Francisco León
Cómo seguir la pista de un hombre sin igual, sin defectos en apariencia, lo cual nunca es posible, señalar la dirección exacta de sus hazañas sin caer en la glorificación excesiva, para lograr el justo medio; es decir, situarnos entre la verdad y el mito, a fin de mostrar al lector lo que es positivo, y mucho en este caso, puede sacar del personaje.
Dice la canción de Bob Dylan: cuántos caminos debe transitar un hombre hasta que pueda ser llamado hombre… Había que rastrearlo a través de lo que otros decían acerca de él. Usar una especie de método coral, para que una multitud de voces, de distintas épocas, nos hablen sobre Reynaga. Utilizamos entrevistas, citas, cartas, etc., para configurar un mosaico que, de alguna manera, siempre inconclusa al final, nos acerque a una visión integral.
Cómo seguir la pista de un hombre sin igual, sin defectos en apariencia, lo cual nunca es posible, señalar la dirección exacta de sus hazañas sin caer en la glorificación excesiva, para lograr el justo medio; es decir, situarnos entre la verdad y el mito, a fin de mostrar al lector lo que es positivo, y mucho en este caso, puede sacar del personaje.
Dice la canción de Bob Dylan: cuántos caminos debe transitar un hombre hasta que pueda ser llamado hombre… Había que rastrearlo a través de lo que otros decían acerca de él. Usar una especie de método coral, para que una multitud de voces, de distintas épocas, nos hablen sobre Reynaga. Utilizamos entrevistas, citas, cartas, etc., para configurar un mosaico que, de alguna manera, siempre inconclusa al final, nos acerque a una visión integral.
Julio Reynaga, el anarquista, el ser humano, el bailarín, el héroe de la imaginación, la figura con olor a leyenda, que no debe ser olvidada. Ese es el objetivo principal del artículo. Así, no se pretende acercamientos de carácter psicológico o solo con tintes intelectuales, un divagar sobre él como producto de una época, aunque lo fue. Entonces habría que preguntarse ¿el hombre muere con su tiempo? ¿Jamás tendremos otro igual pues la circunstancia es distinta? Esperemos, por el bien del país, que no sea así.
Para lograr mayor verosimilitud, tuvimos que ir a la fuente, al origen, al Trujillo adoptivo de Reynaga, y para ser más precisos aún, para constatar la inmensidad, casi inacabable, de las haciendas azucareras, que simbolizaron en su época, y quizá aún hoy, la horrenda fauce de un capitalismo que todo lo devora, que como mala hierba, se nutre destruyendo a las que con ella conviven. Contra las haciendas y sus déspotas propietarios, verdaderos señores feudales, amos y dueños de vida y porvenir, se enfrentó Julio Reynaga. Lo hizo armado con la fe que una nueva ideología trajo a la vida de los desposeídos. Nos referimos al anarquismo auroral, mítico, heroico, que supo de sangres y destierros, de martirios y de mártires.
Veinte años habían transcurrido, desde que el general San Martín declarase, en un gesto muy argentino, la “independencia” del Perú. Lo decimos, porque aún quedaban fuerzas enormes fieles a España. En su mayoría peruanos. El virrey La Serna se apertrechaba en Cusco, y el castillo del Real Felipe, en El Callao, cobijaba una guarnición poco dispuesta a rendirse. En esa Provincia Constitucional nació Julio Reynaga Matute. Era lo que en las categorías raciales impuestas por otro virrey, defecto que aún perdura, se definiría como un mulato.
Lo primero que divisó en el horizonte, fue el mar. Un paisaje que se extendía cuasi infinito. De tal manera, no causa extrañeza que su primer trabajo se desarrollase a bordo de un barco. En aquel puerto, las ideologías y nuevas tendencias, culturales y políticas, generaban un flujo constante. Después de un tiempo, cuentan, que ejerció como mecánico. Es posible que tuviese contacto con otro personaje fundamental del anarquismo trujillano. Nos referimos a Benjamín Pérez Treviño (1865–955), decidido anticlerical, periodista y futuro Gran Maestre de la Logia Masónica, también chalaco.
Resaltamos la formación autodidacta de Reynaga. Por lo que no lo consideramos, como algunos sugieren, un discípulo de Manuel González Prada en el sentido exacto del término. No obstante, es imposible negar el ascendiente que la prédica del maestro tuvo en los anarquistas peruanos. Entre los años 1890-1891, se trasladó a la ciudad de Trujillo. En 1894 su rúbrica aparecería, junto a la de Benjamín Pérez Treviño, en el acta de constitución de la Sociedad de Caridad y Sepelio.
Como sucedía a nivel nacional, el llamado “sistema de haciendas” en Trujillo retrasó el desarrollo de la ciudadanía plena. Al funcionar como estados independientes, incluso imprimían su propio dinero. Los “barones del azúcar” eran, de forma literal, dueños de los “trabajadores”; condenados a sobrevivir en las inconmensurables tierras del amo.
El anarquismo configuró un tipo “lucha” más organizada, sistematizó formas de resistencia que eran una reacción instintiva, ante el abuso de los hacendados en los valles de Chicama y Santa Catalina. De esta manera, canalizó el descontento no solo de los “braceros”, traídos de la sierra mediante el sistema de “contratas”, sino de los ahora afectados pequeños y medianos propietarios, pues las grandes haciendas empezaban a monopolizar el uso del agua, y luego compraban a precios írritos las tierras de estos agricultores.
Frente a tan desolador panorama, Julio Reynaga decidió encaminar sus esfuerzos a combatir esa lacra social. A llevar la palabra liberante del anarquismo a los braceros y obreros, oprimidos, en general. Para tal fin, el 23 de octubre de 1898 fundó la Liga Progresista de Artesanos y Obreros (LPAO). Lo secundaron anarquistas como: Pascual Meza Vélez, empleado municipal, Tomás Morales, Teodocio Machado, entre otros. El local institucional quedaba en la calle Colón.
El 18 de abril de 1903, Reynaga planteó a la Asamblea General de la Liga de Artesanos y Obreros del Perú (LAOP), la necesidad de contar con un órgano de difusión. A la par de ser la voz de los obreros, defendería a los braceros, mediante la denuncia de los abusos; tanto de los peones, capataces, como de los hacendados. Por votación unánime fue aprobada la moción, decidiéndose la adquisición de una imprenta. De allí surgiría La Antorcha (1903 – 1907). La Antorcha llegó a la totalidad de Trujillo, incluso tuvo redes en Lima y Callao. Reynaga la repartía montado en un burrito. Por medio de intercambios, se leía incluso en Vitarte, foco del anarcosindicalismo textil limeño. El 16 de diciembre de 1904, debido a la presión ejercida por los hacendados, las autoridades tomaron prisionero al director del diario. La causa: el fuerte contenido de lo publicado.
Fundó el periódico El Jornalero (1906 – 1915), que vino a ser una especie de continuación de La Antorcha. Reynaga figuraba como director, y tenía un selecto grupo de colaboradores. Circuló no solo en las haciendas, sino también en los centros mineros del departamento. Como hemos detallado, el accionar de Reynaga estuvo orientado a apoyar, fortalecer, a los braceros. El objetivo fue hacerlos conscientes de sus derechos. El 8 de abril de 1912, se vieron los frutos de este esfuerzo. La huelga estalló en Casa Grande, propiedad de los alemanes Gildemeister. El motivo, un aumento de las tareas laborales manteniendo el mismo salario. Hablamos de 20 y 25 centavos por jornadas de 12 horas a más.
Al inicio, sangre se derramó en Sausal, donde la soldadesca asesinó a 15 personas. A pesar de ello, los braceros los enfrentaron obligándolos a huir. La huelga, a pesar de la represión, se extendió hasta mayo. Julio Reynaga fue apresado bajo la acusación de ser instigador. Recibió una golpiza criminal en plena plaza de armas. Benjamín Pérez Treviño, a la fecha director del diario La Razón, sufrió detención como “propagandista” de la insurrección. La Protesta de Lima hizo un rápido eco de lo acontecido. Tanto de la matanza de braceros como de la arbitraria prisión de Reynaga y Treviño. Nunca se supo el número total de braceros asesinados. Según el historiador Hidalgo, la cifra de 150 dada por la Sociedad Pro Indígena es cuestionable. Investigadores independientes y relatos de testigos presenciales, coinciden en afirmar que hubo más de 400 muertos. La huelga, sentó un precedente histórico cuya repercusión se haría sentir años después. Reynaga falleció un 23 de julio de 1923, a los 82 años, manteniéndose fiel al anarquismo y trabajando, desde la acción y la pluma, en favor del pueblo.
[Tomado de http://cocktail.pe/historias-minimas-julio-reynaga-matute-apostol-del-anarquismo-trujillano.]
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