Revista Ekintza Zuzena
Vamos
a presentaros al grupo Oblomoff, un grupo que partiendo de posiciones
libertarias llevan ya más de
tres años ejerciendo una actividad sumamente interesante en el terreno de la crítica de la ciencia y la
tecnología en un país como Francia, donde la ideología del progreso científico es tan avasalladora.
En el sur de Francia hemos podido conversar un
rato con Matthieu, uno de los miembros del grupo al que hemos dirigido las
siguientes preguntas.
Pregunta: ¿Cuál fue el punto de partida
del grupo Oblomoff? ¿Por qué el nombre de Oblomoff?
Respuesta:
Podríamos decir que los orígenes del grupo se remontan a octubre de 2004, cuando algunos de nosotros
participamos en una perturbación en la gran
asamblea de los Estados
Generales de la Investigación en
la ciudad de Grenoble. Esta
fue una acción bastante improvisada en la que participamos una treintena de personas, sobre todo estudiantes de
ciencias humanas, militantes antinucleares y
feministas y algunas otras personas que llevaban ya un tiempo denunciando en Grenoble la total complicidad entre
investigación científica, industria y ejército. Lo que nos movilizó en aquel entonces fue la
indignación que sentíamos ante el espectáculo que nos causaba ver a los
científicos salir a escena pública como
víctimas de una lógica neoliberal de los planes presupuestarios. Los investigadores
imitaban los movimientos de huelga de profesores de escuela, de carteros y de ferroviarios, reivindicando con orgullo
su utilidad social: la producción encadena
de innovaciones tecnológicas y su aceptación por parte de la población, para asegurar la realización del desarrollo
económico. Nos introdujimos en la
asamblea de los airados investigadores, y manifestamos nuestra hostilidad a su reunión, sobre todo mediante la lectura de
un comunicado que provocó nuestra
expulsión inmediata. En esas jornadas distribuimos también el texto Tótem y Tabú. Esta acción, aunque
mencionada en la prensa, no obtuvo respuesta alguna del mundo científico durante los meses
siguientes hasta que algunos miembros
del colectivo Jóvenes
Investigadores Precarios contactaron
con algunos de los que habían
participado en la perturbación. Estas personas, en muchas ocasiones doctorandos
en ciencias puras, se sentían desde el inicio en desacuerdo parcial o total con el discurso sostenido por el movimiento Salvemos la Investigación, pero habían decidido permanecer en
el movimiento para intentar reorientar su discurso; como la cosa no pareció posible, decidieron
finalmente abandonar el movimiento. En
la primavera de 2005, algunas de estas personas y algunos de los que habíamos participado en la acción de Grenoble,
iniciamos una ronda de debates y discusiones con el objetivo de elaborar un
documento que sirviera como plataforma
teórica común. Se trataba de hacer algo más elaborado y menos agresivo de lo que habían sido nuestras declaraciones
anteriores, algo que fuera más una llamada
a la reflexión colectiva sobre la finalidad de la actividad científica y no ya
sobre los medios materiales que
le proporcionan el Estado y las empresas. Nosotros estamos en contra de la idea de que sólo
los científicos pueden criticar el contenido y la función social de las
ciencias, pero con todo tuvimos la impresión de
que ganábamos legitimidad a partir del momento en el que investigadores en ciencias puras participaban también en la
formulación de esta crítica: en el grupo
de trabajo, a partir de ese momento, estaban representadas una buena parte de las disciplinas.
Entonces
se planteó el problema de ponerle un nombre a nuestro nuevo colectivo, para que
fuera identificado públicamente. Oblomoff es el protagonista de una conocida novela de Gontcharov, autor
ruso de finales de siglo XIX. Oblomoff encarna un poco el rechazo pasivo de la
industrialización y de la modernización
productivista, hijo de la aristocracia y propietario absentista de tierras,
nostálgico y deprimido, se
niega a hacer nada y se pasa el día durmiendo, en la indolencia total. La actitud de Oblomoff
puede ser interpretada como un rechazo al trabajo
e incluso a toda actividad. En cualquier caso, la referencia a Oblomoff
no deja de ser una broma:
nosotros no somos nostálgicos ni aristocráticos, y no hacemos el elogio unilateral de la pereza; pero es
verdad que nos sentimos en rebeldía a causa
de muchos aspectos de la sociedad de masas, y pensamos que el mundo marcharía
menos mal si los científicos, en estos últimos cien años, hubieran afrontado la angustia de la muerte permaneciendo
acostados toda la mañana, en lugar de
agitarse febrilmente en sus laboratorios para producir sumisión.
P: Ahora háblanos de las actividades que
habéis desarrollado en estos años...
R:
Desde hace tres años hemos invertido mucho tiempo y energía en la escritura colectiva, en la producción de textos. Para
nosotros esto es muy importante, ya
que intentamos elaborar nuestras declaraciones de la manera más democrática posible, lo cual precisa mucho tiempo. A lo
largo de este tiempo hemos recibido muchas críticas y hemos intentado
responder a ellas, con argumentos, en nuestra
Plataforma crítica de la investigación científica,
publicada en otoño de 2006. Paralelamente hemos llevado a cabo una serie
de acciones públicas en la línea de la
provocación y de la invitación a la discusión.
Hemos ido al encuentro de investigadores en circunstancias diversas, para que
nuestras posiciones se conocieran,
encontrar personas que las compartieran, desacreditar ciertas personalidades o ciertas iniciativas del medio científico.
P: Parece que os habéis implicado en la
lucha contra la biometría...
R:
Sí, los desarrollos de la identificación electrónica y los intentos de
construir una oposición
política a estas técnicas nos han tenido muy ocupados. Algunos miembros de
Oblomoff se han implicado en el apoyo a las personas
que participaron, en otoño de
2005, en la destrucción de un aparato de control biométrico en un liceo de la región parisina. Estas personas
fueron juzgadas y condenadas a penas
de prisión con multas. Este proceso fue la ocasión de poner en marcha un debate público sobre la proliferación de una
tecnología, como es la biometría o los chips
RFID, que permiten hacer un
seguimiento completo de los movimientos de los
individuos y por tanto de perfeccionar las técnicas de vigilancia ya existentes. Más allá de la cuestión de las libertades
individuales y de control, las técnicas
de identificación electrónica constituyen una ilustración perfecta del proyecto
de gestión total de la sociedad
y de la naturaleza que es esencial en nuestra crítica del mundo moderno.
P: ¿Qué entiende el grupo Oblomoff
por el término «tecnociencia»?
R:
Grosso modo, este término designa la imbricación muy profunda, y que no viene de ayer, entre la investigación
científica y su aparato tecnológico. La ciencia moderna es indisociable de un
equipamiento técnico que va en el sentido de
una sociedad cada vez más centralizada, cada vez menos democrática, es decir, de una sociedad donde las personas no
poseen ningún control sobre sus vidas.
Insistimos sobre este término, queriendo sugerir que la investigación científica es una actividad que se apodera del mundo
trastocándolo. No es una actividad
teórica, espiritual, gratuita. Es una actividad práctica que tiene
implicaciones políticas muy profundas, ya que participa en la creación de un
mundo donde los individuos no
participan en la elaboración de sus condiciones de vida cotidiana. Estamos rodeados de fenómenos que sólo los
expertos pueden comprender, las
innovaciones científicas tienen generalmente como efecto hacernos más dependientes
de ellos.
P: En vuestro folleto habláis de la
función ideológica de la ciencia pura...
R:
Cuando algunos científicos deciden encarar nuestra crítica, la principal línea
de defensa que despliegan es la
de señalar que sólo una parte reducida de la investigación científica ha sido
absorbida por el aparato industrial y militar, mientras que la mayor parte de lo que hacen los
científicos en sus despachos y laboratorios
es esencialmente una actividad pura, desinteresada, espiritual, que se propone simplemente la búsqueda de la verdad.
Nosotros rechazamos firmemente esta
idea. La idea de una ciencia pura no se sostiene en absoluto ante el conjunto de transformaciones radicales que la
tecnociencia ha impulsado en el mundo humano y en su entorno. Esta noción
apunta precisamente a ocultar el hecho de
que estamos en una sociedad donde la acumulación de medios se convierte en un fin en sí mismo y donde el saber es casi
siempre un instrumento al servicio
del poder. Estamos en una sociedad que ha renunciado a interrogarse por los fines que persigue y para qué los persigue.
La ciencia moderna siempre ha estado
en relación con los procesos políticos y ahora ha llegado a crear un nuevo frente
de poder político que son los expertos. Esto ha hecho que la ciencia se haya convertido en una institución incompatible
con la igualdad y la democracia, en
suma, con estructuras horizontales de discusión y decisión. Esto no sería para nosotros un motivo de rechazo total del
espíritu científico si no fuera porque la
institución científica tiene una tendencia imperialista e impone sus criterios
de funcionamiento al resto de
la sociedad y, sobre todo, su concepción de la verdad.
P: ¿Cuál ha sido vuestra experiencia en
la discusión con científicos?
R:
Tenemos la impresión de que nuestros textos circulan entre ellos pero sabemos que no provocan verdaderamente una
discusión o un debate. La mayoría de los
científicos continúan empeñados en pensar que la única manera de entrar en el
debate político es a través de la petición de más fondos para la investigación.
No hay posibilidad de abrir un
debate, a veces vemos reacciones violentas, otras, de puro victimismo. Existe un sentimiento de
culpabilidad individual, pero ¿cómo hacerlo
público? No hemos encontrado la solución. Y además, debemos hacer frente a las tentativas de neutralización de nuestro
mensaje por parte de profesionales de la
comunicación y del «debate ciudadano»: los foros son organizados para poner en guardia al mundo científico contra las
reacciones y las inquietudes que podrían
dirigirse hacia él, pero que por el momento no existen dentro de una población que tiene otras preocupaciones. Ponen voz
a estas inquietudes virtuales con el fin
de prevenir su emergencia y ahogar las pocas voces tajantes que se levantan.
P: ¿Cómo han reaccionado otros grupos
radicales ante vuestras propuestas?
R:
Existe en Francia un grupo que está cerca del partido ecologista, que se llama Ciencias Ciudadanas. Yo no considero esto un grupo radical, ya
que incluso aunque llegan a subrayar interrogantes sobre la ciencia que a
nosotros también nos inquietan,
rechazan poner en cuestión el papel de los expertos y, para limitar el poder de estos, Ciencias Ciudadanas promociona comités ciudadanos, cuya función sería la de ayudar a los investigadores a
seleccionar entre sus innovaciones, a legitimar las «buenas» y a descartar las
«malas». Proyecto completamente irrisorio.
Nuestros caminos son muy diferentes. Prueba de ello es que el director de Ciencias
Ciudadanas, el biólogo Jacques
Testart, nos ha acusado recientemente de recurrir
a la violencia y de querer pegar fuego a los laboratorios. Esto muestra hasta
que punto una crítica
coherente, en lo intelectual y en lo humano, es difícil hoy de llevar a cabo sin que pronto sea asimilada
a una violencia sin sentido, cuando de
lo que se trata ante todo es de una llamada a la discusión abierta y general.
Por
lo demás, en los medios considerados radicales, nuestra propuesta tampoco llega a ser comprendida y aprobada. En
ocasiones juzgan que nuestra actividades
demasiado intelectual, y demasiado dirigida a los intelectuales. Muchos militantes
de izquierda se interesan por nuestra crítica en la medida en que ésta se relaciona con las tecnologías de control
social. Pero la idea de atribuirle un papel
particular a la actividad científica en la dominación capitalista no encuentra
eco en ellos. Como tampoco
encuentra eco nuestra idea de que en una sociedad compleja como la nuestra, la revuelta popular, de
producirse algún día, tendría que venir
acompañada de una disidencia frente a los expertos, tanto como de una puesta en cuestión del aparato industrial y
científico.
P: ¿Qué repercusión habéis tenido sobre
los media? Si es que habéis tenido
alguna..
R:
Algunos periodistas leen nuestros textos. A veces hemos hecho llegar nuestros comunicados a la prensa, sin repercusión.
Los periodistas en general no están preparados para acoger una crítica frontal
de la tecnociencia y del llamado progreso.
Como dicen Semprun y Riesel, el catastrofismo continúa siendo un progresismo, avergonzado, es verdad, pero progresismo.
Algunos artículos en los últimos años
hacen una alusión confusa a una nueva ola de luddismo. Sienten que la figura del destructor de máquinas, en la época de
la informática, no deja de tener su
atractivo exótico, hasta pueden llegar a verlo como una nueva vanguardia de consumidores tecnófobos, pero la cosa no
llega más lejos....
P: Háblanos de otros grupos que estén
desarrollando en Francia una labor semejante a la vuestra.
R:
Por desgracia, no hay muchos. Los textos que se escribieron en el período1998-2001, a raíz de las luchas contra los
transgénicos, han sido para nosotros una
fuente de inspiración. También tenemos intercambios regulares con el grupo PMO (Pieces et Main-d’Oeuvre), con los
que no tenemos necesariamente un acuerdo
total de ideas, pero cuyo trabajo de denuncia de la producción de innovaciones tiene interés para nosotros.
P: Para finalizar me gustaría
preguntarte por el tipo de proyecto político quehay
detrás de vuestra crítica.
R:
Digamos que nuestra crítica de la Investigación se inspira en el ideal democrático,
y se inscribe en el proyecto de una sociedad libre, igualitaria y decente. Una sociedad donde la gente tendría la
capacidad de influir en el curso de su vida, y la
libertad de inventar o de conservar formas de vida que les pertenecerán. Un mundo
así es por supuesto incompatible con el reino de la competencia capitalista, de la gran industria y de los medios de masas.
Implica además un uso compartido
de la razón y del debate público sobre todas las grandes cuestiones.
Por
otro lado, al invocar la razón crítica junto con la sensibilidad, nos desmarcamos
de un discurso de carácter puramente religioso o místico.
Reivindicar
el uso de la razón, supone también considerar que es legítimo para los individuos y las comunidades el volver a
poner en cuestión el orden establecido
y las verdades indiscutibles heredadas del pasado, y de darse, en la medida de
lo posible, sus propias
instituciones. Queremos por tanto creer en la facultad de los humanos para inventar, para hacer nacer
nuevos imaginarios y nuevas formas de
vivir en sociedad.
Al mismo tiempo, la historia de estos dos últimos
siglos, la experiencia de los movimientos revolucionarios y la extensión de las
catástrofes en marcha nos obligan
a revisar el proyecto político de auto-institución de las sociedades humanas,
sus valores, sus relaciones. Y
en primer lugar, la idea de autonomía, en nombre de la cual criticamos en la plataforma el espacio
cada vez mayor que ocupa la tecno-ciencia.
Por otro lado algunos no han dejado de reprocharnos, cuando hablamos de
«dominio» o de «autonomía», de suscribir de hecho un proyecto tan autoritario y peligroso como el de la ciencia. Hay que
precisar que, para nosotros, la autonomía no designa la superación integral de
las sociedades humanas con relación
a todo lo que las precede o lo que parece exterior a ellas. Una gran parte de la crítica social desde hace dos siglos había
propuesto como horizontes para los seres
humanos el dominio consciente» de su destino común. Casi siempre, este objetivo pasaba por la convicción de
que todo progreso humano implicaba
una reducción creciente de lo dado, de lo no dominado, de lo incomprensible, hasta llegar a la artificialización total
de la Naturaleza -incluida la humana. Así
formulado, este proyecto revelaba una ilusión, tanto más peligrosa por cuanto dicha ilusión ha podido aliarse durante
mucho tiempo a los progresos aparentes
del dominio científico del mundo. Pensamos que ya es hora de romper con estas ilusiones, sin por ello adherirse,
evidentemente, a todas las críticas reaccionarias
de la modernidad política. El equilibrio delicado entre el ideal de
auto-institución de las
sociedades y el respeto de realidades que las superan, y que son su condición
de posibilidad, no es un problema reciente. No pretendemos de ninguna manera proporcionar respuestas definitivas
a todas las cuestiones que propone
dicho problema. Invitamos a reflexionar lucidamente sobre estas cuestiones en relación a la experiencia acumulada y a
sacarlas de su ocultamiento causado por
la ideología del progreso, que pretendía haberlas resuelto de una vez por todas, con los resultados que ya conocemos.
[Tomado de http://esfulletperdut.ourproject.org/wp-content/uploads/2015/01/merged_oblomoff_entrevista.pdf.]
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