Raquel
Fosalba
De origen campesino, Aníbal De
Los Santos Gadea nació en un pequeño pueblo en el interior de Uruguay. Su ideal
de un mundo sin maestros lo llevó a establecer, alrededor de 1959, un grupo de
expertos agrícolas que se convirtieron en parte de una experiencia de coperativismo
agrícola llamada Unidad Cooperaria n. 1.
Allí entró en contacto con Juan Pulido, un anarquista catalán exiliado, gracias a quien conoció la socialización de la economía llevada a cabo en las comunidades agrícolas y la autogestión de las fábricas, especialmente en Aragón, Cataluña y el Levante, por parte de los trabajadores, que estaban creando un mundo nuevo durante la Revolución española de 1936. Así comenzaron sus lecturas sobre el anarquismo. Un ávido lector, es a partir de aquí que comenzó a construir su propio conocimiento destinado a un avivamiento campesino nunca abandonado.
Desde entonces, su búsqueda de un camino experimental y abierto, su anarquismo fue esencialmente constructivo, lo llevó, en 1962, a la experiencia de la Comunidad del Sur [Para historia y detalles de esta experiencia comunitaria anarquista, ver http://periodicoellibertario.blogspot.com/2018/08/uruguay-apuntes-historicos-en-torno-la.html]. Su propósito era construir un tejido social que mostrara concretamente cómo lograr el socialismo libertario en una realidad que, en libertad, en igualdad y en solidaridad, se proyecta hacia el futuro, para un mundo mejor.
Todas las actividades a las que se dedicó fueron parte de esta necesidad de creatividad concreta. Su anarquismo, visto como una filosofía de vida, lo practicó en lotes sociales, siempre llevado a cabo desde abajo, tanto en su vecindario como junto a los miembros de las cooperativas y los sin tierra. Y siempre con un austero sentido del deber que le dio coherencia y continuidad con sus ideas originales, mientras que la actividad del experto agrícola permaneció conscientemente relegada a otras actividades consideradas de servicio.
Aníbal formó su personalidad a partir de esos valores libertarios que tanto amaba y había internalizado, adaptando su forma de ser a una concepción que vio su libertad continuar en la del otro y que se distinguió por una formidable capacidad para escuchar, por una calma imperturbable, con su voz siempre firme y cálida, con una gran predisposición al trabajo.
En los años que transformaron la "Suiza de América" en una cámara de tortura, Aníbal fue uno de los presos políticos de la dictadura de entonces. Con coraje, calidez y lucidez, se enfrentó a las palizas y al encarcelamiento. Exiliado primero en Alemania, en 1976, eligió Barcelona para vivir, trabajar y continuar compartiendo su existencia con otros.
Aníbal aprendió y practicó diferentes oficios, llevando a cabo todas las tareas que la Comunidad del Sur experimentaba de vez en cuando, y las llevó a cabo con la seriedad y responsabilidad que lo caracterizaban. Detrás de su carácter reservado, había una persona de gran generosidad.
En el último período de su vida había renunciado gradualmente a sus amarres, hasta que, al amanecer del 3 de febrero de 2019, se fue para siempre.
[Publicado originalmente en italiano en
el Bolletttino Archivio G. Pinelli # 53,
Milán, 2019. Número completo accesible
en https://centrostudilibertari.it/sites/default/files/materiali/bollettino_53.pdf.
Traducido al castellano por la Redacción de El
Libertario.]
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