* Escrito desde el encierro en la Carcel de Alta Seguridad de Santiago de Chile
Este texto pretende ser un aporte al desarrollo y a la profundización del combate anárquico informal tomando en consideración los avances tecnológicos cada vez más especializados en el control y la vigilancia, de la población en general y sobretodo hacia quienes se aventuren a rebelarse contra lo establecido. Nace también de la necesidad de asestarle golpes más duros y continuos al poder que generen grietas que se puedan ir abriendo.
A nadie sorprende el acelerado aumento de la vigilancia realizada mediante cámaras de seguridad, las múltiples tarjetas que tenemos que utilizar para hacer casi todo y el incipiente pero rápido aumento del uso de drones de televigilancia. Si a esto le sumamos el control que se realiza por medio de los celulares el panorama se complica mucho más. Este engranaje tecnológico al estar interconectado, pasa a tomar el control casi absoluto de la ciudad, nuestro campo de batalla. El cruce de imágenes, horas y la utilización de tal o cual medio, ya sea de transporte u otro, hace que los movimientos de cualquier individuo sean posibles de detectar y de registrar. La ciudad completa está bajo la lupa, este mundo es prácticamente una cárcel de alta seguridad a cielo abierto y no es exagerado decirlo. Y si tomamos en cuenta la presencia policial y ahora militar en cada esquina el escenario se torna más limitado y controlado.
Ahora bien, si cada individuo de la sociedad se encuentra monitoreadx por dicha interconexión de la vigilancia, para quienes se declaran enemigxs de esta sociedad y actúen en consecuencia, el control aumenta de manera considerable, la situación pasa a ser aún más escabrosa si pensamos en personas que ya son conocidas por los aparatos represivos por haber estado en prisión, por estar vinculadxs a espacios que apuesten por la confrontación o por otros diversos motivos. El margen para la acción transgresora se estrecha y hace que el tomar la decisión de pasar al ataque se transforme en una cuerda floja en la que se está todo el tiempo a punto de caer. ¿Qué hacer para burlar los golpes represivos? O incluso ¿Qué hacer para dificultar la labor de captura de los aparatos policiales?
Opciones y decisiones
Uno de los aspectos de la crítica que hace la tendencia informal del anarquismo hacia los grupos político-militares de izquierda, es su fuerte aparatismo que los lleva, entre otras cosas a optar por la clandestinidad como estrategia de lucha. Esta situación de clandestinidad traería consigo una marcada división de funciones que estaría ligada estrechamente con la militarización que presentan estos grupos. La clandestinidad así entendida sería fundamental en el engranaje de una organización que divide a sus militantes en legales e ilegales, siendo estos últimos el ala oculta que se encargaría de efectuar los golpes y los primeros la cara publica destinada a generar redes de apoyo, logística y propaganda, entre otras labores. La vida en la clandestinidad se caracterizaría por estar sumamente limitada a aspectos operativos; una dinámica de combate permanente que, según lxs criticxs a esta, dejaría de lado aspectos tan esenciales y enriquecedores como el necesario intercambio de experiencias, el compartir visiones con respecto a la lucha o también la cualificación en ámbitos que, si bien no se centran en el combate armado, son indispensables en la lucha por la liberación total. Las extensas conversaciones donde se debate de distintos temas que ciertamente amplían la mirada, son muy difíciles o imposibles de darse en clandestinidad, lo que da cuenta de los momentos o experiencias determinantes que se pierden por estar en dicha situación. Intentar desprenderse o apartarse de las lógicas de consumo (no me refiero con esto a la ensoñación de las “burbujas de libertad”) es también complicado llevarlo a cabo de manera clandestina, ya que ésta exige seguir carriles ciudadanos si lo que se pretende es pasar desapercibidx. Esas y muchas más son las restricciones que trae consigo esa vida que tiene a la soledad como elemento principal. Ahora bien, quiero dejar en claro que me refiero a una clandestinidad en y para la guerra, no la que , por muy válida y legitima que sea, se aboca a huir del enemigo y, dentro de eso, llevar una vida tranquila sin pasar a la ofensiva. Hablo de una opción por la clandestinidad –aunque también existan quienes se ven obligadxs a dicha situación- como estrategia para la lucha, como estrategia para propinar golpes fuertes y constantes al poder.
Otra crítica que comúnmente se hace a estos grupos y organizaciones que optan por ese camino es que finalmente terminan volcando todo su quehacer político en mantener la “estructura clandestina” que requiere de muchos recursos de todo tipo para solventarse. Así, se dejan de lado labores indispensables como la propaganda o la generación de redes de apoyo para lograr mantener a lxs clandestinxs, lo cual, a todas luces, terminan siendo contraproducente y fortaleciendo el militarismo.
Ejemplos a tener en cuenta
No solo las organizaciones político-militares de izquierda han optado por la clandestinidad para enfrentar al poder. Grupos anarquistas y autónomos también han recurrido a esta estrategia, experiencias que son necesarias de considerar a la hora de tener presente esta opción.
Una de las experiencias más notables en este sentido fue la del MIL (Movimiento Ibérico de Liberación) que luchó desde la clandestinidad contra la dictadura franquista a principios de los 70 en Cataluña. Evidentemente, la asfixiante bota de Franco fue determinante para que dicho grupo tomara esa opción, sin embargo sus miembros aun sin estar identificados por los aparatos represivos, pasaron automáticamente a la clandestinidad una vez conformado el grupo o al ingresar a éste. La particularidad del MIL fue, sin duda, su amplia producción teórica que la supieron complementar con la lucha armada de buena manera. La constante elaboración de textos y reflexiones, incluso creando la Editorial “Mayo del 37”, demuestra que la propaganda y la generación de reflexiones política constituyó una de las principales preocupaciones del MIL, incuso más que la lucha armada.
Un camino similar siguieron los Grupos Autónomos que operaron principalmente en Barcelona, Valencia y Madrid de forma paralela y posterior al MIL durante la transición democrática en el reino de España. Los individuos al momento de tomar la decisión de conformar uno de estos grupos debían contar ya con armas, contacto con algún piso franco y documentación falsa para, de esta forma, pasar a la acción. Según diversos relatos, esta situación de clandestinidad terminó por transformar su práctica política básicamente en expropiaciones bancarias para financiar la clandestinidad, lo que impidió ampliar redes de apoyo, entre otros aspectos. No está demás señalar que los aparatos represivos del Estado Español –La Brigada Político Social- siguió intacta en la transición democrática, lo cual pudo haber determinado que los Grupos Autónomos de fines de los 70 y principios de los 60 continuaron con la misma dinámica de los grupos que operaron en dictadura.
La experiencia de la Conspiración de Células del Fuego (CCF) en Grecia también resulta necesaria de tener en cuenta en la medida que se trata de un grupo anarquista informal de acción de los últimos años que optó por la clandestinidad. No estoy seguro si tal decisión estuvo determinada por la identificación previa de sus miembros o de alguno de ellos por los aparatos represivos. Pero lo que sí es un hecho es que sus ataques fueron constantes, contabilizándose por varias decenas en un año, lo que, quizás, refleja una ventaja de la clandestinidad.
Otro grupo anarquista que llevó a cabo la lucha armada en el mismo territorio fue “Lucha Revolucionaria”, el cual empujado por la persecución policial, se clandestinizó y en esa situación asestó duros y contundentes golpes al poder. El caso de “Lucha Revolucionaria” es un claro ejemplo de clandestinidad en guerra, donde sus acciones de envergadura pusieron en jaque al sistema en su conjunto, según una de las sentencias judiciales en su contra. Todos los grupos señalados tuvieron la particularidad que no se constituyeron como estructuras rígidas con una marcada división de funciones, como sí lo presentan las organizaciones político-militares de izquierda. Su opción por la lucha clandestina fue una decisión libremente asumida tomando en consideración los costos que conllevaba. Su práctica política la abocaron a la lucha armada; algunos realizando acciones esporádicas de envergadura, y otros ataques incesantes que no dieron tregua al poder. Sin embargo, no descuidaron la reflexión ni la difusión de ésta, siendo un aporte para el desarrollo cualitativo de las luchas anárquicas demostrando en los hechos una coherencia entre lo que se plantea y lo que se practica.
Sobre la necesidad de golpear duro
El ataque contra todo lo establecido está plenamente legitimado desde el momento que existe Estado y capitalismo, y eso, creo, es compartido dentro de la tendencia informal anárquica. Ahora bien, la necesidad de que esas acciones cobren mayor envergadura es algo que se ha planteado en diversas ocasiones pero que poca materialización ha tenido. Ataques que hagan temblar a los poderosos, que hagan saber al empresario que seca un rio para regar su plantación de paltas que su acto le traerá consecuencias, se hacen imprescindibles desde una perspectiva anárquica de combate.
Acciones que demuestren fuerza y decisión, y puedan ser reproducibles por cualquier individuo que tenga por horizonte la libertad. Ya sea para acompañar, extender y profundizar un contexto de revuelta, para intentar generar grietas y fisuras a lo impuesto en situación de “normalidad”, o bien como un acto de venganza, es que se hace necesario dar un salto cualitativo en el combate anárquico informal que permita abrir posibilidades que aún no conocemos. Junto con esto, si pretendemos que nuestras acciones tengan mayor impacto, éstas necesariamente deben ser con una relativa frecuencia porque la memoria cada vez es más frágil y a corto plazo, por lo que si nuestros golpes son demasiado esporádicos corren el riesgo de convertirse en “hechos aislados” o testimoniales. Como dijo alguien; “Cuando los golpes duros se repiten una y otra vez, comienza la poesía”.
Entonces, ¿Es posible realizar ataques complejos y de envergadura con una frecuencia considerable viviendo en una situación de legalidad donde el enemigo sabe tus pasos y donde encontrarte? ¿La clandestinidad facilitaría emprender acciones de ese tipo?
Palabras finales
“Ocurre una acción contra el poder que alerta de alguna manera la normalidad, la policía comienza a trabajar inmediatamente y logra tener indicios o una fuerte presunción de quien o quienes serían los responsables, sin embargo, no se sabe el paradero de ellos ni los lugares que frecuentan ni con quien se relacionan”
Este ejemplo representa una de las ventajas que traería consigo la opción por la clandestinidad. Dificultar la labor policial en cuanto a la caza y captura. En este punto se hace necesario volver al tema de los avances tecnológicos de control y vigilancia; Al estar monitoreada casi la totalidad de la ciudad, monitoreo que se perfecciona día a día, cualquier error en la realización de la acción se paga caro y si sus perpetradores son conocidos por la policía, su captura se hace inminente. Esto, por ejemplo fue lo que les paso a los compañeros Alfredo Cospito y Nicola Gai cuando dispararon al empresario nuclear Adinolfi. La clandestinidad haría, de alguna manera, que la tecnología para la vigilancia perdiera en parte su efectividad porque al momento de dar con los hechores, estxs ya estarían en la oscuridad, conspirando para el próximo ataque. La vigilancia policial permanentemente que se ejerce sobre lxs conocidxs enemigxs del poder dejaría de tener efecto, lo cual, sin duda, constituye otra ventaja de la clandestinidad que permite mucha mayor movilidad. El hecho de tener múltiples ojos vigilando restringe enormemente la capacidad de acción, ya sean golpes esporádicos, y más aún, si estos se tornan recurrentes. La clandestinidad entonces, otorgaría mas facilidad para llevar a cabo una práctica de ataque sistemático, como también la generación de complicidades, por cuanto el quehacer político estaría volcado casi en su totalidad a la conspiración y a la acción.
Pero este tipo de vida ¿Es lo que realmente buscamos o queremos? ¿Podremos llevar esta dinámica sin caer en conductas militaristas y aparatistas? Sin duda, múltiples aspectos indispensables en la práctica anárquica quedarían de lado al momento de optar por la clandestinidad. El cuestionamiento permanente que se hace a nivel individual y colectivo para intentar desprendernos de conductas autoritarias y/o ciudadanas es algo que se vería dificultado tomando en cuenta la dinámica de la clandestinidad que, como se señaló antes, exige adoptar conductas que muchas veces no se comparten con el propósito de pasar desapercibidxs. La discusión y el debate extenso y fructífero con compañerxs que tanto ayudan en nuestro desarrollo individual también se vería mermado, ya que los contactos públicos serían escasos o prácticamente inexistentes.
Junto con lo anterior, la clandestinidad también hace correr el riesgo de levantar jerarquías y relaciones verticales, transformándonos en lo que criticamos y atacamos estableciéndose una distancia abismal entre medios y fines. Desde el momento en que aquello ocurra estamos perdidxs, hemos comenzado a utilizar métodos ajenos y contrarios a lo que planteamos, y, en ese caso, sería oportuno desechar la opción por la clandestinidad. Por lo tanto ¿Cómo conjugar una práctica de ataque sistemático y de envergadura con el necesario desarrollo individual en los más diversos ámbitos?
Solo el avance y la cualificación del combate anárquico informal y los caminos que pueda abrir nos van a ir dando respuestas.
[Tomado de https://publicacionrefractario.wordpress.com/2020/09/29/en-la-cuerda-floja-aportes-y-consideraciones-desde-y-para-el-combate-anarquico-escrito-del-companero-anarquista-francisco-solar.]
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