Simon Springer
¿Qué formas de acción adopta entonces el anarquis-mo? «Todas las formas», respondió una vez Kropotkin (1880/2005: 39), «de hecho, las más variadas formas, en función de las circunstancias, del temperamento, de los medios disponibles; a veces trágicas, a veces con humor, siempre atrevidas; a veces colectivas, a veces puramente individuales, esta línea de acción no renuncia a ningún medio a su alcance, a ningún evento de la vida pública con el fin de... despertar el coraje y difundir el espíritu de la revuelta». Las organizaciones anarquistas no aspiran a reemplazar el mecanismo vertical del estado ocupando su lugar. Por el contrario, lo abolen, dejando que la gente construya lo que necesita por sí misma, libres de la coerción o de la imposición de la autoridad. En lugar de una formación política centralizada, la organización social satisfacer sus necesidades. La organización bajo el anarquismo simplemente constituye una continuación de ese impulso, a pesar de las trabas que impone el Estado.
¿Qué formas de acción adopta entonces el anarquis-mo? «Todas las formas», respondió una vez Kropotkin (1880/2005: 39), «de hecho, las más variadas formas, en función de las circunstancias, del temperamento, de los medios disponibles; a veces trágicas, a veces con humor, siempre atrevidas; a veces colectivas, a veces puramente individuales, esta línea de acción no renuncia a ningún medio a su alcance, a ningún evento de la vida pública con el fin de... despertar el coraje y difundir el espíritu de la revuelta». Las organizaciones anarquistas no aspiran a reemplazar el mecanismo vertical del estado ocupando su lugar. Por el contrario, lo abolen, dejando que la gente construya lo que necesita por sí misma, libres de la coerción o de la imposición de la autoridad. En lugar de una formación política centralizada, la organización social satisfacer sus necesidades. La organización bajo el anarquismo simplemente constituye una continuación de ese impulso, a pesar de las trabas que impone el Estado.
Como argumentaba una vez Colin Ward (1973/1982: 28), «ante una necesidad común, un colectivo de personas intentará, a través ensayos y errores, de la improvisa-ción y de la experimentación, construir un cierto orden para hacer frente a la situación —y este orden será más perdurable y estará más estrechamente vinculado a sus necesidades que el que cualquier autoridad externa pudiera proveerles». No hay, por tanto, ningún tipo de narrativa trans-geográfica en el anarquismo. El apoyo mutuo, aunque ha estado siempre presente en las socie-dades humanas, se diferencia en las formas en las que se plasma en el espacio y en el tiempo. Adopta formas úni-cas, incluso sutilmente diferentes, en función del con-texto, las necesidades, los deseos y las limitaciones a la reciprocidad que aquellos sistemas antagónicos, como el capitalismo, le imponen. En algunos momentos, el apoyo mutuo ha sido un elemento central de la vida social, mientras que en otros las geografías del apoyo mutuo se han mantenido escondidas, ensombrecidas por la domi-nación, la competición y la violencia. Pero incluso en las condiciones adversas el apoyo mutuo pervive: «desde el momento en que dejemos de insistir en ver todas las for-mas de acción solo por su función en la reproducción de formas de desigualdad total cada vez mayores, seremos también capaces de ver relaciones sociales anarquistas y formas no alienadas de acción a nuestro alrededor» (Graeber 2011: 86).
En los últimos tiempos las geografías anarquistas se han visto reavivadas con el propósito de buscar nuevas formas de organización, enfatizando el «hazlo tú mismo», el espíritu de la autonomía, la acción directa, la democracia radical, la no mercantilización (Springer et al. 2012). Los argumentos a favor del potencial radical del «hazlo tú mismo» enfatizan las visiones anarquistas sobre la transformación cotidiana de nuestras vidas. Tiene un gran peso en un gran número de movimientos sociales para los que la noción de las «zonas temporalmente autónomas» de Hakim Bey (1991) ha sido un punto de inspiración desde el que empezar a reflexionar sobre cómo estos espacios temporales surgen como resultado de formas de acción sociopolítica que eluden las estructuras formales del control jerárquico. Pickerill y Chatterton (2006) han adopta-do esta aproximación a las «geografías autónomas» para reflexionar sobre cómo las protestas más espectaculares y la vida cotidiana pueden combinarse para desarrollar alternativas al capitalismo. La noción de «espacio de convergencia» de Routledge (2003) ha tenido también gran influencia en el mundo anarquista por cuanto reconoce la manera en la que, en las redes construidas desde abajo, los y las activistas se encuentran a través de acciones políticas a múltiples escalas, produciendo una ética relacional de la lucha y ofreciendo nuevos sentidos a la organización no jerárquica.
Ver las cosas desde la perspectiva de las geografías anarquistas podría mejorar nuestra comprensión de diversos fenómenos contemporáneos, cada uno con deri-vadas espaciales específicas, desde las revueltas abiertas de las primaveras árabes y el movimiento Occupy Wall Street a los espectáculos de teatro callejero y las bicicletadas de Masa Crítica; desde la resistencia subversiva de la guerrilla de comunicación hasta la elección de determinados estilos de vida, la recolección urbana y la desescolarización; desde las acciones de apoyo mutuo en la gestión de jardines comunitarios a las cooperativas de vivienda; desde la organización de las ferias del libro hasta Indymedia.
Del mismo modo, el anarquismo puede contribuir a enriquecer la teoría geográfica. Es fácil ver cómo de la adopción de una aproximación anarquista pueden surgir nuevas perspectivas y nuevas agendas de investigación en torno a temas tales como la soberanía y el Estado, la carencia de vivienda, la justicia medioambiental y la sostenibilidad, la reconversión industrial y las geografías del trabajo, las economías informales y los medios de vida, la teoría de la no representación y las geografías de lo «más-que-humano», el activismo y la justicia social, las geografías de la deuda y de las crisis económicas, las polí-ticas identitarias y localizadas, el urbanismo participativo y comunitario, las biopolíticas y la gubernamentalidad, las geografías de la post-colonialidad y del post-desarrollo, los conocimientos situados y las alternativas epistemológicas, la educación anti-opresión y la pedagogía críti-ca. Kropotkin creía que enseñar geografía constituye un ejercicio de emancipación intelectual no solo por cuan-to despierta en la gente las armonías de la naturaleza, sino también porque disipa sus prejuicios nacionalistas y racistas. La geografía todavía mantiene esta promesa; una promesa que podría realizarse plenamente si se les prestara a las geografías anarquistas toda la atención y cuidado que se debería para que floreciesen. El escepti-cismo que Reclus y Kropotkin mostraron con respecto a las ideologías dominantes y la manera en la que las cuestionaron pueden enriquecer a la geografía académica contemporánea, que por lo general acepta irreflexiva-mente los discursos civilizatorios, legales y capitalistas que convergen en el Estado.
La perpetuación de la idea de que la organización humana necesita de la conformación de Estados es omnipresente en una disciplina que, aunque se burla de la «trampa territorial», ha dudado en asumir la crítica a la centralidad del Estado y a avanzar en la dirección del anarquismo. A diferencia de la importancia que la geografía marxista asigna a la clase, la promesa de las geografías anarquistas reside en su integridad, en la renuncia a asignar un orden de prioridades a los diferentes sistemas de dominación, irreductibles entre sí. Esto supone que no hay una sola lucha que deba esperar a que las demás triunfe, que los privilegios de los trabajadores y las trabajadoras y de las vanguardias o de cualquier otra categoría que se pudiera formular debe rechazarse sobre la base de la incipiente jerarquía que presupone. El anarquismo es, simplemente, la lucha contra todas las formas de opresión y explotación, un proceso proteico y multiforme que tiene una dimensión decididamente geográfica. El anarquismo está en todas partes.
[Sección final del artículo "Comprender la geografía anarquista", publicado en la revista Libre Pensamiento # 102, Madrid, primavera 2020. El número completo es accesible en http://librepensamiento.org/wp-content/uploads/2020/05/LP-N%C2%BA-102.pdf#new_tab.]
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