Agustín
Guillamón
El pensamiento político de Rosa
Luxemburg (1871-1919) ha sido deformado, difamado y tergiversado por
enfrentarse directamente a las dos corrientes más destacadas del pensamiento
socialista marxista: el stalinismo y la socialdemocracia.
El leninismo-stalinismo, con su culto a
la personalidad de Lenin (luego de Stalin, fundamentado además en la
instauración del socialismo en un solo país, sostenía como un dogma
indiscutible “el derecho de las naciones a la autodeterminación” y concebía al
partido como una organización de revolucionarios profesionales. La estructura y
el papel fundamental del partido radica en la exportación “desde fuera” de la
clase obrera de su conciencia de clase. El partido leninista-stalinista está en
las antípodas del pensamiento de Rosa.
En realidad la diferencia entre Rosa y
Lenin es muy sencilla. Para Rosa la conciencia de clase es adquirida por las
masas en la lucha de clases, entendida como lucha cotidiana, económica y
política de la clase obrera. La conciencia la adquiere la clase obrera en la
lucha. En cambio para Lenin esa lucha económica de la clase obrera no
proporciona conciencia de clase, que necesariamente debe ser importada desde
fuera por los revolucionarios y revolucionarias profesionales.
La socialdemocracia no podía aguantar,
desde un punto de vista teórico, las críticas de Rosa al reformismo de Bernstein.
La socialdemocracia sólo sobreviviría si era defendida por un movimiento obrero
en ascenso, porque la burguesía ya no iba a impulsar un desarrollo democrático
que no siguiera defendiendo sus intereses de clase. Se vislumbraban ya el
nazismo y el fascismo. Y, en todo caso, las reformas eran los medios, pero la
revolución era el fin, y además la única puerta abierta al socialismo.
En el debate Bernstein/Luxemburg
asistimos en realidad al enfrentamiento entre las prácticas de un movimiento sindical
poderoso, con numerosos parlamentarios, integrados en el sistema capitalista,
que sólo defiende los intereses inmediatos de la clase obrera alemana y, por
otro lado, una teoría revolucionaria, internacionalista, que defiende los
intereses históricos del proletariado.
Características básicas del pensamiento
de Rosa son:
A. el internacionalismo del proletariado
es absolutamente opuesto al derecho burgués de las nacionalidades a su
autodeterminación.
B. La organización de la clase obrera en
partido es considerada, en continuación con Marx, como partido que surge del
suelo de la clase obrera. Es la propia clase obrera la que adquiere su conciencia
de clase en la lucha de clases. No hace falta ningún partido leninista de
revolucionarios profesionales queles traiga a los trabajadores, desde fuera de
la clase, su conciencia de clase explotada. La emancipación de los trabajadores
será obra de los propios trabajadores y trabajadoras. Espontaneidad y organización
no se oponen, sino que cada una juega su papel. El movimiento obrero es un
proceso vivo, continuo y variable.
C. Para Rosa Luxemburg la construcción
del socialismo pasa necesariamente por la dictadura del proletariado, entendida
como represión contra los intentos contrarrevolucionarios de la burguesía. Pero
Rosa Luxemburg abogaba al mismo tiempo por una democracia socialista, que
respetara las libertades democráticas en el seno del proletariado, especialmente
de prensa, asociación y manifestación, porque “la libertad es siempre únicamente
del que piensa de otra manera”. La dictadura del proletariado no puede
convertirse en dictadura del partido sobre las masas, sin más, porque esto arrastraría
al poder absoluto de la burocracia estatal o del partido. Represión de la
contrarrevolución, sí; pero libertad para todas las opiniones o fracciones
proletarias, también. Y esto ya ¡antes de enero de 1919! Con antelación al
triunfo absoluto del stalinismo en las filas marxistas.
Rosa
Luxemburg y el anarquismo
El análisis de R.L. sobre la
revolución rusa de 1905 le condujo a
definir el concepto de huelga de masas como vía revolucionaria del proletariado.
Era evidente que tal concepto era muy próximo al de huelga general sostenido por
el sindicalismo revolucionario y el anarquismo desde mucho tiempo antes. En su
obra, Rosa no había dejado de utilizarlos como sinónimos.
Pero el radical y atávico sectarismo
existente entre anarquistas y marxistas, así como la necesidad de que sus tesis
no fuesen confundidas con las anarcosindicalistas por la socialdemocracia
alemana, le llevaron a no reconocer tal anticipación de la teoría anarquista.
Por otra parte, Marx y Engels no podían ser desautorizados frente a Bakunin. De
ahí, algunas contradicciones, inconsecuencias y vacilaciones de Rosa en el uso
del concepto de huelga de masas o huelga general, o huelga general, debido a la
presión del partido en que militaba o había militado. Nunca pudo liberarse
totalmente de cierto culto a la necesidad de la organización, jerarquía y
organización del partido sobre el proletariado. Sus diatribas contra el
anarquismo fueron desmesuradas e injustas, precisamente porque necesitaba que
nadie en su partido la acusase de anarcosindicalista.
Rosa tuvo el inmenso merito de
1. Criticar la organización leninista y
autoritaria del partido bolchevique.
2. Denuciar la impotencia del
gradualismo reformista de los sindicatos y partidos socialdemócratas, en la
nueva época de conflictos imperialistas.
3. Valorar la importancia de la
auto-organización y espontaneidad de las masas.
Pero Rosa, y el movimiento obrero de su
época, fue incapaz de construir una síntesis entre espontaneidad y conciencia,
así como de levantar una dirección elegida por las masas, revocable en todo
momento.
Valoración
actual del pensamiento de Rosa Luxenburg
El pensamiento de R.L. es fundamentalmente
un pensamiento vivo, actual, crítico y dialéctico. No acepta etiquetas, ni las
pone. No queramos pues, ponerle a Rosa una etiqueta, ni las pone. No queramos
pues, ponerle a Rosa ninguna etiqueta, como haría un taxidermista.
Elpropio Lenin, pese a sus agrias
disputas con Rosa en temas fundamentales, escribió en 1922 una nota en la que
disculpaba sus posibles errores y la comparaba con un águila: “Suele suceder
que las águilas vuelen más bajo que las gallinas, pero una gallina jamás puede
remontar vuelo como un águila”.
La experiencia revolucionaria rusa de
1905 hizo cambiar a Rosa en sus obsoletas posiciones sobre la huelga general. Rosa
se aproximó mediante el análisis a la realidad rusa efectuado en su folleto Huelga
de masas, partido y sindicatos, a las tesis del sindicalismo revolucionario
influido por el anarquismo.
Rosa se consideraba a si misma como
socialista. Respetaba, pero también criticaba en ocasiones a Marx y Engels. No
se reconocía cómodamente como marxista. Ridiculizaba e intentaba diferenciarse
claramente de los marxistas reformistas, primero de Bernstein y,
posteriormente, de Kautsky. Discrepaba de algunas de las posiciones sostenidas
por Lenin, Trotsky y los bolcheviques, aunque a veces coincidía con ellos. Ridiculizaba
al anarquismo, pero también compartía muchas de sus posiciones, así como la
reprobación y burla libertaria a la concepción leninista del partido.
R.L. se encontraba en una fase de
evolución de su pensamiento, roto el 15 de enero de 1919. Aunque sostenía la
necesidad y liderazgo del partido en un proceso revolucionario, reconocía la
capacidad organizativa y las iniciativas revolucionarias de las masas obreras.
Niega algunas conclusiones de Marx y Engels en materia de estrategia y se
oponía con toda su fuerza a la organización burocrática, autoritaria y
disciplinada del partido bolchevique.
En enero de 1919, R.L. y Karl Liebknecht
fueron asesinados, y poco después también fueron asesinados Leo Jogiches y
Franz Mehring. La corriente luxemburgista, diezmada por la represión de la
revolución espartaquista de 1919, dejó de existir como tal, por pura
eliminación física de su militancia.
Diversas corrientes marxistas opuestas a
la burocratización y el autoritarinsmo de sindicatos y partidos reivindicaron
su filiación luxemburgista. Algunas rechazan el término de “luxemburgismo” y
prefieren hablar de comunismo de consejos o consejismo, reclamándose además de
otros teóricos marxistas cercanos, como Gorter y Pannekoek, y algo más tarde de
Paul Mattick. Todas esas corrientes toman de la obra de R.L. la defensa de una
cierta espontaneidad revolucionaria del proletariado, la organización de la
democracia obrera en los consejos (o soviets) y la democracia interna de las
organizaciones, así como un internacionalismo radical que les lleva a
enfrentarse a todo tipo de nacionalismo, al tiempo que rechazan la aplicación
general y universal del derecho de las naciones a la autodeterminación, según
las tesis wilsoniano-leninistas al uso.
El luxemburguismo fue reivindicado
especialmente en los años treinta en Alemania por Paul Frölich y una parte del
SAPD (Partido Socialista Obrero Alemán), y en Francia por René Lefeuvre,
fundador de la prestigiosa y mítica Éditions Spartacus, que tradujo y editó en
francés la mayor parte de la obra de Rosa Luxemburg y de las corrientes
consejista y de izquierda comunista.
En España, las organizaciones ya
desaparecidas, conocidas como Acción Comunista (1965-1977) y Organización de
Izquierda Comunista (1972-1979) asumían buena parte de las tesis de R.L., en
especial la relación no dirigente ni jerarquizada entre vanguardia y masas, o
si se quiere entre jefes y masa.
Actualmente, Agone y Syllepse han
emprendido la edición crítica en francés de las Obras Completas de R.L., de las
que desde 2012 ya han aparecido cinco volúmenes.
Aún resuena con fuerza el slogan que
Rosa lanzó en 1915 en el folleto de Junius: “Socialismo o basbarie”, que
sintetiza su férrea voluntad revolucionaria, sin alternativas válidas. La
barbarie de una Tercera Guerra Mundial se dibuja amenazante, en un horizonte
plagado de agudas guerras comerciales internacionales.
La lucha de clases no es la única
posibilidad de resistencia y supervivencia frente a los feroces y sádicos
ataques del capital, sino la irrenunciable vía de búsqueda de una solución
revolucionaria definitiva a la decadencia delsistema capitalista, hoy obsoleto
y criminal, que además se cree impune y eterno. Revolución o barbarie; lucha de
clases o explotación sin límites; poder de decisión sobre la propia vida o
esclavitud asalariada y marginación. O
ellos o nosotros… como en 1915.
[Secciones 2, 3 y 4 del artículo “Rosa
Luxemburg. Cien años de la liga espartaquista”, publicado originalmente en la
revista Libre Pensamiento # 98,
Madrid, primavera 2019.]
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