Alfredo Vallota
Otro punto, vinculado con estos temas, es que, a pesar de que hay acuerdo de que la sociedad anarquista ha de ser no-violenta, la tradición revolucionaria ha apoyado la violencia de distinto tipo y en distinto grado, como medio para la destrucción de los aparatos de fuerza y las estructuras que sostienen el poder10. La violencia no es en sí misma algo deseable ni tampoco el medio idóneo para alcanzar una sociedad libre porque es una forma de opresión y poder, pero muchos son los que defienden el uso de la violencia contra la violencia que ejercen los opresores y dominadores, considerando que en este caso la violencia es defensiva y no opresora. La diferencia no siempre es clara. Bien podemos decir que quienes defienden o condonan la violencia parecen afirmar que la disolución de la oposición amo/esclavo tiene prioridad sobre los reclamos de respeto a la vida de los amos, o de quienes son sus instrumentos para lograr sus propósitos. O también puede que, en este particular aspecto, los anarquistas que defienden la violencia hagan concesiones a principios útiles, como los que dan prioridad a los fines por sobre los medios con que se alcanzan, suspendiendo los principios éticos propiamente anarquistas.
El tema de la violencia entre los anarquistas es complejo y, en muchos casos, las circunstancias imponen su urgencia. Las situaciones en la Guerra Civil española abundan en todos los sentidos. Pero también cabe decir que, sin pretender dar una justificación aunque tampoco debe ignorarse, en comparación con el terrorismo de las fuerza del poder, las persecuciones y matanzas de trabajadores, las cárceles y campos de exterminio de los activistas, las guerras por intereses grupales, los recursos del terrorismo de Estado, las guerras a las que el Estado nos ha conducido y nos conduce, la violencia anarquista es una muestra pálida de violencia, aunque sí muy publicitada, caracterizada en su mayoría por ser puntual, específica, escrupulosa. Por otra parte, aunque las hubo, hemos de reconocer que cuando se dieron estas manifestaciones en su más alto grado durante el siglo XIX y comienzos del XX, las corrientes estrictamente pacifistas no predominaban entre los anarquistas ni tampoco en otros movimientos de cualquier otro tinte o color. Claro que en el anarquismo, como siempre, el tema fue discutido y nunca dejó de haber corrientes no-violentas y hasta fueron los suficientemente influyentes, al punto que actualmente tienen un importante lugar en el movimiento.
El pacifismo anarquista acentúa los principios de respeto al ser humano sin distingos, se apoya en un concepto de solidaridad y amor mucho más fuerte que la fraternidad habitual entre los grupos de afinidad de cualquier índole, otorgando una impronta novedosa a la noción de individuo y sus relaciones con otros individuos. Bien puede decirse que, para estos grupos, el amor entre los seres humanos (no necesariamente a la Humanidad como una abstracción) se hace el último concepto que nos caracteriza como humanos al punto que, si este sentimiento no se ha sentido y sólo se ha pensado, se puede afirmar que no se ha experimentado el fondo último del anarquismo y la idea queda todavía como una empresa por realizar plenamente en cada uno de nosotros. Sin embargo, el Estado, y el gobierno, que tienen el poder, tienen también la fuerza física para imponerse -ejército, policía- y cabe esperar que en algún momento el conflicto por disolverlo se tenga que resolver en términos materiales de violencia debido al uso monopólico de tales recursos que hacen en su favor.
Mencionamos antes la utilidad o la conveniencia, o también la eficiencia, relacionada con la violencia y éste es un aspecto a tener en seria consideración. Aclaramos nuevamente que no se trata de la utilidad o la eficiencia en el sentido de que hacer algo exitosamente que vaya en favor de nuestros intereses, que es deseable, sino en el sentido de priorizar los fines sobre los medios empleados para alcanzarlos. La conveniencia es algo que afecta las decisiones en una particular circunstancia, por ejemplo el apoyo a los aliados por Kropotkin en la Primera Gran Guerra Mundial, o por Rocker en la Segunda. Pensamos que estas situaciones son de las más difíciles para el anarquismo, porque la utilidad no forma parte de sus principios fundamentales, como sí lo son los de libertad, felicidad o realización óptima del ser humano, que incluye el respeto a la vida. Evaluar en una dada circunstancia la conveniencia del apoyo o no a una acción dudosa es lo que hace más necesario que nunca el diálogo y el intercambio de experiencias, conocimientos, perspectivas entre los muchos individuos. Por supuesto que adoptar una acción por utilidad no es señal de inconsistencia, especialmente si el beneficio tiene un sentido amplio, pero dado que el provecho a corto plazo es hoy por hoy la regla que domina la mayoría de las decisiones en los sistemas dominadores, se debe ser muy cuidadoso en su justificación, criterio y alcance cuando se adopta como guía de las acciones del anarquismo.
[Sección extraída del artículo "Reflexiones Anarquistas", publicado originalmente en la revista Germinal # 3, Madrid, abril 2007. Texto completo del artículo accesible en https://issuu.com/ellibertario/docs/reflexiones_anarquistas.]
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