Roscigna
El 18 de julio de 1936 se produjo el alzamiento de tropas del ejército encabezado por Francisco Franco contra la Segunda República y pocas horas después la península ibérica fue el escenario de un dramático pero inevitable enfrentamiento. Desde los comienzos del levantamiento, el pueblo del territorio español resistió e hizo detener y retroceder al avance de las fuerzas fascistas.
La Guerra Civil española se venía gestando desde que en 1931, proclamada la Segunda República, los sectores más reaccionarios y oscurantistas coaligados expresaron su pesar por la caída de la monarquía del rey Alfonso XIII. Las ilusiones de cambios sociales que anidaban en los corazones de las mujeres y hombres del campo y en el proletariado de las ciudades se vieron frustrados por la ambigüedad y la tibieza de los jerarcas republicanos frente a los poderosos latifundistas. En el seno del complejo, contradictorio y dramático proceso social ibérico se dieron experiencias inéditas de realizaciones concretas llevadas adelante por mujeres y hombres decididos a no claudicar frente al fascismo en versión falangista y al estalinismo.
Cuando Stalin proporcionó algunas armas a lxs antifascistas, también envió un ejército de agentes comunistas que tuvieron apoyo en las embajadas rusas de Madrid, Valencia y Barcelona, e intentaron manejar desde allí al gobierno español, mediante la presión del transporte de armas. Mientras la prensa comunista de todos los países publicaba que la URSS era la única que proporcionaba desinteresadamente armas a lxs antifascistas españolxs, se olvidaba de advertir que Stalin hacía pagar cada cartucho por el gobierno de Valencia de antemano y en oro.[8]
En relación con el proceso histórico mencionado anteriormente, analizar la Revolución española también nos sirve para darnos cuenta de procederes consecuentes de persecución y asesinato hacia lxs anarquistas por parte del comunismo autoritario. Una excelente obra para ver esto es Homenaje a Cataluña de George Orwell que inspiró a Tierra y Libertad, película de Ken Loach.
A pesar de que Orwell participó de las milicias del POUM (Partido Obrero Unificado Marxista), éste declara que “de acuerdo con mis preferencias puramente personales, me hubiera gustado unirme a lxs anarquistas”.[9] Igualmente, las tácticas de los comunistas autoritarios, a pesar de los recelos entre anarquistas y el POUM, hacían coincidir a estas últimas tendencias. Es decir, lxs anarquistas y el POUM propugnaban el control total de la tierra, fábricas y talleres por lxs trabajadorxs mismxs y no separaban la guerra de la Revolución, querían una España revolucionaria y no una España democrática como los comunistas estatales con su gobierno centralizado.
Orwell, como periodista, escritor y combatiente de las milicias de la Revolución española, tenía la impresión “de que España sufría una plaga de siglas”. Cuando llega a Barcelona y se une a las milicias revolucionarias, un compañero le dice “aquellxs son lxs socialistas”. Orwell, desconcertado se pregunta: “¿Acaso no somos todxs socialistas? Me pareció tonto que hombres (y mujeres) que luchaban por su vida tuvieran partidos distintos; mi actitud siempre fue: `¿Por qué no dejamos de lado todas esas tonterías políticas y seguimos adelante con la guerra?´”.[10] Lamentablemente, no todxs aspiraban a la transformación total de la vida igualitaria y libre. La Historia demostró que el capitalismo de Estado o socialismo autoritario fue contrario a esas ideas y prácticas de libertad.
Lxs anarquistas (único movimiento revolucionario que ejercía gran influencia), fueron obligadxs a ceder en un punto tras otro. Se frenó el proceso de colectivización, se eliminaron los comités locales, se disolvieron las patrullas de trabajadorxs y se restablecieron, reforzadas y muy bien armadas, las fuerzas policiales de la preguerra; el gobierno se hizo cargo de varias industrias claves que habían estado bajo el control de los gremios.[11]
Para Orwell, el hecho central en este acontecimiento histórico fue omitido: la revolución la estaba realizando el mismo pueblo. Desde la prensa hegemónica, toda la lucha fue reducida a una cuestión de “fascismo versus democracia”. Las siguientes líneas sintetizan cómo la ética consecuente y las prácticas políticas del comunismo estatal se vuelven a repetir:
[…] todo el mundo estaba decidido a impedir la Revolución en España; en especial el Partido Comunista, respaldado por la Rusia Soviética, [que] lanzó su máxima energía contra la Revolución. Según la tesis comunista [estatista] una Revolución en esa etapa [de guerra] resultaría fatal y en España no debía aspirarse al control ejercido por lxs trabajadorxs, sino a la democracia burguesa.[12]
[…] los comunistas no estuvieron en la extrema izquierda, sino en la extrema derecha. En realidad no debería resultar sorprendente, pues las tácticas del Partido Comunista en otros países han puesto en evidencia que es necesario considerar al comunismo oficial, al menos por el momento [y siempre que sea comunismo de Estado], como una fuerza contrarrevolucionaria.[13]
La Revolución española había adquirido desde el comienzo un carácter que no podía ser grato para los gobernantes del Kremlin. Refutó el mito de la dictadura del proletariado como etapa de transición hacia el comunismo y demostró que la auto-organización del pueblo podía prosperar sin tutelas burocráticas. Una victoria de la Revolución española no sólo hubiera golpeado fuerte al fascismo sino que desalojaría de su posición a su hermano gemelo: el bolchevismo. Habría demostrado que la supuesta transición de la dictadura del proletariado sólo servía para que los nuevos gobernantes consoliden sus nuevas formas de tiranía.
El anarquismo en España supo construir experiencias de pedagogía libertaria, liberatorios de prostitución, socialización de los servicios de salud, colectivización de tierras y autogestión social de campos, fábricas y talleres. Todo esto mientras un pueblo en armas luchaba contra los militares sublevados, los capitalistas y la jerarquía eclesiástica. Esta alianza apoyada material y militarmente por el régimen italiano de Benito Mussolini y el Tercer Reich alemán encabezado por Adolfo Hitler, más las arteras maniobras de la dictadura de Joseph Stalin, enemigo declarado del socialismo libertario, y del Partido Comunista local como apéndice de la URSS, logró diluir la radical transformación social por parte de lxs revolucionarixs libertarixs y allanar el terreno para el fascismo.
Los hechos y los testimonios mencionados nos permiten formular con claridad lo siguiente: el comunismo autoritario nunca quiso y nunca va a querer la auto-organización del pueblo; el comunismo autoritario, jerárquico y estatal, nunca va a querer la libertad. Esta sólo será ejercida por la participación directa de los individuos en la organización social a escala comunal regida por un principio federativo. Participación basada en el apoyo mutuo y en relaciones solidarias alejadas de los principios de opresión que emanan desde el Estado: «Libertad sin socialismo es privilegio e injusticia; socialismo sin libertad es esclavitud y brutalidad»
Notas:
[8] Rudolf Rocker, “La guerra civil española y la traición de Stalin”, en Reconstruir, Buenos Aires, 1975, p.53.
[9] George Orwell, Homenaje a Cataluña, Buenos Aires, 2008, p. 129.
[10] Ibíd., p.60.
[11] Ibíd., p.68.
[12] Ibíd., p.64.
[13] Ibíd., p.69.
[Texto extraído del artículo “Comunismo libertario y comunismo autoritario: ¿Una historia de traiciones o de lógicas opresivas consecuentes?”, que en versión original completa es accesible en https://periodicogatonegro.wordpress.com/2019/01/14/comunismo-libertario-y-comunismo-autoritario-una-historia-de-traiciones-o-de-logicas-opresivas-consecuentes.]
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