Xavier Montanyà
[Nota previa de El Libertario: Difundimos este post reiterando el aprecio y admiración hacia O.A., estimado amigo y colaborador de nuestro colectivo.]
El peso de las estrellas (Rayo Verde) de Agustín Comotto profundiza en la lucha libertaria del siglo XX a partir de la vida, las reflexiones y los ideales de uno de los anarquistas más combativos de nuestros tiempos.
[Nota previa de El Libertario: Difundimos este post reiterando el aprecio y admiración hacia O.A., estimado amigo y colaborador de nuestro colectivo.]
El peso de las estrellas (Rayo Verde) de Agustín Comotto profundiza en la lucha libertaria del siglo XX a partir de la vida, las reflexiones y los ideales de uno de los anarquistas más combativos de nuestros tiempos.
Octavio Alberola es el hilo rojo que une y da sentido a la continuidad de las luchas libertarias de la República y la guerra, con la lucha antifranquista, las revueltas y la acción armada de los años setenta, hasta los nuevos reformulamientos del anarquismo en un mundo globalizado. El relato y la reflexión sobre su vida y sus tiempos que nos presenta el libro del escritor y dibujante argentino Agustín Comotto permite, con el uso hábil de dos voces que encarnan dos generaciones, un análisis en perspectiva de los hechos. Es la voz de un protagonista que vivió momentos históricos, tragedias personales y colectivas, un activista que conoció a grandes actores de la historia como García Oliver y Cipriano Mera, Federica Montseny, Fidel Castro y el Che Guevara, Daniel Cohn-Bendit, Regis Debray o Giangiacomo Feltrinelli.
Además, el libro nos sumerge en las contradicciones y las dudas, las certezas y el compromiso ético con las ideas y la sociedad que siempre han guiado la vida de Alberola como en una permanente reformulación de la idea anarquista y el sentido de la lucha social, sin olvidar lo que significa vivir individualmente, también, según las ideas anarquistas. Además del activista, descubrimos también un personaje atento y con curiosidad por el mundo de la cultura y el pensamiento. Era muy amigo de Agustín García Calvo y polemizó con Noam Chomsky, entre otros. Sus intereses intelectuales van desde la física cuántica y la teoría de la relatividad, hasta el arte, la música, la historia, el cine, la ingeniería y la arquitectura.
La revolución no es para satisfacer una venganza sino para dar un ejemplo
Hijo de José Alberola, maestro racionalista, discípulo de Ferrer y Guardia que, durante la guerra, fue miembro del Consejo de Aragón, Octavio conoció el exilio a la edad de once años. En México, siendo muy joven, se integró en grupos anarquistas mexicanos y del exilio republicano. Una primera acción, en protesta por la muerte de Quico Sabaté, en 1960, le hizo conocer por dentro las terribles prisiones mexicanas y el ambiente de liberación que compartía con los jóvenes cubanos, latinoamericanos y los hijos del exilio republicano, fundamentaron un compromiso de acción para toda la vida.
El uso de la violencia y sus límites es uno de los muchos temas de reflexión interesantes que aporta el libro. Ya su padre se había opuesto en Aragón a la violencia gratuita de los más radicales de la Columna Durruti. Su lección era muy clara: «La revolución no es para satisfacer una venganza sino para dar un ejemplo». Años más tarde, Octavio, con los jóvenes libertarios que reactivaron la lucha armada contra Franco en los sesenta, desde el DI (Defensa Interior) o el Grupo Primero de Mayo, tendría muy claro su rechazo a la violencia contra las personas, excepto en el caso de Franco, a quien intentarían matar varias veces. El resto de acciones – hicieron muchas- tenía que ser para hacer ruido, para alertar al mundo, para crear el clima de protesta internacional, mediática y de solidaridad que se merecían los presos y el pueblo reprimido por la dictadura militar.
Un viaje por el tiempo y las ideas
Hay una reflexión de Agustín Comotto que impregna el espíritu de este libro: «Cuando Octavio habla, produce una extraña fascinación, mezcla de conciencia ética y conciencia del bienestar, en la que el oyente se sumerge y se deja llevar. Todo se comprende porque él te lleva. Y se produce un silencio compartido por todos, mágico. Es el silencio natural del que escucha y viaja por el tiempo y las ideas».
Esta sensación hija de las palabras del protagonista y el silencio de los que lo escuchan se transmite, también, en toda su profundidad, en la lectura del libro. Es uno de los valores del texto, gran mérito del autor. Está, también, la fluidez, el interés, el equilibrio entre narración de acción y de reflexión, entre el relato del hecho histórico en primera persona y la contextualización. O entre la vida cotidiana del protagonista y su trayectoria de activista incansable, siempre movido por una especial combinación de teoría y praxis, de responsabilidad ética por la revolución social y la libertad, hasta hacer de esto el motor y la razón esencial de su vida de anarquista en lucha y revuelta permanente.
Comotto consigue tejer un buen relato que va más allá de los hechos y los episodios biográficos e históricos, muchos de ellos interesantes para profundizar en la época y en la lucha teórica y de acción de los libertarios hijos de la guerra civil y el exilio que, a su vez, actuaron en sintonía con los más importantes movimientos radicales internacionales de sus tiempos. El autor elabora un relato a dos voces que, lejos de mitificar el personaje, lo humaniza, muestra contradicciones y dudas, certezas y silencios. Así lo acerca a generaciones más jóvenes, haciendo quizás también más comprensible para ellos, las razones y las dificultades de las luchas libertarias y antifascistas de ayer. O el concepto de vida que significa la anarquía.
Una vida clandestina, una historia de acción permanente
Alberola se relacionó con los revolucionarios cubanos cuando se entrenaban en México. Conoció a Fidel, al Che, a Raúl y colaboró en actos y acciones de apoyo a su lucha. Desgraciadamente, cuando éstos ya estaban en el poder, quiso ir a Cuba para solicitar la ayuda que se habían prometido los unos a los otros, pero Fidel no le concedió el visado. Cuba ya seguía las directrices comunistas y se alejaba, así, del intento de los anarquistas españoles de relanzar la lucha de acción contra Franco.
Éste y otros episodios, los viajes clandestinos del protagonista por Europa y España, sus contactos con figuras clandestinas de la lucha dibujan muy bien el panorama de los años sesenta, incluido el estallido de mayo del 68, en que los anarquistas españoles jugaron su papel. Alberola y sus compañeros estaban en contacto con los hermanos Cohn-Bendit y otros grupos antiautoritarios de la universidad. «Para nosotros, los anarquistas, el Mayo del 68 fue una reactualització de la rebelión ácrata, que poco tiene que ver con los situacionistas. Hoy es bonito hablar de ellos y atribuirles una influencia decisiva…», piensa Alberola, que nunca ha creído que el situacionismo fuera uno de los motores de aquella revuelta.
La historia clandestina de Alberola en los sesenta es trepidante. Un complejo trayecto por un laberinto de policías, servicios secretos, infiltrados, delatores y trampas. Con aciertos y errores. Es como un recorrido de reportaje, desde dentro del movimiento libertario histórico de la posguerra hasta las corrientes más innovadoras y radicales, como los provos holandeses o la Angry Brigade, entre otros. La reactivación de la lucha en el interior de la Península, los primeros intentos de atentado contra Franco, numerosas acciones simbólicas contra intereses españoles en el interior y por Europa, detenciones y ejecuciones de compañeros como Granado y Delgado (1963), una vida de riesgo y precariedad, con la férrea oposición frontal y traidora del aparato organizativo de la CNT- FAI, encabezado por el tándem Federica Montseny-Germinal Esgleas.
Es un viaje del pasado al presente, a través de la gran complejidad de una vida difícil, arriesgada, pero vivida con energía y optimismo, con curiosidad y reflexión sobre la acción, la revolución y la solidaridad colectiva. En este trayecto vital, no faltaron episodios de sacrificio personal. El abandono de una vida cómoda y bien remunerada de ingeniero en México, la separación de la familia, la pareja y los hijos, el dolor por los compañeros represaliados, ejecutados, o el asesinato terrible de su padre.
El 1 de mayo de 1967, se halla el cuerpo muerto de José Alberola, torturado y colgado en su apartamento de Ciudad de México. Tiene 72 años. Es un intelectual, un hombre pacífico, una figura histórica de la FAI, maestro racionalista y profesor de literatura.
Los sicarios eran supuestamente un comando fascista o parapolicial, que actuaba en venganza por las actividades del hijo, entonces miembro destacado del Grupo Primero de Mayo. Conviene subrayar para los lectores de hoy, que Alberola y su grupo demostraron siempre, en todas sus acciones, un respeto escrupuloso por la vida humana. A pesar de esto, según los diarios franquistas más infiltrados por la Brigada Político-Social, como por ejemplo el ABC, el «terrorista» Alberola era el enemigo público número 1 del franquismo.
Codo con codo con García Oliver y Cipriano Mera
La buena sintonía que dos importantes figuras históricas como Joan García Oliver y Cipriano Mera tuvieron con Octavio Alberola es un detalle importante. La conexión que existió entre los tres y la confianza y colaboración entre ellos fueron uno de los motores para crear el DI (Defensa Interior) y relanzar una lucha de acción renovada, impulsada por las nuevas generaciones. Entre otras cosas, esto demuestra que en el anarquismo de acción no se había roto el hilo rojo, a pesar de los desastres de la guerra, la represión y el exilio. En «El eco de los pasos», el estricto García Oliver, hablando del exilio y de los hombres de acción, hace de Alberola y sus compañeros una descripción muy elogiosa. Y también muy sabia sobre lo que les acabaría sucediendo por la oposición del inmovilismo del aparato organizativo:
«… Las minorías de la nueva juventud estaban condenadas por la incomprensión de los mayores de treinta años. Pero daba gusto verlos encararse con los viejos que pretendían ser los depositarios de todas las verdades. Poseían la sana irreverencia de los pájaros que emprenden su primer vuelo hasta más allá de los límites en que deben de vivir con sus congéneres (…) la presencia de aquellos jóvenes como Octavio Alberola, Floreal Ocaña, Floreal Rojas y otros, era causa de indignación para la mayoría. A mí y a otros viejos –como ellos decían- me producía gran satisfacción su irreverente conducta, que me recordaba los tiempos de mi juventud, cuando ante la estupefacción de nuestros beatos, que confundían la edad con la fidelidad a las ideas, afirmaba yo la conveniencia de afeitar las barbas a nuestros venerables santones, los Proudhon, Bakunin, Kropotkin (…) para reconocer su papel de pioneros y la necesidad que sus enseñanzas fueran puestas al día».
En «El peso de las estrellas» de Agustín Comotto hay buenos retratos de los protagonistas de la historia, de García Oliver y Mera, Esgleas y Montseny, o Liber Forti, y también de la generación joven de Salvador Gurruchari, Luis Andrés Edo, Joaquin Delgado, Stuart Christie, o los anarquistas italianos y británicos que colaboraban con ellos.
Entre los hechos históricos más desconocidos para el gran público, cabe destacar, entre otros, el secuestro del consejero eclesiástico de la embajada de España en el Vaticano, monseñor Marcos Ussía, en Roma, en 1966, para exigir la libertad de todos los presos políticos. O el secuestro en 1974 en París de Baltasar Suárez, director del Banco de Bilbao, después de la ejecución de Puig Antich, para denunciar aquel crimen legal y pedir la liberación de sus compañeros presos: José Luís Pons Llobet y Oriol Solé Sugranyes, entre otros.
Alberola pasó cinco meses en prisión y unos años de destierro en Bélgica, donde fue detenido en 1968 con su compañera Ariane Gransac, cuando preparaban el secuestro del delegado de Franco en la CEE, Alberto Ullastres. Después del 1975, al volver a París, se puso a trabajar en lo que pudo, estudió Cine e Historia, con el maestro Marc Ferro, escribió libros y no dejó nunca, hasta hoy, de participar en actos anarquistas españoles y europeos al lado siempre de los más jóvenes y activos, como él nunca ha dejado de serlo.
La lucha por la memoria y la justicia histórica
El 1998 se constituyó el Grupo pro-revisión del proceso de Francisco Granado y Joaquín Delgado, ejecutados el año 1963 al garrote vil, en la cárcel de Carabanchel. En el documental de ARTE «Granado y Delgado. Un crimen legal»(L.Gomá, X.Montanyà,1996), que TVE y TV3 se negaron a producir, habíamos investigado, reconstruido los hechos y presentado públicamente los dos verdaderos autores de los atentados por los cuales se les condenó.
Un tiempo después de la emisión en Francia del documental en el 1996 -en España tardaría un año más en emitirse y de madrugada-, los familiares de los dos jóvenes libertarios presentaron un recurso al Tribunal Supremo que lo denegó. Sin embargo, el Tribunal Constitucional aprobó el año 2004 el recurso de amparo de las familias, anulando la negativa del Supremo e instándolo a proseguir la instrucción. A pesar de que, finalmente, no se consiguió, el caso podría haber seguido en instancias europeas pero los familiares, cansados, decidieron no continuar. Este es el caso que más lejos ha llegado en la demanda de justicia y reparación de la memoria de dos asesinatos legales del franquismo.
El Grupo encabezado por Octavio Alberola estuvo muy activo en aquellos años, haciendo cartas, conferencias y actos reivindicativos por todo el estado. Después, prosiguió la batalla pidiendo la anulación de todas las sentencias franquistas. En la época de Zapatero, en el 2007, el Congreso aprobó la llamada Ley de Memoria Histórica, insuficiente, porque no contemplaba la anulación de las sentencias, y establecía una injusta e inexplicable discriminación cronológica entre víctimas de la dictadura, dejando fuera de la norma a una parte importante de los afectados: las víctimas de antes del 1 de enero del 1968, y los que hayan militado en grupos armados.
Octavio Alberola, incansable y tenaz, no ha parado de protestar por esta injusticia.
Quiero acabar el artículo, como hace Agustín Comotto en el libro, reproduciendo la carta que Alberola escribió a Pedro Sánchez, después de que éste rindiera homenaje a Manuel Azaña y Antonio Machado:
«Sr. Pedro Sánchez
Presidente del Gobierno
Por ser uno de los españoles que atravesaron a pie los Pirineos en 1939, para refugiarse en Francia, me he sentido concernido por su homenaje a Manuel Azaña y Antonio Machado. Esas dos personas que también “se vieron obligadas a abandonar España” y tuvieron que morir -como muchas otras- en el exilio.
Yo tenía entonces once años y ahora tengo noventa y uno, y desde 2007, tras promulgarse la Ley de Memoria Histórica, no he cesado de denunciar la inexplicable cobardía de una Ley que, pretendiendo hacer justicia a las victimas de la represión franquista, no anula las sentencias pronunciadas por los tribunales franquistas, y, además, comete la infamia -en su artículo 10- de dividirlas en dos categorías -según la fecha de su ejecución- sin justificación ni explicación alguna.
No le sorprenderá pues que vuelva a pedirle ponga fin a esa cobardía y a esa infamia. No solo porque hacerlo hoy por Decreto es posible sino también porque sería verdaderamente vergonzoso no hacerlo tras pedir “perdón” a los exiliados por no haberlo hecho España “mucho antes”.
Es verdad que “el exilio es abominable siempre”; pero fue aún más abominable la represión franquista. Por ello es una infamia mantener, en esa Ley, un artículo que establece una discriminación entre las personas que, por luchar por las libertades democráticas que hoy todo el mundo pretende defender, el franquismo les arrebató la vida.
Precisamente porque “es tarde, muy tarde”, no se debe esperar más …
25 de Febrero de 2019
Octavio Alberola»
[Tomado de https://kaosenlared.net/la-vida-y-el-universo-del-anarquista-octavio-alberola-cast-cat.]
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nos interesa el debate, la confrontación de ideas y el disenso. Pero si tu comentario es sólo para descalificaciones sin argumentos, o mentiras falaces, no será publicado. Hay muchos sitios del gobierno venezolano donde gustosa y rápidamente publican ese tipo de comunicaciones.