En el tema de la gestión de las ciudades la
“tendencia” más actual es la de las ciudades inteligentes (smart cities), seguida de les ciudades “resilientes” y, más atrás,
la cada vez más obsoleta ciudad sostenible. De hecho la palabra sostenible está
siendo sustituida por términos más modernos, alrededor de la llamada “economía
circular”, otra nueva frase-engaño.
En todos los casos estas palabras son
calificativos que esconden una única realidad: el hecho de que las ciudades son
espacios diseñados para la explotación intensiva de sus habitantes, sean
ciudades del mundo “desarrollado” o las macrourbes de lo que llaman “menos
desarrollado”.
El tema de las smart cities pone el énfasis en el control tecnológico y digital
que se ha apoderado de todos los ámbitos y la vida cotidiana: la salud, el
trabajo y, naturalmente, el ocio, de la mano de los sistemas de comunicación,
cada vez más rápidos y a un coste más bajo.
Más allá del teléfono móvil los aparatos
recolectores de datos invaden ubicuamente todos los espacios, dejando obsoleta
incluso la separación entre el mundo rural y el mundo urbano. Un mundo rural
donde los tentáculos del sistema de comunicaciones urbanos están cada vez más
extendidos y forman una red más espesa.
El proyecto de las smart cities, queda cada vez más claro, se reduce a puro control
social descarnado. Control social que incluye el trabajo, el ocio, el consumo y
la “conducta” de los ciudadanos, haciéndoles interactuar en el espejismo de la
participación democrática en el mundo digital.
El taburete de las smart cities tiene muchas patas pero, usualmente, se remarcan tres
(tres patas son suficientes para sostener un taburete): la red de sensores y de
comunicaciones, los sistemas de gestión y análisis de la información y,
finalmente, la movilidad en las áreas urbanas. La movilidad es básica para la
reproducción y perpetuación del sistema, movilidad para ir a trabajar,
movilidad para el ocio y movilidad para integrarnos en el mercado como
consumidores. La movilidad no tiene nada que ver con el movimiento; el
movimiento libre y salvaje es lo contrapuesto a la movilidad.
La
sociedad del automóvil
El automóvil no es sólo uno de los principales
motores de la sociedad industrial sino también un fetiche social indicador del
estatus, aunque se haya tornado un tanto borroso a raíz de una cierta
generalización de su uso. Hasta ahora la energía del automóvil ha sido fósil
pero esto es, al menos en apariencia, superable (de momento con la electricidad),
sin que deje de ser un pilar económico y simbólico del estatus quo.
Actualmente circulan por el mundo 1.200 millones
de automóviles. Desde el modelo T de Ford se deben haber producido más de 100
billones norteamericanos (millardos en el resto del mundo) de unidades.
Actualmente circulan 1,6 coches por cada 10 habitantes de la Tierra. El impacto
de este producto industrial sobre la salud humana, la salud de la tierra y el
clima ha sido enorme: desde la emisión indiscriminada de plomo (hasta su
prohibición en 2001) hasta la contaminación por partículas y óxidos de
nitrógeno actual, pasando por sus efectos con el clima, sin olvidar el impacto
sobre las aguas y la tierra en las actividades extractivas para obtener
materias primas.
El automóvil contaminante, ruidoso y enemigo del
clima tiene una “alternativa”, el coche eléctrico, supuestamente amigo del
medio ambiente, silencioso, más limpio y de producción más fácil. Nos ocultan
que el aumento de consumo de la energía eléctrica haría necesario aumentar la
generación que, aunque se consiguiera con renovables, éstas consumirían espacio
(generalmente rural), generarían residuos y necesitarían materias primas. Por
otra parte la necesidad de litio para las baterías y cobre para los motores
fomentaría la minería a cielo abierto y generaría residuos intratables… ¡No, el
coche eléctrico no es ninguna alternativa!
El vehículo a motor de energía fósil no es el
capitalismo, sino un producto más. Su sustitución se hará para reforzar el
sistema tecnoindustrial. De hecho hay dos grandes mercados para introducir
vehículos eléctricos: son la China e India, que no pueden ser saturados con
coches a combustible fósil debido a la alta contaminación que padecen. La
industria automovilística ha sido un puntal del sistema tecnoindustrial. El vehículo
eléctrico viene a reforzarla. Además el vehículo eléctrico es necesario para
poder desarrollar la estrategia de los vehículos autónomos.
La
movilidad pública sostenible
El actual modelo urbano lleva aparejada la
expulsión de los habitantes con menores recursos hacia los suburbios, en un
proceso de profundización de la precariedad, sobre todo de mujeres y jóvenes,
que tienen un acceso limitado al transporte privado. Por ejemplo por cada
carnet de conducir de un hombre sólo hay 0,6 de mujeres y sólo el 2% de los
carnets de conducción de coches adaptados corresponden a mujeres. Una cosa
parecida ocurre con los jóvenes, pero en este caso la brecha se traslada a la
disponibilidad de un vehículo. Este modelo de movilidad obliga a destinar una
parte importante de los ingresos (a menudo dependiente de un sueldo bajo y
precario) al transporte para llegar a los puestos de trabajo, polígonos y áreas
logísticas alejadas y desconectadas.
El transporte público es cada vez más
carcelario, sobre todo las líneas más periféricas, trufadas de cámaras, de
policías y de vigilantes de seguridad, controles de billetes en los pasillos y
en los vehículos, vigilancia en los puntos de acceso… En las grandes redes de
metro, la de Madrid y la de Barcelona, se invierte cada vez más en salas de
control y sistemas inteligentes de detección de situaciones críticas. Por
ejemplo en Barcelona el Centro de Control del Metro, el CCMB y el Centro de
Regulación y operaciones de los Autobuses. En Madrid tienen, a nivel regional,
un Centro Integral de Gestión del Transporte Colectivo, el CITRAM, que integra
la información de autobuses (urbanos e interurbanos), metro y metro ligero.
También se está trabajando para incorporar los trenes de cercanías. El CITRAM
es referencia mundial en centros de control. Estos centros de control son
tendencia a escala mundial y, con el aumento de la velocidad de proceso y la
bajada de los costes, cada vez están más centralizados, porque los sistemas de
transporte son una de las infraestructuras más críticas de la sociedad
tecnoindustrial (http://negreverd.blogspot.com/2017/10/ sales-de-control-de-videovigilancia-el.html).
Los sistemas de transporte público son también un punto de concentración de
videovigilancia. En el metro de Barcelona hay más de 6.000 cámaras y el CITRAM
(metros y buses regionales de Madrid) controla más de 20.000 (8.000 de ellas en
el metro y el resto repartido entre autobuses e intercambiadores). ¿Cuántas
veces quedamos grabados en un recorrido normal en transporte público?.
El
transporte privado cada vez menos privado o menos privacidad en el transporte
Menos privado en el sentido de un espacio
personal y de la confidencialidad de tus actividades. Últimamente se están
implantando multitud de cámaras lectoras de matrículas para acceder a
determinadas zonas urbanas (acceso para vecinos), los accesos a urbanizaciones
y pueblos y, finalmente, para controlar la circulación de determinados
vehículos durante episodios de contaminación.
Las motivaciones son variadas: descongestionar
el tráfico en zonas de casco antiguo, motivos de seguridad en zonas poco
densas, prevención de la contaminación… En Catalunya, en lo que llevamos de
año, se han instalado 114 cámaras, la mayoría de ellas con reconocimiento de matrícula.
Pero tanto cuantitativamente como cualitativamente el mayor impacto de control
ha sido el establecimiento de zonas de protección atmosférica en Barcelona y
Madrid. Un buen ejemplo es Barcelona donde una espesa red de lectores de
matrícula controlará el acceso a determinadas zonas. Esta red se despliega con
la excusa de la contaminación, pero seguro que le encuentran nuevas aplicaciones.
Los vehículos “privados” serán reservados a las
élites forradas de pasta. En cierto modo retornamos a tiempos pasados, donde
los carruajes estaban destinados únicamente a los “señores”. En la smart city el carruaje vuelve a ser un
marcador social relevante.
La
movilidad como servicio: una nueva trampa
Los discursos del vehículo privado como símbolo
de libertad y el transporte público “sostenible” como símbolo de solidaridad
con el planeta ya están agotados. Hacía falta una nueva figura para enredarnos
y mantenernos sin movernos hacia ninguna parte (cuando creemos que nos estamos
moviendo) y movernos hacia la dominación (cuando creemos estar quietos). Esta
nueva figura es la “movilidad como servicio”, también conocida como MaaS entre
los modernillos (Mobility as a Service).
La “MaaS”, bajo una gran variedad de sistemas y modalidades, tiene dos cosas
que la unifican: un sistema de información centralizado (o en oligopolio de
varias plataformas TIC) y, lo que es más importante, un sistema de pago
compatible, a través de tarjetas de crédito, tarjetas especiales de transporte
(como la Tmobilitat de Barcelona) y teléfonos u otros artefactos. Uno de los
beneficios que se piensa extraer de esta movilidad “libre”, “sostenible”,
“colaborativa”, etc. es el tráfico con los datos. Cada vez que pagamos o
pasamos por un torno de control de acceso, a todo lo largo de un recorrido con
vehículo privado (todos tienen ya GPS), cada vez que pasamos por delante de una
cámara de videovigilancia, estamos abasteciendo el comercio con nuestros datos
y promoviendo la eficiencia del control social y policial.
Uno de sus trucos es presentarnos el sistema de
movilidad, no como un entramado de empresas (incluidas las públicas), sino ante
“modelos de desplazamiento”, obviando que detrás de todos estos modos de
desplazamiento hay importantes intereses capitalistas. Así, detrás de la
movilidad sharing (compartida) están
los intereses de las corporaciones y fondos de inversión disfrazados de
“emprendedores innovadores jóvenes” y pretenden dar una imagen enrollada y
fresca, por ejemplo Car2go es propiedad de Daimler y BMW, UBER participa en
Jump y en Lime (dos de las adjudicatarias de los patinetes en Madrid), CABIFY y
Mutua Madrileña participan en MOVO (patinetes y scooters) y SEAT en alianza con
UFO pondrá en la calle 530 patinetes.
Estos últimos años se ha ido extendiendo en las
zonas urbanas de todo el mundo una invasión de vehículos, desparramados por las
calles y utilizables mediante APP’s, coches (turismos), motos eléctricas,
bicicletas (con pedaleo normal o con pedaleo asistido) y, finalmente, los
patinetes eléctricos… Todos estos artefactos están provistos mayoritariamente
de un GPS y registran de modo continuo horarios e itinerarios. El número y
utilización de estos vehículos no es en absoluto marginal. En Madrid (de donde
tenemos más datos) hay como mínimo unos 20.000, 2.000 turismos, 3.000 bicis (o
más), 5.000 scooters y 10.000 patinetes. Si pensamos que cada vehículo puede
hacer unos 6 viajes, como mínimo (el Bicimad hizo una media de 5 viajes por
bicicleta el 2017), se harían unos 50 millones de desplazamientos al año (con
todos los medios de transporte sharing).
Además hay que pensar que Bicimad tiene 65.000 usuarios, pero Ecooltra tiene
300.000 y VOI 75.000.
El futuro,
el coche conectado y el coche autónomo
Aunque parezca que estos temas son futurismo (si
no ciencia ficción), las cosas van más rápidas de los que parece. Por una parte
el coche se va conectando paso a paso, y pocos son los vehículos nuevos que no
disponen de conexión a internet para diferentes aplicaciones. La conexión
estrella, el eCall, finalmente fue descafeinada y la directiva sólo obliga a
que se active en caso de choque (igual que el airbag) y no funciona todo el
tiempo como era el proyecto original. Funciona ya en 22 estados de la UE (en 6
no). En el Estado español se han producido 697 llamadas automáticas al 112; los
seguros ligados al GPS tampoco parecen haber prosperado mucho.
Los vehículos autónomos están cada vez más
avanzados y, visto el esfuerzo financiero que están dedicando a estos
proyectos, parecen tener un futuro viable. Cada vez hay más ciudades (sobre
todo de los EUA) donde, de un modo más o menos experimental, están circulando
este tipo de vehículos en condiciones reales: taxis, autobuses lanzadera,
convoys de camiones (Platooning)… En
conducción autónoma destaca en cabeza Waymo (del grupo de empresas Google) que
tiene circulando unos 500 vehículos con un funcionamiento parecido al de UBER
(de momento con supervisor humano) y para un número limitado de usuarios. Estos
500 vehículos circulan, sobre todo, por Phoenix y Atlanta. General Motors tiene
también algunos y han pedido 2.600 licencias de taxi en diversas localidades…
Por cierto, dos de los vehículos autónomos de GM han sufrido ataques por parte
de humanos. La empresa LYFT (competidora de UBER en el servicio de taxi),
aliada con APTIV ha puesto en marcha un servicio de 30 taxis autónomos en las
Vegas. Los grandes monstruos digitales tienen también un papel en el
competitivo mundo de la conducción autónoma. Ya hemos hablado de Google, pero
también Yandex (el Google ruso) está bien posicionado, sobre todo en conducción
en situaciones extremas, y Baidu (el Google chino) también.
La generalización de la conducción autónoma no
está esperándonos en la otra esquina, pero nos acercamos a ella a buen paso.
Seguramente a algunos países llegara antes (dependiendo más de la legislación
que de la tecnología), pero su impacto sobre la ocupación y sobre los servicios
de transporte público será enorme, no sólo a nivel de conductor, sino por
sustitución, como hizo General Motors, Standard Oil, Firestone y otros con los
tranvías de muchas ciudades de los EUA (https://en.wikipedia.org/wiki/General_Motors_streetcar_conspiracy).
El coche autónomo será un paso más en la
privatización del transporte y del espacio público. La movilidad bajo el
sistema tecnoindustrial es el movimiento alienado, aislador del mundo real que
nos rodea, separador de las personas. No es el vagabundeo de un lugar a otro en
una experiencia nómada, ni el desplazamiento salvaje indómito. La movilidad en
el sistema tecnoindustrial es una pieza más de la dominación y de la opresión.
La red de movilidad domesticada se puede
combatir de muchas maneras: el límite está en la imaginación. Desde los métodos
piqueteros argentinos o los de la huelga del 8 de octubre en Cataluña, los
cortes de carreteras y vías de tren se han usado y se seguirán usando a pesar
de multas y condenas. Hay más ejemplos: los cortes en el TGV en Francia y
Alemania en 2005, o las invasiones de las pistas de los aeropuertos contra la
reforma laboral en Francia, o, recientemente San Francisco (y otras ciudades).
Ante la invasión de las aceras por patinetes se han usado diferentes métodos
“vandálicos” para contenerlos (https://www.eldiario.es/theguardian/Robados-quemados-arrojados-patinetes-California_0_853215047.html); los chalecos
amarillos también han dado buena cuenta de unos cuantos. La red de transporte
es una sola (una red de redes); todos los nodos están conectados. La oposición
es posible.
[Publicado en el boletín Ekinaren Ekinaz # 50,
distribuido vía correo electrónico.]
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