Laura
Vicente
«Podría
elegir no aplicar la palabra “anarquismo” a mis propias ideas, pero creo que
usarla tiene un valor, el mismo valor y el mismo razonamiento que me han
llevado a llamarme bruja todos estos años. Y es que cuando hay una palabra con
una gran carga implícita, que suscita tanta energía, es señal de que
transgredes un terreno que los árbitros del poder no quieren que pises, que
empiezas a pensar lo impensable, a mirar tras la cortina […], reclamar la
palabra “Anarquismo” sería como arrancarles el garrote que usan para
golpearnos, con el mismo que no quieren que cuestionemos el poder en
profundidad».
|Starhawk
El
feminismo anarquista tiene una larga genealogía que he explicado en otros
escritos y en conferencias. Esa genealogía tuvo un momento brillante y
esplendoroso que se desarrolló en medio de una guerra. Agrupó a unas veintiocho
mil mujeres, publicó la revista Mujeres Libres (iniciada en mayo de
1936) y llevó a cabo múltiples realizaciones prácticas al calor de una
revolución social que tuvo una dimensión feminista no siempre valorada. Sus
intuiciones teóricas fueron muchas, aunque insuficientes, el momento fue
intenso, agitado y transformador. Abrieron caminos para que el feminismo
anarquista continuara evolucionando en la transformación interior de las
propias mujeres que no estaban libres del sexismo, en el conocimiento del sistema
de dominación patriarcal, en la sororidad politizada y en el humanismo integral
que unía a hombres y mujeres en un proyecto transformador común.
Sus
continuadoras, rota la línea genealógica por una dictadura demasiado larga,
reanimaron las semillas de sus antecesoras pero avanzaron poco por la confusión
del momento político, ocupadas en el activismo de la lucha centrada en la
sexualidad libre, los anticonceptivos y el aborto.
Desde
las mujeres de la Transición (1975-1982), ha habido múltiples intentos de que
las semillas plantadas por nuestras antecesoras rebrotaran con fuerza e ímpetu al
compás de un movimiento feminista que hoy parece imparable. Una manera de
acercarnos a la situación del anarcofeminismo actual es analizar cómo se
articula en España como movimiento social, cuál es la cultura política en la
que se mueve, es decir, las orientaciones compartidas para hacer y hablar sobre
política y, por último, cual es la colección de ideas sobre la que se sustenta.
El
anarcofeminismo como movimiento social
Nos
gustaría afirmar que en estos momentos existe en España (desconozco la situación
en otros países) un movimiento social anarcofeminista compuesto de densas redes
de personas, grupos y colectivos de afinidad que se comunican y coordinan de
manera intensiva y llevan a cabo innumerables acciones directas y continuos
proyectos. Lamentablemente, no es así [1].
En
el caso de CGT, que adoptó el sistema de Secretarías de la Mujer en el XIV
Congreso celebrado en Valladolid en 2001, aunque hay un número elevado de
secretarías, alrededor de sesenta, solo hay 8 grupos de trabajo. Los grupos
de mujeres activos que hay tras dichas secretarías y grupos de trabajo son
menos, sabemos que hay grupos en Cataluña, en Madrid y en Alicante. Las
secretarías, y los grupos vinculados a estas, forman parte de CGT y su objetivo
es ser el punto de unión entre feminismos no institucionales (8M, sobre todo) y
el sindicalismo. Respecto a grupos relacionados con CNT no hemos podido obtener
casi información aunque sabemos que hay un grupo de género en CNT Barcelona
(Medinaceli). Vinculadas a Solidaridad Obrera sabemos de la existencia de dos
grupos, uno reciente en Barcelona (Sororitat Obrera) y otro en Madrid
(Libertarias y Solidarias).
Sabemos
que hay colectivos de mujeres anarquistas o libertarias sin afiliación o
vinculación con CGT o CNT que se caracterizan, en la mayor parte de los casos,
por tener una vida efímera en el tiempo y que están relacionados con ateneos,
casas okupas y otros colectivos anarquistas como es el caso de Putas Libertarias
del Rabal, colectivos anarco-feministas (sabemos de la existencia de uno en Zaragoza
y algunos otros en barrios de Barcelona) y otros. Es muy difícil
cuantificarlos, no se coordinan con los dos sindicatos anarcosindicalistas
mencionados aunque pueden mantener cierto contacto con dichas organizaciones sindicales
y no tenemos constancia de que haya algún tipo de coordinación entre colectivos
anarco-feministas.
Hace
algo más de un año (noviembre de 2018) apareció el grupo REDES que es un grupo
de reflexión y debate anarcofeminista con mujeres de diversas ciudades
españolas y de América Latina. Entre sus componentes algunas mujeres tienen
vinculación con CGT o con CNT y la mayoría no tiene afiliación a estas u otras
organizaciones libertarias o anarquistas. Este grupo pretende avanzar en la comprensión
del patriarcado como sistema de dominación, crear un contexto fértil para el
diálogo comprometido y vincular la reflexión feminista con las ideas actuales del
anarquismo. No sabemos de ningún tipo de coordinación a nivel internacional con
la excepción de luchas puntuales como la reciente red de mujeres que apoyan a
las mujeres de Rojava: Women Defend Rojava.
Hacer
un estudio sobre el número de grupos anarcofeministas supera los objetivos de
este artículo. Resulta evidente, no obstante, que hoy no existe un movimiento social
anarco-feminista, siendo fundamental que los esfuerzos de las feministas
anarquistas o libertarias se centren en construirlo. Un movimiento social constituido
por redes de personas, grupos y colectivos de afinidad que se comuniquen y
coordinen para llevar a cabo acciones, reflexiones, debates y proyectos. Redes
constituidas como movimientos descentralizados que desarrollen sus actividades
sin necesidad de estar vinculadas a una afiliación oficial o a límites
organizativos fijos.
El
sistema de redes en el que pensamos es una estructura política sin centro y sin
cabeza, que se mantiene unida de forma imprecisa y en la que la autoridad se reparte
entre todas las personas. El planteamiento anarquista propone la fragmentación,
la fisión antes que la fusión, la diversidad antes que la unidad, una masa de sociedades
antes que una sociedad de masas [2].
El
anarcofeminismo como cultura política
Entendemos
por cultura política3 la serie de orientaciones compartidas para hacer y hablar
sobre política y para vivir el día a día que puede animar a las redes, grupos y
colectivos anarco-feministas. Dado que hoy no existe el anarco-feminismo como
movimiento social consolidado es difícil que la cultura política desarrolle su
función de sugerir y animar dicho movimiento. Pese a ello hay individualidades,
alguna revista y grupos, a veces de vida efímera, que alimentan esta cultura
política confiando que algún día pueda tener su papel dentro de un movimiento social
activo.
Las principales
características de esta cultura son:
1º
Un repertorio compartido de acción política basado en la acción directa, la
construcción de alternativas de base, la extensión de la comunidad y de la
confrontación. Acción directa es acción sin intermediarios, es un término que
inventó el sindicalismo revolucionario para librarse de las trampas simbólicas
de la ley, de la representación y de la negociación. Este término ha acabado
significando, más allá del sindicalismo, una manera de actuar en la que no se
acepta la mediación sino la lucha directa entre quienes contienden y,
especialmente, la negación de depositar la capacidad de decisión en unos
representantes que, a partir de ese momento, negocian o gestionan asuntos en su
nombre y sin consultarles.
El
feminismo anarquista ha defendido, y defiende, la intervención directa en una
situación en lugar de recurrir a un agente externo (generalmente el Estado).
Sin embargo, en momentos concretos nuestras luchas y esfuerzos en el campo de
la política (sobre todo cuando formamos parte de movimientos amplios como las
Asambleas 8M u otras coordinadoras feministas en el pasado [4]) van dirigidas a
introducir cambios en el campo estatal, a obtener avances en el campo de las
leyes o a defender opciones nacionales que suponen la creación de nuevos
Estados. No deberíamos olvidar, como señala Rita Segato [5], que el Estado
tiene ADN masculino. Y de clase, añadimos.
El
valor de la acción directa está relacionado también con las «políticas
prefiguradas», es decir, con la realización y expresión de los valores
anarquistas y feministas en las propias actividades y estructuras del
movimiento. La propaganda anarcofeminista más efectiva será siempre la adopción
y puesta en práctica real de relaciones sociales anarquistas y feministas.
2º
Formas compartidas de organización descentralizada, horizontal y consensuada.
La arquitectura del movimiento anarcofeminista que deberíamos construir son redes
descentralizadas de comunicación, coordinación y apoyo mutuo entre incontables
nodos autónomos de lucha social, no es imprescindible que estas redes sean lazos
fijos. Señala Uri Gordon [6] que este modelo reticular de organización de
movimientos sociales ha sido comparada con un rizoma, una estructura basada en
principios de vínculos, heterogeneidad, multiplicidad y no linealidad.
En
la actualidad, como ya hemos señalado, la mayoría de la actividad
anarcofeminista tiene lugar a pequeña escala y las estructuras organizativas
más utilizadas son los grupos vinculados al sindicato aun cuando dicha
vinculación orgánica ofrece problemas de incardinación en la estructura
sindical (CNT o CGT) y colectivos autónomos o grupos de afinidad sin
vinculación orgánica con organizaciones sindicales (esta segunda opción es la
que se desarrolló en el pasado hasta 1939). Mientras los colectivos nacen con
vocación de tener cierta estabilidad, los grupos de afinidad son pequeños
grupos (unas quince mujeres) autosuficientes que planean sus acciones al detalle
y se cuidan entre sí en las calles, son formaciones ad hoc (constituidas
«para esto», no son estables).
3º
Lenguaje político compartido que enfatiza la resistencia al capitalismo, al
Estado, al patriarcado y, de manera más general, a la jerarquía y la
dominación. Así mismo, el anarcofeminismo es una expresión cultural en áreas tan
distintas como arte, música, vestimenta, alimentación, naturismo, etc. Así como
tendencias contraculturales (punk, estilos de vida alternativos…). Este aspecto
en lo que respecta al lenguaje político más que cultural lo tratamos en el
siguiente apartado.
El
anarcofeminismo como colección de ideas
Las
ideas del feminismo anarquista tienen que cambiar con el tiempo y el contexto.
No podemos limitarnos a rememorar a las mujeres del pasado y sus organizaciones
con nostalgia y admiración, debemos percibirlas como mujeres y organizaciones
que siguen teniendo algo que decirnos en el siglo XXI. Lo nuevo debe nacer del
cascarón viejo, pero debemos actualizarlo al compás de un contexto cambiante. A
pesar de nutrirse de la tradición anarquista en busca de inspiración, el
feminismo anarquista actual difiere de la visión libertaria de hace cien años e
incluso de hace treinta y cinco años y así debe ser puesto que hacer de las
ideas anarcofeministas algo monolítico
es
la antítesis del propio anarquismo.
Veamos
que podemos sacar del cascarón viejo, veamos qué aspectos del pasado (pioneras,
Mujeres Libres, grupos de la Transición) se han desarrollado o han adquirido
más importancia en la actualidad y que aspectos nuevos debemos considerar y
construir:
1º
La idea de que las personas tienen identidades plurales, fragmentarias, que
pueden facilitar los compromisos y las luchas múltiples. El rechazo a reducir a
la persona a una única condición o identidad (por ejemplo, la de productora que
es clave en el sindicalismo). Nuestras antecesoras lo intuyeron, entendieron
que las personas tenían múltiples identidades y se podían producir luchas como
la huelga de vientres que apareció como propuestaen los ámbitos anarquistas
neomalthusianos (con la pretensión de promover el control de la natalidad y la maternidad
consciente a finales del siglo XIX), la huelga de alquileres en la que
participó Teresa Claramunt en la primera década del siglo XX (su folleto La
mujer, escrito en 1905, es el auténtico texto fundacional del feminismo anarquista
en España [7]) o la lucha contra la carestía de los alimentos a partir de 1916
basada en la identidad de consumidoras, y no de productoras, que involucraba a todas
las mujeres mejor que la de productoras. Luchas que hoy tienen gran actualidad
en el movimiento feminista pese a que todavía no se han encontrado los canales y
la conciencia para que las huelgas de consumidoras, de inquilinas o de
«cuidados» tengan la relevancia que podrían tener.
El
anarcofeminismo encaja, hoy más que nunca, con la afirmación de lo múltiple, de
la diversidad ilimitadade los seres (hombres y mujeres) y de su capacidad para
construir un mundo sin jerarquías, sin dominación, sin subordinación.
2º
La idea de que la opresión brota de todos los ámbitos de lo social (no se
limita solo a la explotación económica) estando presente en cualquier tipo de
institución o situación que suponga la limitación de la libertad fue otra
brillante intuición del anarquismo en el pasado. Esta era la razón por la que
el anarquismo se fijó en aspectos claves de la existencia: alimentación, salud,
familia, amor, sexualidad, relación y respeto a la naturaleza, etc.
Desde
esta perspectiva, la rebelión se entendía como subversión de los valores más
profundos y enraizados en la persona. La concepción de la revolución que tenía Emma
Goldman iba en esta dirección puesto que consideraba que la gran misión de la
revolución era un trasvase fundamental de valores. Un trasvase no solo de
valores sociales, sino también humanos, considerando a estos últimos como los
más importantes, pues constituían la base de todos los valores sociales. Este planteamiento
hacía de Emma Goldman una pensadora que aportaba la idea de deconstrucción que
impulsó el anarcofeminismo cuando hablaba (y habla) de emancipación interna
como elemento fundamental de la emancipación de género.
Goldman
afirmaba que si se cambiaban las condiciones económicas o políticas pero se
dejaban ideas y valores subyacentes intactos, la transformación era
superficial, no substancial. Los valores que implicaban un cambio profundo eran
el «sentido de justicia y equidad, el amor a la libertad y a la hermandad entre
humanos» [8]. Los nuevos valores, pretendían, siguiendo a Goldman, la
transformación de las relaciones básicas del ser humano con el ser humano y de
este con la sociedad. Confiaba en un nuevo concepto de la vida que podía
regenerar la mente y lo espiritual. El fin era establecer la santidad de la
vida humana, la dignidad del ser humano y su derecho a la libertad y al
bienestar. El objetivo había que construirlo con el mismo material que la vida
que se perseguía (rechazo al lema de que el fin justifica los medios y
proposición prefigurativa).
En
estos planteamientos, la idea de la importancia de la individualidad (que
germina en el suelo de la dignidad y de la independencia) es evidente, se trata
de garantizar el desarrollo de una personalidad emancipada (emancipación
interna o autoemancipación) que puede incluir en el sueño de la emancipación
social a toda la humanidad. Todas las personas tenían necesidad de ser
redimidas de las otras y de sí mismas, en palabras de Camilo Berneri. Luego,
como dice Kropotkin, la fuerza de la individualidad fortalecida por medio de la
cooperación con otras individualidades, da lugar a maravillosos resultados
3º
Las ideas feministas que se pueden rescatar y actualizar:
a)
Las pioneras y Mujeres Libres cuestionaron la presunción de que el término
«mujeres» indicaba una identidad común. Su desconfianza a la hora de utilizar
el término «feminista» procedía de la idea de que el feminismo burgués había
convertido en universal su perspectiva de la realidad (convirtiendo «sus»
intereses en el foco principal del feminismo sufragista). No tuvieron en cuenta
si esta se adecuaba a las experiencias vitales de las mujeres como colectivo y
de esta manera apartaron la atención de la clase social .
Las
identidades de clase crean diferencias en la calidad, en el estilo de vida y en
el estatus social que están por encima de las experiencias comunes que las
mujeres comparten. Mujeres tenía múltiples significados y cuando se
cruzaba con la clase social, ésta marcaba diferencias insalvables entre las
mujeres.
Por
otro lado, las mujeres obreras no habían adquirido conciencia de la opresión
que sufrían como mujeres por los análisis feministas dominantes sino por su
experiencia vivida y cuando expresaban este camino particular y diferente eran
tratadas con condescendencia.
Este
planteamiento enlaza con el feminismo actual que cuestiona la identidad común
del término mujer, ya que hay diversidad de situaciones que afectan a las mujeres
y marcan diferencias como la orientación sexual, la identidad de género, la
religión, la edad, la raza [9], la clase social y otras variables.
b)
El planteamiento del amor libre y la libertad sexual puede enlazar en la
actualidad con la apertura del feminismo a nuevas sexualidades. La sexualidad
es un catalizador para el movimiento anarcofeminista en la idea de
que
mucho de lo conseguido (anticonceptivos, aborto, derecho a elegir, etc.) ha
sido solo para mujeres con privilegios de clase.
Es
necesario un discurso anarcofeminista renovado sobre sexualidad. Necesitamos
saber en qué consiste una práctica sexual liberadora en la que el respeto mutuo
sea esencial.
c)
El concepto de emancipación humanitaria: la lucha no es contra los hombres sino
contra la explotación y la dominación del ser humano, desarrollando un frente común
en contra del autoritarismo y las estructuras jerárquicas. Los hombres, eso sí,
han de cuestionar y reformular su masculinidad patriarcal que les enseña que su
conciencia de sí mismos y su identidad reside en su capacidad para dominar a
otras /os. La alternativa es la
masculinidad
feminista que está por construir desde el anarquismo.
Hay
aspectos que viniendo de ese «viejo cascarón», del que estamos hablando, han
emergido con más fuerza hoy que ayer. Lo que no cambia es su compromiso contra
la dominación, término que incluye una gran cantidad de expresiones y de formas
de opresión, exclusión y control. El rechazo a la dominación da lugar a
incontables focos de resistencia individual y colectiva que implican la lucha contra
la represión y la falta de libertad de cualquier sistema político.
El
término dominación centra la atención en la multiplicidad de superposiciones
parciales entre diferentes experiencias contra las cuales se lucha, construyendo
una categoría general que mantiene una correspondencia entre experiencias que
permanecen confinadas en sus propias realidades particulares. Este término
incluye una gran diversidad de expresiones de formas de opresión, exclusión y
control de los que someten a éstos, en incontables focos de resistencia
individual y colectiva. El anarcofeminismo debería reflexionar en qué sentido debilitar
esas formas de dominación que son específicas del patriarcado.
La
diversidad, de la que hemos hablado, provoca que los objetivos del
anarcofeminismo sean muy abiertos. Se plantea, por ejemplo, la revolución de la
vida cotidiana que tantas trampas ha colocado a las mujeres en el pasado y en
la actualidad: el amor romántico, el esencialismo de los «cuidados» y de la
propia maternidad, valores femeninos como el sacrifico, la entrega a los demás
o el sacrifico, etc.
Tenemos
cascarón viejo de donde rescatar intuiciones y realidades muy inspiradoras,
ahora nos queda actualizar, crear y construir movimiento social
anarcofeminista.
Notas:
[1]
Resulta muy difícil conseguir información sobre los colectivos de mujeres
anarcofeministas
existentes en España en la actualidad, por tanto, esta información no se basa
tanto en datos sino en impresiones. En todo caso, la realidad es que los grupos
existentes no son muchos y carecen de coordinación entre ellos más allá de la
que pueden tener dentro de los límites
organizativos
de los sindicatos CGT y CNT. Ojalá este artículo sirva para conocer la existencia
de dichos grupos.
[2]
Colin Ward (2013): Anarquía en
acción. La práctica de la libertad. Madrid, Enclave de
Libros, pp. 100-101.
[3]
Este apartado toma como marco referencial el capítulo “¿Qué mueve al
movimiento?
Anarquismo como cultura política” del libro de Uri Gordon
(2014):
ANARCHY ALIVE! Políticas
antiautoritarias de la práctica a la teoría. Madrid/La Laguna, LaMalatesta/Tierra
de Fuego, pp. 29-56. Se nutre además de muchas lecturas entre las que están las
que figuran en este artículo, así como artículos y libros de Tomás Ibañez.
[4]
Se trata entonces de lo que Uri Gordon denomina «estandartes», es decir, paraguas
bajo los cuales ciertos sectores del movimiento anarcofeminista actúan en temas
concretos. Convendría tener claro que el hecho de participar bajo muchos de
estos «paraguas» no sustituye la necesidad de crear movimiento social
propiamente anarcofeminista a través de la formación de grupos o colectivos
propios. Uri Gordon, ANARCHY
ALIVE!, p. 36.
[5]
Rita Segato (2018): Contra-pedagogías
de la crueldad. Buenos Aires, Prometeo Libros, p. 100
[6]
Gordon, ANARCHY ALIVE!,
p. 35.
[7]
Claramunt, Teresa, La Mujer.
Consideraciones generales sobre su estado antelas prerrogativas del hombre
(Mallorca: Calumnia, 2018).
[8]
Emma Goldman (2018): Mi desilusión en
Rusia. Barcelona, El Viejo Topo, p. 295.
[9]
Llama poderosísimamente la atención la actualidad de estos planteamientos del
anarcofeminismo histórico cuando leemos estas mismas reflexiones referidas a la
raza de Bell Hooks, “Mujeres negras. Dar forma a la
teoría
feminista” (pp. 33-50), en VVAA (2004): Otras inapropiables. Feminismos desde las fronteras. Madrid,
Traficantes de sueños.
[Publicado
originalmente en la revista Libre
Pensamiento # 102, Madrid, primavera 2020. Número completo accesible en http://librepensamiento.org/wp-content/uploads/2020/05/LP-N%C2%BA-102.pdf
.]
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