Amapola
Pensando en la automatización
como proceso no sólo económico
sino como un proceso que deviene
en una crisis laboral, de presencia y de humanidad,
es que se despliegan un montón de cuestiones
interesantes de presentar. Planteamos que
la automatización genera una crisis de la presencia
-y que se ha visto con suma evidencia en
el contexto pandémico -, en la que la presenciafisica
ya no es necesaria. Podemos realizar toda la“vida”
que nos vendieron desde un computador. Hacemos
videollamadas, tenemos clases online, sexting,
nos creamos un avatar personalizado para
nuestros stickers de Facebook, deseando vernos
allí, en esa imagen-código que de presencia
aurática no tiene nada, y de ausencia física
y enaltecimiento virtual tiene todo.
Esta crisis de la presencia
también se puede ver en cómo las grandes industrias han implementado históricamente máquinas que
realizan el trabajo de un obrero, produciendo más a menor costo, y librándose de tener que
contratar y dar sueldo a veinte obreros, comprando una máquina invirtiendo una sola vez. La
maquina, además, tiene una gran ventaja: Al no ser un cuerpo orgánico, no se enferma, no padece,
no reconoce injusticias, no se organiza. NO SIENTE.
Nosotrxs, a través de nuestra
nueva presencia – ausencia virtual, ¿sentimos? ¿podemos conectar? ¿O en realidad estamos siendo parte, sin
darnos cuenta, de este adoctrinamiento psicológico que el neoliberalismo lleva décadas
implementando? Desensibilizarnos, indiferenciarnos, individualizarnos. Abrir distancia entre
nosotrxs. Automatizarnos, al igual que las máquinas que nos reemplazan, o al igual que las máquinas
de las que estamos deseosxs por ser parte. Una esfera
– la de la automatización laboral- produce pobreza, desempleo, miseria,
precarización. La otra esfera
– la de la “vida” virtual – supone un abandono de nuestra humanidad en pos de
ocupar un espacio que, en
resumen, es ficción. Supone, convertirnos en esa ficción algorítmica que tiene como mascarilla una pantalla.
El lugar de resistencia a todos
estos mecanismos de automatización que se nos imponen es reconocer que nuestros afectos, esos que
intentaron reprimir, no sólo son importantes, sino que también son políticos. La ternura, la
solidaridad, el afecto, la consciencia de nuestro lugar en la guerra de clases, la empatía hacia quienes
están en condición de explotación, la convicción por la libertad, son desde nuestros sentires, y
desde ellos generamos las redes de afinidad, contención y subversión dentro de este mundo en
constante tecnologización.
La tecnocrítica no nos vuelve primitivxs, nos vuelve conscientes de que
nuestros afectos necesitan descapitalizarse, para volver a ser habitables estratégicamente en contra
de los engranajes deshumanizantes del Capitalismo mundial. No somos engranajes, no tenemos petróleo
en las venas. Tenemos sangre, la misma que nos
fluye hasta los corazones que nunca dejarán de luchar.
[Publicado originalmente en el
boletín Sedición # 3, Santiago de
Chile, julio 2020. Número completo accesible en https://lapeste.org/wp-content/uploads/2020/07/sedicion3tama%C3%B1operiodico.pdf.]
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