Periódico Rojo y Negro
(Madrid)
* Editorial del # 345 del
periódico, en su edición de mayo de 2020.
La
pelea contra el coronavirus, desde
medidas no solamente sanitarias sino
gran parte de ellas securitarias, fomenta una desmovilización al cancelar de hecho la memoria de luchas colectivas y construir un imaginario de nosotros y nosotras
como sociedad basado en un solo referente: el miedo a la muerte y/o el contagio.
La pandemia del coronavirus y sus
embates dramáticos y crueles, no es más que el
efecto de una naturaleza maltratada por un
capitalismo desbocado, sin frenos ni límites,
durante muchos decenios, donde el cambio
climático se ha convertido, desde hace
tiempo, en el problema fundamental que debiera abordar la humanidad de manera
radical y consecuente, a riesgo de desaparecer la
vida en este planeta tal como la conocemos.
El sistema de producción,
distribución y consumo,
llamado capitalismo, basado en el
crecimiento por el crecimiento, siendo éste
absolutamente necesario para la realización
del beneficio privado, es la causa a la vez que
el problema del cambio climático, así como
de las consecuencias ligadas al mismo: en los
últimos 19 años el clima extremo impulsado
por el cambio climático ya ha causado más
de 500.000 muertes, así como todas las
miles de muertes inducidas por el mismo
por malnutriciones, hambrunas, malaria y
las desertizaciones, pérdida de ecosistemas y
biodiversidad, desplazamientos de cientos de
miles de personas (migraciones climáticas)de
sus territorios y regiones; inundaciones,
tsunamis, etc. Los efectos del cambio climático sobre el empleo, a niveles
mundiales, según los escenarios
analizados por la OIT en línea
con el objetivo de la ONU de un desarrollo sostenible para el 2030, prevé que el aumento del estrés térmico provocado por el calentamiento global reducirá las horas de trabajo en un 2,2%, lo que supondría la
destrucción de 80 millones de puestos de trabajo
(a una jornada a tiempo completo) a niveles
mundiales, y estas previsiones se hacen en el
mejor escenario, donde la temperatura del
planeta solamente aumente 1,5 grados.
Las regiones ricas del mundo, las
cuales generan la mayor parte
de los gases de efecto invernadero,
especialmente el monóxido de carbono
que se genera por la utilización de
combustibles fósiles en toda la cadena, desde
la extracción, transporte y utilización en
todos los sectores de actividad en la producción de mercancías, hasta la
distribución e intercambio de las mismas, serán las menos afectadas en cuanto a la pérdida de
empleos, pues cuentan con
tecnologías que mitigan los efectos
negativos (en parte) de esa subida de
la temperatura del planeta, a la vez que externalizan los riesgos a los países
empobrecidos y a las áreas geográficas desertizadas ydiezmadas por sus empresas transnacionales.
Las medidas políticas que están
adoptando los gobiernos del
mundo, especialmente EE.UU.,
China y la U€, para hacer
frente a la pandemia del
coronavirus, relegan a segundo plano la agenda 2030 de la ONU (ya de por sí suficientemente limitada para enfrentarse
de manera consecuente a la emergencia climática) y la apuesta por inyectar miles de millones en la economía extractivista
y más contaminante, supondrá un incremento de las emisiones de gases de efecto invernadero que nos llevan a una situación auténticamente catastrófica.
Es decir, se superaría el aumento
de ese mejor escenario de 1,5
grados, haciendo impracticable la vida en muchas zonas del planeta.
Ahora, además se nos vende un
nuevo pacto para una
“transición justa” denominado Green New Deal (GND) o Pacto Verde, basado en la utilización masiva de energías renovables; pues bien, aunque este NGD fuera decrecentista, es decir, que
fuera capaz de reducciones
importantes de determinados sectores, su reducción de emisiones se queda muy corta para combatir las peores consecuencias de la crisis climática.
¿Transiciones justas? Desde el
sindicalismo“ oficial”, tanto
a niveles del Estado español (CC.OO.
y UGT), como a nivel de la U€,
la CES, así como desde los
partidos de izquierda socialdemócratas, se ha acuñado un término, “transición justa” ante los
efectos e impactos del cambio
climático, a la vez que se
trata de negociar en una especie de contrato social con el capitalismo, dichos
efectos y los repercutidos por
la denominada economía digitalizada-robótica.
Desde CGT [Confederación General
de Trabajadores, anarcosinsicalista] no creemos en las “transiciones justas”
negociadas, al entender que el capitalismo actual ni necesita ni requiere para mantener su tasa de ganancia, de un
contrato social ex
novo, donde las
expectativas de cada parte,
capital y trabajo, de los empresarios
que dependen de los beneficios y de las personas asalariadas, que dependen de
los salarios, se encuentren plasmadas de manera
explícita en una especie de “constitución”
que obligue a ambas partes.
El acuerdo social sobre este
“capitalismo terminal”, como
una nueva “fórmula de paz”,
simplemente es imposible hoy, pues la
premisa sobre el que se realizó el anterior
contrato social (keynesianismo) en ciertos
países ricos, presuponía que los empleadores
consideraban que proporcionaría crecimientos constantes a sus negocios, sin
fluctuaciones cíclicas, lo cual no ocurriría en este escenario de NGD, pues este sistema es incapaz
de mantener el modo de vida actual y el crecimiento, lo cual es lo único que les interesa a los poderes financieros y
económicos, para mantener una arquitectura social fundada en economías
inviables y no esenciales.
Una expansión de los beneficios
empresariales implica una plaza segura en la catástrofe ecológica. Un giro
decidido en el rumbo de las
sociedades capitalistas industriales no es ya únicamente deseable, sino imprescindible.
El capitalismo como sistema, como
modo civilizatorio, tiene que
desaparecer y terminar, siendo ésta la única política a la cual debemos
plantear e invertir todos nuestros
esfuerzos, pues es la única garantía de una
transición justa, socialmente hablando, para
que la VIDA buena siga siendo una posibilidad en el planeta.
Nuestras propuestas tienen un
carácter anticapitalista (el
Estado ni antes ni ahora, puede
ser la respuesta frente a la mundialización del riesgo), de ahí que tenemos que ser conscientes de la urgente necesidad
de que incrementemos nuestros e-fuerzos
por poner en marcha iniciativas
económicas basadas en el trabajo autogestionado y no salarizado; una radical
redistribución de la riqueza, a la vez que una
disminución drástica del trabajo asalariado
y rentas básicas de las iguales, lo que implica trabajar para el COMÚN, más que para el mercado.
[Edición completa del periódico
en http://rojoynegro.info/sites/default/files/rojoynegro%20345%20mayo_0.pdf.]
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nos interesa el debate, la confrontación de ideas y el disenso. Pero si tu comentario es sólo para descalificaciones sin argumentos, o mentiras falaces, no será publicado. Hay muchos sitios del gobierno venezolano donde gustosa y rápidamente publican ese tipo de comunicaciones.