Catalunya (de momento en Euskadi sí), con el
partido de derechas (PDCat) apostando cada vez más fuerte por la
independencia, rompiendo con los consensos establecidos en el 78.
El desprecio del nacionalismo español al
resto de sentimientos nacionales, sumado a la crisis económica y las
políticas de austeridad, han fomentado los sentimientos nacionalistas
periféricos, pero el punto culmen y que marca un antes y un después es
el fallido Estatuto de Autonomía catalán de 2006 impulsado por el PSC de
Maragall (durante el gobierno del Tripartit) durante el gobierno del
PSOE de Zapatero (a nivel estatal).
En 2003 Zapatero sostuvo en un mitin celebrado en Barcelona lo siguiente: “apoyaré el Estatut que apruebe el Parlament de Catalunya”.
Tras su aprobación por el Parlament, se votó en el Congreso de los
Diputados, donde se recortó hasta dejarlo irreconocible en el 2006.
Alfonso Guerra se jactó de que “nos hemos cepillado el Estatuto”, una muletilla que aún perdura en el imaginario catalán once años después. Con todo, el texto raspallat
se aprobó en el Parlamento estatal y fue refrendado por mayoría en
referéndum en Catalunya. Pero el Partido Popular, fábrica de
independentistas desde hace decadas, interpuso un recurso de
inconstitucionalidad, recogió firmas contra el Estatut e hizo un
llamamiento al boicot a los productos catalufos, lo que llevó a que el
Constitucional suprimiera buena parte de los artículos originales en el
2010. Estos hechos producen una gran indignación en Catalunya y provocan
más adhesiones al independentismo.
Crisis, lucha social y movimiento
El varapalo del Estatut coincide con el
inicio de la gran crisis económica y con ella el movimiento de protesta
nacido el 15 de mayo de 2011 que tiene uno de sus centros en la Plaça de
Catalunya, escenario de algunos de los golpes represivos más descarados
de los Mossos d’Esquadra. Aun recordamos la violencia con la
que se emplearon y cómo este movimiento se extendió a los barrios,
revitalizando el tejido social y las luchas populares que aún hoy se
mantienen bajo otros nombres y formas en distintas ciudades del Estado.
En los años 2010 y 2012 tuvieron lugar tres huelgas generales que
terminaron con grandes disturbios en el centro de Barcelona, pero quizás
el hecho más significativo fue la acción “Aturem[5] el Parlament” en la
que el movimiento rodeó el Parlament de Catalunya el día que se iban a
aprobar, bajo mandato de CiU (actual PDCat), los presupuestos generales
que iban a suponer enormes recortes sociales. La represión que sigue,
liderada por CiU y sus Mossos, es especialmente dura.
Esto no es más que el reflejo de hasta qué punto las instituciones estatales y autonómicas estaban cada vez más deslegitimadas en Catalunya, una de las regiones de Europa en la que se aprobaron los recortes más profundos. Toda una pionera en políticas de austeridad.
El independentismo se refuerza
Cuando el movimiento 15-M, el cual no
tenía una postura independentista, comienza a perder fuelle y el Partido
Popular gana las elecciones generales y con ello empieza una serie de
políticas que desde Catalunya se sienten como imposiciones (incluyendo
una guerra sucia policial contra élites catalanas denominada “Operación
Cataluña”), la fuerza nacionalista empieza a emerger. ERC, que no había
sido capaz de generar un movimiento de masas a su alrededor hasta ahora,
empieza a ver cómo aumentan sus apoyos. La CUP (que proviene la
izquierda más militante y revolucionaria y que desde los años 70 ha ido
poco a poco conformando su propio movimiento radicado sobretodo en los
Casales Populares) entra con fuerza en el Parlament por primera vez y
una CiU deslegitimada por sus políticas de austeridad y casos de
corrupción (los cuales habían sido convenientemente ocultados por el
Estado central hasta que comenzó el enfrentamiento, y entonces lo empezó
a filtrar) se ve forzada a disolverse, renombrarse y dar más cancha a
las reivindicaciones nacionales para mantener su papel como actor
político relevante. Una cortina de humo que cambia el foco de atención
de su mala gestión a la – igual de pésima – del gobierno de Rajoy.
El PP pasa a ser un partido marginal en
cuanto a representación parlamentaria y peso social en Catalunya. Esta
marginalidad contrasta fuertemente con su gran victoria en España, en la
cual se enroca en su posición anticatalanista y se niega a entablar
diálogos que pudieran apaciguar, no al pueblo catalán, pero sí a las
élites políticas y económicas, con concesiones similares a las del
concierto económico vasco. En consecuencia, en Catalunya perciben que un
partido que no han votado les gobierna, les recorta y esgrime un
discurso de negación de la identidad catalana y una cruzada en contra de
las políticas de inmersión lingüística en la escuela. Y de esta manera
el conflicto va escalando, hasta encontrarnos en la situación a la que
hemos llegado.
ACAB: All Cops Are in Barcelona
Y con estas llegamos al 1 de octubre,
fecha en la que se convoca un referéndum, siguiendo las pautas de una
ley aprobada en el Parlament, pero contraria a la legislación española.
El Ministerio del Interior días antes interviene las cuentas de la
Generalitat, se niega a pagar a proveedores que no puedan acreditar que
no colaboran con el referéndum, toma el control de los Mossos d’Esquadra
(poniendo al frente a un coronel de la guardia civil hijo de un Fuerza
Nueva), envía a la mayoría de antidisturbios de Policía Nacional y
Guardia Civil en un barco de los Looney Tunes que atraca en el Port de
Barcelona, secuestra decenas de urnas y millones de papeletas, cierra
páginas web (que se replican y también son cerradas), registra sedes de
entidades políticas y despachos de abogadas sin orden judicial,
investiga a alcaldes por delitos que (todavía) no han cometido y realiza
detenciones. Un nivel de represión política especialmente brutal por el
nulo esfuerzo dedicado a camuflarla. Ni que fueran vulgares
anarquistas.
El 1-O las fuerzas y cuerpos de
seguridad se emplean a fondo. Acuden a colegios y arrancan urnas de la
mano, disparan balas de goma (las cuales llevan dos años prohibidas en
Catalunya), arrastran a ancianas, pegan porrazos y patadas voladoras.
Todo delante de las cámaras y los atónitos observadores internacionales.
El balance total es de 844 heridas (que hayan sido atendidas por
facultativos médicos), lo cual carece de importancia para la Fiscalía, porque no suponen más que un 0,037% de las participantes del referéndum. Y es que a pesar de la descarnada represión, más de 2,3 millones de personas consiguen votar.
Las fuerzas del dret a decidir ganan la batalla mediática. The Guardian aseguró que “El Estado ha perdido”.
Personas de diferentes ideologías, desde anarquistas y comunistas hasta
la extrema derecha británica del UKIP, se solidarizan con el pueblo
catalán. Pero el conflicto no ha hecho más que empezar: la Fiscalía
investigará a manifestantes por delitos de odio contra la policía,
se imputa a altos cargos de la Generalitat por sedición y el rey Felipe
VI apareció en televisión asegurando que se mantendrá el orden
constitucional en un tono que algunas personas en Catalunya han acusado
de parecer prebélico.
Mientras tanto, en nuestra ciudad, el
término “fachada” hace justicia a su nombre cuando buena parte de los
balcones de la metrópoli se llenan de banderas de España. La afiliación
al partido de extrema derecha Vox aumentó un 20% el 2 de octubre (lo
cual querrá decir que ahora son ocho) y fascistas se concentran en el
centro cantando el Cara al Sol. Horas después, solidarias con Catalunya
acuden a la misma Puerta del Sol con esteladas a cantar Els Segadors y
L’Estaca. Las dos Españas siguen enfrentadas, pero una tiene armas y la
otra no. Difícilmente se llegará a un conflicto tan duro como el del 36,
pero sí a una represión desmesurada, que sin duda comenzará con el
encarcelamiento de los líderes de la ANC y de Òmnium Cultural.
La dimensión patriarcal del conflicto
“El presidente se comporta como un maltratador . Te quiero conmigo y como yo digo, aunque no quieras, y te daré una paliza si intentas dejarme” – Javier Gallego, en “Cataluña, tenemos que hablar”
Barbijaputa publicó el 2 de octubre un artículo titulado “1-O, con O” en el que decía:
No sé si se han fijado, pero son ellos los que ocupan cargos directivos de las asociaciones
que impulsan manifestaciones como la que vimos en Cibeles hace unos
días, con saludos fascistas en la vía pública. También son ellos los que
ocupaban y conducían las patrullas que salían hacia Cataluña como si
fueran a la guerra, y también fueron ellos los que chocaron las manos de los guardia civiles bajo
el grito de “a por ellos”. Hay ellas asistiendo a ese lamentable
espectáculo, sí, pero se las ve sonriendo o limitándose a hacer fotos,
como meras espectadoras (no es secreto tampoco que el machismo se
sustenta también gracias a la colaboración de mujeres, si no ¿de qué
íbamos a estar donde estamos?) El “A por ellos”, de todas formas, es
difícil imaginarlo saliendo primero de la boca de una mujer: es un grito
acuñado por ellos y usado en espacios masculinos como guerras o campos
de fútbol. Precisamente como si de una guerra o campo de fútbol se
tratase han actuado las fuerzas de “seguridad”, por supuesto también
hombres, que mientras con una mano apaleaban a la ciudadanía, con la otra manoseaban los cuerpos de las mujeres, según denunció Ada Colau.
El género que dictó las
órdenes de cargar contra la población también es masculino, el mismo
que ejecutó las órdenes. Las palizas las dieron ellos: la represión
violenta fue, como siempre, masculina. MUY masculina:
no sé si se han fijado, pero son ellos los que ocupan cargos directivos de las asociaciones
que impulsan manifestaciones como la que vimos en Cibeles hace unos
días, con saludos fascistas en la vía pública. También son ellos los que
ocupaban y conducían las patrullas que salían hacia Cataluña como si
fueran a la guerra, y también fueron ellos los que chocaron las manos de los guardia civiles bajo
el grito de “a por ellos”. Hay ellas asistiendo a ese lamentable
espectáculo, sí, pero se las ve sonriendo o limitándose a hacer fotos,
como meras espectadoras (no es secreto tampoco que el machismo se
sustenta también gracias a la colaboración de mujeres, si no ¿de qué
íbamos a estar donde estamos?) El “A por ellos”, de todas formas, es
difícil imaginarlo saliendo primero de la boca de una mujer: es un grito
acuñado por ellos y usado en espacios masculinos como guerras o campos
de fútbol. Precisamente como si de una guerra o campo de fútbol se
tratase han actuado las fuerzas de “seguridad”, por supuesto también
hombres, que mientras con una mano apaleaban a la ciudadanía, con la otra manoseaban los cuerpos de las mujeres, según denunció Ada Colau.
El género que dictó las
órdenes de cargar contra la población también es masculino, el mismo
que ejecutó las órdenes. Las palizas las dieron ellos: la represión
violenta fue, como siempre, masculina. MUY masculina.
“Tu silencio es complicidad”
La represión sufrida el 1-O ha generado
muestras de rechazo y de análisis político a partes iguales entre las
filas de las anarquistas en Catalunya. Compartimos a continuación las
reflexiones de Kronstadt, publicadas días después con el título “Tu silencio es complicidad”:
Muchas veces hemos coreado canciones y
cánticos que decían eso del silencio cómplice, y yo no voy a ser
cómplice del poder, por tanto voy a verter mi opinión al respecto de lo
que está sucediendo estos días en Catalunya.
Estos días el Estado
Español, ha mostrado la cara más autoritaria, feroz y dictatorial que
todo Estado guarda en su recámara, y se le confronta hablando de
democracia, cuando debería de quedarnos bien claro, que toda forma de
Estado y poder, se mantienen a través del miedo, la violencia y la
imposición, por tanto están mostrando la cara menos amable de su
democracia, pero democracia al fin y al cabo.
La lucha por la
libertad es algo que se practica las 24 horas del día, y allá por donde
pisemos, pero estos dias se hace imprescindible tener presencia en la
calle, comprendiendo que es complicado poder hacerlo con un discurso
propio que no alimente ninguna forma de Poder.
Pese a pensar que el nacionalismo es
un grave problema, reconozco, por controvertida que pueda parecer esta
afirmación, que un sentimiento independentista catalán, y un
nacionalismo español, pese a ser nacionalismos ambos, no surgen del
mismo lugar, y hay que ser sinceros en eso.
España como concepto,
es una imposición sociocultural y politica, que lleva siglos
aniquilando la libertad y cultura de diversos pueblos, y es histórico en
el anarquismo, el hecho de que se debe defender la libertad de los
pueblos para decidir su propio devenir, el derecho a su
autodeterminación.
La cosa es que cuando
un nacionalista habla de ‘pueblo’, está hablando de ‘nación’, y cuando
yo hablo de ‘pueblo’, hablo de ‘clase’, por tanto el concepto
transversal e interclasista, que de ‘pueblo’ tiene el nacionalismo,
difícilmente se puede reconciliar con el concepto que yo tengo.
Estamos de acuerdo que Catalunya es un pueblo oprimido, al igual que tantos otros, por una nación imperialista. Pero
no olvidemos que la historia de Catalunya como nación, también esta
llena de episodios colonialistas y de conquistas de territorios a sangre
y fuego, especialmente por parte de la vanagloriada figura de Jaume I,
rey de la corona de Aragón, discípulo directo de Simon de Monfort, máxima autoridad de la Inquisición en el siglo XIII.
Con esto quiero decir, que quien
quiera pelear por la independencia de Catalunya, no va a encontrar en mi
un enemigo, pero tampoco un aliado (aunque la idea de desmembrar la
unidad de España, me resulte enormemente atractiva). No voy a pelear al
lado de la derecha burguesa y conservadora, más movida por intereses
económicos que por cualquier otra cosa, que hoy por hoy es quien maneja
las riendas de este proceso independentista, pero creo que los hechos
que están sucediendo estos dias, esta persecución, represión, censura e
imposición, ya ha trascendido a lo ‘nacional’ y se ha convertido en una
cuestión de clase.
Por tanto ahora
tenemos la difícil labor de salir a la calle con nuestro propio
discurso, a hacer frente a la represion del Estado español, sin
alimentar a la burguesía catalana.
Yo no quiero un Estado nuevo, no
quiero a los gobernantes, a sus medios de intoxicación de masas (tv3…)
que no dudan en reproducir la voz policial cuando hay detenciones de
anarquistas, y sacar su propaganda para llamarnos terroristas, no les
quiero, pero si hay que acabar con ellxs, quiero que seamos nosotras… el
pueblo, que se ha cansado de ellas, y quiere vivir en un modelo social
libertario y autogestionado, y no porque un estado imperialista ha
venido a pisar con su bota a aquellas que hacen temblar su hegemonia.
Sucede algo parecido a cuando salimos
a defender la sanidad y la educación públicas. En pleno sistema
capitalista, vivimos una sanidad medicalizadora, patologizadora, que
sirve más a los intereses de la industria farmacéutica, que al bien
común. Una educación publica, adoctrinadora, que aniquila la curiosidad y
las capacidades de aprendizaje de las criaturas, y asesina su potencial
encasillándoles en un programa y obligando a memorizar unos contenidos
que se deben vomitar en un examen, que te considerará apto o no apto
para ser un esclavo del mañana.
Pese a todo, esa
sanidad y esa educación públicas, son conquistas sociales, reformistas
si, pero conquistas al fin y al cabo, y si hay que acabar con ellas,
acabaremos nosotras, porque encontraremos formas de combatir las
patologias, que respeten nuestros deseos y procesos, y porque crearemos
una pedagogía que acompañará a las criaturas en sus procesos de
aprendizaje y a potenciar sus inquietudes… esa es la única forma de
destruir las conquistas sociales, que seamos nosotras quienes las
substituyamos por cosas mejores, y no porque el Poder, destruya nuestros
derechos, por su propio beneficio economico.
Con esto quiero decir y ya acabo, que
yo no voy a defender una Nación, pero sí a un pueblo, y a mi la
actuación del Estado Español, me interpela como pueblo, me interpela
como libertario, y en la medida de mis posibilidades voy a estar
peleando contra ellos.
Y una posible
independencia de Catalunya, no va a traer el fin del Estado, del
Patriarcado, de las desigualdades sociales, por eso, sea cual sea el
resultado de un posible referéndum, gritaremos una vez más, que la lucha
está en las calles y no en las urnas, y que la lucha por la libertad
debe ser diaria, y a degüello hasta que todas y cada una de nosotras
seamos libres.
_______Notas:
[1] Para profundizar en las figuras de Mas y otros impulsores del referéndum, recomendamos el libro La Gran Ilusión, de Guillem Martínez (Debate, 2016) y su serie de artículos “Procesando el Procès” en CTXT.[2] Véase “Cataluña en la encrucijada: una perspectiva libertaria” (diciembre 2015) en www.todoporhacer.org/entrevista-catalunya/
[3] Véase “Vídeo del coloquio sobre el derecho a decidir y autodeterminación de Catalunya” en www.todoporhacer.org/coloquio-autodeterminacion-catalunya/
[4] Los textos de debate que propusieron para preparar el debate se pueden leer en www.contramadriz.espivblogs.net/2017/09/20/debate-una-perspectiva-anarquista-sobre-el-referendum-de-cataluna-textos-del-debate/
[5] Véase www.todoporhacer.org/aturem-el-parlament-un-ejemplo-de-hacer-frente-a-la-represion/
[Tomado de https://www.todoporhacer.org/independencia-de-catalunya-como-por-que-y-para-que/]
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