J. Fernández Paniagua
Veamos
si podemos, gracias al trabajo de algunos expertos, buscar la relación entre
las propuestas anarquistas y la evolución de la disciplina psicológica. Para
ello, vamos a atender en primer lugar el pensamiento de uno de los grandes
filósofos anarquistas, Proudhon, el cual se adelanta a su tiempo en cuanto a
conceptos psicológicos reconociendo la existencia de inteligencias múltiples
que conducen a comportamientos muy diferentes:“...pero la inteligencia del
hombre, formada para atender a la vez al destino social y a las necesidades
individuales, es de diferente factura, y a esto se debe que la voluntad humana sea
infinitamente divergente” (¿Qué es la propiedad?). Por supuesto, Proudhon
también reflexiona sobre cuestiones, no resueltas al día de hoy, como son la
influencia de lo biológico y lo social o la formulación de principios básicos
comunitarios.
Después
de Proudhon, hay que mencionar a Augustin Hamon, el cual realizó una serie de
estudios científicos bajo el nombre de “Estudios de Psicología Social”. El
primero de ellos lo llamó Psicología del Militar Profesional (1893), con
el que trata de demostrarse la poderosa influencia que una determinada
profesión tiene sobre la mentalidad de las personas que la ejercen. El segundo
libro de estos estudios se llamó Psicología del Socialista-anarquista
(1894), el cual quiso caracterizar, gracias a un cuestionario realizado a una
cantidad determinada de personas, las diversas particularidades psíquicas
propias de la mentalidad libertaria. Hamon describió que se recurrió al método
positivo para este trabajo, y se utilizó sólo el método racional para confirmar
las deducciones extraídas de los hechos relatados. Con este estudio, se quiso demostrar
que existen unos rasgos mentales comunes en las personas vinculadas a la
ideología socialista-anarquista: espíritu de rebeldía, amoral y o, altruismo,
amor a la libertad, sentimiento de justicia, sentido de lógica, curiosidad de
conocer y espíritu de proselitismo. No obstante estas características no
parecen darse con igual fuerza, ya que existe cierta subordinación del conjunto
a algunas de ellas. Además, parece ser que la estructura psíquica del
anarquista puede clasificarse también dentro del tipo razonador (según Frédéric
Paulhan en Los caracteres, 1894), ya que se trata de personas con un
elevado índice de atención, examinan cognitivamente sus sentimientos, deseos, actos,
cualidades y pensamientos. Hamon también describe una inteligencia flexible en
el anarquista: “por flexibilidad de los sistemas psíquicos, Paulhan entiende su
facilidad más o menos grande para transformarse, absorber nuevos elementos y
adaptarse a las circunstancias sin deformarse o disolverse. Flexibilidad es
sinónimo de plasticidad”. Hamon también concibe al anarquista como un ser con más
facultades críticas que creadoras, razona más que imagina. Puede existir entonces
una subordinación, aunque la imaginación no está anulada, ya que también existe
en la mentalidad anarquista un espíritu de innovación y un rechazo al
inmovilismo.
Para
resumir el estudio de Hamon, veamos sus propias palabras: “en resumen, el
socialista-anarquista tipo, por su mentalidad predeterminada, es un unificado,
dueño de sí, reflexivo, contrariante. Tiene fijeza en sus ideas, amplitud en su
carácter, pureza en sus tendencias, flexibilidad en su inteligencia. es
ardiente en sus empresas, audaz, enérgico, perseverante en su objetivo,
inflexible en sus opiniones, de las que está orgulloso, muy impresionable, tan
afectivo como intelectual, más crítico que creador, orgulloso y ambicioso de
influir sobre los hombres. Su dominante es la pasión social. Su fin
característico por excelencia es el proselitismo para poder conducir la
humanidad a establecer lo que él concibe como el ideal social. Refiriéndonos al
estado mental, debemos decir que se trata del tipo del carácter
socialista-anarquista.es un carácter ideal, medio, correspondiendo a todos los
adeptos tomados colectivamente, pero que no corresponde a ninguno en
particular. Cada individuo socialista-anarquista participa de este tipo, es
decir, que su carácter, por ciertas tendencias, entra dentro de las categorías
de que hemos hablado. Pero estas tendencias, según los individuos, están en
grados diversos de desarrollo, y de la acción de unas sobre otras, como también
de la acción de las demás tendencias particulares al individuo, resultan deformaciones
más o menos atenuadas, más o menos pronunciadas, tendencias específicas del
carácter del socialista-anarquista (...) se trata, pues, en definitiva, de un
tipo ideal de carácter del cual participaron todos los socialistas-anarquistas,
pero que no es el retrato de ninguno en particular”.
En
la actualidad, se valoran las investigaciones de Hamon por la enriquecedora
relación que aporta su trabajo reflexivo a sus experiencias específicas
vitales. De este modo opina Alexandre Dorna (“Presencia y realidad de la
psicología política francesa”, Psicología
Política, 16, 1998). Dorna subraya lo penoso de la escasa acogida que tuvo
el trabajo de Hamon; fue una hostilidad, según este autor, de la opinión
pública y del ámbito académico sustentada en el rechazo a los enfoques
psicológicos de las instituciones políticas a las ideas libertarias.
Los
grandes pensadores anarquistas también tuvieron, por supuesto, preocupaciones
sobre cuestiones relacionadas con la psicología. Bakunin lo expresa del
siguiente modo en Tres conferencias dadas a los obreros del Valle de
Saint-Imier (1871): “Por perfectamente aislados que os encontréis con
vosotros mismos, para pensar debéis hacer uso de palabras; podéis muy bien
tener imaginaciones representativas de las cosas, pero tan pronto como querías
pensar, debéis serviros de palabras, porque sólo las palabras determinan el
pensamiento (...) el pensamiento no existe antes de la palabra, ni la palabra
antes del pensamiento; estas dos formas de un mismo acto del cerebro humano nacen
juntas. Por tanto, no hay pensamiento sin palabras. Pero, ¿qué es la palabra?
es la comunicación, es la conversación de un individuo humano con muchos otros
individuos. El hombre animal no se transforma en ser humano, es decir,
pensante, más que por esa conversación, más que en esa conversación. Su
individualidad, en tanto que humana, su libertad, es, pues, el producto de la
colectividad”.
La
gran obra El apoyo mutuo, de Kropotkin, toca prácticamente todas las
ramas del saber humano, incluyendo la psicología, para tratar de sustentar una
interpretación científica de la evolución humana en línea con una sociedad
anarquista. Kropotkin, al igual que Aristóteles, y oponiéndose a la visión
contractualista moderna que desemboca en la democracia liberal, destaca la
sociabilidad del ser humano. El apoyo mutuo sería, no solo garante de la
supervivencia de la especie y del progreso, también rasgo fundamental de la
psique humana: “tal es la esencia de la psicología humana. Mientras los hombres
no se han embriagado con la lucha hasta la locura, no “pueden oír” pedidos de ayuda
sin responderles. Al principio se habla de cierto heroísmo personal, y tras del
héroe sienten todos que deben seguir su ejemplo. Los artificios de la mente no
pueden oponerse al sentimiento de ayuda mutua, pues este sentimiento ha sido
educado durante muchos miles de años por la vida social humana y por centenares
de miles de años de vida prehumana en las sociedades animales”.
También
en La conquista del pan, Kropotkin se apoya en la psicología y en la
experiencia de la humanidad para considerar que la vida cotidiana en sociedad
es más estable si se asegura el libre desarrollo de las personas involucradas
en sus propios asuntos (a nivel económico, moral, de justicia, etc.). En su escrito
Las prisiones, tal vez su obra más psicológica, se adelanta a otras
investigaciones al descubrir diversos efectos del ambiente carcelario sobre el
comportamiento humano. Su confianza en una educación moderna para prevenir comportamientos
delictivos se sustenta, del mismo modo, en los avances en psicología. En esta
obra, también reflexiona sobre la influencia de las causas físicas en los actos
humanos, negando así el libre albedrío y profundizando en los condicionantes
ambientales. También, se adelanta alas investigaciones en neuropsicología
cuando señala la importancia de causas fisiológicas, es decir, las que dependen
de “la estructura del cerebro y de los órganos digestivos, así como del estado
del sistema nervioso del hombre”. Hay quien ha querido ver también en Las
prisiones un adelanto también a la posterior antipsiquiatría y oposición a
los manicomios cuando afirma que “la prisión pedagógica, la casa de la salud,
serían infinitamente peores que las cárceles y presidios de hoy”.
Como
es sabido, en La moral anarquista Kropotkin desarrolla un concepto de la
moralidad en base al individuo, a la vida social y a la humanidad en general. Desde
esta perspectiva, trata de sustentar la moral desde lo que considera natural, algo
que puede denominarse “realismo ético”. Pero la visión kropotkiniana no es
reduccionista, si puede hablarse de naturalismo en ella, también de
utilitarismo cuando señala que el amor, la cooperación y el apoyo mutuo son muy
beneficiosos para el desarrollo de la especie humana. Otro concepto importante
en esta obra es el de “autonomía moral”, según el cual “no hay ley fuera del fenómeno;
cada fenómeno gobierna al que le sucede, no la ley”. Como en tantas otras
cuestiones, al día de hoy no creo que se tengan las respuestas definitivas sobre
si es posible conciliar una cosmovisión armónica y horizontal con la autonomía
individual, e importante es seguir reflexionando e indagando en ello.
Malatesta
es otro autor que reflexiona sobre lo importante del paso del ser humano de lo
biológico a lo cultural, considerando que es el desarrollo cerebral, el
lenguaje y su creatividad lo que le hace potenciar su ya connatural
sociabilidad: “el hombre, que salido de los tipos inferiores de la animalidad,
se hallaba débil y desarmado para la lucha individual contra los animales
carnívoros, pero dotado de un cerebro capaz de notable desarrollo, de un órgano
bucal apto para expresar por sonidos diversos las diferentes vibraciones cerebrales,
y de manos especialmente adaptadas para dar forma deseable a la materia, debía
sentir bien pronto la necesidad y calcular las ventajas de la asociación. Puede
decirse que salió de la animalidad cuando se hizo sociable y cuando adquirió el
uso de la palabra, consecuencia y factor potentísimo, a la vez, de la
sociabilidad (La anarquía).
En
“Nuevas perspectivas desde la psicología social crítica”, Andrey Velásquez y
Yuranny Helena Rojas consideran que se ha formado un valioso proceso, en la
actualidad, entre la psicología como ciencia social y el anarquismo como teoría
emancipatoria. es lógico que así sea, ya que represión psíquica y represión social
suelen ir unidas y no hay que perder de vista la dimensión de la una y de la
otra. Una de las tareas del anarquismo, precisamente, es romper esa dicotomía
entre individuo y sociedad. Por ejemplo, Tomás Ibáñez, catedrático de
psicología social en la Universidad Autónoma de Barcelona, responde a la
pregunta de por qué conocer una psicología libertaria: “para avanzar a un mundo
sin iglesias, para promover prácticas de libertad y para intentar desmantelar las
relaciones de dominación” (“invitación al deseo de un mundo sin iglesias,
alias, variaciones sobre el relativismo”, Fermentum,17).
En este sentido, muchos autores posmodernos que rechazan los grandes discursos
emancipatorios se han mostrado partidarios de una especie de anarquismo
deconstructor, y la psicología social parece nutrirse en parte de ellos. Sin
embargo, es rechazable establecer una férrea división entre el anarquismo del
pasado (supuestamente caduco) y un anarquismo posmoderno. Sensibles siempre a
ser oxigenadas, por supuesto, las ideas libertarias son confirmadas una y otra
vez por la realidad social, y jamás pueden renunciar a su dimensión política y liberadora
En
diferentes países, existe una fuerte tendencia académica a interesarse por el
anarquismo: en julio de 2009, en el 53 Congreso Internacional de Americanistas,
tuvo lugar el simposio “anarquía-anarquismos; História e atualidades nas Américas”,
en el que hubo 24 ponencias; en México, la Asociación Oaxaqueña de Psicología
publicó en 2006 el Manifiesto de la Psicología Anarquista, en el que se
planteaban diferentes puntos de vista de la psicología mexicana proponiéndose
una plataforma organizativa de expertos en el marco de principios libertarios,
algo que se extendió a la Universidad Nacional Autónoma de México (una de las
más grandes de Latinoamérica);en Estados Unidos, Dennis Fox es un gran
exponente de la psicología anarquista en aquel país, como profesor asociado de
la Universidad de Illinois y en su sitio web nos ofrece importantes textos y a
muchos otros autores del mundo anglosajón. En Brasil, adquiere fuerza una
terapia libertaria denominada somaterapia, que se desarrolla en los años 80 de
mano de Roberto Freire, que apunta a identificar el autoritarismo, a potenciar
la creatividad y a la construcción de una organización social más libre. En Colombia,
parece que el interés académico por el anarquismo ha sido más complejo en su
desarrollo, pero se creó el Centro de investigación libertaria y educación popular,
de la Universidad Nacional de Colombia Sede Bogotá, además de existir un sector
de la Corporación Cultural Estanislao Zuleta de Medellín que ha trabajado con
académicos de la Universidad de Antioquía. Otro intento por vincular anarquismo
con la disciplina psicológica es el Grupo Estudiantil y Profesional de Psicología
Univalle, el cual produjo en 2010 una línea de investigación llamada
“Psicología Social Crítica, Comunidad y Anarquismo”, con el objetivo de
potenciar las prácticas investigadoras en lo referente a temas libertarios y
emancipadores. Son ejemplos de la vigencia e interés que tienen las ideas
anarquistas también desde un punto de vista psicológico, algo en lo que
trataremos de seguir indagando.
[Publicado
originalmente en el periódico Tierra y Libertad
# 285, Madrid, abril 2012. Número completo accesible en https://www.nodo50.org/tierraylibertad/285abril.pdf.]
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