"Anarcho"
La crisis del capitalismo (¡otra vez!) y el fracaso del socialismo de Estado no podían ser más claros. La socialdemocracia se ha vuelto neoliberal, y el stalinismo, con su capitalismo de Estado y su dictadura de partido, consiguió que la enfermedad (el capitalismo) fuera más atractiva que el remedio (el socialismo). En esto, los anarquistas deberían sentirse reivindicados. Personas como Bakunin predijeron estos resultados bastantes décadas antes de que se hicieran realidad.
Existe, pues, una apertura para una alternativa real. No debemos olvidar que el capitalismo no es más que la más reciente forma de la economía. Según Proudhon, “el vicio radical de la economía política consiste (...) en afirmar que una condición transitoria es un estado definitivo, a saber, la división de la sociedad en patricios [una elite enriquecida] y proletarios”. Hemos visto trabajo esclavo, después servidumbre y después capitalismo. ¿Qué es el capitalismo? Como dijo Proudhon, “el periodo por el que estamos pasando en estos momentos (...) se distingue por una característica especial: el TRABAJO ASALARIADO”.
El capitalismo es un sistema económico basado en mano de obra contratada, que vende su trabajo (libertad) poco a poco a un patrón. Para los anarquistas, esto se debería llamar esclavitud asalariada.
El anarquismo lucha por el trabajo asociado, el trabajo libre en otras palabras: la situación en la que aquellos que hacen el trabajo lo gestionan. A largo plazo, el objetivo es la abolición del trabajo (el trabajo y el juego serían lo mismo). Citando a Kropotkin, luchamos para “crear una situación en la que cada persona pueda vivir trabajando libremente, sin verse obligado a vender [su] trabajo y [su] libertad a otros que acumulan riquezas gracias al trabajo de sus siervos”.
Socialización
Aunque no todos los anarquistas han empleado el término “socialización”, esta es el fundamento necesario de una sociedad libre y, como es lógico, el concepto —aunque no el término— está en la base del anarquismo. Esto es así porque la socialización garantiza la autogestión universal al permitir el libre acceso a los medios de producción. Como argumentaron Emma Goldman y Johann Most, “lógicamente excluye toda relación amo-siervo”.
Esta ha sido una idea anarquista siempre que el anarquismo se ha llamado anarquismo. Así, tenemos a Proudhon, que en 1840 decía que “la tierra es indispensable para nuestra existencia” y es “por lo tanto, una cosa común, no susceptible de apropiación”, y que “siendo todo el capital acumulado propiedad social, nadie puede ser su propietario exclusivo”. Esto significa que “el granjero no se apropia del campo que siembra” y que “todo el capital (...) siendo el resultado del trabajo colectivo” es “propiedad colectiva”. No puede sorprender, pues, que Proudhon argumentara en favor de “asociaciones de instrumentos de trabajo, que, de esta forma, no pueden convertirse en causa de desigualdad”.
Como explica el economista David Ellerman, la empresa democrática “es una comunidad social, una comunidad de trabajo, no una residencia comunitaria. Es una república, o res publica, del trabajo. Los derechos de gestión son asignados como derechos individuales (...) a las personas que trabajan en la empresa (...) Este análisis muestra cómo una empresa puede ser socializada y, no obstante, seguir siendo ‘privada’, en el sentido de no ser propiedad del gobierno”.
Autogestión
La socialización implica lógicamente que no puede haber mercado de trabajo y que la gente, sencillamente, busca asociaciones a las que unirse y las asociaciones buscan asociados. El trabajo asalariado sería una cosa del pasado y sería reemplazado por la autogestión.
Esto es denominado a veces “control obrero” o, en palabras de Proudhon, “democracia industrial”, siendo las empresas consideradas como “pequeñas repúblicas de los trabajadores”. Para Kropotkin, una economía libertaria estaría basada en “asociaciones de hombres y mujeres que (...) trabajan en el campo, en las fábricas, en las minas, etcétera” y son “ellas mismas quienes gestionan la producción”.
Esto estaría basado en el principio de un miembro, un voto (con estructuras y resultados igualitarios), en la elección y revocación del personal administrativo, en la integración del trabajo manual e intelectual y en el reparto del trabajo en general (work), frente a la división funcional del trabajo (labour).
Así, como sugirió Proudhon, las empresas “son la propiedad común e indivisible de todos los que participan en ellas” y no “compañías de accionistas que saquean los cuerpos y las almas de los trabajadores asalariados”. Esto significa libre acceso: “todas y cada una de las personas empleadas en la asociación” tienen “una parte indivisible de la propiedad de la empresa” y tienen, además, “derecho a desempeñar cualquier función”, pues “todos los puestos de trabajo son electivos y los reglamentos se someten a la aprobación de los miembros”.
Evidencia
Se dirá que eso es solo un piadoso deseo. Pero no es así, pues la evidencia empírica en favor de las ideas económicas libertarias es abrumadora. Por ejemplo, la participación de los trabajadores en la gestión y en los beneficios aumentan la productividad. (...) Es interesante señalar que para que la propiedad de los trabajadores tenga un efecto relevante en los resultados, es necesario que los trabajadores participen en las tomas de decisiones. Además, las cooperativas tienen pocas desigualdades de salarios y de estatus (por debajo de 1 a 10, en comparación con diferencias de 1 a 200 y más en las corporaciones). No puede sorprender que los altos niveles de igualdad supongan un aumento de la productividad (a nadie le gusta trabajar como un esclavo para que otros se enriquezcan a su costa). Las cooperativas exitosas bajo el capitalismo, están normalmente agrupadas, lo cual demuestra el interés de tener una federación agro-industrial, y están a menudo asociadas con sus propias instituciones financieras (lo cual, una vez más, muestra la validez de las ideas de Proudhon).
Luego tenemos el ejemplo de varias revoluciones sociales a lo largo y ancho del mundo. Ninguna disertación sobre el anarquismo sería completa si no se hace referencia a la revolución española de 1936, y esta no es una excepción. Sin embargo, la mencionamos por una razón: muestra que la autogestión libertaria puede funcionar a gran escala, como el fue el caso de Cataluña, donde la industria fue colectivizada con éxito, mientras grandes áreas agrícolas pasaron a ser propiedad colectiva y fueron gestionadas colectivamente. Más recientemente, la revuelta contra el neoliberalismo en Argentina incluyó la ocupación de empresas cerradas. Estas empresas recuperadas mostraron que, mientras los patrones nos necesitan, nosotros no les necesitamos a ellos.
[Fragmentos de un texto originalmente publicado en inglés, accesible en http://anarchism.pageabode.com/anarcho/the-economics-of-anarchy]
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