Carlos de Urabá
Mientras se desarrolla el concierto de Carlos Santana ante miles de fanáticos en el auditorio Telmex de Guadalajara, a unos cuantos kilómetros de allí se consuma un bestial crimen contra una niña de tan solo cuatro años. Este es un nuevo caso de violencia de género, un acto
cobarde y deleznable cometido por un monstruo
sediento de sangre y carne virginal. Ahora Carlos Santana interpreta su
conocida pieza “Samba pa’ ti”
que desata el delirio de un público
que se rinde a los pies de su
ídolo.
Al
día siguiente los diarios locales
publican en primera página una
foto del famoso roquero de
origen tapatío rasgando su guitarra con el titular: “Carlos Santana apuesta por transformar el mundo para que haya paz, amor y unidad”. A un lado y en la parte inferior izquierda aparece la foto de un cuerpo tapado con una sábana. En letras
rojas reza: “Niña asesinada a
golpes en Jocotepec”.
Como
es habitual en estos fatídicos
casos la policía hace indagatorias y recaba pruebas mientras los servicios médicos forenses se
encargan de retirar en una
camilla el cadáver de la menor
a la que denominan NN hasta
que se compruebe su identidad. En la ciudad de Guadalajara entre los meses de
diciembre y enero se
contabilizaron 199 homicidios -lo que significa que estos han sido los dos meses más violentos desde que se llevan estadísticas.
¿Tal
vez fue violada? ¿Es un nuevo
caso de feminicidio? ¿Quién
sabe? Es difícil dar una respuesta
mientras no se le haga la
autopsia y los médicos dictaminen las causas del deceso. A lo mejor sus padres ya hayan reportado su
desaparición y sea más fácil
identificarla. Aunque seguramente este caso, como el 90% de las carpetas de investigación, con el tiempo sea archivado al no encontrarse
testigos que declaren o evidencias
fehacientes que lleven a la
captura del autor o autores del
infanticidio. Lo más seguro es
que como siempre reine la impunidad. Al menos no la desaparecieron enterrándola
en una fosa común o la
disolvieron en ácido para
borrar todas las huellas. En todo
caso sus padres tendrán que asumir
resignados la pérdida o el martirio
de un ser querido.
Hay
que reconocer con profunda tristeza que en las morgues, funerarias y camposantos es donde hoy se escribe la historia del
México contemporáneo. Cada
mañana los titulares de prensa,
los noticieros de televisión, la radio o las redes sociales nos dejan absortos y sin aliento. Nos abruma el amarillismo o sensacionalismo que se explotan a destajo para captar el mayor número de
clientes (lectores, oyentes o televidentes) aprovechando las tragedias y los dramas ajenos de los que difícilmente podemos evadirnos.
Una
vez que se identifique el cuerpo
de la niña, será entregada a sus familiares para que le den cristiana sepultura. Como manda la tradición, los deudos de riguroso luto conducen el ataúd de la difunta hasta la iglesia donde
el cura ejercerá su papel de
médium para que dios padre
todopoderoso le abra las puertas
del cielo. Sus padres, entre
lágrimas de impotencia, intentan
reprimir su dolor y la rabia.
Las oraciones serán su único
bálsamo de consuelo. El sacerdote
al terminar la homilía asperja
agua bendita sobre el ataúd y
haciendo la señal de la cruz
la despide con el consabido “descanse
en paz”. Al menos ahora el
angelito ya está en el paraíso
celestial y no en este mundo
cruel tan degenerado y perverso.
La
industria de la muerte no deja
de producir cadáveres y son tantos, que nos
hacemos insensibles y preferimos pasar página y mirar para otro lado. En Jalisco de los casi 500 casos de desapariciones forzadas no
existe ni una sola condena en los tribunales. “Al fin yal cabo solo son ajustes de cuentas entre
bandas criminales” –se disculpan
las autoridades. Por eso en
muchos pueblos del México profundo si el violador es capturado infraganti, se le quema vivo.
En
los tribunales los jueces son muy
quisquillosos y les gusta ejercer de abogados del diablo: ¿qué hacía la señorita a tan altas horas de la madrugada en esos antros de perdición? ¿Por qué visten de esa forma tan provocativa? Parece ser que si una mujer es bella o atractiva es un atenuante. Y en el colmo la señora Ana Ferráez, diputada del
partido Morena por Veracruz,
planteó la posibilidad de
decretar un toque de queda a partir
de las 10 de la noche para proteger
a las mujeres ante la ola de
inseguridad que dejó 26 feminicidios en 52 días. ¿Cómo prevenir estas agresiones,
violaciones o asesinatos? La
respuesta queda en el aire,
pues todas son bonitas palabras
y vanas promesas pero en el
fondo cuando cae la noche en
cualquier esquina te esperan los
lobos en celo prestos a tenderte una celada. En los dos primeros meses del año
2019 en México se consumaron
147 feminicidios.
Podríamos
estar narrando historias de amor como la de
Romeo y Julieta o don Juan Tenorio, pero la cruel realidad nos encauza por otros derroteros.
Algunos
responsables políticos consideran que los feminicidios son daños colaterales de
la guerra contra el
narcotráfico. Las víctimas son
criminalizadas por los jueces
y fiscales, quienes insinúan
que tal vez tenían nexos con
el crimen organizado o son
novias de la mafia (“desechables”), “las han matado por venganzas o retaliaciones, o porque se
dedicaban a la prostitución”, ¿alguien le cree a una prostituta cuando denuncia una violación? ¿Estarían traficando droga? ¿Pertenecían a una banda rival y por eso las balacearon? Caso
cerrado.
Por
Internet -páginas webs- o las
redes sociales se exhiben harenes de chicas dispuestas a venderse o alquilarse
al mejor postor (se cotizan
dependiendo de su belleza o la
perfección de su cuerpo). Son
las conocidas “pre-pago” que
voluntariamente se lanzan al
estrellato ilusionadas con triunfar
como modelos, escorts o masajistas. En incontables ocasiones caen en manos de los cárteles o las mafias que las utilizan de
concubinas, las secuestran, las esclavizan y las obligan a prostituirse.
López
Obrador hace unos días anunció
que su gobierno le iba a
conceder a la secta católica y a las sectas evangélicas espacios en canales de
radio y TV con el fin de
“moralizar” el país. A pesar de
que México es un estado laico es necesario predicarla palabra de Dios para que el pueblo no se desvíe del “camino recto”. Ha llegado la hora del arrepentimiento y el perdón pues ya se ha derramado demasiada sangre.
Si se quiere lograr una “cuarta
transformación” hay que formar
ciudadanos de bien como lo
predica la Cartilla Moral que
ha redactado Morena (muy
parecida a la escrita por el filósofo
Alfonso Reyes hace 75años).
Haciendo énfasis en materias claves como la educación cívica y urbanidad, la solidaridad, el
patriotismo y el cuidado de la
naturaleza.
El
primer mandatario ha proclamado solemnemente el fin de la guerra contra los cárteles y el advenimiento de una nueva era de “paz y amor”. “Ya no habrá más violaciones de derechos humanos,
ni represión” -repite una y
otra vez en voz alta. No
sabemos si este será el mejor
método para desmantelar las organizaciones delictivas que disponen de armas de última generación
y que ejercen el domino en sus
territorios a base de las
extorsiones, sobornos y chantajes, ¿es posible
combatir a esas células criminales con salmos responsoriales y bienaventuranzas? Que un país con más de 50 millones de pobres tenga que invertir más dinero en seguridad que en educación o salud es algo que nos deja atónitos.
[Artículo
publicado originalmente en el periódico Rojo
y Negro # 335, Madrid, junio 2019. Número completo accesible en http://rojoynegro.info/sites/default/files/rojoynegro%20335%20junio.pdf.]
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