Carlos Solero
Si algo no tolera la democracia liberal burguesa son los desbordes, puede aceptar como candidatos a legisladores, a presidentes o a intendentes a genocidas pero el sistema establecido sobre la autoridad y la propiedad no concibe que se delibere, resuelva y ejecute si no es por los carriles impuestos.
Si algo no tolera la democracia liberal burguesa son los desbordes, puede aceptar como candidatos a legisladores, a presidentes o a intendentes a genocidas pero el sistema establecido sobre la autoridad y la propiedad no concibe que se delibere, resuelva y ejecute si no es por los carriles impuestos.
En efecto, como señalaba Mijail Bakunin, el maridaje de Estado y capital es una unión indisoluble. Para que reine la extracción de plusvalía son precisas las instituciones que garanticen la dominación que asegura la explotación.
Todo el conjunto de mecanismos y dispositivos del capitalismo está al servicio de lo que Gilles Deleuze llama captación de subjetividades.
Las constituciones nacionales se fundan en la idea de la delegación y la representación.
El enunciado es taxativo: "el pueblo no delibera ni gobierna sino a través de sus representantes", quienes violen este aserto legal serán considerados sediciosas.
Los acontecimientos de Chile evidencian una vez más cómo lo que rige en las sociedades contemporáneas es el "Estado de Excepción", es decir la sistemática violación de todas las libertades para que obscenamente impere la única libertad que importa a las clases dominantes: la libertad de la producción de valor, la acumulación por desposesión, la libertad de explotar, someter y comerciar.
Para algunos periodistas, las revueltas son una anomalía, los desespera observar no poder identificar a líderes o caudillos con quienes los jerarcas puedan negociar la paz social.
La dinámica de la lucha de clases no es letra muerta encerrada en libros como el Manifiesto del Partido Comunista de 1848, las masas en las calles son la evidencia.
Albert Camus decía que por dos motivos los pueblos se decidían a rebelarse: por asco o por cansancio.
Las injusticias acumuladas hacen que esporádicamente haya estallidos sociales.
La única respuesta para reencausar la "normalidad", es decir el escarnio cotidiano de las élites con las mayorías es la fuerza bruta de las balas, los gases lacrimógenos y los carros hidrantes.
La única senda a transitar por parte de las oprimidas y oprimidos deben ser la de romper con el miedo a la libertad.
De vez en cuando "las y los nadies" se hacen visibles y el sistema cruje.
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