Asel Lusarraga
Hubo
un tiempo en el que discutir sobre el sexo de los ángeles era imagen de hablar
sobre cuestiones inútiles. Hoy me toca escribir sobre el sexo de los gobiernos,
veamos si tienen algún parecido gobiernos y ángeles.
La
cuestión es que, estos días en los que Whatsapp se nos ha convertido en un
virus temible, ha llegado un mismo audio a dos listas que comparto con
amistades. En él, un hombre (¿periodista? no lo recuerdo o quizá el audio no lo
aclare) da cuenta de su tesis; dice esto, poco más o menos: las mujeres
gobiernan mejor y sus gobiernos han sido más eficaces contra el coronavirus (lo
primero lo concluye de lo segundo). Para mostrar eso, toma siete países de
ejemplo: Islandia, Dinamarca, Finlandia, Alemania, Noruega, Taiwan y Nueva
Zelanda. Escuchando el audio con interés, me ha parecido un ejemplo de
manipulación de datos, pues la cuestión es cómo se organizan y se visten esos
datos. Así que, tras debatir un poco sobre el tema en esos grupos, he decidido
escribir este artículo.
Antes
de empezar, quiero aclarar dos puntos a tener en cuenta de principio a fin,
para que se entiendan bien mis palabras. Por un lado, no quiero negar la
gravedad del COVID19. Estoy seguro de que el virus existe, no creo en
conspiraciones, la gente está muriendo, se ha extendido a todo el mundo, y
estoy seguro de que es mejor hacer algo para proteger a los grupos de riesgo
que no hacer nada.
Por
otro lado, tomaré en consideración los datos y lo que es posible en la sociedad
que tenemos. Es decir, vivimos en sociedades en las que unas minorías deciden
lo que la mayoría debe hacer, y tus condiciones y esperanza de vida serán estas
o aquellas, según en qué rincón del mundo y en qué clase hayas nacido, y en qué
medida dependas de un salario. En una economía, por tanto, dependiente del
movimiento del dinero, que convierte a la mayoría de sus habitantes en
afortunades si quienes tienen el capital les hacen el “favor” de entregarles un
sueldo (sea en empresas privadas o estatales). Dejo a un lado qué podría
suceder en otros modelos sociales, y me ceñiré a lo que sucede y puede suceder
en este que nos han impuesto.
Entrando
en el tema, surgen varias ramas, ligadas a dos troncos principales: ¿si la
tesis del hombre del audio fuera cierta, qué consecuencias traería, sobre todo
desde un punto de vista feminista?; ¿es cierto lo que dice el audio? Al
discutir sobre la segunda pregunta, aparecen otras dudas: por un lado, la
fiabilidad de los datos que nos dan, y por otro, la eficacia de las políticas
gubernamentales.
Intentaré
desarrollar todos los puntos. Para hablar de esto, como no soy médico, he
tomado en consideración lo escuchado y leído a diverses virólogues,
epidemiólogues, biomédiques y otres especialistas. Uno de elles es Pablo
Goldschmidt, uno de los más fiables de los que he escuchado, para mi gusto, que
trabajó como médico en África mucho tiempo y también para el Ministerio de
Salud galo. Afortunadamente, esta pandemia lo ha pillado jubilado y eso le ha
dado la oportunidad de expresarse con total libertad. Empecemos.
Parece que el sexo
condiciona el gobierno…
Como
decía, comenzaré aceptando la tesis principal: las mujeres gobiernan mejor. Esa
idea conlleva un primer problema. Al escuchar al del audio, deberíamos pensar
que esas que consideramos “democracias” no son muy democráticas, si las
decisiones dependen del talante de una sola persona. Podría pensarse que son
monarquías elegidas: el pueblo escoge a una sola persona, y según esa persona
sea hombre o mujer, así serán las decisiones que toda la ciudadanía deberá
cumplir. No negaré la verdad que eso encierra: en el mundo no existe un solo
gobierno democrático. Pero eso dejaría en muy mal lugar la influencia de las
aristocracias que rodean a tales monarcas, pues parece que deciden e imponen su
estilo de gobernanza en solitario. Así que mejor alejar esas ideas peligrosas.
En
cualquier caso, dejando a un lado esa duda política, si eso fuera así, es
decir, si el que las mujeres tienen mejores facultades para gobernar fuera una
verdad empírica y demostrable, inmediatamente tendríamos que hacer una
pregunta, incómoda para mucha gente, seguramente: ¿es la razón de la mejor
capacidad de gobernanza de las mujeres biológica o cultural? ¡Pues es necesaria
una razón para que sea así! En el mismo audio se nos enumera una serie de
hermosas características de esas mujeres gobernantes. Analicemos ambas
opciones.
Si
la razón para que las mujeres gobiernen mejor fuera biológica, se jodió eso de
achacar a la cultura todas nuestras construcciones sociales. Quizá, y por el
mero hecho de ser mujer, también tendrían mayor capacidad para los trabajos de
cuidado, por ejemplo, y los hombres, tal vez, mayor capacidad para los trabajos
que se les han convertido en habituales: la construcción, la mecánica, la
ingeniería… Por tanto, ¡deberíamos seguir repartiendo los oficios y las
actividades en base al sexo! O, como mucho, deberíamos revisar el reparto que
se ha hecho hasta ahora, pues quizá la experiencia nos diga que son en otras
cuestiones las mujeres más hábiles que los hombres y los hombres que las
mujeres. Y, claro, puede ser que fuera biológica la tendencia a la violencia
que se nos achaca a los hombres. Pareciera que, por esa senda, se nos volvería
imposible la igualdad…
Por
supuesto, otra opción es que el motivo sea cultural. Las mujeres tienen mejor
capacidad para gobernar, porque nuestro modelo social las ha educado para tener
otros rasgos: para la empatía, los cuidados, escuchar más… Así que, si eso
fuera así, y el objetivo fuera que cualquier gobernante siguiera el estilo de
esas mujeres, y no que todas las gobernantes del mundo sean mujeres, ¿no
deberíamos transformar radicalmente nuestro modelo cultural? Pero…, ¡hemos
pasado un siglo entero convenciendo a las mujeres para que asuman las
características que antes se atribuían a los hombres! ¡Es el modelo de ese
hombre culturalmente patriarcal el que hemos preferido e impulsado! Ese era el
sueño de Simone de Beauvoir: ¡educar a las mujeres como a los hombres, y no al
revés! ¿Tendremos que retroceder todo el camino recorrido? ¿Tendremos que
extender también a los hombres las características, actividades, prioridades,
modelos… que se han priorizado para las mujeres? Parece ser que eso nos dice
quien ha grabado ese audio, si detrás de él no se esconden razones biológicas
y, por tanto, inalterables. Si deseamos la igualdad, y si el modelo adecuado es
el inculcado a las mujeres, tendremos que adoptar ese modelo para los hombres,
¿no?
¿Condiciona el sexo
al gobierno?
Retrocedamos
y, en lugar de dar por buena la tesis, analicémosla más detalladamente. En el
audio es el éxito que los países gobernados por mujeres han tenido frente al
coronavirus el argumento principal que se nos da para defender que ellas
gobiernan mejor. ¿Será cierto?
Se
nos mencionan siete países, como decía antes: Islandia, Dinamarca, Finlandia,
Alemania, Noruega, Taiwan y Nueva Zelanda. Existen grandes diferencias entre
esos países, sobre todo en cuanto a su situación geográfica. No en vano la
geografía tiene mucho que ver con la mortalidad del virus, pues es el clima una
variable importante, entre otras. También los modelos sociales pueden tener
algo que ver, en muchos sentidos. Así que, se me ha ocurrido dividir esos siete
países más los tres que faltan en tres grupos y compararlos con aquellos que
pueden tener parámetros similares en algunas áreas, principalmente en cuanto a
las condiciones climáticas. Tomando los datos oficiales (27-4-2020), quedarían
de la siguiente manera (muertes por cada millón de habitantes):
1er
grupo:
Finlandia:
34
Dinamarca:
73
Alemania:
71
Islandia:
29
Noruega:
37
Estonia:
38
Eslovaquia:
3
vs
Rusia:
5
Polonia:
14
Ucrania:
5
Lituania:
15
Rumanía:
34
Letonia:
6
Croacia:
14
Bielorrusia:
8
Austria:
61
Chequia:
21
Canadá:
68
2º
grupo:
Taiwan:
0,3
Bangladés:
0,9
vs
Macao:
0
Hong
Kong: 0,5
Laos: 0
Myanmar:
0,09
Vietnam:
0
Tailandia:
0,7
Japón:
3
Corea
S.: 5
China:
3
Malasia:
3
Camboya:
0
India:
0,7
Pakistán:
1
Afganistán:
1
Nepal:
0
Sri
Lanka: 0,3
3er
grupo:
Nueva
Zelanda: 4
vs
Australia:
3
Papúa:
0
Filipinas:
5
Fiyi:
0
Indonesia:
3
Argentina:
4
Chile:
10
Sudáfrica:
1
Madagascar:
0
Mozambique:
0
Namibia:
0
Botsuana:
0,4
Luego
entraremos en el tema de la fiabilidad de los datos. De momento, siendo esos
los datos oficiales de cada país, los daremos por buenos y comparables, ya que
el hombre del audio también se basa en esos datos oficiales. Parece, comparando
por grupos, que no hay tanta diferencia, ¿no? Os propongo un juego: sin mirar
la lista de arriba, distinguid de entre estos países, en base a la cifra de
muertes, cuáles están gobernados por una mujer y cuáles por un hombre:
Rusia:
5
Indonesia:
3
Madagascar:
0
Nueva
Zelanda: 4
Dinamarca:
73
Canadá:
68
Ucrania:
5
Taiwan:
0,3
Hong
Kong: 0,5
Polonia:
14
Alemania:
71
Austria:
61
Tailandia:
0,7
Chequia:
21
Islandia:
29
Lituania:
15
Vaya,
parece que no está tan claro… Y, por supuesto, olvidaremos algunos gobiernos
del pasado, como el de Margaret Thatcher o la dictadura de Imelda Marcos, o que
la presidente que más utilizó la ley antiterrorista contra el pueblo mapuche y
otros tipos de disidencia fue Michelle Bachelet. Sí, la jefa del gobierno que
me encarceló. ¿Tendría que ver con la biología, o con la educación que les
dieron?
En algunos países
los datos no son fiables…
Vistos
esos datos, una duda que surge es la de su fiabilidad. Puede ser que nuestra
visión blanca y eurocentrista nos lleve a pensar que hay que mirar con mayor
desconfianza los datos de los países de esos continentes “negro” y “amarillo”.
Pero no es precisamente confianza, en lo que a la cuestión del coronavirus se refiere,
lo que más nos han regalado los gobiernos más cercanos, europeos y blancos. Las
mentiras han sido constantes, y también con las cifras hemos tenido varios
bailes, y los tendremos. En general, nos han hecho pensar que los datos se han
maquillado a la baja en todas partes, pero las palabras de ese virólogo que
antes mencionaba han abierto una grieta en esa creencia mía. Me perdonará
algune si lo que digo es una barbaridad pero, si no me equivoco, es suficiente
que un test de COVID19 dé positivo para que se le atribuya a él la muerte en
nuestras estadísticas. Puede suceder que el coronavirus sea un cofactor, o
incluso que la persona fallecida fuera asintomática en coronavirus; las
estadísticas que nos entregan son ciegas ante esas posibilidades. Es decir,
puede suceder que yo muera de un infarto y que anteriormente no haya tenido
ningún síntoma de coronavirus: si realizan el test a mi cuerpo y da positivo en
COVID19, mi muerte irá a parar a la casilla del coronavirus, y no a la de la
enfermedad cardíaca.
Si
los datos se dan así, no sirven para nada a la hora de compararlos con las
muertes causadas otros años por otros tipos de coronavuris. De hecho, estoy
seguro de que a las personas que murieron el año pasado entre marzo y abril
nadie les realizó tests de COVID18, y de que, por tanto, en las estadísticas
todas irían a parar a la casilla de la causa más probable de muerte, y no a
engrosar las estadísticas del COVID18. De haberse realizado, ¿cuántas hubieran
sido el año pasado las muertes causadas por un coronavirus según las
estadísticas? ¿Cuántas personas habrán tenido el año pasado contacto en marzo y
abril con un coronavirus? ¿Podemos imaginar qué hubiéramos pensado también
entonces, si todas las personas que murieron teniendo el rastro del virus de un
catarro en su cuerpo (tuvieran catarro en ese momento, lo tuvieran sin
desarrollar, o estuvieran para entonces ya curadas) nos hubieran dicho que
habían muerto de catarro? Pues parece que algo parecido está sucediendo este
año. Eso es el efecto lupa. Y, de nuevo lo repito, con eso no quiero negar que
este año puedan estar sucediendo más muertes, y que muchas de ellas sean
consecuencia del coronavirus. Pero decir muchas no significa decir todas.
¿Las políticas de
los gobiernos de mujeres han sido más eficaces?
Pues,
con las políticas de gobiernos de mujeres, sucede como con las políticas de
gobiernos de hombres: parece ser que, tomando algunas políticas opuestas, en
algunos casos se han conseguido resultados parecidos, y que tomando políticas
iguales, resultados opuestos en otros; y así, al parecer, esos gobiernos han
acertado tanto al tomar una decisión como al tomar la contraria. Y me refiero
fundamentalmente al grado de confinamiento.
Y
es que, entre esos gobiernos exitosos que se nos mencionan, algunos han optado
por el confinamiento voluntario, y otros por el obligatorio. Y extendiendo la
mirada a todo el mundo, sucede algo parecido: a algunos gobiernos que han
optado por el confinamiento voluntario les ha ido muy bien, y bastante mal a
otros, y a algunos gobiernos que han elegido el confinamiento obligatorio les
ha ido muy mal, y muy bien a otros. ¿Ha influido el que fuera voluntario u
obligatorio? ¿Nos ha reportado consecuencias negativas o positivas el que fuera
obligatorio? Cada cual sabrá qué ha supuesto para sí y para las personas de su
entorno pasar todos estos días en casa, pero sospecho que no ha sido
beneficioso para la salud de mucha gente, precisamente.
Aquí
diré algo que sí es pura opinión, que no está demostrado empíricamente, aunque
algun@s médic@s que he escuchado hablaran en el mismo sentido. Diría que es más
eficaz que la gente tenga la opción de no acudir a trabajar sin poner en riesgo
su economía (es decir, su sustento y el de su familia; el salario, dicho en una
palabra), o sea, poder interrumpir todas las actividades que no son
imprescindibles, sin que nadie sufra con ello consecuencias económicas graves
(ahí quedan al descubierto los pies de barro de las economías basadas en el
dinero y el mercado), que la obligación de quedarse en casa. Igualmente, que es
más eficaz tomar medidas para proteger a los grupos de riesgo. Casi la mitad de
las muertes en Euskal Herriak se han producido en residencias de ancian@s. Algo
debiera decirnos eso.
¿Qué
significa poder salir de casa solo para ir al trabajo (o al supermercado)?
Viajar de un lugar cerrado, la casa, muchas veces a otro lugar cerrado, el
metro, tren, autobús o auto (algunos de ellos a rebosar de gente en las horas
punta durante casi todos los momentos del confinamiento), para pasar las
siguientes horas en otro lugar cerrado, el puesto de trabajo (o el
supermercado; no pocas veces sin grandes posibilidades de mantener distancias).
Osea: no poder respirar el aire fresco exterior, prácticamente no poder mover
el cuerpo, no recibir sol ni, por tanto, vitamina D, mientras se hace frente al
miedo y al estrés. Un cóctel inmejorable para nuestro sistema inmunológico.
Cabe recordar que la mayoría de las personas no son habitantes de clase media
que viven en hogares cómodos, amplios, habitables e iluminados, y que muchas no
tienen balcón, ni para tomar el sol, ni para aplaudir (yo mismo, por ejemplo).
No diré nada sobre saber qué es la vitamina D y cómo se consigue.
Eso
es lo que se ha pedido a mucha gente de nuestro alrededor y, en cambio, se le ha
negado caminar al aire libre, dar paseos, mover el cuerpo, relajarse, escapar
un poco del miedo y tomar el sol de primavera. Está claro que es mucho más
peligroso pasear por el monte o la playa, sin consumir ni producir, es decir,
sin engrasar los motores de la economía capitalista, que verse obligade a
acudir a una fabrica o una obra de construcción. Así hemos visto cuando l@s
niñ@s han podido salir a la calle: nuestra ciudadanía-policía rápidamente han
difundido fotografías y vídeos, pues andar por calles y parques sin producir es
un delito grave, pero pocas fotos se han difundido para mostrar cómo iba el
metro de Bilbao la semana pasada mismamente en algunos horarios, porque esa
gente sí, iba a algo totalmente necesario: a una mierda de trabajo.
Cuántas
cosas pueden extraerse de un audio, y no siempre en la línea que pudiera desear
quien lo ha difundido. Yo he sacado una conclusión, al menos: creer que los
gobiernos nos van a salvar es parecido a creer que nos salvarán los ángeles;
como discutir sobre sus sexos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nos interesa el debate, la confrontación de ideas y el disenso. Pero si tu comentario es sólo para descalificaciones sin argumentos, o mentiras falaces, no será publicado. Hay muchos sitios del gobierno venezolano donde gustosa y rápidamente publican ese tipo de comunicaciones.