Renán Vega
* Reseña del libro Un nombre expoliado. Élisée Reclus y su visión de
América (Bogotá, Univ. del Rosario/Banco de la República, 2014), recopilación
de textos de E.R. sobre el tema.
No resulta fácil hacer la reseña de una
antología, máxime cuando su autor es del siglo XIXcomo es el caso del libro que
comentamos, que ha sido compilado por el colombiano Ernesto Mächler Tobar,
residente en Francia. Se trata de una selección de textos del geógrafo anarquista
Élisée Reclus (1830-1905), publicada originalmente en francés, en 2007, y
traducida por el escritor Nicolás Suescún, fallecido en el 2017.
De la extensa obra de Reclus, que llegó
a escribir unas 30.000 páginas, Mächler ha hecho una selección a partir de un
criterio: la visión de América que él construyó. El criterio resulta aceptable
si se tiene en cuenta que el geógrafo francés recorrió una parte de los Estados
Unidos y de la actual Colombia, donde residió entre 1855 y 1857, y sobre esa
experiencia publicó dos escritos. Estos constituyen una parte del material de
la presente antología, que se complementa con cartas y fragmentos de otros escritos
más extensos, como los de su célebre Nueva geografía universal (en 19
volúmenes).
El título del libro se refiere a la
forma como el vocablo “América” ha sido expoliado por los estadounidenses, que se
denominan a sí mismos —y solo a ellos— americanos. El título original en
francés, Un nom confisqué, resultaba más preciso al hacer alusión al hecho
de confiscar, algunos de cuyos sinónimos son decomisar, requisar, expropiar,
incautar, usurpar. Y la idea de que los americanos al sur del río Bravo hemos
sido expropiados de ese nombre fue planteada, entre otros, por E. Reclus, quien
poco antes de morir, sostuvo: “Los Estados Unidos tienen un rango de tal
superioridad desde el punto de vista del poder natural que han confiscado, por
así decirlo, el nombre de ‘americano’ para dárselo a sus residentes” (p. 3).
Con este aserto, empieza la larga introducción de Mächler a su selección de
textos. Luego de eso viene un recuento de la extraordinaria vida, casi de
novela, del viajero francés, anarquista, prolífico escritor, luchador social,
que se opuso al golpe de Estado de Luis Bonaparte (1851) y tuvo que huir para
no ser capturado; que participó activamente en la Comuna de París (1871), como
resultado de lo cual fue detenido y condenado. Reclus era un anarquista por fe
y convicción, que fue catalogado por Vicente Blasco Ibáñez como “un anarquista,
no de los que arrojan bombas sino doctrinas anarquistas” (p. 6). Sus
convicciones sociales y políticas se sustentaban en tres pilares básicos:
“(...) la lucha de clases, la búsqueda del equilibrio y la decisión soberana
del individuo” (p. 11).
Reclus era un geógrafo nato, uno de los
más importantes del siglo XIX, viajero y observador extraordinario, de la estirpe
de Alejandro von Humboldt y, como este, también estuvo en nuestro territorio,
sobre el cual nos dejó una crónica de viaje. Además era profesor, actividad que
reivindicaba como una especie de apostolado, y entre otras cosas, en su paso
por la Nueva Granada, en la década de 1850, Reclus ofició como profesor en la
Sierra Nevada de Santa Marta.
La visión de Reclus era universal, ecuménica,
lo que le permitió ver el mundo como una totalidad en permanente evolución,
donde los hombres transforman el medio natural. Esa visión totalizante le
posibilitaba comparar realidades espaciales y humanas, y eso, en gran medida,
fue lo que constantemente hizo a propósito de América, al contrastar la
situación de los Estados Unidos y de la América hispánica.
En esa dirección, es posible encontrar
en la antología algunas apreciaciones memorables, de gran actualidad, sobre los
Estados Unidos. Por ejemplo, cuando Reclus los define como “una gran sala de
subastas, donde todo se vende: los esclavos y el propietario para colmo, los
votos y el honor, la Biblia y la conciencia. Todo pertenece al mejor postor”
(p. 64). Una definición impecable que, aunque fue escrita en la década de 1850,
podría haber sido expresada en nuestros días. Referida a la situación interna
de los Estados Unidos, se complementa con el señalamiento del carácter
brutalmente expansivo de los yanquis a costa de los habitantes de las
repúblicas hispanoamericanas, como lo comprueban los hechos de noviembre de
1903, tras los cuales Colombia perdió a Panamá.Al respecto, sostuvo en un
escrito de diciembre de ese mismo año:«La pretendida declaración de independencia
de Panamá no es sino una vergüenza más en la historia de la política
conquistadora de los Estados Unidos. Fueron agentes financieros los que pagaron
a punta de millones todo ese gran entusiasmo liberador: por primera vez se vio
allí el fervor republicano recompensado con paquetes de acciones.» (p. 184)
En el mismo sentido, aludiendo a los
métodos empleados por los Estados Unidos, que ellos mismos califican como
“civilizados”, para someter a pueblos que denominan “bárbaros”, Reclus recuerda
que “este dominio se alcanza a costa del abandono de los
principios, a costa del crimen” (p. 190), como lo demostraban los sucesos
anexionistas de Filipinas, Cuba y Puerto Rico.
Aparte de este antiimperialismo de Reclus,
al leer los escritos que conforman esta antología se destacan dos aspectos para
la Colombia actual: de un lado, las descripciones sobre el paisaje natural nos
muestran la riqueza geográfica y la biodiversidad de nuestro territorio, y lo
mucho que de ello se ha perdido en el último siglo y medio; de otro lado, la
descripción de diversos grupos indígenas como los carares y los yariguíes que
resistían con bravura la expansión de los aventureros y colonos en tiempos de
Reclus, nos produce nostalgia al saber que esas sociedades ya no existen, que
fueron exterminadas por los promotores del extractivismo, forestal y petrolero.
Desde esa perspectiva, esta antología
es como una especie de introducción a la memoria espacial y sociocultural de
una Colombia que ya no existe, y nos alerta retrospectivamente sobre lo que
todavía tenemos, en diversidad biológica y cultural, pero que podemos perder de
la misma manera en que algunas riquezas naturales y culturales se evaporaron en
el siglo XIX.
[Tomado de https://publicaciones.banrepcultural.org/index.php/boletin_cultural/article/download/13103/13495.]
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