Mikel Irizar
Vivimos en una época en la que hablar de anarquismo se considera agresivo, antisistema, desprovisto de talante racional e incluso y en el mejor de los casos anticuado. Aunque de una manera parecida también podríamos decir que el hablar de la felicidad, goza de la misma suerte cuando se trata de poner en evidencia, cómo el hombre en su más amplia extensión anhela con todo su ser la felicidad.
Sin embargo en estos tiempos la felicidad es un tema desterrado de la política, se ha emparedado entre los barrotes que la abandonan a la individualidad, sin percatarnos de que la felicidad no deja de ser nunca un fenómeno público. No es posible desvincular a la felicidad, ni a la infelicidad, de su carácter político público, el intento por desentenderse de una cuestión tan importante para la vida señala ciertas cualidades del sistema político en el que vivimos, en el que sólo se nos permite hablar de aquellas cosas que el discurso liberal permite hablar.
La felicidad como deseo destacado en el ser humano guarda un carácter ubicuo en el plano filosófico y de la misma manera aún no reconocido en la política sus dimensiones son similares, la vida del hombre gira en torno a su busqueda y su posibilidad de implementación. Al retomar la problemática de la felicidad global del hombre, desde el anarquismo, un sistema político que emplaza a la sociedad a tomar parte de su propio placer y bienestar, que habla de una idea de felicidad en comunidad que pasa a través de todos los individuos autónomos. La hermenéutica utilizada permite satisfactoriamente analizar una posible y razonable vía para la consecución de la felicidad en el seno de una sociedad más sensible a las necesidades humanas.
La Consecución del Placer
No cabe duda, de que existen muchas maneras y medios para alcanzar estados de placer en el ser humano. Tanto por su lado individual como en su faceta social estas vías hacia el placer se entrecruzan, relacionándose de mil modos diferentes, aun cuando contemplemos lugar para la diferenciación de estas vías entre ambos dominios. En nuestra autonomía y nuestra sociabilidad, alternativamente y dependiendo del contexto en el que se hallen nuestras acciones, nos encontramos con situaciones y actividades en las que desatamos sensaciones agradables que podemos compartir con los otros o disfrutar de ellas por nosotros mismos.
Estos placeres tan variados para tan diversos individuos humanos nos alegran la vida, añaden sabor a nuestras andanzas rutinarias y nos ayudan a dar solución a nuestros mayores desafíos. En otras palabras, nos hacen felices. De hecho, como afirmábamos en el capítulo anterior, la consecución de los placeres desde otra nomenclatura o visión teórica, podría ubicarse en un lugar alternativo al de la satisfacción de las necesidades del hombre. Es fuente de placer cierta y camino de felicidad, sin duda.
De todas maneras, dentro de las líneas de pensamiento comunistas libertarias, nos hallamos ante maneras más propias de conseguir placer para uno mismo que en los siguientes párrafos explicamos. Son maneras que se contemplan dentro de la comunidad, en lo colectivo. Sin embargo, también existe lugar para la individualidad más libre, y desde la reflexión, no existe amenaza para la unicidad del individuo en un sistema de organización social anarcocomunista. Más bien al contrario, ayudarían a fortalecer la identidad única del sujeto, gracias a los vínculos sociales bien establecidos que se proponen en la raíz de una red de relaciones de este signo.
Podríamos dar por sentado que en un sistema político, económico y social, el reconocimiento y la proporción de los elementos pertenecientes a la dualidad comunitarismoindividualismo, deben estar equilibrados sostenidamente y en concordancia con las mayores garantías de felicidad, justicia, igualdad y otros valores éticos. Esto daría lugar a una confrontación de energías que se contrarresten de manera flexible según el contexto, permitiendo un funcionamiento adecuado de los grupos humanos organizados dentro de este sistema. La anarquía, concretamente el anarquismo libertario kropotkiniano, trata de presentar sus ideas y pensamientos de una manera que evidencie esta equivalencia en los términos comunidad e individuo, en un marco normalizado en el que estas dos fuerzas se necesiten y se complementen, dando prioridad al individuo libre, asociado en grupos en los que presta su deliberación personal y en los que expresa su diversidad, para mayor beneficio del grupo.
La necesidad de construir una sociedad con posibilidades de ser felices para todos y unas garantías mínimas de supervivencia y conservación no puede descansar sobre las columnas del egoísmo empequeñecedor, pero tampoco de un colectivismo uniformizador o autoritario. La diversidad humana junto a su sociabilidad son, de hecho, una fuente de placer en la que la especie humana se encuentra reflejada como ante un espejo frente a toda su historia pasada y su trayecto evolutivo común. Por todo esto, los valores sociales y comunitarios se muestran en la doctrina de Kropotkin tanto placenteros como morales. Y es que, sin ayuda de nuestros compañeros de especie, la civilización humana probablemente no habría llegado a ningún lugar.
Las concepciones cientificistas antropológicas de Kropotkin, que analizan la naturaleza humana desde un enfoque darwinista innovador para la época, ponen de manifiesto lo destacable que supone el hecho observado de que las especies solo sobreviven en caso de cooperación entre miembros, mientras especies de individuos con marcados caracteres egoístas decaen y acaban extinguiéndose.
Sobre este carácter social más adaptativo en el hombre diverso, comenta Cappelletti, mencionando su anti egoísmo y su postura moral y felicitaria del placer:
<<[...]3. º) Hedonismo como punto de partida. Si el hombre es un ser natural, el bien moral debe coincidir para él con aquello que satisfacen su naturaleza (su condición biológica), lo cual equivale, en términos generales, al placer; 4. º) Anti-egoísmo. Pero el placer sólo equivale al bien moral y a la felicidad cuando se lo considera en relación con la sociedad dentro de la cual cada individuo vive, de tal manera que cualquier placer exclusivamente individual queda superado por el que proporciona la práctica de la solidaridad y de la ayuda mutua; 5 º) Justicia como valor supremo. La justicia, considerada como absoluta igualdad, constituye el más alto valor y, por consiguiente, la máxima virtud.">> [A. Cappelletti, El pensamiento de Kropotkin, p. 57]
El Papel de la Independencia y la Autonomía
Para llegar al placer dentro de los sistemas anarquistas son necesarias, entre otras, las cualidades o valores de autonomía e independencia, tanto de los pueblos, como de los individuos. Es así, por lo que coincidiendo con su postura moral, Kropotkin establece nexos indisolubles entre independencia y autonomía. Suponemos a partir de estos dos rasgos para encontrar placer que no debe existir, ningún tipo de entidad o cuerpo que permita la opresión o explotación del hombre por el hombre. Así, es indispensable la emancipación de todos los hombres para gozar de tales cualidades, con el propósito de procurarse los placeres que la vida destina a la humanidad.
Las autoridades y el desbalance del poder político económico condiciona sobremanera las elecciones, opiniones e intereses de todos los hombres, que en un mundo como el del siglo XIX se ven forzados a mutilar su calidad de vida, si es que desean satisfacer sus necesidades primarias más acuciantes. Desde el pensamiento anarquista, no es posible alcanzar niveles mínimos de placer para el hombre de no abandonarse las costumbres de producción que los grandes poderes han enquistado en los cuerpos mayoritarios más desfavorecidos de la sociedad, desde el inicio de la modernidad.
La verdadera libre asociación, que favorece el surgimiento de entidades productivas, de conocimiento u ocio, de modos que favorecen la libre expresión y la actividad normal y saludable en un sistema anarcocomunista, fomenta las decisiones maduras de los integrantes de estos grupos. También les hace desarrollar mecanismos de motivación intrínseca, que resultan en sentimientos placenteros y en alegría de vivir, con lo que uno ha decidido emprender de manera independiente. Estos frutos de la libre asociación se desenvuelven con la ayuda de todos para un beneficio en común más elevado.
De esta libre asociación que surge entre las personas, comunidades y pueblos, podemos decir que trasciende la autodeterminación de los mismos y que los capacita para tomar decisiones propias, en el seno de la organización político social correspondiente. El problema de la identidad colectiva se articula entre pensadores anarquistas por unas vías que proporcionan autonomía suficiente a los pueblos para tomar decisiones, hecho que a la vez favorece a las decisiones que las diferentes asociaciones toman dentro de los órganos de decisión política de cada pueblo. Estas dos formas de grupo social se relacionarían entre sí y con otros pueblos y asociaciones adyacentes, en actitud de cooperación y amistad propiciada por un entendimiento mutuo del bien común de ambas poblaciones.
Además de este sentido que reposa en el principio de libre asociación debemos destacar otro aspecto. En lo social, uno de los apartados más importantes consiste en que cada uno sea dueño de su propia vida. Como decíamos anteriormente, es muy estresante no controlar el propio destino y el desvalimiento de no ser autónomo y estar sujeto a servidumbres, hasta las más leves. Como afirma Stefan Klein, erosiona nuestra creencia en nosotros mismos, decayendo nuestra felicidad: "Entre los humanos, incluso las servidumbres más sutiles (que son también las más cotidianas) van erosionando a largo plazo el bienestar y la salud. Hay muchos ejemplos que lo demuestran." [S. Klein, La fórmula de la felicidad, p. 363]
[Parrafos extraidos de la Tesis de Maestría en Filosofía _Una Perspectiva Anarquista sobre la Felicidad Global en Piotr Kropotkin_, que en versión complete es accesible en https://gredos.usal.es/bitstream/handle/10366/123125/TFM_IrizarSanchez_Perspectiva.pdf?sequence=1.]
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