Carlos Solero
A casi dos décadas del estallido social del 19 y 20 de diciembre de 2001 y el estallido institucional en un país que cultiva la amnesia selectiva y cierta necrofilia optamos por el contrario por mantener viva la memoria de las luchas sociales.
En efecto las jornadas de diciembre de 2001 fueron reveladoras del derrumbe de una serie de prácticas que engendradas desde 1975 quedaron al desnudo con la caída de la convertibilidad peso dólar. La convertibilidad instaurada por la dupla Menem-Cavallo y sostenida por la dupla De La Rúa-Alvarez Cavallo.
Un gran espejismo que tuvo la capacidad de sostenerse en falsas creencias y la complicidad coaligada de banqueros, empresarios, burócratas sindicales y políticos de profesión.
Como vivimos en un país que no superó el modelo agroexportador las metáforas campestres pululan y arraigan: corralito, corralón, etc.
Lo cierto es que el capital financiero y los capitalistas como clase en su conjunto completaron un proceso de expoliación iniciado casi 20 años antes, gobierno constitucional y dictadura cívico militar, más adelante la sucesión de gobiernos surgidos del sufragio.
Llegados a diciembre de 2001 habiendo quedado en evidencia el magno saqueo emergió el estallido con saqueos por alimentos en diversas ciudades de la región Argentina, declaración del Estado de sitio y una brutal represión policial que dejó un tendal de heridos y cerca de una cuarentena de muertos.
Nuestra memoria de esas jornadas se relaciona con el estupor por la ferocidad represiva y a su vez también con la digna resistencia popular ganando las calles.
La emergencia de las asambleas barriales que aparecieron en Rosario a comienzos de enero de 2002 es una de las más importantes y ricas experiencias de participación, deliberando, resolviendo colectivamente y ejecutando sin de caudillos ni burócratas.
El asesinato por la espalda de los militantes sociales Maximiliano Kosteki y Darío Santillán en junio de 2002 marcó un punto de inflexión en las luchas y un claro declive.
Para nosotros la ardiente memoria es el acicate que muestra que aun de las cenizas es posible potenciar luchas autónomas y emancipatorias por fuera de estructuras verticales.
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