Jacinto
Ceacero
El derecho
al voto, la igualdad de derechos civiles, son reivindicaciones justas, pero la
verdadera emancipación no comienza en las urnas ni en los tribunales sino en el
alma de la mujer.
Emma Goldman. El amor entre las personas
libres. 1917
¿Cómo podríamos definir la violencia que se
ejerce contra las mujeres «por el hecho mismo de serlo, por ser consideradas
por sus agresores, carentes de los derechos mínimos de libertad, respeto y
capacidad de decisión» como señala la Ley 1/2004 sobre violencia de género? Para
Carlos de Urabá, los niveles de violencia de género son comparables a un
genocidio cuando analiza esta situación en determinados países del mundo, como México,
ejemplo paradigmático de esta «guerra invisible» e impune que se está librando
contra las mujeres. Pero no es el único caso. El mundo está lleno de ellos.
No se trata de cometer el posible exceso de
llamar genocidio al feminicidio que sí está sucediendo y que Diana Russell
define como «el asesinato de mujeres por hombres motivados por el odio,
desprecio, placer o sentido de posesión hacia las mujeres», señalando que la
supremacía de los hombres representa un «mecanismo de control, sujeción,
opresión, castigo y agresión dañina que a su vez genera poder para los
hombres».
Es detectable, en la práctica totalidad de
culturas, la marginación de la mujer o lo que es lo mismo, el supremacismo del
hombre, y más específicamente, del macho heterosexual. Intentemos deconstruir
esta realidad de nuestro imaginario colectivo. ¿Cómo hemos llegado a esta situación
análoga, en tantas culturas y contextos diferentes? Alguien podría decir que si
ya desde hace milenios, para importantes culturas religiosas, la mujer surgió
de una costilla del hombre, el paso siguiente es establecer con seguridad y
auto-convencimiento que la mujer es inferior al hombre. Pero estos orígenes quedan
demasiado lejos, inciertos, fantásticos y metafóricos. En otras culturas
religiosas ancestrales, la discriminación de la mujer es igualmente
reconocible.
Si atendemos a enfoques científicos mucho más
recientes, descubrimos que las afirmaciones con respecto a la inferioridad de
la mujer son bastantes parecidas. Así Charles Darwin, en El origen de las
especies(1859), lo tenía claro, la selección natural, la competición, la
lucha por la supervivencia y guerra entre individuos de la misma especie... son
las leyes esenciales que regulan la evolución de las especies –también la
humana. Por otro lado, Darwin, en su libro El origen del hombre y la
selección en relación al sexo de 1871, afirmaba la superioridad del hombre
sobre la mujer al poseer unas facultades mentales que estaban por encima, con
lo que la hembra, la mujer, siempre ocupa un papel secundario, inferior al
hombre, al macho. Así, el hombre se convierte en el verdadero motor de la
evolución.
Esta primigenia concepción evolucionista
fundamenta la actual teoría sintética de la evolución, teoría que avala, o se
utiliza políticamente, para justificar el neoliberalismo por el que el mundo
funciona gracias al darwinismo social: progresan los más aptos, inteligentes, emprendedores
y, para ello, regulan su comportamiento en función del egoísmo, el
individualismo, la competitividad, la violencia y la guerra si resulta preciso.
Científicos que podríamos considerar
«neodarwinistas» (Richard Dawkins y, en alguna medida, Edward O. Wilson) llegan
a afirmar que nacemos egoístas siendo a través de la educación y el aprendizaje
personal y social como conseguiremos implantar valores como la solidaridad, la
generosidad o el altruismo. Pero la crítica constructiva y científica a la
teoría evolucionista primigenia de Darwin y Wallace no se hizo esperar. Así, el
también naturalista y geógrafo Piotr Kropotkin, en su libro Apoyo Mutuo
de 1907, argumentó, frente a Darwin y Wallace, que la evolución de la especie
también es fruto de la cooperación, del apoyo mutuo y no solo de la competición.
Kropotkin introdujo mejoras a la teoría
evolucionista, ya que, según sus observaciones y estudios, la solidaridad, la
cooperación es una ley de la naturaleza de la misma entidad que la lucha por la
supervivencia; es un motor de la evolución que, frente al egoísmo, también
produce mejoras evolutivas. En esta misma dirección y, desde investigaciones
científicas más recientes, la bióloga Lynn Margulis indica: «La vida es una
unión simbiótica y cooperativa que permite triunfar a quienes se asocian».
Por ello, podríamos incluso establecer cierta
línea de continuidad con los estudios de antropología y primatología (con
autores reconocidos como Michael Wilson, John Mitani...) en el sentido de
evaluar la evolución seguida por la comunidad de chimpancés y de bonobos, los primates
parientes vivos más cercanos evolutivamente a la humanidad. La comunidad de
chimpancés ha evolucionado desarrollando pautas de comportamiento violento,
territorial, con una estructura social en la que predomina el macho frente a las
hembras mientras que las comunidades de bonobos, según estudios mucho más
recientes, lo han hecho desarrollando pautas propias de una respuesta pacífica
y sexual ante los conflictos.
Concretando de forma esquemática, podemos decir
que la comunidad de bonobos ha evolucionado hacia la paz y la de chimpancés hacia
la violencia. Pero lo que es más asombroso es que son las hembras bonobos
quienes toman la iniciativa y decisiones. El primatólogo Frans de Waal y la primatóloga
Frances White han descubierto en que estos grupos no se organizan en torno a un
macho dominante, agresivo, violento y unas hembras sumisas y pasivas, en un contexto
de estructura social jerarquizada y violenta. No es la fuerza y el tamaño
quienes proporcionan las claves para el control del grupo social sino otras
estrategias como analizar y valorar las situaciones, la pericia para tomar decisiones.
Los bonobos juegan, se divierten y son más
sensibles que los chimpancés. Poseen más imaginación, creatividad, capacidad de
concentración. Las hembras jóvenes son las que buscan nuevas comunidades. Con la
comida, quien primero come son las hembras mayores, luego las más jóvenes y,
finalmente, los machos. Individualmente el bonobo macho es más fuerte pero la
hembra se organiza en grupo. El sexo
ocupa un lugar preferente para el establecimiento de lazos sociales y se usa
para eliminar conflictos. Las relaciones sexuales son lúdicas y diversas:
machos con hembras, hembras con hembras, machos con machos, etc. En conclusión,
las sociedades de bonobos están organizadas en función de las hembras mientras
los machos ocupan un papel secundario.
Aun considerando que es problemático formular
inferencias sobre el ser humano a partir de la etología animal, hemos optado
por esta vía evolucionista y genetista para negar y deconstruir el supremacismo
del hombre, pudiendo haber partido del estudio antropológico de sociedades
prehistóricas en lasque existía una mayor igualdad «social» e incluso tribus
primitivas actuales –deconstrucción «cultural» que se hace desde los feminismos
y que suscribimos.
Si, además, tras la secuenciación completa del
genoma del bonobo efectuada hace pocos años por el Instituto Max Planck de
Antropología Evolutiva en Leipzig, el ADN más cercano al homo sapiens es el de
bonobo, estos hallazgos sobre la sociedad de bonobos ponen en tela de juicio la
supremacía del macho frente a las hembras en el proceso evolutivo de la especie
humana. Posiblemente, si se hubiera descubierto antes esta especie de primates,
se pensaría que las primeras sociedades de homínidos estarían organizadas en función
de las hembras y con criterios de cooperación, lo que significa poner en valor
las teorías evolucionistas de Kropotkin.
Teniendo en cuenta todas estas investigaciones,
demostrado que las razones del patriarcado, el autoritarismo, la violencia y la
supremacía del hombre no son genéticas, ni obedecen a aspectos evolutivos,
quienes defendemos la igualdad integral de todas las personas, hombre, mujer, lesbiana,
gay, bisexual, intersexual, transexual, queer, heterosexual...con independencia
de su sexo, etnia, país, lengua, cultura, credo, tenemos que ponernos a
deconstruir todo el entramado político, social, económico, cultural, jurídico,
que configura el actual estado patriarcal, generador de violencia y esclavitud.
El supremacismo es una interesada construcción humana no aceptable por razones
éticas. Y si toda esta esclavitud fuera poco, existe una segunda esclavitud, la
que sufren las mujeres por parte del Estado capitalista y patriarcal.
La máxima expresión de la esclavitud que sufre
la mujer es la prostitución –la masculina es reducida y, dentro de ella, la
consumida por mujeres es insignificante. La prostitución está amparada por el
Estado, porque es un negocio para el capital y también por el patriarcado, porque
muestra visiblemente el poder, la supremacía del hombre sobre la mujer, hasta
el extremo de que la sexualidad masculina ve con naturalidad comprar sexo por
dinero como símbolo de dominación en la relación sexual. No es verdad que el
trabajo más antiguo del mundo sea la prostitución. El primer trabajo del mundo fue
el proxeneta, el hombre que explotaba, esclavizaba, hacía negocio, denigraba a
las mujeres.
Emmett Murphy en su obra Historia de los
grandes burdeles del mundo, publicada en 1989, analiza la estructura social
de estos lugares y concluye que, por una parte, sirven para ganar dinero con el
cuerpo esclavizado de la mujer y, por otra parte, visibilizar la utilización y
dominación de la mujer como mero objeto al servicio del género masculino, al
servicio de la sociedad patriarcal. Por tanto, la lucha contra la prostitución
es prioritaria ya que, con ella, queda patente la dominación del hombre sobre
la mujer y la constatación de que la mujer asume, inconscientemente, su rol de
inferioridad, dependencia, sumisión.
El dominio sobre las mujeres es una herramienta
perfecta para seguir desarrollando el Estado y el neoliberalismo, con lo que,
el feminismo, los feminismos son el gran enemigo del capitalismo y el patriarcado.
La solución, las soluciones, son diversas pero, estando en nuestras manos, son
las acciones que acometemos día a día.
[Tomado del periódico Rojo y Negro # 338. Madrid, octubre 2019. Número completo accesible
en http://rojoynegro.info/sites/default/files/rojoynegro%20338%20octubre_0.pdf.]
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