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martes, 3 de noviembre de 2020

Laberintos de libertad

 

Alfredo Vallota
 
Cuando abordamos el tema de la libertad lo primero que encontramos es una fantástica diversidad de la noción al punto que se registran más de 200 significados para la palabra. Podemos interpretar este hecho de dos maneras. Por una, un refrán dice que lo que tiene muchos significados tiene poco significado por lo que la palabra libertad sería una palabra vacía, una palabra comodín que se puede usar como y cuando nos convenga, tal como otras que abundan en castellano como en el Caribe "vaina", entre los rioplatenses "boludoo" en la política "democracia", al punto que ciertos ácratas ahora se consideran demócratas. Por otra, podemos entender que el que haya tantas significaciones apunta a la importancia y el lugar central que tiene este asunto en la existencia humana y que muchos son los pensadores que han reflexionado sobre el asunto ideando concepciones diferentes.
 

Me inclino por esto último porque, en lo que conocemos, llevamos casi 5.000 años tratando este tema. La palabra más antigua registrada para lo que podemos entender como una noción de libertad es "ama-gique", en lengua sumeria, hacia el 2300 a.n.e., literalmente quiere decir volver a la madre. Se refiere a una disposición del ensiUrukagina, gobernante de la ciudad-estado de Lagash, cerca de la unión del río Tigris con el río Eufrates,entre 2380 y 23690 a.n.e. por la que se permitió que los esclavos regresaran a sus casas, al lar natal, volvieran a la madre, volvieran a sus orígenes, redimidos de la sumisión a la que estaban sometidos, es decir, recuperaban su libertad. [1]

De este remoto origen podemos obtener una primera inferencia y es que libertad es una noción estrechamente relacionada, por lo negativo, con la sumisión y el sometimiento, derivada de la humana finitud que ese dominio evidencia pero también con la toma de conciencia de las ansias de librarse de toda fragilidad. De manera que, de la finitud de nuestros límites como resultado de que nos hacemos conscientes de nuestra propia muerte, surgen nuestras ansias de ir más allá de esos límites superándolos y nace la libertad.

Volviendo a esa diversidad de significados me atrevería a decir que cada uno que reflexione sobre el asunto puede llegar a elaborar una propia noción de libertad. Éste es un poco el motivo de este escrito, invitar a los lectores que mediten sobre un asunto que nos parece importante, lo hagan cuestión de conversación, vuelquen sus propias cavilaciones en sus charlas o lo hagan tema de lecturas, tanto sea para afirmarla como para admitir que debemos optar por una servidumbre voluntaria. Es siempre bueno recordar lo que decía Aristóteles cuando, preguntado en qué se diferencian los sabios de los ignorantes, respondió: En lo que los vivos de los muertos porque el saber, en la prosperidad sirve de adorno, y en las adversidades de refugio.Y de eso trata el pensar, por lo que no esperen encontrar aquí la solución a la cuestión sino algunos aportes para esas reflexiones.

Significado de la libertad

Vamos a enfrentar el tema, en una primera aproximación, agrupando la variedad de nociones a las que hemos hecho referencia en tres conjuntos que llamamos autorealización, de autoperfección y autodeterminación, aunque son diferentes perspectivas de lo mismo, y que explicitamos diciendo:
La autorealización es el poder actuar como se desea en favor de nuestro propio bien tal como lo entendemos, es decir, actuar según nuestros deseos y objetivos. Esta perspectiva asocia la libertad con la ausencia de impedimentos, o coacción, es lo que llamamos libertad de o libertad negativa. Es la más frecuente, como cuando hablamos de libertad de prensa, libertad de viajar, libertad de comerciar, libertad de asociarnos. Se relaciona con corrientes filosóficas empiristas, que son aquellas que dan prioridad a la experiencia de lo que se nos opone, especialmente en la búsqueda de placer y felicidad.

La autoperfección es poder vivir, según la sabiduría que hayamos adquirido, en conformidad con una ley moral o a cualquier otro ideal que estimemos virtuoso para la naturaleza humana. En otras palabras, vivir según consideremos que deben vivir los seres humanos, sea buscando la gracia de Dios como en Agustín de Hipona, el conocimiento de la necesidad de las causas como en Spinoza, la conciencia de nuestros conflictos interiores como en Freud, o la obediencia a una ley de la que también somos sus legisladores como en Kant. Es una de las modalidades que se llama libertad para, o también libertad positiva que se asocia con corrientes vinculadas al racionalismo filosófico y que implica el esfuerzo de buscar esa meta.

La autodeterminación es el poder, inherente a la naturaleza humana, de construir nuestro carácter creativamente decidiendo qué es lo que hacemos con nuestra existencia, en qué queremos convertimos, qué sentido darle a nuestra existencia. No hay un modo preferible sino que cada uno elige lo que ha de ser tal como decida que ha de ser, sin ningún tipo de predeterminación ni objetivo preestablecido. También la podemos asociar con la libertad positiva o libertad para y filosóficamente es una posición asociada a corrientes existencialistas que concibe al humano como una posibilidad abierta, indeterminada, que Sartre resumía con su famosa paradoja según la cual estamos obligados a ser libres. [2]

Estas tres concepciones (poder seguir nuestros deseos, poder actuar según una concepción, o poder construir lo que hemos de ser) tienen algunas características comunes. La más notable es la preeminencia del individuo en contraste con otros individuos, con los deseos e imposiciones de otros, y recalcan el sí mismo frente al poder de otros. Esta posición acentúa el desde uno sobre el para uno o por uno asociados con el egoísmo. Son muchos los casos en que se coarta la libertad escudados en que es para nuestro beneficio o por nuestro bien. Es la libertad tal como la entiende Bakunin cuando dice "aunque sea bueno, si me lo imponen, me opongo".

El sí mismo es la fuente de ser libre y no se es libre cuando se está sometido a un dominio o poder ajeno a nosotros, sea de personas, de instituciones, de prejuicios. Ser nuestros propios señores, ser autónomos, es ser libres, y en esto coinciden pensadores como Tomás de Aquino, Descartes, Spinoza, o Kant. Pero no se trata del poder en su acepción derivada de dominio o control sobre otros sino el poder en su acepción más fundamental, la potencia de ser, la posibilidad de ser venciendo nuestra propia finitud para ser algo otro de lo que somos. Por eso, ser libre está asociado con que cada uno sea la fuente activa de sus acciones y no el objeto pasivo del poder de otros, su instrumento. [3]
 
Ahora bien, este objetivo principal no se puede lograr sin la colaboración de otros seres libres como nosotros porque, desde que nacemos podemos sobrevivir sin la ayuda de otros en innumerables maneras.. Esto es lo que ha dado en llamarse la libertad con que podemos resumir diciendo que nuestra libertad, cualquiera sea la modalidad en que se la entienda, no está limitada por los otros sino que, al contrario, se extiende con la libertad de los otros que hagan posible nuestra libertad, es lo opuesto al egoísmo. En pocas palabras, no se puede ser libre entre esclavos y señala un modelo para ordenar la convivencia, Pero desarrollar esto nos aleja de nuestro tema.
 

Finalmente podemos mencionar que ser libre encierra la posibilidad de actuar de otro modo, de tener alternativas a nuestro actuar, sea que existan, sea que podamos crearlas. No se es libre si se está obligado a actuar de una única manera, y esto nos hace responsables no solamente frente a los otros sino frente a nosotros mismos. No se es responsable si no podemos evitar hacer lo que hacemos así sea determinado desde nosotros mismos.

¿Libertad o libres?

Pasemos ahora a formularnos otra pregunta: ¿Existe la libertad, cualquiera sea la forma que la entendamos? Esta parece una pregunta sencilla pero introduce asuntos de importancia filosófica. Si tratamos de responderla lo primero que surge es que, si existe la libertad, no ocupa un lugar en el espacio, no tiene una existencia física como una mesa o una naranja. Mesa o naranja tienen una existencia que apreciamos sensorialmente, físicamente y, en castellano, estas cosas se nombran con sustantivos y corresponden a cosas, entes existentes. Ahora bien, libertad también es un sustantivo pero entre el sustantivo naranja y el sustantivo libertad hay diferencias. ¿Qué tipo de diferencias?

Veamos. Hay una fruta que se nombra con el sustantivo naranja. También decimos la naranja es dulce donde dulce señala una cualidad de la naranja y para eso usamos un adjetivo. Aquí nos encontramos con un problema porque en castellano podemos sustantivar los adjetivos, y también los verbos, y hablamos de la dulzura de la naranja, la blancura de la nieve y que leer es gratificante, escuchar es una virtud y otras por el estilo. Pero cuando decimos dulzura, aunque sea un sustantivo, no es una cosa como la naranja. La dulzura no es algo independiente sino algo que apreciamos en las cosas que son dulces. Los entes que designan los sustantivos tienen un modo de ser diferente de lo que designan los adjetivos, o verbos, sustantivados. A la naranja la podemos cortar, guardarla, lanzarla a un conferencista aburrido, pero nada de esto podemos hacer con la dulzura. Por esto tradicionalmente se decía que hay algunas cosas que son por si y hay otras que son por otro. Esto pasa con muchas otras cosas como la gente se muere pero hablamos de la muerte, o la gente se ama pero hablamos del amor o decimos la pared es blanca y hablamos de la blancura. Esta confusión hace muy bella poesía, hermosas metáforas pero no ayuda a pensar.

Volvamos a lo nuestro y preguntemos si la Libertad es un sustantivo como naranja o un adjetivo sustantivado como dulzura. Dicho de otra manera, ¿Existe la libertad o lo que hay son personas libres? A nuestro juicio la libertad no tiene una existencia independiente, no es un ente como la naranja sino que es como la dulzura, una cualidad que no puede guardarse en un armario, ni ir a comprarla a una botica, ni cortarla ni luchar por ella. Libertad es un sustantivo pero que no representa a un ente sino a una cualidad de un sujeto y deberíamos decir Pedro es libre o Pedro no es libre. Es una cualidad de un sujeto que, como vimos, se asocia al poder de autodeterminarse.
 

Con estas precisiones podemos plantearnos otra pregunta, porque hay distintos tipos de cualidades. Por ejemplo, los números tienen la cualidad de ser pares o impares y son uno o el otro. No pueden ser más o menos impares sino que son pares o impares plenamente. Pero una cualidad como la dulzura admite grados y una naranja puede ser más o menos dulce que otra. La dulzura es algo que tiene grados, no se limita a dos extremos excluyentes. Lo mismo apreciamos en otras cualidades como que uno nunca es tan delgado como para no pesar nada pero tampoco es tan gordo que no pueda ser más gordo. Pues bien, sostenemos que la libertad es una cualidad de los humanos que tiene grados, nunca somos totalmente libres ni nunca somos totalmente esclavos y en algunos casos o circunstancias podemos ser más libres y en otros menos.

¿El ser humano puede ser libre?

Generalmente más difícil que encontrar una respuesta es plantearse adecuadamente la pregunta. Como gustaba decir a Jorge Luis Borges, tener una pregunta bien planteada es tener la mitad de la respuesta y la pregunta que formulamos no está bien planteada. ¿Por qué no lo está?

Preguntarse si el ser humano puede ser libre no es un buen comienzo porque no hay tal cosa como el ser humano. Cuando decimos el ser humano hablamos de una abstracción porque el ser humano así dicho no es joven ni viejo, ni mujer ni varón, ni adulto ni niño, ni sano ni enfermo, es decir carece de todas las determinaciones que tenemos los seres humanos existentes. El ser humano es una abstracción por lo que lo que corresponde preguntarse es si Juan, María, tú o yo somos libres, no si el ser humano es libre.

Habiendo precisado el sujeto pasemos a indagar si Juan puede ser libre, si puede hacerlo siempre o sólo algunas veces. Pero ahora se hace necesaria otra precisión y es a qué tipo de actividad nos referimos porque hay ciertas actividades en las que no somos libres como respirar, dormir, recordar, beber, que el corazón haga circular la sangre y otras. Las funciones fisiológicas son acciones que están determinadas. También hoy se entiende que las personas no son libres si actúan bajo el efecto de drogas o el alcohol y esto se traduce en los actos judiciales que asignan responsabilidades. Por otro lado, aunque pareciera que actuaran libremente, muchas personas no pueden superar los condicionamientos sociales, los prejuicios, los factores culturales u otras.

Entonces la libertad es algo que tiene grados dependiendo de la circunstancia, del tipo de actividad, de la cultura, de los prejuicios, de la educación. Ni somos totalmente esclavos, como pretenden algunos gobernantes como cuando Mussolini decía que los pueblos son como la masilla en manos del artista que son los dirigentes (y así lo piensan muchos todavía), ni tampoco somos omnipotentes para hacer todo lo que pretendemos hacer como irreflexivamente pensamos en la juventud. Por eso la pregunta si soy o no libre está mal formulada porque a esta interrogación sólo se puede responder si o no y éste no es el caso de la libertad. Dependiendo de la circunstancia, de la actividad se puede ser más o menos libre. Soy libre de suspender mi respiración por 30 segundos, pero otros puede que más. Pero no soy libre de dejar de respirar ilimitadamente y seguir vivo, ni nadie lo es.

¿Somos libres?

Habiendo establecido que la pregunta me tiene a mí, y a cada uno de nosotros, como el sujeto y se refiere a las cosas concretas que puedo hacer, se trata de establecer los límites a mi poder actuar, o no actuar, pensar o no pensar, desear o no desear. De antemano, al establecer que la libertad no es un ente sino una cualidad de las personas, y una cualidad que es factible de tener grados, ya anticipamos que la respuesta se ubica en una gama de posibilidades que van desde la nada hasta el todo dependiendo del lugar y el tiempo, de cuándo y dónde, de qué y cómo. En otras palabras, en algunas ocasiones soy libre, o más libre, que en otras en que no lo soy tanto. No soy libre de caminar, aunque sea mi deseo, si tengo un problema en mis piernas que me lo impide pero si estoy bien de salud, si lo soy. Un niño que ignora los peligros de la calle y el tránsito es menos libre que uno que los conoce y de allí que la educación sea en muchos aspectos y según las formas, una manera de incrementar los grados de mi libertad y no de limitarla coactivamente como hay un tendencia actual en esa dirección.  Si resumimos, podemos decir que soy más libre en cuanto puedo realizar en mayor grado lo que decido hacer según mis deseos, convicciones o determinaciones. Y en este punto resurge el ser con otros porque son los otros, el colectivo, lo que puede aumentar mis grados de libertad o reducirlos por la cultura, la propaganda, la opinión pública, los prejuicios, la aceptación social. Por caso, como lo decía Aristóteles y Cicerón, los amigos aumentan mi libertad aunque muchos piensen que los compromisos con ellos coaccionan.

Llegados a este punto aparece un nuevo problema porque surge la pregunta si somos libres de tener los deseos que tenemos o de llegar a las decisiones que tomamos. Para citar un caso, que ampliaremos, hace ya unos cuantos años Vance Packard publicó un famoso libro pionero sobre este asunto titulado Las Formas ocultas de la propaganda, alertando sobre las muchas maneras, burdas o sutiles, honestas o deshonestas, de influir en nuestras decisiones. Lo mismo podemos decir de las amenazas, de la violencia, del miedo y recursos psicológicos que serían factores que afectan mi capacidad de decidir por mí mismo. En otras palabras, pudiera ser el caso de que, aunque hagamos lo que decidimos hacer, lo que decidimos no lo hacemos libremente sino que estamos determinados en nuestras decisiones por factores que escapan a nuestra voluntad.

Determinismo

Tocamos así un asunto que se presenta como el opuesto a la libertad, el determinismo. ¿Realmente somos o podemos ser libres en alguna medida o nuestras vidas están determinadas de alguna manera que no podemos soslayar? Hay autores y corrientes de pensamiento que sostienen que la aspiración a ser libres es vana porque estamos determinados por múltiples y diversos factores. En conjunto es lo que llamamos determinismo. Veamos algunas posiciones que abogan por el determinismo y alguna que se enfrenta.

Descartes inicia en el 1650 estas preocupaciones por la libertad en el pensamiento moderno que llegan hasta hoy y centra el tema en su punto más álgido, en Dios ¿Dios es libre o Dios está determinado a actuar según lo bueno? Su respuesta es que Dios es libre porque Dios es anterior a lo bueno por lo que bueno es, precisamente, lo que hace Dios. De manera que la acción de Dios es indiferente a lo bueno o lo malo. Ahora bien ¿Y el ser humano? ¿Goza el ser humano de esa libertad de indiferencia? Ya Buridan, discípulo de Occam, defensor de la posibilidad de ponderar toda decisión a través de la razón, se había enfrentado a los críticos que le había planteado que, de ser así, un asno, parado ante dos haces de heno exactamente iguales, se moriría de hambre al no tener elementos para decidir por uno u otro, es decir libertad de indiferencia [4].  Descartes acepta que los seres humanos no están en la situación del asno ni la de Dios, pero sin embargo los seres humanos podemos adoptar decisiones que, aunque no estén avaladas racionalmente e inclusive si el entendimiento las estima malas o inconvenientes, porque en nuestras decisiones somos libres como Dios aunque esto nos lleve a cometer errores y faltas. Precisamente el mérito humano es no cometerlos siendo libres para hacerlo y debamos  extremar nuestro conocimiento para evitarlos.

Esta posición cartesiana se opone a corrientes deterministas que niegan la libertad. En primer lugar podemos mencionar como agentes que nos impiden actuar autónomamente las diferentes formas de coerción externa. No podemos actuar libremente si un delincuente (o un policía) ejerce violencia física contra nosotros, si estamos amenazados, si se nos impide movernos, hablar, expresarnos, ya sea mediante leyes, violencia física u otros tipos de coacción. Todo gobierno, en este sentido, siempre coarta nuestra libertad y, frente a esto, la corriente de los últimos siglos ha sido precisamente minimizar esta coacción sobre los ciudadanos para que podamos aumentar nuestro grado de libertad. Aunque en muchos lugares, como en Venezuela, desde donde escribimos pero también en otros países en mayor o menor grado, la situación parece ir en reversa en un progresivo aumento del miedo a lalibertad y mucha gente prefiere no innovar por miedo a equivocarse, como dice Descartes. En este sentido, la dupla seguridad-libertad ha estado desde siempre en el centro de las disyuntivas que cada sociedad debe resolver y pareciera que, de manera confusa, se ha logrado que la seguridad se imponga.

Pero además de este caso, que es obvio que ha generado y genera muchos conflictos socio-políticos, hay otros varios, algunos con aval científico. El determinismo en general sostiene que nuestras acciones, deseos, preferencias y decisiones están establecidas por causas y condiciones previas que las fijan y estipulan. En consecuencia, el problema de la libertad sería un falso problema porque no sería sino una manera de nombrar el desconocimiento de estas causas y condiciones. En buena medida, la importancia de la corriente determinista se deriva de la ciencia moderna. Si realizamos una reacción química mezclando A y B en condiciones adecuadas, el resultado sólo puede ser C. La aparición de C está determinada por sus causas A y B y las condiciones adecuadas. Todos los hechos de la naturaleza se rigen por normas y leyes que Laplace llevó a un extremo en el siglo XIX. El gran sabio francés dijo que, si pudiéramos conocer la posición de todas las partículas en el universo y las fuerzas que las rigen, podríamos conocer todo el pasado y todo el futuro. [5] Claro que no conocemos la posición de todas las partículas ni todas las fuerzas, pero la ignorancia no impide, según esta visión clásica, entender al universo como regulado y determinado y podemos intentar aumentar el conocimiento de esa regulación [6].  De manera que, si conocemos las causas no hay libertad en la aparición de sus efectos y si plantamos una semilla de trigo nacerá una planta de trigo y de las gatas nacen gatitos.

Si trasladamos esta noción a un campo más cercano al ser humano encontramos varias hipótesis concretas derivadas. La biología afirma que estamos genéticamente determinados no sólo a ser humanos sino también a ser el tipo de humanos que somos en sexo, altura, tipo físico, temperamento y formas de conducta a partir de nuestra carga genética. Es decir, estaríamos determinados a ser lo que somos y a actuar como actuamos debido a la dotación genética que heredamos de nuestros padres y antepasados, y así sabemos que algunos humanos somos más propensos a ciertas enfermedades que otros o más hábiles que otros para ciertas actividades. Es nuestra herencia la que determina la bioquímica de nuestro sistema nervioso, la producción de nuestras hormonas, el funcionamiento de nuestras glándulas, la que establece nuestras conductas, decisiones y deseos limitando nuestra posibilidad de actuar libremente que es una ilusión vana .Hijo de tigre nace manchado dice el refrán.
 

Cuando en el siglo XIX la psicología y la sociología adquirieron un carácter científico también adoptaron esta norma de la ciencia que hace de la libertad una ilusión. La psicología en general y, en particular el auge del psicoanálisis en buena parte del siglo XX, llevaron a entender que nuestras acciones responderían a fuerzas ocultas y desconocidas de nuestra psiquis que determinan nuestros deseos y decretan nuestras decisionesa partir de un centro por definición desconocido e inaccesible, el inconsciente. En este caso, libertad sería el nombre que le damos a esas pulsiones internas que nos gobiernan pero que no conocemos ni controlamos o, en el mejor de los casos, que vanamente intentamos controlar. [7] Si bien en muchos casos pareciera que hacemos una deliberación consciente y lógica de los argumentos y razones, la decisión ha sido tomada por pulsiones que reclaman satisfacción. Como diría Pierce, es un falso razonamiento porque lo que hacemos es tratar de justificar racionalmente una decisión ya tomada irracionalmente.

La sociología, y la antropología aportaron otra versión que minimiza en general la posibilidad de ser libre. Si bien hay un determinismo genético importante, varias corrientes estiman que muchos más importante es la determinación de nuestra conducta y deseos, incluyendo nuestras preferencias sexuales, que hacen las circunstancias en las que vivimos. No es lo mismo nacer y vivir en París que en una favela brasilera, no es lo mismo nacer y vivir en una playa tropical que en la Siberia rusa, no es lo mismo nacer y vivir en la cultura árabe que en la cultura inuit, no es lo mismo ser mal-educado en la Venezuela chavomadurista que en un colegio finlandés. En consecuencia, no sería el individuo el principal responsable de la conducta humana sino, la circunstancia en la que nace y vive. Como decía Ortega y Gasset yo soy yo y mis circunstancia y esta perspectiva carga las tintas en la circunstancia. Muestra de esta falta de autonomía del individuo es que una misma persona se conduce de manera diferente si cambia de un medio ambiente a otro.

Entre los defensores de esta propuesta encontramos diferentes posiciones. Hay quienes se acentúan factores como el clima, el terreno, los alimentos disponibles, como dice el refrán uno es lo que come, que en estos tiempos está de moda. Otros, como Skinner defienden el condicionamiento psicosocial que resulta del tipo de relaciones en la comunidad, en la familia, la educación, y los estímulos-represiones a que se nos somete determinantes de nuestras conductas, el famoso garrote y zanahoria para conducir al burro que arrastra el carro. Cuando una conducta se premia tiende a reiterarse y cuando otra se castiga tiende a evitarse y de esta forma se puede llevar a la gente a actuar de cierta y determinada manera, patrón que muchos gobiernos han hecho suyo. Premios y castigos pueden ser materiales, pero también más sutiles y elaborados pero con iguales resultados al punto que, como ya denunciaba Cicerón en la República Romana, el clientelismo ha reemplazado a la amistad. Así sucede con la propaganda, las modas, las conductas aceptadas o no, las formas de belleza, las de entretenimiento, las premiaciones [8]. Sin olvidar que es la sociedad y la convivencia la que nos impone una moral cuyos valores varían de lugar en lugar.

Afín a esta posición está la de Marx que acentúa la dependencia que tenemos de la estructura económica y los modos materiales de producción de nuestra vida. La manera en que nos ganamos la vida es la que establece nuestra pertenencia a una clase social que sería la que determina nuestra conducta, nuestros valores, nuestros deseos, nuestra manera de pararnos en el mundo y quien se rebela es un traidor a su clase. Las clases sociales clásicas son el proletariado, los trabajadores, los que ganan su sustento con su trabajo y la burguesía que obtienen ganancia de la posesión de dinero. Esta división, aunque ha perdido vigencia en la realidad de nuestro mundo, sigue siendo válida para discursos simplistas.
 
En los últimos tiempos se ha acentuado la importancia que tiene en nuestros deseos y decisiones aspectos como la cultura, el lenguaje, las tradiciones, las costumbres, las etnias, las normas y estructuras predominantes.  Derrida dice que hablamos un lenguaje, pero que no es nuestro reformulando lo que afirmaba Heidegger que no es que hablemos un idioma sino que la lengua habla por nosotros. Con ello dan a entender que es la lengua, la cultura la que, en última instancia, genera nuestros deseos y dirige nuestras decisiones y no la voluntad personal. Por ello Heidegger sostenía que no cualquiera podía filosofar porque era una actividad intelectual propia de los hablantes del griego y del alemán y durante años Y florece con la exaltación de quien domine y controle la palabra que será el Führer. Esta visión culmina con la rotunda afirmación de Foucault, el hombre ha muerto y en esta dirección se inscribe el famoso, y fallido, intento de Mao de hacer una revolución cultural. Pero hoy los chinos vuelven a abrazar a Confucio y los rusos al cristianismo ortodoxo.

Podemos agregar a estas vertientes biológicas, psicológicas, sociológicas, y culturales que se oponen a la concepción del ser humano como un ser libre lo que llamaríamos un determinismo teológico, derivado de la concepción de Dios como omnipotente y omnisapiente. Ciertamente, si Dios nos ha creado y sabe por anticipado todo lo que sucede y lo que sucederá, entonces nuestra libertad para escoger y decidir es una ilusión. Si Dios sabe cómo escogeremos frente a una alternativa, entonces no hay alternativa por lo que la libertad humana es incompatible con la omnisapiencia divina. Leibniz trató de salvar este determinismo sosteniendo que Dios no sentaba la necesidad de nuestra decisiones pero que eran seguras las que tomaríamos. Por otra parte, si lo que escogemos depende de Dios, su Bondad Infinita impediría que escogiéramos mal y, en el supuesto negado que lo hiciéramos, con su poder infinito podría impedir que actuáramos en el error, pero esto está mediado por un milagro que depende de su voluntad. Este determinismo teológico así presentado ha generado grandes preocupaciones en todos los teólogos ya que si no hay libertad no somos responsables de nuestras decisiones ni de nuestras acciones y el pecado sería imposible lo que, en el lenguaje común se traduce en el que sea lo que Dios quiera.  Esto también genera diferentes interpretaciones entre las diferentes religiones monoteístas como católicos, corrientes cristianas diversas y musulmanes.

En favor de ser libres

Hemos atendido a posiciones que defienden que podemos ser libres y también a quienes se les oponen. Estas objeciones tienen virtudes porque todo hallazgo de un factor que restringe la libertad es una contribución efectiva a nuestro afán de ser libres que hemos de superar si se pretende afirmar que el ser libre es una meta de los seres humanos. Estimando que ser libres se da por grados, cuanto más conozcamos de nosotros mismos y de nuestras limitaciones mejor podremos expandir esas constricciones. La cantidad de factores, conocidos, o por conocer, que concurren a nuestras decisiones, deseos y acciones hace cierta la afirmación cartesiana el hombre es un desconocido para el hombre pero conocerlo es una meta posible en la vida. Aristóteles sentó que podemos ser felices en esta vida merced al conocimiento y la libertad.

Los argumentos contra la libertad tienen un defecto común y es el afán de simplificación ya que cada uno se afinca en sostener que hay un factor que es el que comanda las acciones humanas dejando de lado precisamente lo que el conjunto muestra: que los seres humanos somos entes complejos que no podemos reducir a un solo aspecto. Nuestras acciones son resultado tanto de cargas genéticas, hormonales, de salud, ambientales, culturales, circunstanciales, factores que no conocemos de nosotros mismos y nuestra capacidad de reflexión racional que hacen imposible que podamos mirar nuestra conducta con un solo color y que hace que cada uno de nosotros sea único. Más cuando la libertad tiene su manifestación más alta en el plano más complejo del humano como es el de las decisiones morales, las estéticas, la capacidad creativa.

Estas reflexiones intentan llamar la atención acerca de estas simplificaciones, eliminar la identificación de la libertad con el azar, la casualidad. Nada se produce por azar, sin principio ni razón por lo que no puede ocurrir cualquier cosa. Bien podemos decir que azar es una calificación transitoria que señala que todavía no hemos encontrado la causa o el motivo que lo produce ya que nada sucede porque sí, por lo que hemos de buscarla. Vinculado con esta posición está la que sostiene que se es libre si uno hace lo que quiere, o actúa por capricho o arbitrariamente. Ya hemos hecho referencia a que los deseos tienen causas diversas que hemos mencionado. El que afirma que hace los que se le antoja simplemente vuelve a la infancia, cuando el desconocimiento de sí mismo y del mundo le hacía parecer que sus acciones eran infundadas, sin ley ni norma porque, simplemente, las desconocía.

Podemos agregar un aspecto más para finalizar, que han defendido filósofos como Hume y otros moralistas ingleses y que se inscriben en la contraposición de las ciencias humanas y las naturales. Se trata que en la naturaleza suceden hechos que no persiguen ningún fin. La lluvia cae pero ella no pretende regar los cultivos de los campesinos ni la manzana pretende saciar el hambre del muchacho que la come. Responden a una cadena de antecedentes que impone los consecuentes. Pero entre los seres humanos conscientes las acciones sí tienen un fin, persiguen una meta, pretenden alcanzar un objetivo. Como decía Hume aspiramos a un deber ser, un querer que no se deriva de lo que es y muchas veces se le opone. Las acciones que llamamos humanas implican la conciencia de una finalidad que actúa como una nueva causa, o vieja si recordamos a Aristóteles, que es ajena a la Naturaleza y que Kant instalaría en otro plano, el nouménico distinto del fenoménico en el que vivimos la vida corriente y, como mencionamos, es una forma de la libertad.

Las acciones propiamente humanas no escapan a la regulación que tienen los hechos, sino que agregan algo. Esto que agregan es una deliberación consciente, ponderada, la búsqueda de opciones o la creación de ellas, las rectificaciones, porque con nuestras acciones pretendemos lograr un finen el ejercicio de nuestra autonomía. Los hechos puede que limiten nuestras acciones, o las condicionen, pero es lo que da sentido a nuestras acciones que pretenden cambiar esas circunstancias. Es como la famosa paloma kantiana que renegaba de la oposición del viento pero es, precisamente, el aire que se le opone lo que le permite volar. En las acciones propiamente humanas, además de la causalidad de los hechos naturales, intervienen aspectos que nos competen específicamente, que son propios de cada acción y de cada agente, como razones, motivos, móviles, valores que conforman nuestra posibilidad de actuar con grados de libertad que aspiramos a que se incrementen, que es lo propio de los humanos en el mundo de la naturaleza.

Notas:

[1] El Código de Urukagina, que reinó entre 2380 y 2360 ane en la ciudad-estado de Lagash, fue uno de las primeras normas legales por la que se trató de implementar condiciones de mayor igualdad y libertad frente a la opresión de las castas sacerdotales y de los señores poderosos, así como también estableció reglas para la protección de viudas y huérfanos, reguló los impuestos y sentó normas de pago.

{2] El teólogo jesuita Karl Rahner se acerca a esta posición cuando sostiene que la libertad no es la facultad que poseemos para hacer esto o aquello con elecciones arbitrarias sino la capacidad de una persona para decidir acerca de sí misma en su singular totalidad por lo que, en última instancia, no hacemos algo sino que nos hacemos a nosotros mismos. Cfr. Rahner, K. 
Foundations of the Christian Faith Crossroad, New York, 1984, p. 94.

[3] En esto hay diferencias porque algunos autores. como, Descartes y también Pedro Abelardo sostienen que se puede ser libre si se mantiene el poder de decidir aunque no se transforme en acciones mientras que otros sostienen que no se es libre a menos que surjan acciones de nuestra intimidad por lo que  el pecado necesita la acción, como afirma Tomás de Aquino, y no se es libre ni se peca sólo con el pensamiento.

[4] Jean Buridan, teólogo de la primera mitad del siglo XIV, discípulo de Occam, fue un defensor de la libertad y de la posibilidad que tenemos de elegir en todas las situaciones. Sus enemigos plantearon que un burro (o un asno) parado frente a dos haces de heno no tendría razones para elegir y se moriría de hambre. Leibniz da solución al caso sosteniendo que para toda acción hay una razón suficiente al par que sostiene que si hubiera dos cosas exactamente iguales no podríamos distinguirlas como dos.

[5]  Laplace, P. S.: Essai philosophique sur les probabilités, Paris, 1814. Pierre Laplace (1748-1827)fue un notable astrónomo y matemático francés, creador de la llamada transformada de Laplace, la ecuación de Laplace y la famosa función de campana en el estudio de las probabilidades conocida como la campana de Laplace-Gauss. En 1796 propuso en su Sistema de formación del mundo la primera teoría acerca del origen del sistema solar a partir de una nebulosa primigenia. La teoría que se conoce como de  Laplace-Kant porque el filósofo E. Kant había lanzado la idea en 1755 aunque no se sabe si Laplace la conocía. Hoy se mantiene como el fundamento de toda teoría cosmológica. Su Tratado de la Mecánica Celeste en 5 volúmenes resume y completa toda la astronomía de su tiempo y muchos lo consideran el Newton francés ya que resolvió algunos de los problemas que el sabio inglés dejó sin respuesta y mejoró sus propuestas. Protegido de D’Alembert, su discípulo Napoleón Bonaparte lo nombró conde lo que no impidió que los Borbones luego de su restauración lo hicieran marqués.

[6] Hemos de señalar, aunque no lo trataremos en esta ocasión, que las corrientes posteriores de la física, como la Mecánica Cuántica, niegan que podamos conocer lo que Laplace pretendía, atendiendo a lo que se llama el Principio de Incertidumbre de Heisenberg.

[7] John Hospers de la Universidad de California desarrolla esta perspectiva, que es discutida por otros psicoanalistas, en su obra Human Conduct, Harcourt Brace, 1961 traducida por Tecnos, Madrid en 1964.

[8] Cfr. Skinner, B. F. Walden two, Hackett Publishing Company, New York, 1948.Walden es el nombre del famoso ensayo de Henry David Thoreau de 1854 en el que relata su vida solitaria cerca del lago Walden en el que reivindica la libertad del hombre y el valor de la relación con la naturaleza. Skinner en su novela, una suerte de utopía,propone precisamente lo contrario negando la libertad, minimizando los instintos y reforzando el carácter social del hombre que es lo que lo determina. Burrhus F. Skinner es uno de los pioneros del conductismo que considera al comportamiento humano como resultado de la historia de los refuerzos positivos y negativos que ha recibido. Propuso una suerte de ingeniería social por la que a través de técnicas psicológicas se podía mejorar la conducta humana para alcanzar una mejor sociedad y una mayor felicidad.

[9] El místico flamenco del siglo XIV Jan van Rusbroec señala que si bien desde el punto de vista natural la sumisión y obediencia aparecen como formas de esclavitud, en lo que se refiere a Dios es justamente lo opuesto. En su Tabernáculo espiritual afirma que toda buena persona que, a través del amor, se niega a sí misma y abandona su voluntad en la libre voluntad de Dios…es noble, libre y maestro de todas las cosas. Citado por Wiseman,J. en Human and Divine Freedom in the Christian Mystics.


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Charla: El Anarquismo en América Latina

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Américo Alejandro Balbuena Aministía Internacional Amnistía Internacional Amnistía Internacional Venezuela Amor amor libre Amor y Rabia análisis análisis anarquista sobre Venezuela análisis asamblea nacional análisis conflicto con Colombia análisis de izquierda Venezuela análisis de la revolución bolivariana análisis económico análisis reformas en Cuba análisis sobre Venezuela anarchico anarchism anarchism kurdistan anarchism venezuela anarcofeminismo anarcopunk venezuela anarquismo a la venezolana anarquismo básico anarquismo caracas Anarquismo en América Latina anarquismo en Argentina anarquismo en barquisimeto anarquismo en Francia Anarquismo en México anarquismo en Perú anarquismo en rusia anarquismo en Uruguay Anarquismo en Venezuela Anarquismo es movimiento anarquismo hoy anarquismo ilegalista Anarquismo social anarquismo suiza anarquismo venezuela anarquismo vs. Estado anarquismo y cárceles anarquismo y comunicación anarquismo y derecho anarquismo y ecología anarquismo y 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