Quienes a estas alturas siguen pensando que en Venezuela hay socialismo, o que hay una dirección en ese sentido, o son ilusos, o son estúpidos, pues es terrible el daño socioeconómico que ha hecho la alianza Gobierno-burguesía, expresado en gran medida en el sufrimiento cotidiano de millones con ingresos bien bajos. Es más que evidente que el Estado liberal está lejos de desaparecer, y que la nación caribeña sigue de rodillas ante el gran capital local y foráneo, y favorece a sus intereses de diversas maneras. Y cómo no podía ser de otra manera, son normales la corrupción, la carestía, la escasez, la baja productividad del sector público y otras irregularidades, problemas, manejos oscuros, acciones extrañas, desaguisados y vicios propios de cualquier sociedad donde el dinero de las élites es lo que manda, y permea todas las estructuras, incluyendo obviamente, el poder político.
De manera que la ineficiencia del Gobierno “revolucionario” de Nicolás Maduro no es nada que sorprenda en el contexto capitalista, más aún considerando la baja en el precio del petróleo, el rentismo prevaleciente, el descenso de las reservas internacionales y del Producto Interno Bruto, y el creciente endeudamiento externo. Ineficiencia para combatir la corrupción, la burocracia y la especulación, por ejemplo, pero eficiencia total para aplicar ajustes capitalistas progresivos (poco a poco para que “no se noten”) que han perjudicado y seguirán perjudicando notablemente a las clases baja y media baja. Ajustes como la devaluación monetaria y la liberación continua y exagerada de los precios de alimentos, ropa, pasajes y otros rubros y servicios, además del próximo aumento del costo de la gasolina, al más puro estilo del segundo Gobierno de Carlos Andrés Pérez.
Con semejante panorama es lógico que lluevan las críticas al Gobierno venezolano, y haya denuncias por malos manejos administrativos, incompetencia, abuso de autoridad y entrega de la soberanía, por ejemplo; buena parte de estas críticas y denuncias provienen de la izquierda combativa anticapitalista, decepcionada porque se prometió algo totalmente diferente a partir del primer mandato de Chávez, es decir una nueva cosmovisión para solucionar, entre otros males, la pobreza. Y esa izquierda observa con indignación como la actual Venezuela se parece mucho a la cuartorepublicana, y como el poder del dinero sigue destrozando moralmente a la casi totalidad del pueblo, hace añicos su bolsillo y le vulnera el derecho a vivir de forma decente. Claro está que la respuesta gubernamental no se ha hecho esperar, y ha ido desde la censura hasta la violencia física.
En este orden de ideas destáquese la labor del activista merideño Alcedo Mora, durante más de 30 años en favor de los pobres y por una Venezuela con un poder político decente y otro rumbo socioeconómico. Una lucha llevada a cabo de frente, en la calle, denunciando Mora lo que ha creído necesario denunciar, siempre en defensa de las necesidades de la mayoría. Y por esto fue perseguido y torturado brutalmente por el puntofijismo, y secuestrado junto a dos agricultores colombianos en plena “Revolución Bolivariana” (hace dos meses), posiblemente por el SEBIN o por grupos parapoliciales o paramilitares.
Mora, empleado de la gobernación del estado Mérida, denunció corrupción en PDVSA, razón por la que funcionarios del Gobierno “socialista” le habrían pasado factura. Días antes de su secuestro, ya había sido amenazado a punta de pistola cerca de su domicilio, “aconsejándosele” que se quedara quieto si no quería ser asesinado. El Estado burgués en defensa directa de la clase alta y de la delincuencia de cuello blanco de turno, en alerta máxima cada vez que los luchadores anticapitalistas como Alcedo Mora, se “entrometen en sus asuntos”.
A dos meses de la desaparición forzada del activista merideño y de los dos agricultores colombianos, familiares y amigos aún confían en que aparezcan sanos y salvos, que sus vidas no hayan tenido el mismo destino trágico de numerosos campesinos e indígenas que luchaban por una vida digna, en un marco diferente al capitalismo: humano, solidario, justo y ecológicamente armónico. Se espera que no hayan sido otras víctimas mortales de la ineficiencia gubernamental en complicidad con los mezquinos, rastreros y oscuros intereses capitalistas. Mientras tanto impera el silencio en las autoridades venezolanas de “izquierda” y de derecha.
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