Periódico Todo por Hacer (Madrid)
Estamos ante un cambio de ciclo político en toda
Latinoamérica. Se ha producido una transición de quienes gobernaban, pasando de
gobiernos denominados progresistas o populares a gobiernos de carácter
más reaccionario. Algunos de estos cambios se han hecho por vía electoral,
mientras que otros han hecho uso de estrategias algo menos legítimas. Sea cual
sea, los grandes poderes fácticos han llevado a cabo una ofensiva con todas las
herramientas que tenían a mano, más allá de su legalidad. En este caso México
ha sido la excepción, tras años de narco-gobiernos las últimas elecciones las
ganó el candidato nacionalista-progresista Andrés Manuel López Obrador (AMLO),
a quien ya le robaron años atrás la misma victoria electoral. Esta victoria ha
sido recibida como una esperanza por amplias capas de la sociedad mexicana,
harta de gobiernos de los mismos de siempre.
Pero esta supuesta transición, de izquierdas a
derechas o de derechas a izquierdas, si indagamos un poco más, vemos que en
muchas ocasiones es un cambio de personas en los puestos de dirección del
aparato del Estado. Ningún gobierno progresista ha sentado las bases para un
cambio de modelo productivo en América Latina, la idea de progreso y una
economía de base extractivista se han visto inalteradas independientemente de
quien ocupaba el gobierno. Entendiendo el extractivismo como la actividad
económica fundamentada en la extracción de recursos naturales para su puesta en
venta en el mercado internacional. Esta forma de modelo productivo choca
diametralmente con los intereses de los pueblos originarios, de la naturaleza y
de la viabilidad de nuestras sociedades.
En México nos encontramos con que ciertos
megaproyectos que no pudieron ser desarrollados por los anteriores gobiernos
por la oposición popular, hoy puede que si sean desarrollados debido a que
quien los pone en marcha es un gobierno llamado progresista.
La Cuarta Transformación: continuismo extractivista en México
Turismo y extractivismo son dos de las grandes
industrias Mexicanas. Ambas se caracterizan por un gran impactivo negativo
ecológico, el despojo de las comunidades de sus tierras o la puesta a
disposición de la globalización de los recursos nacionales. Estas ideas se
funden en los megaproyectos que se vienen. El Tren Maya tratará de conectar la
península del Yucatán con el Estado de Chiapas, a través de 1500km de vías. La
refinería Dos Bocas tendrá lugar en Tabasco y el tren del Istmo será un tren de
mercancías de 200km entre Oaxaca y Veracruz. Todos estos proyectos han sido refrendados
en consultas populares llenas de polémica, ya que no han sido tenidas en cuenta
las comunidades afectadas directamente por estas construcciones y han tenido
más peso los intereses de las grandes urbes. Además estos referéndums han sido
realizados cuando las obras ya estaban comenzadas. Se usa un supuesto mecanismo
democrático, las consultas, de forma fraudulenta para dar un cariz de
legitimación a estos megaproyectos. Junto con estos proyectos está la idea de
generar unas Zonas Económicas Especiales, estos serán territorios con
legislaciones orientadas a fomentar la inversión extranjera con garantías:
rebajas de impuestos, diferentes condiciones laborales, colaboración
público-privada…
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