Sebastián Endara
«El desarrollo
está pensando en la rentabilidad. Lo importante no son esastres palabras
que ahora todo lo mandan: productividad, competitividad e innovación. En vez de
productividad, propongo vitalidad; en vez de competitividad, cooperación, y frente
a esa innovación que consiste en inventar cosas para venderlas, creación. Esa
es otra. El arte es mercancía.Esos artistas
como Hirst, que cogen una cabeza de vaca, le ponen un diamante y se forran.
Perdonen, pero eso no me parece desarrollo. El desarrollo humano sería el que
condujera a que cesaran las luchas y supiéramos tolerarnos. Y ser libres, pero todos,
porque la libertad es de todos o no es.»
José Luis Sampedro
Uno de los aspectos centrales de la utopía del sistema
establecido, a más de sus sueños de reproducción permanente del ordenamiento jerárquico,
estaría determinado en la modernidad, fundamentalmente por la idea (¿religión?)
del progreso infinito. Esta idea que ha sido reducida a sus variantes tecnológica
y económica, sobre todo, en primer lugar desconoce que los procesos reales, integrales
del fenómeno humano, por llamarlo de alguna manera, hacen factible el retroceso
y la involución dentro de su secuencia temporal. La razón articuladora de una búsqueda
implacable del “mejoramiento del mejoramiento”, asigna un sentido utilitario
pero miope al proyecto cultural de la modernidad industrial. Eso sin mencionar
que el reduccionismo tecnológico y economicista de la idea del progreso, es
absolutamente funcional al ordenamiento dictaminado por los intereses de la
reproducción de una sociedad industrial, gestionada tanto a través del modo de
producción capitalista, como del planteado por el socialismo de Estado.
A nivel global se entiende que el modo de producción
capitalista asigna un determinado rol, no solo a personas, sino a territorios
dentro de su ordenamiento jerárquico de producción mundial, organizada a través
de una división arbitraria del trabajo, construida históricamente mediante una
serie de atropellos e imposiciones violentas que, incluso en nuestros días, no
han cesado. El mantenimiento del orden establecido, en gran medida se ejerce a
través de dispositivos discursivos que al tiempo de caracterizar un territorio,
le asignan un rol y un sentido específico dentro del orden de producción
mundial; uno de estos dispositivos de control es el discurso del desarrollo. De
hecho, “el desarrollo no es tanto un proyecto económico (capitalista e
imperial) como cultural. Es cultural en dos sentidos: surge de la experiencia
particular de la modernidad europea [8] ; y subordina las demás culturas y
conocimientos las cuales pretende transformar bajo principios occidentales. El
desarrollo privilegia el crecimiento
económico, la explotación de recursos naturales, la lógica
del mercado y la búsqueda de satisfacción material e individual por sobre
cualquier otra meta.” (Escobar, 2009, p.107).
Desde este eje se irá levantando una crítica “anarquista”
al ordenamiento del desarrollo, a partir de las ideas de la deconstrucción del
desarrollo, que en una de sus variantes ha logrado plasmarse en un discurso “postdesarrollista”.
Si bien el postdesarrollismo no se define como expresamente anarquista, en la
medida en que sus intereses fundamentales se enfocan sobre las subversiones y
resistencias que localmente se efectúan en relación con las intervenciones del
desarrollo, la necesidad de multiplicar centros y agentes de producción de
conocimientos, el cambio de las prácticas del saber y del hacer y el
cuestionamiento de la “economía política de la verdad”, así como la posibilidad
de crear otros discursos y representaciones que no estén mediados por la figura
del desarrollo (Escobar, 2005, p.20); le proponen al postdesarrollo como una
posición insumisa frente al ordenamiento de lo establecido, y ciertamente
cercana al ideario anarquista que desde sus posturas clásicas viene planteando que
“la revolución debe hacerse por medio de la acción directa del pueblo, sin
delegación de la voluntad popular a ninguna autoridad, por popular que parezca
y por provisorio que se quiera o diga” (Colombo, 2014, p.94), y para ello es
condición el establecimiento de imaginarios que propicien tal efecto ya que la “sociedad
se instituye como tal instituyendo un mundo de significaciones en un proceso
circular por el cual el hacer y el discurso, la acción y el símbolo, se
producen mutuamente” (Colombo, 2014, p.98).
Efectivamente, parte importante de estos imaginarios está
articulado a las iniciativas comunitarias y locales, donde se pueden generar
condiciones para asumir procesos de organización, democracia directa y
empoderamiento político, viabilizando la recuperación de principios elementales
como el de la solidaridad y el cooperativismo, que a pesar de todos sus problemas
-inherentes a procesos reales-, se proponen como iniciativas válidas de transformación
sostenida de la realidad, apoyadas
en los presupuestos transformadores del ordenamiento de
explotación, propio del sistema capitalista; hacia la emancipación entendida
sobre todo como capacidad de “autogestión”. El relato que anima estas
construcciones evidentemente tiene que ver con la idea de un porvenir de equidad,
de libertad y de solidaridad, con lo cual se trasciende no solo las reglas de
funcionamiento de lo instituido, sino que también se revisan y adecuan algunos
paradigmas libertarios, concebidos en momentos históricos diferentes.
Naturalmente, existen principios inherentes a la lógica anarquista que
permanecen por su vigencia, y tienen que ver con la tesis de que el proyecto
social de cambio no pasa necesariamente por la conquista del poder, ni por dar
relevancia mayor a la administración estatal
para modificar las estructuras del relacionamiento social.
No obstante queda claro que sería absurdo ignorar la existencia del Estado, y
ciertamente es necesario generar todo un conjunto de estrategias de acción para
una “transición hacia formas de gestión igualitaristas, que permitirían la
paulatina extinción de las estructuras estatales actuales” (Katz, 2014, p.s/p).
En este sentido queda claro que una de las estrategias de acción está en la posibilidad
de recuperación de la “capacidad
política” como aquella fuerza social orientada a reproducir
la vida de la comunidad.
Pero cabe añadir con mucho énfasis que las posturas
libertarias se diferencian claramente de las lógicas de organización
capitalistas, que pretenden desestructurar lo público, separando lo político de
lo social, desmantelando el Estado, pero al mismo tiempo destruyendo el tejido social
y la organización de base, para recuperarla mediante la categoría del
consumidor, ahondando las dependencias al mercado transnacional y supeditando
todo a la lógica de la mercancía y del valor de cambio. Esta situación bien
puede ser entendida como una suerte de neo-colonización sobre la vida cotidiana
a partir de la pura vía del mercado.
La crítica al poder, la crítica al desarrollismo economicista
y a sus mecanismos de reproducción cultural emanada muy comúnmente desde las posturas
anarquistas, encuentran en las formas asociativas y de la economía solidaria, así
como en la reconstitución de las representaciones del mundo, considerando
especialmente a las posiciones subalternizadas, diversas y alternas, una veta
fructífera de análisis, reflexión y prácticas políticas alternativas y
coherentes con los postulados que Piotr Kropotkin destacaba: la anarquía
entendida como una organización que iba de lo simple a lo compuesto, mediante
la libre federación de las fuerzas populares de productores y consumidores,
liberados de la tutela del Estado y en búsqueda de lo que Theodor Adorno llamó “la
forma última de la libertad o el hecho de vivir sin angustia”. Interesante
definición, habría que añadir, pues imprime una resonancia a las definiciones
del pueblo campesino, cuándo interpelado sobre su definición de “Buen Vivir”
normalmente responde: vivir en tranquilidad [9]. En efecto el Buen Vivir que está
siendo trabajado en nuestros contextos territoriales muy probablemente expresa
el anhelo del abandono de un ordenamiento agresivo que hace que se deba luchar
por la vida.
«…lo que el
hombre ha buscado no es en realidad ni el dolor ni el placer, sino simplemente
la Vida. El hombre ha buscado vivir en forma intensa, completa, perfecta.
Cuando pueda hacerlo sin limitar a los demás, y sus actividades le brinden placer,
tampoco sufrirá, será más cuerdo, más sano, más civilizado, más él mismo. El
Placer es la prueba de la naturaleza, su señal de aprobación. Cuando un hombre
es feliz, está en armonía con él mismo y con su medio.»
Oscar Wilde
Notas:
[8] Sin dejar de
anotar que en el seno de la democracia ateniense, origen del proyecto
civilizador de occidente, a más del sistema esclavista y excluyente planteado
desde la oficialidad, existieron verdaderas expresiones de rechazo y crítica a
esa oficialidad, planteadas, por ejemplo, por los filósofos cínicos.
[9] Experiencia extraída de las visitas de campo
realizadas en el marco del Proyecto “Construcción conceptual y medición del
Buen Vivir en los cantones de Cuenca y Nabón desde los análisis teóricos y
perceptivos de la población”, llevado a cabo por el PYDLOS, mayo de 2014.
Bibliografía citada:
Colombo, Eduardo,
2014. El espacio político de la anarquía, Esbozos para una filosofía política
del anarquismo. 2da. Edición. Editorial Nordan-Comunidad. Coedición a cargo
de Editorial Klinamen como Esbozos para una filosofía política del
anarquismo.
Escobar, Arturo
2005. El “postdesarrollo” como concepto y práctica social. En Daniel Mato
(coord.), Políticas de economía, ambiente y sociedad en tiempos de
globalización. Caracas: Facultad de Ciencias Económicas y Sociales, Universidad
Central de Venezuela, pp. 17-31.
Escobar, Arturo,
2009. “Una minga para el postdesarrollo”. Revista América latina en
Movimiento, Num, 445.
Katz, Claudio,
2014. “Miradas pos-desarrollistas”. En: www.rebelion.org
Sánchez-Mellado,
Luis. 2011. “Entrevista: José Luis Sampedro “Somos naturaleza. Poner al dinero
como bien supremo nos conduce a la catástrofe”. Diario El País.
Wilde, Oscar. El
alma del hombre bajo el socialismo. En: http://www.antorcha.net/biblioteca_virtual/filosofia/alma_hombre/wilde.html.
[Fragmento
extraído del artículo titulado “la
postura política anarquista; o una puerta al pensamiento utópico contemporáneo”,
que en versión original completa es accesible en https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=6172938.]
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