Revista
Al Margen (Valencia, Península Ibérica)
*
Editorial del N° 110 de la revista Al
Margen.
Hay
quien habla de viejos y nuevos fascismos. Pura retórica. El fascismo siempre ha
estado allí. Mucho antes de que a principios de la década de los veinte del
siglo pasado Mussollini definiera el fascismo canónico, ya habían surgido en
muchos otros momentos y lugares sus elementos más definitorios.
* Ultranacionalismo:
con su correlato de racismo y xenofobia (mi raza es única y la mejor, los que vienen
de fuera la pervierten y nos quitan lo que es nuestro). La patria como ente
metafísico, supremo objeto de veneración y desprovisto de todo componente de
racionalidad.
*
Misoginia, homofobia: los valores imperantes son los propios de la virilidad.
Las mujeres son relegadas siempre a roles secundarios, generalmente enfocados
en la reproducción de la raza y el mantenimiento de los valores de la
reproducción. La homosexualidad es perseguida, aún cuando muchos fascistas sean
homosexuales vergonzantes.
*
Régimen de partido único (fascio: gavilla). Falange: flechas unidas por el yugo).
La libertad de pensamiento y de ideología se considera perversa y decadente.
*
El corporativismo como base de las relaciones laborales y embrión de lo que
serían los sindicatos verticales: patrones y obreros juntos en la misma
organización, porque se supone que todos viajamos en el mismo barco…
*
Sacralización del papel del Estado como máximo referente social y político,
aunque en economía sean profundamente liberales y nunca atenten contra los privilegios
de las empresas y las finanzas.
*
La violencia y en último extremo la guerra, como forma suprema y predilecta de
solucionar conflictos.
*
La religión como coartada y las instituciones eclesiales como colaboradoras y
cómplices (apoyo entusiasta de la iglesia católica al franquismo y ayuda a los
fugitivos nazis y fascistas tras la 2ª Guerra Mundial).
*
Culto al líder: proponen un sistema altamente jerarquizado donde el líder es
incuestionable y se le debe obediencia ciega.
De
forma resumida, estas son las características que han resumido al “pensamiento”
fascista, tanto en su versión canónica como, avant la lettre, desde la noche de los tiempos. En una forma u
otra, con diferentes matices y distintas contextualizaciones en función de las
circunstancias, siempre ha estado presente como factor de perpetuación de los
intereses de las clases dominantes. Obviamente, en cada momento histórico
presenta sus características propias, pero en su estructura profunda, siempre ha
permanecido inalterable, siempre se ha hecho presente en nuestras sociedades
cada vez cada vez que las clases que detentan el poder político y financiero se
han sentido amenazadas.
Cambian
sus métodos, cambian sus palabras –ahora a la demagogia de toda la vida la
llaman populismo-, aprovechan cualquier circunstancia aciaga, como el terrible
drama de los refugiados sin refugio, para inocular su veneno en forma de miedo
al otro. Y lo peor de todo ello es que algunas de las personas más receptivas a
sus discursos de odio suelen ser aquellas personas más en precario y que más
solidarias deberían sentirse con las que están peor.
En
ciertos casos (como el de España),parece que la gran novedad de las últimas
contiendas electorales es la aparición con cierto ímpetu en los comicios de un
partido considerado de extrema derecha, cuando los que pactan con él, lo son
casi en la misma medida. Pura retórica. Y lo más grave: algunos partidos
autocalificados de izquierdas, cuando alcanzan el Gobierno, actúan de manera
ladina pero firme en defensa de los intereses de quienes detentan el poder real
y en contra de la mayoría de sus ingenuos votantes.
Así
que, menos dar el miedo con la excusa de que viene el lobo del fascismo, porque
siempre había estado entre nosotros, y más luchar contra él en todas sus
formas. También con las más sutiles que todos llevamos dentro, así como las de
aquellos que se nos aparecen con la piel de oveja de un falso “progresismo”
izquierdista.
[Publicado
originalmente en la revista Al Margen #
110, Valencia, verano 2019.]
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